He estado toda la tarde tratando de subir la última entrada escrita, pero ha sido imposible. Algo estoy haciendo mal que no me ha resultado como he querido. Me da la impresión que les agregué muchas fotos y por eso no me dio resultado. Recién logré eliminar algunas a ver si tengo mejor suerte. Esto ya me da rabia. ¡Grrr!
Son las 22 horas de hoy domingo 13 de diciembre. Estamos desde hace 7 horas en San Pedro de Atacama y ya parecemos nativas. Claro que no sé qué nativas, porque aquí los chilenos son escasos mientras los extranjeros parecen dueños de casa.
Hoy domingo nos vinimos a las 13,30 horas a San Pedro. Estuvimos acá como a las 15 horas. El viaje fue tremendamente cómodo y casi no nos ocurrió ninguna desgracia. El único problema que pudo transformarse en algo grave fue el hecho que yo, obediente de las leyes del tránsito, apenas me senté en mi asiento...
- ¡Obvio! ¿En qué más iba a ser, querida Principessa?
- También es cierto...
- ¿Qué te pasó?
- El cinturón de castidad..., jajaja, pardón, de seguridad, quedó trabado y ya no pude soltarme. Tiré con toda mi "juerza" juvenil y nada. El bus no contaba con asistente de viaje, asi que ya tenía pensado qué hacer cuando necesitáramos bajarnos y no hubiera solucionado el problema...
- A ver, a ver, cuenta, cuenta...
- Le dije a mi hermana que si el problema persistía, ella bajara pasando por mi lado como pudiera ( yo estaba al lado del pasillo) y fuera a pedirle ayuda al chofer, de otra manera se iba a quedar sola en San Pedro, jajaja.
Nos estuvimos riendo un rato al pensar en aquella alternativa y de qué manera podría suceder que después de un tiempo me encontraran aún amarrada al asiento, en calidad de momia, jajaja. ¡Qué no falte de qué reírse! Felizmente, en otro momento en que volví a intentar soltar el cinturón infructuosamente, me di cuenta que había otra solución: sacar la tela del cinturón como si estuviera dejándose más suelto, hasta soltarlo por completo. Uff! Ahí pude respirar tranquila y me sentí ¡libreee!
Las distintas tonalidades del paisaje del desierto, aún habiéndolo visto con anterioridad, me volvieron a maravillar. Las fotografías tratan de dar cuenta de ello. Vimos en el trayecto un par de vicuñas pero no alcanzamos a tener presta la cámara. El día estaba absolutamente diáfano al llegar a San Pedro. Al salir del Terminal de buses desconocí mis recuerdos.
- ¡Diablos!, me dije. Vine sólo hace dos años y no reconozco este sector.
Como recordaba que no quedaba lejos del "centro" o calle principal (llamada Caracoles) le dije a Gladys que no era necesario tomar un taxi y nos fuimos arrastrando nuestro equipaje, un poco por las veredas y otro poco por la tierra (pobres maletiñas, creo que no pensaron nunca andar tan empolvadas). El sol quemaba de una manera impresionante y nosotros seguíamos, en fila india, tirando nuestro equipaje (que no era nada de ligero). Pasamos a preguntar a un Hostal, humm, muy caro lo encontré. Yo recordaba perfectamente en qué lugar había estado, pero no lo encontraba, hasta que después de unas cuantas cuadras, me di cuenta que habíamos entrado a calle Caracoles por el otro extremo. Claro, después supimos que el Terminal era quien se había querido cambiar de ubicación (entonces, mi memoria no era la culpable). Luego de detenernos un par de veces en unos pequeños sectores sombríos, ir esquivando la gran cantidad de gente que se veía, logramos llegar a la calle de los hostales que yo recordaba. Antes de arribar al conocido, pasé a preguntar al primero que encontré en el trayecto aquel y...¡eureka! : nos significaba incluso una luka menos que el 5 estrellas de Calama (jajaja). Fuimos a ver la suite, habiendo ya aprendido la lección anterior, y nos encontramos que ésta era un diez estrellas en comparación con el alojamiento del sábado. ¡Nos encantó!
