martes, 26 de septiembre de 2017

El día en que se detuvo la Tierra...Cuatro...[Ayer]

Cuatro                                                                       [Ayer]
 Ya quedaba poca claridad. La gran bola de luz estaba terminando su recorrido diario y se alejaba por el horizonte. Seguramente iba a alumbrar otros lugares   u otros espacios. Sólo rogaba que volviera, esperando no haber hecho nada que pudiera molestarla, como para alejarla por mucho tiempo. 
   No sabía a ciencia cierta si, a largo plazo, era beneficiosa su compañía. Lo que había descubierto era que le alegraba verla aparecer. Podía desplazarse sin tropiezos (claro que también estaba la otra bola, la plateada), ver con absoluta nitidez todas las cosas, observar mucho más allá de los árboles, de los cerros y de las rocas. Le había llamado "sol", le pareció una manera fácil y contundente de expresar su esencia: ¡¡Sol!! Ojalá te vea pronto por acá, dijo en voz alta. 
   Bien, era hora de prepararse para entrar a su habitáculo. Poco se podía hacer afuera sin la ayuda del sol.  Empezaba a hacer frío y era necesario buscar material para hacer fuego, regalo que le había enseñado aquella extraña que encontró en uno de sus largos recorridos. Logró aprender en el escaso tiempo en que su compañero se alejó (el de ella). Él no quiso mostrar aquella magia tan poderosa. Fue muy afortunada que la extraña, en un acto de solidaridad de género, le hubiera enseñado cómo hacerlo.  
  De eso ya hacía más de una "luna" (nombre con que llamó a la bola plateada), recordó. Al comienzo no le resultaba tan fácil encender fuego, pero poco a poco comenzó a hacerlo mejor y más rápido y ahora, se podría decir, que era una experta. Una vez el fuego no corriera el riesgo de apagarse, cocería algunos alimentos. Tenían mejor sabor calientes y le quitarían el frío. 
   Cuando llegara nuevamente el Sol, iría a cazar algún animal. Dejaría un poco de comida para ingerir antes de salir y así calmar su interior. A veces rugía más de lo acostumbrado y eso significaba que debía alimentarse más seguido. El problema es que no siempre tenía suerte en su caza  y solía volver sólo con hierbas y matojos, después de no haber divisado ningún animal. Tal vez debería alejarse más. 
   Maui no se sentía segura. Claro que la sensación de peligro había disminuido, pero no había desaparecido del todo. Debería estar atenta a los indicios, caminar con cuidado, mirar hacia cada lado, olfatear más seguido, escuchar con atención los sonidos naturales...No quería sorpresas, pues esta vez podría no tener tanta suerte... 
 Con esos propósitos claros, juntó las brasas y se tendió entre sus pieles, las que ya no olían tan mal y se notaban secas, casi tibias. Estaba cansada. El trabajo de limpieza de su "hogar", el "tratamiento" de las pieles de dormir, la búsqueda de alimentos y de leña le había agotado. Sin embargo, había sido un "día" sin contratiempos y eso la satisfacía. ¡¡Afortunada Maui!! Sin necesidad de un televisor ni de un smartphone, habías terminado tu día contenta con lo realizado. ¡¡ Felices sueños!!
   Casi no alcanzó a darse un par de vueltas en sus pieles y ya estaba durmiendo. No programó alarma para despertarse al día siguiente. No habría sabido cómo hacerlo. Ignoraba todo acerca de programas y de tecnología. ¡¡Por suerte!! Soñó con seres extraños esa noche, aunque al despertar ya no recordaba nada. El disco duro de su cerebro no requería desechar información.  Toda era necesaria e importante.  Estaba iniciando su aprendizaje. 

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