Hoy inicié los trayectos de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo. Día nublado pero grato. No tuve problemas para salir algo más temprano que ayer del alojamiento, aunque esta vez lo hice con todos mis bártulos: cartera, mochila, bolso de mano y maleta, con un poco más de peso que el día de llegada, por los alimentos comprados. ¡Un verdadero ekeko! Llegué sin problemas a la Estación Sol, me despedí mentalmente de los madrileños que había allí a esa hora, aunque no tantos como en las tardes-noches, y bajé hasta los intestinos de la estación donde funciona el RENFE, que no es lo mismo que el Metro. Este último es similar al nuestro (o lo que queda de él, jeje), mientras el primero es el tren, como el que va desde Estación Central a Rancagua. Ya aprendí aquello y también cómo operar en cada uno (espero que no se me olvide).
Todo funcionó bien hasta que tuve que bajarme en Atocha para subirme a un tren que me llevara a mi próximo destino. Atocha es una de las estaciones claves en la capital, donde se realizan conexiones varias, tanto de RENFE como del Metro, así que la cantidad de vías es abundante: son 10 ó más (en Santiago son dos o tres). Si no has desayunado, allí mismo te da un mareo al ver tantos trenes que se detienen, que parten, a cada instante. Yo me ayudé del mapita que me dieron en el Aeropuerto y llegué a la conclusión que debía ir a la Vía 2. Llegué allá luego de bajar escaleras con equipaje a cuestas, porque los ascensores no estaban operativos en ese tramo, ¡uff! Pregunté a otros pasajeros para no equivocarme, pues no vi personal por ese lado. Mis interlocutores estaban en las mismas, luego llegaron otros a preguntarme a mí, jaja ja. No era la única perdida. De pronto, como en un rapto de iluminación, miro para la otra vía: allí había un tren que decía "Guadalajara". ¡Eureka!, exclamé. ¡Tremendo descubrimiento! Casi volé hacia la otra vía (lo que significaba subir por una escala mecánica y luego bajar por una escalera clásica, con peldaños; bueno, las otras también los tienen...en fin, ustedes me entienden), pero no alcancé. Casi como la protagonista de la película "El secreto de sus ojos" me quedé mirando el tren, aunque no lo perseguí (no había ningún Ricardo Darín arriba, que yo sepa, jajaja); estaba la dignidad ante todo (ya me imagino correr con toda la carga que llevaba, jajaja).
Así que a esperar otra vez (¡me había dejado el tren, sniff!), pero en esta ocasión sólo fueron 20 los minutos, los que pasaron rápido. Luego de una hora y poco más, estuve en Guadalajara (distante a 61 kilómetros).
Guadalajara en un día
Una vez allí, al revisar Google Maps, éste me "contó " que la dirección buscada no quedaba muy lejos. Al menos yo, en la pantalla del celular, la vi posible de recorrer a pie sin dificultades. Los taxistas son bastantes careros por acá, al igual que allá, sólo que aquí cobran en euros y eso duele más, por lo cual acostumbro a elegir alojamientos convenientes en precio y distancia. Claro que a veces el ojo me falla.
Anduve, anduve, anduve, casi como Caupolicán, con mochila y bolso al hombro. Google me continuaba ayudando, a pesar de todo, y casi al llegar, una guadalajareña (difícil gentilicio) muy amable, me dio todas las indicaciones que me faltaban, pues conocía el Hostal.
Un paréntesis...
Pienso en la mucha gente amable que me he encontrado las veces que he viajado para acá y no dejo de maravillarme. Nosotros hemos ido perdiendo esa "gracia", merced a los "patos malos" y a los estafadores, así que frente a peticiones de ayuda de este tipo, habitualmente reaccionamos negándonos a escuchar incluso. Por acá, las personas, sean de la edad que sean, se detienen y dan todos los detalles. Ayer, un niño de unos 9 años, hasta se ofreció a irme a dejar al Terminal de Buses cuando le pedí me indicara exactamente dónde quedaba...
Cuando hoy salí a buscar lugares de interés y había descubierto uno a la distancia (el Ábside de San Gil, única parte que queda de una Iglesia del siglo XIV) un joven que venía en sentido contrario se detuvo y me explicó que eran los únicos restos que quedaban de la construcción, me dio datos de su ubicación total y su data, y, luego, para mayor abundamiento, me señaló otros edificios interesantes que podía visitar. Y todo ello, sin preguntarle nada. Que quede claro, además, que no hubo ninguna otra razón, jaja, sólo cordialidad con el visitante. ..Cierre de paréntesis...
Llegué, me instalé luego de subir a mi habitación (¡sin ascensor!) y, ya cerca de las 13 horas, salí a conquistar Guadalajara.
