jueves, 5 de marzo de 2020

GUADIX y las Cuevas de los Trogloditas...

  Último día  en Jaén y, desde muy temprano, debí  cumplir  con dos tareas. La primera era  trasladarme de alojamiento. No me gustó para nada el primero,  porque, entre otras cosas  uno escuchaba todo lo que pasaba en las habitaciones cercanas,  de tan delgadas que eran las paredes.  Desde movimientos "sospechosos" de una  cama, hasta la descarga de los baños en medio de la noche, toses, conversaciones telefónicas, pasos, puertas que se abrían  o cerraban...¡Ya parecía mansión del horror la cosa! Junto con ello, al encargado lo vi en el momento en que me recibió  y seria todo. Me despachó en un par de minutos pues se notaba muy apurado  y, más encima, no  me quería recibir a las 13 horas; quería que volviera a las 15. Pero como me he ido ezpañolizando un poquillo, le insistí  y no tuvo más  opción  que rezibirme,  hombre, faltaba más (jajaja). 
  Por eso, como opté por quedarme una noche más,  busqué  otro lugar donde  quedarme y aunque esté  un poco más lejos, igualmente queda cerca del centro. Y con una diferencia  sustancial: excelente comunicación   y  disposición  a recibir el equipaje a las 9 de la mañana, para que yo pueda salir a conquistar el  mundo. ¿Cuál  fue el motivo de quedarme, si ya había  visto casi todo,  excepto los museos, claro, de los que voy a descansar un poco? Les cuento.
.....
 
 Cuando me vine desde Almería el día el 2 de marzo, en el extenso trayecto pasamos por un lugar llamado Guadix. Yo lo había  visto en mi mapa viajero pero no lo había  seleccionado, pues ni siquiera estaba segura de que llegaría  a Jaén  por esto de los itinerarios de los buses. De pronto, ¡oh, sorpresa!, veo unas construcciones encaladas apegadas al cerro, que me recordaron el Albaycín de Granada. Quedé  pensando si eran cuevas, lo que confirmé  cuando una señalética  turística decía Barrio de Cuevas. Inmediatamente  me dije "Mónica,  debes venir acá ". Y ya lo ven: averigüé más  antecedentes, busqué  otro alojamiento y, ¡chachán!, me fui a GUADIX ayer (digo "ayer" porque anoche me  quedé  rápidamente "frita" luego de llegar al alojamiento, tomar una frugal once y acostarme; no pude seguir escribiendo; sorry). 
 
 ¿Qué  es importante conocer de Guadix?
(Escuché  pronunciar el nombre de la ciudad de tres maneras: Guadíx, Guádix y Guádi. Como no lleva tilde  -yo se lo he puesto ahora para explicarles- debiera ser la primera opción la correcta, pero anda tú a corregirle a los españoles que enseguida reaccionarían  con su verborrea que a veces cuesta entender,  en la cual se "comen" "r" o "s" finales como "verdadero caníbale, ¡madre mía!". Jajaja, me da mucha risa escuchar sobre todo a la gente de "edá", que es la que tiene este acento y expresiones, ya sean hombres o mujeres).
   Guadix es un municipio de la provincia de Granada y región de  Andalucía.  Cuenta  con 18.500 accitanos en la ciudad, cuyo origen es romano (fue colonia de la región tarraconense del imperio romano en la península ibérica),  así  como capital del breve reino musulmán  de Abú Abdallah Muhammad, hasta que pasó  a ser enclave episcopal una vez en poder de los cristianos.  

Durante la ocupación romana, la ciudad de Guadix fue conocida como Julia Gemella Acci, de ahí su gentilicio actual > accitano. Durante el dominio islámico,  se le llamó Wadi Ash ('wadi'  significa 'río'), siendo rebautizada en tiempos cristianos, tomando como base el nombre musulmán  que tuvo. Se ubica a 915 msnm., en el declive norte de Sierra Nevada ( esto de que sea norte o sur me lo "sopló" google, porque, en mi caso, que sólo  estoy de paso en la ciudad, no me viene ni me va,  jajaja; lo que sí  me quedó  claro es que es en Sierra Nevada, porque es evidente  cuando se va llegando a la ciudad: es el único lugar en todos  los kilómetros recorridos que vi nieve en el cordón montañoso)