Ya instaladas, lo primero que hicimos fue ducharnos. Los baños de buena calidad, todo limpio, luminoso, bien arreglado. Ordenamos nuestra vestimenta, descansamos, tomamos harrrrta agua y a las 18 horas decidimos salir. Era necesario alimentarnos (sólo contábamos con el desayuno, aunque mi hermana había devorado un par de frutas). Primero nos abocamos a cotizar tours y, aunque las agencias son numerosísimas, sólo investigamos en tres de ellas. Eran los mismos tours, las diferencias eran sólo de costo. De allí fuimos hasta la Plaza, donde se encuentra la Iglesia de San Pedro , tomamos algunas imágenes y mis "tripitas" empezaron a reclamar. Yo, como representante legal de ellas (jajaja) opté por levantar la voz y plantear la urgencia de "engullir" algún alimento. Como en el lugar no es tan barato el servicio de alimentación con tanto extranjero visitante, recorrimos antes de decidirnos, hasta encontrar lo más conveniente y deseado: chacareros con bebida (precisamente en ese local no vendían cerveza y aunque me zapateaba la lengua por tomarme una bien helada, debí resignarme cristianamente, jajaja). La atención fue rápida y el sandwich estaba bastante bueno, además de satisfacernos.
Una vez en paz con nuestras respectivas solitarias, fuimos a formalizar el contrato de los tours, es decir, a cancelarlos. Cierto es que no resulta barato todo aquello, pero si vinimos acá era para gozar de conocer todo lo posible. Así que ya estamos matriculadas para visitar el Valle de la Luna (lunes 14) , las Piedras Rojas y Lagunas Altiplánicas (martes 15) , los Geisers del Tatio, el miércoles 16, y la Laguna Céjar el jueves 17. Una vez cumplidos todos estos destinos mágicos y maravillosos, veremos qué hacer los siguientes días que nos restan en este hermoso lugar.
Ya establecido nuestro programa de actividades, nos dedicamos a vitrinear (también una actividad de primer orden en nuestra rutina, tanto en casa como en plan turista). Ya estaba oscureciendo e íbamos pasando por una calle paralela a la principal, cuando vimos a un hombre con una cámara de video, una mujer muy bien vestida, varias personas de pie mirando hacia la mujer y escuchando. Íbamos a pasar de largo, cuando la dama agradeció la presencia, pidió que acompañáramos en la actividad y con los ojos, oídos y mente muy abierta atendiéramos lo que se nos presentarían a continuación. Había un joven al lado y le pregunté de qué se trataba:
- ¡Es una performance! ¡La Vivaracha cumple un año!
- ¿Ella es la "Vivaracha?, pregunté en el acto, medio en broma, medio en serio.
- No, me dijo, es el local.
¡Ahhhh! me dije mentalmente, un poco aguantando la risa. Nos quedamos con mi hermana, de puro espíritu investigador que tenemos (por no decir, de copuchentas que somos, jajaja) y la mujer dueña de la "Vivaracha" comenzó a abrir las dos puertas del local, mientras comenzaba a oírse una canción. El lugar correspondía a una Peluquería. Al interior, había una persona joven, muy bien proporcionada, que comenzó a moverse al son de la música, cual serpiente desenrollándose. Había música, algo de danza, humo de inciensos y una pantalla prendida que reflejaba unas letras en el cuerpo de la joven. Era una puesta en escena bastante artística, podría pensarse, pero antes que yo, mi hermana ya se había dado cuenta. La mujer no lo era, sino que la danzarina era danzarín. Cuando éste, valiéndose de unas gasas, después de haberse sacado unos altísimos tacos con los que había comenzado su "shos", comienza a dar saltitos, me doy cuenta que mi seria y circunspecta sister, estaba "muerta de la risa", haciéndome saber que la "vivaracha" damisela había cambiado de sexo. El joven terminó su acto seguido de un aplauso por parte de los asistentes y luego salió a presentarse, cual actor luego de terminada la obra, ante el público. Alcanzamos a ver que estaba sólo en unos bóxers y traje de baño, pero se cubría en la parte superior por uno de los velos que había utilizado. Nosotras, rompiendo todos los protocolos, a media voz manifestamos nuestro descontento porque hubiéramos querido verlo en menos ropa (jajaja). Tuvimos un buen rato riéndonos y nos fuimos de allí rápidamente, aunque no sabemos si se habrán dado cuenta de nuestra propia performance (jajaja).
Seguimos recorriendo el sector y, en un momento dado, debimos rectificar nuestra dirección porque en lugar de acercarnos al Hostal, nos estábamos alejando. La luna, creciente o menguante, nos sirvió de guía, por suerte. Y aunque la noche recién parecía comenzar para una gran cantidad de turistas que repletaban los locales y las calles de San Pedro, nosotras, debido principalmente a que ya estaba enfriándose el ambiente, nos dirigimos a nuestro alojamiento, para descansar de este primer día.
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