Miércoles 2 de diciembre: último día en palacio ...por una semana: iba a viajar a la Región de los Ríos, ciudad de Valdivia. Durante la mañana fui a despedirme de mi querida hija, rito que siempre realizo cuando inicio un viaje. Es un poco avisarle que estaré ausente y decirle que estará conmigo igualmente, a pesar de la distancia.
Luego de almorzar, me di a la tarea de realizar unas tareas administrativas relacionadas con el edificio, cumplir con unos trámites y, ya faltando poco tiempo, arreglar el equipaje, consistente en una maleta, una mochila y una cartera. Me hubiera gustado viajar más "ligera de equipaje" como dice mi amigo Antonio Machado, pero los compromisos obligan (jeje) . Así que preparé mis bártulos y me dispuse a bajar de mi torre a las 21,45, con el tiempo suficiente para llegar con un poco de margen al Terminal O'Higgins.
El viaje estuvo espectacularmente tranquilo, pues lo hice sin compañía cercana. En mitad de semana siempre son menos los pasajeros. La verdad, tenía asignado un compañero de viaje, pero me abandonó; al parecer...
- ¿...no le pareciste atractiva, Princess?
- Jajaja... Creo que el abandono no tuvo nada que ver con atractivos.
- ¿Te lo dijo?
- ¡Noooo! ¡Sólo se fue sin explicaciones, pero creo adivinar la razón.
- ¡A ver! ¿Cuál fue, tú que todo lo sabes y lo que no...?
- Sucede que este señor, cuando yo llegué al asiento, no se quiso levantar para dejarme pasar. Yo iba con mochila, cartera y ropa...
- ¡Obvio, pues, Principessa! ¡No ibas a andar "en cueros por el mundo real"!
- ¡Noooo! Llevaba en la mano un abrigo delgado de cuero por si el tiempo se ponía algo helado; uno nunca sabe en el Sur...Así que era imposible que pudiera pasar a mi asiento estando él sentado. Obviamente le pedí que se levantara para poder pasar sin problemas y aunque atendió mi petición, no pareció muy contento.
Sin duda, así sucedió y este joven decidió abandonar a su estupenda compañera de viaje ...En fin, ni supo lo que se perdía...(jajaja)
A las 6 de la mañana, ya en pleno día, estábamos en Temuco. Ya bien despierta comencé a leer, escuchar a Silvio y mirar el paisaje. En el peaje cercano a Lanco, tuvimos una sorpresa. Estando detenidos, se subió al Bus personal de la PDI con un funcionario canino, al que ordenaron buscar. El dog , obedientemente, fue recorriendo el pasillo , hasta que finalmente hicieron bajar a una joven que se notaba con claridad, por sus rasgos, que no era caucásica, sino o muy nortina o peruano-boliviana. Al parecer el inspector canino le había encontrado un aroma sospechoso. No me atreví a fotografiar a los funcionarios mientras estaban en su tarea al interior del bus, pero sí lo hice cuando bajaron...
- ¡Qué copuchenta!
- ¡Nooo, pura curiosidad periodística, jajaja!
Unos minutos después reanudamos el recorrido, mientras la joven volvía al bus (se salvó!!). Demoramos en llegar a la Ciudad de los Ríos: muchas detenciones en la vía debido a los arreglos de la carretera, lo que en todo caso aproveché para seguir escuchando música y fotografiar el paisaje. Al final, llegué pasadas las 9 de la mañana al hogar familiar. Mi hermana me estaba esperando y luego de degustar un desayuno casero, fuimos a uno de los Supermercados cercanos para comprar provisiones. Era necesario, de algo había que alimentarse para no morir de inanición (jajaja). Al regresar al castillo materno, encontramos a mi hermano Ernest y con él fuimos a ver a mamá y a dejarle flores.
Luego de regresar, había que preparar el almuerzo.Tendríamos la visita y compañía del Infante Pablo, quien sería el primer primo de Mirella en recibir, en representación de la pequeña Sofía, uno de los Libros de mi hija. Fue un bonito y emotivo momento.
La modorra nos agarró de las mechas luego del almuerzo a pesar del té verde con guayaba (¡exquisito!) y pronto estábamos dormitando, una en el sillón del living y otra en una de las reposeras de jardín de nuestros padres. Ante tanta inutilidad en el uso de un precioso tiempo diurno, optamos por despabilarnos y salir al Mall a comernos un helado artesanal que nos habían recomendado, además de hacerle el honor a varias tiendas. Dicho y hecho, partimos a recorrer la tarde valdiviana. Llegamos al local de helados y nos instalamos en un rincón luego de pedir un mix de sabores: frutos del bosque, café y menta con chips, pero...¡puaj!!! Sólo nos gustó un sabor, los otros dos estaban muy aguados. Moraleja: no volver allí, la próxima picada heladera deberemos buscarla en otra parte.
Salimos de allí y para eliminar energías seguimos dándole a la caminata y, ¡eureka!, ¿a que no adivinan lo que pasó? ¡Descubrimos un pequeño local en una galería de ropa juvenil (jajaja) y encontré unos pantalones anchos étnicos, que me quedaban perfectos para mi tamaño (es decir, eran chicos, jajaja). No estaban baratos pero igual los compré, total, el que puede-puede. Luego, a buscar una blusa que le haga juego, la que encontramos en Falabella. ¡Qué maravilla! ¡Un perfect day! (jajaja). Luego de tan productiva tarde, nos subimos a un microbús número 11, que nos dejó a escasos metros de la mansión familiar. Una vez allí, preparamos la once y compartimos con nuestro hermano, que llegó un rato más.
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