 El Guadix actual impresiona principalmente por algunos monumentos: la Catedral de la Encarnación construida entre los siglos XVI a XVIII, que  aparece imponente ante la vista de quienes pasan por la ciudad, mostrando en sus alrededores otros edificios del casco antiguo. Como en muchos casos, prácticamente en  todos, la primera parte de la construcción se levantó reaprovechando  la antigua mezquita, ya construida en el lugar, y tal como ha sucedido con todos los edificios de esta magnitud, demoran cientos de años en estar completos, lo que trae como resultado una construcción  con diferentes  estilos desde el gótico medieval hasta el barroco. Lo más espectacular de la Catedral para mi opinión de neófita, es la "portada", con derroche de ornamentación y personajes claves de la iconografía católica.  
   En el otro extremo del paño de tierra (de una extensión de dos cuadras) se alza una torre medieval conocida  como el Torreón del Ferro.
    Justo en la parte baja del sector catedralicio, 

 se ubica un sitio arqueológico  aún  en obras, que corresponde a vestigios de un Teatro Romano, que habría  tenido un aforo de 3000 espectadores.  Se conserva poco de esta maravillosa construcción, pues muchos de sus materiales fueron ocupados en otros edificios.  Data de mediados del siglo I d.C.

 Además  de la Catedral, Guadix  es generoso  en otros monumentos religiosos, al interior del casco histórico: varias iglesias y conventos.  Asimismo, en el ámbito  civil, se destacan los palacios  conservados, en los cuales funcionan diversas actividades culturales y comunitarias. Uno de ellos, el Ayuntamiento, con un hermoso balcón del siglo XVII, que debió  ser restaurado tras la Guerra Civil. Este edificio preside la Plaza del Ayuntamiento,  cerrada por construcciones de arquitectura continua y porticada, uno de los sectores más gratos y bellos de la ciudad, para  sentarse a degustar algo de comer o beber. 
   Fue allí  precisamente  donde me regaloneé por poco más de una hora, mientras daba cuenta de un rico almuerzo, que comenzó  con una ensalada "Julio César". 
   Un paréntesis...

《La ensalada fue rebautizada por mí  en el instante en que, junto con llevármela, me llevaron la panera, unas aceitunas y aceite de oliva para degustar.  Fue una grata y deliciosa sorpresa para mí, pues nunca había tenido la oportunidad de probar uno de los alimentos propios del ejército romano: el pan con queso de  cabra y aceite de oliva. Es cierto que faltó  el queso, pero ahí estaba el aceite, espeso, amarillo y aromático,  junto a unas deliciosas aceitunas.  Dicen que Julio César, mientras estaba en campaña militar,  consumía el mismo alimento que sus hombres,  lo que sin duda lo enaltecía ante la tropa.  Y yo, 20 siglos después,  salvando las diferencias,  iba a probar algo de aquello. Consciente de que, probablemente,  el colesterol se me iría  a las nubes, que me estaba saliendo completamente de mi dieta, escasa en aceite, fui untando trocitos de pan fresco  en el aceite, hasta que ambos desaparecieron,  no por arte de magia, sino porque me lo comí todo... 》
   Cierre de paréntesis...

 El resto de mi almuerzo consistió  en  lomo con frutos secos  y jamón,  verduras cocidas y papas fritas, para terminar con mi postre favorito,  tarta de queso. 
Todo ello, acompañado de una copa de vino de la casa, que, luego, cuando el garzón me dijo que tenía  15 °, casi me mareo allí mismo. La verdad, no fue  nada de saludable mi almuerzo, pero resultó muuuuyyy rico. 
 
  Para ponerle un contrapeso a tan "frugal" almuerzo, luego me fui a caminar y a buscar un Mirador que aparecía en el plano de la  ciudad como punto de interés, y, lógicamente,  obtener algunas buenas fotos. Ya era cerca de las 16, hrs. cuando volví a la Plaza de la Catedral, no para ingresar a ella, sino a esperar el Tren Turístico, que me llevaría hasta el Barrio de las Cuevas ( mientras entraba a la Catedral de Jaén,  consideré  que ya era suficiente con "meterme" a estos monumentos religiosos, sobre todo,  cuando cobran,  porque todos, cual más  cual menos, presentan lo mismo. Decidí hacer excepción  cuando tengan alguna reliquia y elementos constructivos especiales).
   
Llegó el momento de abordar el tren. Como era la única pasajera,  tenía  los tres vagones a mi disposición para elegir asiento (jajaja).El itinerario consistía en ir subiendo por el barrio judío hasta  llevar al Barrio de las Casas-Cuevas, mi verdadero objetivo de retroceder  104 km. desde Jaén.  Mientras el trencito hacia su recorrido, una grabación  iba aportando los antecedentes que se requería para entender de la  mejor forma lo que uno veía. El punto de llegada era el plano superior del cerro  donde se encuentra una plaza y hay, entre otras casa-cuevas,  una Iglesia,  un Museo y la vivienda que se visita  además  de un Mirador.

