lunes, 16 de marzo de 2020

...Y perdí la silla...y la libertad...

 
   Sevilla, ciudad maravillosa del sur de España, capital de la Región  de Andalucía,  la urbe andaluza más poblada (690 mil sevillanos/as), me recibió con pocos habitantes en las calles. En el bus que salió de Cádiz,  éramos sólo  2 las pasajeras. La situación  adquiría color de hormiga. Un funcionario de la Estación de Cádiz  ya me había informado que empezaba el "toque de queda" oficialmente  al día  siguiente. "¡Chuata!", me dije.  "¡Los días que me quedan se me van a hacer interminaaables!"
   En fin... La fecha de  cambio del pasaje de avión  ya estaba confirmada y no  podía volver a adelantarla. Así que, a ponerle todo el ánimo y a cruzar los dedos.
   En la estación  de Sevilla decidí utilizar taxi para desplazarme al alojamiento.  No quedaba tan lejos, pero era algo enrevesada la ruta para llegar. Fui memorizando el trayecto y reconociendo,  contenta,  hitos y edificios vistos en la visita que hicimos con mi hermana el año 2016. Precisamente  por el encanto indiscutible  de la ciudad, la incluí  en mi itinerario.  ¡Quería  volver a disfrutar de Sevilla y de sus encantos! 

 Llegué  a mi alojamiento  y allí  tuve la primera sorpresa desagradable: el local había decidido  cerrar sus puertas y no  me lo había comunicado, acción necesaria toda vez que la reserva estaba confirmada. ¡Me indigné pero no podía  hacer nada! ¡Ellos habían  reaccionado  de inmediato al "Estado de Alarma" determinado el día  anterior por el gobierno  español!
 Seguramente,  no pasarían un par de días que todos tendrían  que hacerlo.  Busqué por el sector. Consulté en un hotel, que cobraba el doble de lo que había  pagado a la fecha. Opté  por seguir en mi búsqueda y tuve mucha suerte. Encontré un lugar adecuado y allí me quedé.  

 Una vez instalada, salí  a caminar y comprar  víveres.  Al día  siguiente,  nadie, salvo casos necesarios, podría desplazarse libremente. La instrucción  era "quedarse en casa".
    Ubiqué un Terminal de Buses cercano, apenas a tres cuadras (distinto al que llegué), consiguiendo comprar un pasaje para Madrid para el martes en la noche, lo que me permitiría llegar el miércoles  de mañana y trasladarme de inmediato al aeropuerto  Barajas. Así,  aunque tuviera que esperar más de 12 horas, ya sería  lo de menos. 

Más  tranquila, me dispuse a aprovechar mis últimas horas de libertad  de desplazamiento en recorrer las orillas del Río  Guadalquivir. No era la única en ella, andaban bastantes turistas, algunos deportistas, otras personas con sus mascotas, paseándose por el lugar. 
 
  Todos relajados  y felices, algunos derechamente tomando el sol. Todo  bien,  hasta que apareció  en lontananza  un vehículo de la Guardia Civil. Se detuvo  a mi lado y uno de los policías me dijo  que no podía  andar en el lugar, que debía irme a casa. No  sé qué  cara habré  puesto,  pero luego que les dije que iba al Terminal a comprar  pasaje me dejaron seguir, diciéndome que estaba bien. 
  Efectivamente, mi trayecto estaba en dirección  de la Estación de Autobuses  a la que había llegado,  así que mi respuesta era creíble.  Antes de alejarme, los mismos  policías, a través de megáfono,  instruyeron a los numerosos  turistas tras mío  de lo mismo. 
 
 Me fui hacia la Plaza de España, hermoso complejo, construido  con motivo de la Exposición Iberoamericana de Sevilla del año 1929, que se emplaza en el Parque María Luisa, y es una verdadera preciosidad arquitectónica. Sin embargo,  estaba TODO CERRADO.  Antes que yo, habían llegado varios turistas,  que trataban  de sacar fotos  desde el exterior.  
 
 Fue el momento en que decidí volver al alojamiento, pasando a comprar víveres  en el camino de regreso. El horno no estaba para bollos y correspondía  acatar lo determinado. Pasé  a dos minimarket, no encontré todo lo que quería,  pero debí  conformarme.  Los precios estaban algo más subidos también.  Llegué  sin novedad al alojamiento y di inicio a este confinamiento involuntario.  
 🛌🛌  Soledad no he sentido, pues aquélla es parte de mí. Además de que la comunicación  virtual es una gran ventaja cuando se cuenta con señal, como en mi caso. El mayor problema es no poder desplazarme.🤷‍♀️🤷‍♀️ Cansa estar sentada y/o acostada. Turno  los noticieros que veo,  tanto de Chile  como de España,  así  estoy completamente informada.  También  he aprovechado para escribir los últimos relatos, que habían quedado un tanto rezagados  por cierto desánimo propio de la contingencia. 
   Ahora, sólo me queda poco más de 24 horas para subirme a un bus y luego a un avión.  Espero que todo  salga bien y así  los españoles puedan librarse de mí,  antes de tiempo. Mala suerte para ellos, jajaja. Pero, ...¡volveré!👋👋
    

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