lunes, 29 de julio de 2019

El día en que se detuvo la Tierra... II Parte Culpa..Hoy..

Culpa...                                                                       [Hoy]
Hoy no fue... Lloviznaba, hacía mucho frío (seguramente aparecerá nieve en las montañas cercanas que rodean la ciudad). Transcurría el tiempo y ella, bajo la llovizna, esperaba que pasara un microbús verde en el paradero de costumbre. Pasó uno, pero era justo el que no le servía para llegar hasta su destino. Cuando, luego de media hora de esperar, casi había decidido subirse a un taxi-colectivo, éste venía completo. Estiró su cuello para ver si se asomaba algún bus y nada. Decidió volver a casa, con la mochila de la culpa a cuestas. 

  Camina de regreso en un estado de ambivalencia. Sabe que, racionalizando, puede encontrar varias razones para justificar  su viaje fallido pero eso no aminora la carga. No había un impedimento insoslayable, eso también es una realidad incuestionable. Hacía frío, es cierto, pero no habría muerto congelada, ni nada por el estilo. No llovía a cántaros, como en el sur, por lo que tampoco aquello era razón ineludible. Apenas unas livianas gotas, que lo más que hacen es humedecer la ropa. No estaba impedida física ni biológicamente para concurrir. Simplemente, no hizo el esfuerzo suficiente por egoístas e insustanciales motivos personales. Lo dejó para la próxima semana. 
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   Casi han pasado 2 años desde el último escrito. El tiempo no se ha detenido, la vida tampoco. Ya puede, sin lugar a dudas, aunque su apariencia la favorezca, decir -y asumir- que ha entrado en el selecto y cada vez más numeroso grupo de Tercera Edad. Algunos hechos relevantes han sucedido, algunas decisiones importantes ha tomado en ese tiempo. Ha dejado de trabajar (se cansó de la brecha generacional y de la robotización juvenil, así como asumió que ya la memoria le estaba jugando algunas pequeñas bromas); se desprendió de todo bien raíz personal y de su querida hija (doloroso proceso que no podía seguir, subconscientemente postergando); aceptó cortar parte del vínculo emocional y físico existente con sus padres (vendieron el hogar familiar);  dejó de participar en la vida socioadministrativa del condominio aislándose del mundo inmediato inició un programa personal de viajes mensuales y permanentes por el país y el mundo, mientras duren sus "ahorros" y esté en condiciones físicas y anímicas de continuar conociendo otros paisajes, ciudades, costumbres y maravillas arquitectónicas; ha asumido su vocación marina, casi emulando a Forrest Gump, pero a paso cansino; ha bajado las barreras a la  antisociabilidad.
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 Pronto el calendario seguirá acercándose a los ocho años de tu ausencia, salvando la distancia temporal de ese aniversario. El dolor ha ido remitiendo, el compromiso emocional sigue vigente, pero ya está mostrando sus primeras fisuras. El "frío" le "impidió" la visita de la semana anterior. Se siente culpable de aquello y de privilegiar su persona, sabiendo que si no cumple ella los ritos, nadie más lo hará. No hay nadie a quien pasarle el testigo, aunque tampoco corresponde. Es su obligación y deber. Eso es lo que significa ser madre. Y no es que pretenda dar muestras ni lecciones de aquello, porque, más importante y por sobre todo está el cariño, el amor, el recuerdo y el agradecimiento por el tiempo compartido y regalado. Es eso lo que Maui no debe perder de vista, aunque sus ojos puedan empezar a fallar con los años de esta vida en soledad tranquila y feliz, que ha aprendido a asumir y construir.  
La nueva etapa se ha iniciado casi imperceptiblemente, sin hitos dolorosos. Parece ya sentir de nuevo el movimiento telúrico, suave y permanente, que en el alocado transcurso cotidiano suele pasar inadvertido. Es el momento de continuar el viaje vital, hasta donde la máquina corporal lo permita. La Tierra continúa moviéndose...

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