Es una ciudad de 85 mil habitantes, tranquila, fácil de recorrer sin perderse (excepto al llegar de la Estación de FF.CC., jajaja), con un casco antiguo conformado por edificios de estilo renacentista, de 5 a 7 pisos, con un hermoso paseo fluvial, en que las aguas del Río Henares colaboran con la sensación de tranquilidad y de calma que se respira en la ciudad. La gente, por lo que pude ver, vive acá como en provincia: todos los locales comerciales cierran a la hora de almuerzo (excepto los restaurantes, ¡por suerte!), de forma que poca gente se veía en las calles, siendo día hábil.
Cuando vi el nombre del río entendí el porqué la ciudad Alcalá de Henares se llama así: "castillo sobre el río Henares" (hermosa ciudad, cuna de Miguel de Cervantes, distante 27 kms. de Guadalajara, que visité hace dos años).
Tuve una suerte fantástica en mi primera visita: el Palacio del Infantado hoy tenía entrada libre. ¡Bravo!
Es una construcción de fines del siglo XV (año 1480), de estilo gótico isabelino, con bastantes detalles de arte mudéjar (cristiano con influencias musulmanas). En su larga vida, ha sido testigo de eventos de gran importancia. Por ejemplo, allí se casó Felipe II (el mismo de El Escorial) con Isabel de Valois.... No obstante, su existencia se vio truncada (me refiero a la del palacio) durante la Guerra Civil Española, cuando fue bombardeado y destruido.
Sólo en la década de 1960 pudo realizarse su restauración y pasó a transformarse en sede del Archivo Histórico Provincial así como de la Biblioteca Pública. En la actualidad, continúa manteniéndose allí el Archivo, pero además está el Museo Provincial, el cual tuve ocasión de disfrutar, sin guardias y con la libertad de fotografiar lo que quisiera.
Lo que más me impresionó fue el Patio de los Leones, ¡maravilloso! Me pareció haber vuelto a La Alhambra. También me gustaron mucho las pinturas de los cielos rasos o "bóvedas ", como se les llama, llenos de colorido.
Recorrí la ciudad y me encontré con una serie de Iglesias antiguas, restos de paños de muralla medieval, dos Torreones: uno, el Torreón Alvar Fáñez Minaya (quien haya leído "El cantar de Mío Cid" se acordará de este personaje, leal lugarteniente del Campeador, primo o sobrino de él) y el Torreón de Alamín, ambas construcciones formaron parte de la muralla que rodeó la ciudad en la Edad Media, siglo XIV y XIII, respectivamente.
También llegué hasta la Concatedral de Santa María (estilo mudéjar, siglos XIII y XIV), a la Capilla de Luis de Lucena (siglo XIV), a la Iglesia de los Remedios (segunda mitad del siglo XVI) y otras.
Además, tuve la oportunidad de observar y fotografiar el Puente del Henares, datado en el siglo X,
supuestamente de origen romano, aunque estudios posteriores le dan la autoría al rey Abn al-Rahman III, cuando estas tierras estaban bajo el dominio musulmán.
El edificio del Ayuntamiento de Guadalajara también es digno de admiración.
Se ubica en la Plaza Mayor desde el siglo XVI con restauraciones durante su existencia. Es de estilo ecléctico (mezcla de estilos) y está muy bien mantenido.
Me gustó Guadalajara, una ciudad tranquila, para vivir sin prisas y sin peligro. Lugar en que los "pasos de cebra", a pesar de no contar con semáforo, se respetan. Lo pude constatar personalmente: todos me daban la pasada (jaja).
Mañana les hablaré de otra ciudad, digna de recibir mi visita. Saldré bastante temprano para llegar allá, pero está claro que los sacrificios que tienen recompensa valen la pena. Bueno, hay otros que también, jiji. ¡Hasta tomorrow!
Así que a esperar otra vez (¡me había dejado el tren, sniff!), pero en esta ocasión sólo fueron 20 los minutos, los que pasaron rápido. Luego de una hora y poco más, estuve en Guadalajara (distante a 61 kilómetros).
Guadalajara en un día
Una vez allí, al revisar Google Maps, éste me "contó " que la dirección buscada no quedaba muy lejos. Al menos yo, en la pantalla del celular, la vi posible de recorrer a pie sin dificultades. Los taxistas son bastantes careros por acá, al igual que allá, sólo que aquí cobran en euros y eso duele más, por lo cual acostumbro a elegir alojamientos convenientes en precio y distancia. Claro que a veces el ojo me falla.
Anduve, anduve, anduve, casi como Caupolicán, con mochila y bolso al hombro. Google me continuaba ayudando, a pesar de todo, y casi al llegar, una guadalajareña (difícil gentilicio) muy amable, me dio todas las indicaciones que me faltaban, pues conocía el Hostal.
Un paréntesis...
