Mi vida también lo está. Es la manera que tengo de no sucumbir... Es la estrategia de la que acabo de tener absoluta conciencia en estos días...
Pero, ¿por qué usar esta herramienta, estrategia, metodología o como quiera llamársele? ¿En qué momento usarla? ¿Qué se logra con aquello?
Vamos por parte, como dijo mi querido Jack...
Uno no tiene en esta vida -tal vez la única- todas las cosas que uno desea (por suerte, de otra manera, ¿qué haríamos si tuviéramos todo? Los deseos, anhelos y sueños se nos gastarían, quedando el pozo vacío). Hay cosas y no-cosas que uno no conseguirá nunca mientras viva y se morirá sin ese deseo cumplido. ¿Alguien, más adelante, cumplirá deseos incumplidos de los que ya murieron? ¿Quién sabe?
- ¡Yo no!
- ¡Ufff! Era sólo una pregunta retórica, por tanto no esperaba que la respondieras.
- ¡Humm! ¡Vives haciéndote preguntas retóricas! ¿Es que acaso no quieres respuestas? ¿Es que tú ya tienes las respuestas y sólo lo haces como un recurso para demostrar tu capacidad intelectiva después?
Ninguna de las dos opciones son las verdaderas. Son preguntas que se me ocurren en el momento mismo que voy escribiendo y que me hago a mí misma y luego comienzo la tarea de ir tratando de desentrañar la respuesta a esa interrogante. No siempre llego a una respuesta clara y definitiva. A veces, incluso, quedo con muchas dudas instaladas, luego de no haber tenido ninguna. Son los gajes del oficio de pensar e interrogarse por las cosas de la vida.
(A propósito de deseos incumplidos por el imperio de la muerte, yo he tratado, en la medida que me "surgen" algunas ideas -no sé si me surgen o simplemente alguien me las "sopla" desde otra dimensión- de ponerme en el lugar de mi hija y realizar alguna acción que, de acuerdo a cómo la conocí, sé que lo habría hecho. Claro que me cuido de no caer en la obsesión, porque tampoco eso sería sano. Estoy segura que si hubiera sido yo la que se hubiera ido antes, ella habría hecho lo mismo. Recuerdo que una vez me dijo, angustiada: "¡Si te pasara algo me muero!". Si así hubiera sido, habrías seguido adelante, querida hija, como he tenido que hacerlo yo. Fuimos sobrevivientes por años y, hoy, yo sigo siéndolo).
Hablando de las compensaciones, creo que cuando a uno le dirigen la vida no tiene necesidad de buscarlas, siempre y cuando le guste que la conduzcan. (Uff, hace calor, o me ha dado calor). En el caso anterior, uno se dedica simplemente a seguir las directrices, sin cuestionar demasiado, sabiendo lo que hay que hacer y haciéndolo, claro está. Estando en esta situación, las decisiones que hay tomar son mínimas, casi todo el tiempo está ocupado y lo que queda para descansar se añora y se degusta con entusiasmo. El problema surge cuando ya nadie dirige tu vida, cuando estás de vacaciones extendidas y las 24 horas del día son de tu exclusiva responsabilidad. Este es el momento en que entran a tallar las compensaciones (o como quiera llamárseles). Desde el instante en que despiertas, debes tomar decisiones y "llenar" tu programa diario a cómo dé lugar, a pesar de tus carencias y de la soledad, para no caer en el marasmo, en la razón de la sinrazón, en la nada... Es aquí donde lo que te gusta adquiere una importancia capital. Debes recurrir a ello con un cuentagotas. Si son varias las cosas que te gustan, estás salvada. Si son pocas, tendrás más de algún problemilla.
Me explico.
Tienes que organizar tu vida cotidiana, dejando una tarea especial para cada día, aunque el tiempo te dé para hacer varias en la misma jornada. ¿Cuál es la idea? (Pregunta para mí). Simplemente, que todos los días tengan su identidad y no se transformen en copias del anterior. La uniformidad trae consigo el desencanto, éste la rutina, y llegados a eso estamos a un paso del sinsentido.
