lunes, 29 de julio de 2019

El día en que se detuvo... Treinta ....Ayer

Treinta...                                                                    [Ayer]

  Caminó sin descanso, a ratos a orillas del mar, en otros momentos, en terrenos aledaños, especialmente cuando los roqueríos y grandes peñones hacían riesgoso el desplazamiento por allí. 
En ese caso, se alejaba del agua, adentrándose en pequeños bosquecillos, que le servían al mismo tiempo para refrescarse y descansar. Sólo se detuvo un par de veces, para aliviar su cuerpo y dejar en  reposo un poco sus piernas, pero no abusó de aquello. Sabía por experiencia que si el tiempo de detención era mucho pronto se relajaría demasiado y la continuación sería muy difícil. Claro que ella lejos estaba de pensar y saber el funcionamiento de su cuerpo y su mente. Estaba aprendiendo con la práctica y experiencia personal. Estaba haciendo uso de su inteligencia para sobrevivir.
   Antes que el sol se zambullera en el gran agua, como todos los días, Maui detuvo su caminar por esa jornada. Era el momento de preparar sus pieles para el descanso nocturno y alimentarse como era debido, para luego deslizarse por el mundo de los espíritus. Cuando el Sol volviera a mostrarse, esta vez tras las montañas, sería el momento de reanudar la marcha, que, en una primera parte, no sería recta sino consistiría en subir al peñón más alto para explorar los alrededores y tomar decisiones. Carecía de brújula,  binoculares y de cualquier otro aparato que le permitiera ver más allá; no tenía GPS ni podía acceder a Google maps para ubicar el lugar dónde estaba. No, faltaba muuuucho para aquello. Pero, en cambio, tenía más de dos neuronas haciendo sinapsis, una intuición extraordinaria, un olfato muy desarrollado para oler el peligro y unas piernas veloces, amén de un ligero equipaje altamente calificado para un vuelo low cost o para la barca de Caronte.¡Qué bien!
   Despertó cuando el sol comenzaba su aparición en escena, en ese teatro rudimentario y al aire libre. Tendría un cálido día nuevamente. Se alegró. Se sentía plena, a pesar de las carencias. Tenía esperanzas y metas y estaba trabajando para cumplirlas. Sus días habían adquirido un sentido más profundo, más allá de la comida cotidiana, más allá del estar detenida en un lugar sin más ambiciones. Quería y necesitaba ser parte de algo más: una familia, un grupo, una tribu. La soledad sin peligro no era suficiente.
     Vio montañas interminables, coloridas, cercanas unas, lejanas otras. Vio bosques a la distancia, algunos transformados en sólo manchas verde oscuras de tan distantes y tupidos. 
 Vio el gran agua desde lo alto, inmenso e inabarcable en su tamaño,  ingobernable en su fuerza, azul oscuro en su profundidad. Azul, verde, con pequeñas pinceladas de color  pastel entre un color y otro, desde la lejanía alta y ancha.¡Una belleza! Y el cielo, con nubes blancas y suaves en la altura, completaban el panorama que pudo observar desde la roca a la que subió. 
   Bien, se dijo. Caminaré por la orilla de la gran agua, está bastante despejada. Quiero cazar nadadores y buscar alguna piedra fogar.¡Hoy tendré suerte!
  Dicho y hecho. Bajó de donde estaba, cogió sus pocas pertenencias y comenzó su caminata. No sabía cuánto andaría ese día, si acaso rompería el récord de la jornada anterior o no.¡Imposible saberlo! Carecía de la tecnología y de la app que pudiera ir contabilizando sus pasos, para luego transformarlos en la unidad métrica en uso.¡Pobre Maui, tan desprovista de todo y, tan poderosa sin embargo!¡Qué ironía!
  (Cabe señalar que el pensamiento de Maui 1.0 no es tan claro como lo que se puede deducir de sus  soliloquios.¡No! Son las atribuciones de su creadora, esta Maui contemporánea que desplaza la yema de sus dedos por la pantalla, cuya maravillosa cualidad es servir de transportador virtual.¡Algo bueno, después de todo!).
  

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