La Casa-cueva es habitada por don José,  quien señala que toda la casa está  excavada en el cerro. Tiene dos baños, 3 dormitorios, un salón-comedor grande, una cocina y una sala de estar, todo ubicado con bastante amplitud  y muy gratamente ornamentado. Delante de la puerta de entrada hay una cortina (característica típica de estas  casas y otras en barrio judío  o árabe), similar cortina que separa cada habitación  interior, las que no poseen puertas, a excepción de los baños (adelanto moderno, pues sólo  a mediados del  siglo pasado llegó el agua potable al sector). Le hice varias preguntas a don José,  quien me contó que él había  nacido allí.  
 

 Luego me trasladé  al Mirador,  donde pude tomar conciencia de toda la cantidad de casas-cuevas que allí  había. Un panorama hermoso,  casi de cuento infantil,  con las casas surgiendo del cerro, en la pendiente, con sus blancas estructuras semicirculares  y sus cañones-respiraderos asomando por todos lados. ¡Un espectáculo  extraordinario! 

 Fue desde allí,  donde tuve la panorámica de la ciudad, que me di cuenta que había  una construcción estilo castillo medieval que no había visto en mi recorrido  hasta ahora. Se trataba de la Alcazaba, construcción  fortaleza, de data medieval, construida por los árabes durante el siglo XI, cuya conservación y restauración  es una tarea en proceso,  pues sufrió  destrucciones principalmente en el siglo XVI y durante la ocupación  napoleónica,  en el siglo XIX. Estaba cerrada al público (sólo  la abren los domingos), así  que debí conformarme con verla al ir de regreso a la plaza principal.

 La Iglesia-cueva se construyó  en torno al sector en que existió,  a partir del siglo XVI, una ermita. Se aprovechó  el lugar donde había  un horno o tahona y se instaló la ermita, con sus ornamentos y altar,  presidiendo la imagen de la Virgen de Gracia. Posteriormente, siglo XX, se realizó y se construyó  a continuación,  hacia afuera, una parroquia.  

 El sacerdote a cargo me dio la bienvenida.  Estaba realizando sus tareas en algunas de las numerosas dependencias.  La ermita original, incluso tiene una escalera  semi-caracol, que lleva hasta dos dependencias pequeñas. Al interior de la iglesia hay una exposición de belenes (de muchos países del mundo, incluso uno chileno, el más humilde), un pequeño museo y los altares correspondientes. Cuando uno mira desde fuera el edificio no se imagina encontrar tantas dependencias,  casi un laberinto,  por lo que va de sorpresa en sorpresa. 

 Al salir de la iglesia, me fui al Museo o Centro de Interpretación,  que hasta mediados del siglo XX fuera la cueva-casa de un matrimonio.  Este sitio recrea la vida de este matrimonio en un rescate de cómo se vivía cuando no se contaba con agua potable. En la muralla del dormitorio se proyecta la imagen de una mujer que se levanta, se pasea, se viste y se arregla para iniciar su vida cotidiana , iniciada con el canto del gallo. En tanto, en la cocina,  se vislumbra la imagen del dueño de casa, ayudando a cocinar, bebiendo un vaso de vino y luego disponiéndose a trabajar el tejido de la "ñocha" (tiene otro nombre pero no lo retuve), que era utilizada en variados objetos al interior del hogar.
 
 Alcancé  justo a ver todo aquello y llegó  el trencito a buscarme. Ya siendo las 17,30, me fui tranquilamente a la Estación  de Autobuses,  donde esperé tomando una heladita Coca  en lata, comprada en una máquina. A veces,  suelo caer en vicios como éste,  cuando la sed me agobia y la necesidad de azúcar pareciera ser una exigencia. Y eso que no soy diabética, que yo sepa. 
   Llegué  ya de noche al alojamiento, donde me preparé  para tomar una once en forma. Pasé  a comprar dos huevitos. Los puse en un vaso con agua al interior del microondas,  pues no vi otra alternativa. No tenía aceite y no sabía  cómo hacer funcionar una encimera.  Solución: el microondas.  Sin embargo, nunca había hecho eso, así  que esperaba que resultara. Dos minutos. El agua ya se había calentado. Le agregué 3 minutos más  y había pasado apenas uno, cuando se produce una explosión al interior del aparato.  Jajaja, uno de mis huevitos estaba hecho picadillo  y sus restos habían  saltado por todos los lados del microondas,  pero estaba medio cocido (se veía claramente, pues examiné lo encontrado como detective). Me vi en la obligación  de limpiar el estropicio, pero salvé  medio huevo. El otro estaba perfecto. Los vasos, intactos.  Así  que me serví  una once más  variada y sabrosa,  a pesar del incidente, y luego me dispuse a trabajar y, por supuesto, a descansar. ¡Hasta pronto!

   

   

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