Así que me levanto apenas despierto. Preparo el desayuno no sin antes salir a la terraza a ver mi plantación (me alegra el día y me otorga energía el ver cómo las hortalizas van creciendo o lo verdes que se ven; el verde anima sin duda), prendo el televisor o el tocadiscos (mi autorregalo navideño), y antes de realizar la tarea o trámite especial (que no necesariamente debe ser urgente) me instalo en la terraza a leer y disfrutar de la mañana sin ese calor molesto del mediodía. Luego, siendo casi las once o algo pasada esa hora, salgo, si es fuera de casa la tarea especial. De todas maneras trato de que todos los días haya una actividad al exterior porque es necesario caminar y cambiar de aire, compartir con la "chusma" (jajaja), aunque eso signifique dejar la lectura inconclusa. Total, el texto, de papel o digital, seguirá en palacio a mi regreso.
Ayer, por ejemplo, tenía dos actividades, la menos de mi agrado la hice al salir de casa, para no buscar excusas luego para no cumplir con ella (que ya es tarde, que hace mucho calor, que seguro está cerrado; a la hora de no querer hacer algo, uno es campeón/a para inventarse justificaciones). Luego me dediqué a recorrer calles que habitualmente no recorro pero centrales; así fui a un local que descubrí no hace mucho tiempo y que se llama "Dejà vù". Ahí me entretuve mirando ropa y joyas de fantasía. Salí del lugar con un bolso informal bien bonito, blanquinegro, colores, rectifico, luz y sombra, que me gustan combinados. Pasé por los escaparates de varias zapaterías de calle Astorga, pero sin detenerme demasiado pues no era de mi gusto lo visto, excepto unos mocasines de cuero "legítimo" y que no estaban caros (¿habrá cuero ilegítimo?).
Al final, cuando ya se me agotaron los escaparates (jajaja) me dirigí al lugar que era mi objetivo inicial y verdadero, un local en Calle del Estado, donde vendieran discos de vinilo de música clásica. La verdad a mí no me gustan las cosas usadas (¡qué exquisita!, dirán ustedes, pero así es no más, debe ser cuestión de cuna, jajaja). Me costó asumir aquello, pero lo hice con hidalguía y sinceridad; a estas alturas no voy a estar engañándome a mí misma. En este caso, no tenía otra opción. La única forma de conseguir lo que buscaba era hacerlo en locales que venden cuestiones (para no repetir "cosas") usadas. Luego de pasar por tres lugares donde venden revistas y libros viejos, el último encargado me indicó dónde debía ir ...y claro, estaba a media cuadra. No había entrado nunca allí. Debí vencer mi rechazo a revisar discos con carátulas archiusadas y algo sucias, y finalmente opté por tres LP.
Hoy en la tarde he estado escuchando mis adquisiciones: la música de la película de Juan Salvador Gaviota con la voz de Neil Diamond; el Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo y Los más bellos Valses de Johann Strauss. Y a pesar de mi temor, la audición y degustación no tuvo ninguna dificultad, pues los tres discos estaban en perfecto estado. El de Neil Diamond es el único que tiene el año, 1974. Los otros carecen de fecha pero deben ser coetáneos, por la diagramación de la carátula; es decir, ¡con nada menos que 40 años de vida! ¡Increíble!
Junto con ello, decidí cambiar de vajilla para servir mi almuerzo. Esto puede parecer una estupidez, pero no lo es para nada. En estos días, también, podría darme el gusto (porque sin duda podría hacerlo), por ejemplo, de ir a almorzar, de vez en cuando, o todos los días, a restaurantes, uno diferente cada día. Pero, si bien resultaría muy cómodo y novedoso tal vez, me perdería el gusto y la entretención de prepararme la comida, tratando de que sea algo distinto cada día, especialmente los acompañamientos. Así que por eso, cambié la vajilla: utilicé una loza de color sandía para disponer las ensaladas, el principal, el pan e incluso el postre. ¡Se veía distinto...y bonito también! No es engaño, es cuidado. No quiero que la soledad y la ausencia me cobren tributo ...y así, vivo y sobrevivo...