Pienso en la mucha gente amable que me he encontrado las veces que he viajado para acá y no dejo de maravillarme. Nosotros hemos ido perdiendo esa "gracia", merced a los "patos malos" y a los estafadores, así que frente a peticiones de ayuda de este tipo, habitualmente reaccionamos negándonos a escuchar incluso. Por acá, las personas, sean de la edad que sean, se detienen y dan todos los detalles. Ayer, un niño de unos 9 años, hasta se ofreció a irme a dejar al Terminal de Buses cuando le pedí me indicara exactamente dónde quedaba...
Cuando hoy salí a buscar lugares de interés y había descubierto uno a la distancia (el Ábside de San Gil, única parte que queda de una Iglesia del siglo XIV) un joven que venía en sentido contrario se detuvo y me explicó que eran los únicos restos que quedaban de la construcción, me dio datos de su ubicación total y su data, y, luego, para mayor abundamiento, me señaló otros edificios interesantes que podía visitar. Y todo ello, sin preguntarle nada. Que quede claro, además, que no hubo ninguna otra razón, jaja, sólo cordialidad con el visitante. ..Cierre de paréntesis...
Llegué, me instalé luego de subir a mi habitación (¡sin ascensor!) y, ya cerca de las 13 horas, salí a conquistar Guadalajara.
Es una ciudad de 85 mil habitantes, tranquila, fácil de recorrer sin perderse (excepto al llegar de la Estación de FF.CC., jajaja), con un casco antiguo conformado por edificios de estilo renacentista, de 5 a 7 pisos, con un hermoso paseo fluvial, en que las aguas del Río Henares colaboran con la sensación de tranquilidad y de calma que se respira en la ciudad. La gente, por lo que pude ver, vive acá como en provincia: todos los locales comerciales cierran a la hora de almuerzo (excepto los restaurantes, ¡por suerte!), de forma que poca gente se veía en las calles, siendo día hábil.
Cuando vi el nombre del río entendí el porqué la ciudad Alcalá de Henares se llama así: "castillo sobre el río Henares" (hermosa ciudad, cuna de Miguel de Cervantes, distante 27 kms. de Guadalajara, que visité hace dos años).
Tuve una suerte fantástica en mi primera visita: el Palacio del Infantado hoy tenía entrada libre. ¡Bravo!
Es una construcción de fines del siglo XV (año 1480), de estilo gótico isabelino, con bastantes detalles de arte mudéjar (cristiano con influencias musulmanas). En su larga vida, ha sido testigo de eventos de gran importancia. Por ejemplo, allí se casó Felipe II (el mismo de El Escorial) con Isabel de Valois.... No obstante, su existencia se vio truncada (me refiero a la del palacio) durante la Guerra Civil Española, cuando fue bombardeado y destruido.
Sólo en la década de 1960 pudo realizarse su restauración y pasó a transformarse en sede del Archivo Histórico Provincial así como de la Biblioteca Pública. En la actualidad, continúa manteniéndose allí el Archivo, pero además está el Museo Provincial, el cual tuve ocasión de disfrutar, sin guardias y con la libertad de fotografiar lo que quisiera.
Lo que más me impresionó fue el Patio de los Leones, ¡maravilloso! Me pareció haber vuelto a La Alhambra. También me gustaron mucho las pinturas de los cielos rasos o "bóvedas ", como se les llama, llenos de colorido.
Recorrí la ciudad y me encontré con una serie de Iglesias antiguas, restos de paños de muralla medieval, dos Torreones: uno, el Torreón Alvar Fáñez Minaya (quien haya leído "El cantar de Mío Cid" se acordará de este personaje, leal lugarteniente del Campeador, primo o sobrino de él) y el Torreón de Alamín, ambas construcciones formaron parte de la muralla que rodeó la ciudad en la Edad Media, siglo XIV y XIII, respectivamente.
También llegué hasta la Concatedral de Santa María (estilo mudéjar, siglos XIII y XIV), a la Capilla de Luis de Lucena (siglo XIV), a la Iglesia de los Remedios (segunda mitad del siglo XVI) y otras.
supuestamente de origen romano, aunque estudios posteriores le dan la autoría al rey Abn al-Rahman III, cuando estas tierras estaban bajo el dominio musulmán.
El edificio del Ayuntamiento de Guadalajara también es digno de admiración.
Se ubica en la Plaza Mayor desde el siglo XVI con restauraciones durante su existencia. Es de estilo ecléctico (mezcla de estilos) y está muy bien mantenido.
Me gustó Guadalajara, una ciudad tranquila, para vivir sin prisas y sin peligro. Lugar en que los "pasos de cebra", a pesar de no contar con semáforo, se respetan. Lo pude constatar personalmente: todos me daban la pasada (jaja).
Mañana les hablaré de otra ciudad, digna de recibir mi visita. Saldré bastante temprano para llegar allá, pero está claro que los sacrificios que tienen recompensa valen la pena. Bueno, hay otros que también, jiji. ¡Hasta tomorrow!
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