El martes decidí ir al cine. Indudablemente lo había planificado el día anterior. No tenía ninguna película en vista, aunque el lunes había revisado la cartelera, pero no estaba decidida. Cuando llegué allá, hasta última hora, estando en la fila, dudé cuál ver. Ene, tene, tú...Tenía que decidir entre una película de Diane Keaton (me encanta como actriz) y "Star wars". Ninguna de las dos me entusiasmaba mucho, pero lo que sí tenía claro es que deseaba estar al interior del cine disfrutando de la pantalla grande. Opté por Star Wars, aunque ninguna de las películas de la saga me había interesado nunca verlas, lo que no quita que no estuviera enterada de su argumento y de quiénes eran algunos de sus actores, además de lo que significaba volver a estar en cartelera después de 30 años. Por eso decidí verla, además de que el otro filme era alusivo a la Navidad y la verdad es que me cargan las películas navideñas.
Debo señalar que lo visto lo disfruté, los efectos especiales los encontré espectaculares y la cantidad de veces que debí agacharme para esquivar las esquirlas o algún otro objeto fueron superiores a mi visita anterior al Open Plaza. Me llegué a avergonzar en alguna ocasión, por mi reacción refleja, aunque, mirándolo desde otra perspectiva, no deja de ser positivo que mis reflejos funcionen tan bien (creo yo, jajaja). Me produjo una rara sensación al ver el paso del tiempo humano en quienes encarnan los personajes de Solo, Leia y Skywalker. Seguramente es lo que quisieron provocar: esa extraña mezcla entre la fragilidad humana (que al parecer, de ninguna manera, quisieron esconder o disimular con maquillajes y efectos especiales) y la "magia" del séptimo arte, que todo lo puede, que a los muertos en nuestro mundo los resucita (Paul Walker, Phillip Seymor, Bruce Lee), que a los que nunca se vieron-porque no es posible- les hacen darse la mano (Forrest Gump y John Kennedy). El final es extraordinario, en imágenes, grandiosidad y suspenso: para la joven Rey, el encuentro con su héroe de los "cuentos" infantiles, lo que le parecía sólo fantasía se transforma en realidad; allí está el héroe de su infancia, la maravilla se ha transformado en realidad. ¡Buen final! ¡Y esa ascensión larga, hermosa, peligrosa, simbólica, para llegar al encuentro! ¡Fantástico! ¡George Lukas, te presento mis respetos!
...
Esto es lo que llamo las pequeñas compensaciones en el día a día de mis días. Esto me alimenta, me alienta, me mantiene viva y no sólo en apariencia. Me alegro de haberlo descubierto, me alegro de estar consciente de ello, pues así el disfrute aumenta y la paz llega hasta mí. Y cuando lleguen las grandes (me refiero a las compensaciones), los viajes y recorridos por nuestro país y alguno cercano, el goce será mayor.
- ¡Diablos! ¡Me asombra tanta sabiduría en tan poco espacio...a lo alto! Jajaja
- ¡Muy cierto!, porque a lo ancho, debo luchar diariamente para no aumentar centímetros...
- ¡Es que cada bacanal que te preparas, Princess!
- ¡Jejeje! Pero trato de eliminarle todos los carbohidratos posibles, agregándole hartas verduras y frutas.
- ¡Eso está muy bien! Pero de pronto te da por las papas fritas, el maní, los chocolates...
- ¡Upps! Parece que tienes un buen servicio secreto...
Tengo claro que no es recomendable consumir unas ricas papas fritas, unos sabrosos 100 grs. de maní y algún delicioso chocolate. Pero, soy casi humana y el pecado me atrae...¿a quién no? El que esté libre de estos tropiezos, que tire la primera papa...¡Hasta el año que viene! ¡Un fuerte abrazo!
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