martes, 12 de septiembre de 2017

El día en que se detuvo la Tierra... Uno...[Ayer]

 Uno                                                                                        [Ayer]


    Maui se despertó como todos los días, después de haber dormido profundamente. El día anterior había sido agotador. Por ello, un aseo prolijo de su habitáculo y de su propia persona eran las actividades planificadas. Le serviría para relajarse.  Claro que Maui nada sabía de "relax" , de "planificación diaria" ni de la importancia de la higiene de su hábitat ni del aseo personal. Lejos estaba de entender intelectualmente la relevancia de estos elementos para mejorar la calidad de vida... Maui era una cavernícola... Por tanto, actuaba guiada por la satisfacción de sus necesidades más primarias. Sofisticadas terapias recomendadas por diversos terapeutas -y también por charlatanes- para aliviar el estrés de la vida del hombre y/o mujer moderno/a, cada vez más caótica y alienada, eran elementos que necesitaban milenios  para aparecer como estrategias válidas.
     Algo extraño le pareció percibir en el aire, algo diferente. No sabía exactamente cómo definirlo o a qué atribuirlo. Ella, personalmente, no se sentía mal, por lo tanto no estaba en sí misma el elemento extraño. No veía nada diferente tampoco en la cosas que formaban parte de su vida. En consecuencia, lo raro tampoco radicaba en los elementos de su mundo inmediato. No obstante, "olía" algo que no sabía si asociarlo al peligro o a un elemento nuevo en su mundo (lo que para ella también implicaba peligro por el desconocimiento).
     Olfateó hacia todos lados, miró a su alrededor cercano y menos lejano.... No descubrió nada que pudiera servir de explicación a su inquietud interior... Nada... Procedió, entonces, a iniciar  su rutina diaria (¡afortunada Maui!  No manejaba aún el concepto de "rutina" , lo que, sin duda, la libraba del aburrimiento, otra de las "enfermedades" del hombre-moderno  y de la mujer).
   Ingresó nuevamente a la cueva. Las pieles estaban húmedas y el olor que despedían ya le estaba empezando a molestar. Sería necesario que las sacara al aire libre, para que se puedan airear y, por ende, secarse. Ojalá no se pongan tan duras como en una ocasión anterior, pensó, en que finalmente debió cambiarlas, pues ya la estaban lastimando. Era necesario hacerlo, pues cuando usó sus primeras pieles, éstas dieron origen a algunos habitantes indeseados para Maui que, al principio le causaron curiosidad, luego, sirvieron para divertirse con ellos, también les encontró utilidad cuando la caza estuvo escasa (dorados y crujientes saciaron su hambre momentáneamente), pero, finalmente, el aumento de ellos, le impedía dormir bien y eso le acarreó momentos de mucha rabia, tal vez, el primer indicio de depresión en la Era de las Cavernas.  En todo caso, ya se le había ocurrido una medida para evitar las complicaciones que le acarreaba el endurecimiento de las pieles : había descubierto los principios de la talabartería o curtiembre, aunque en un desarrollo muy rudimentario. Ella no medía el valor de sus pieles por la escasez del animal o la fineza o tamaño de su pelo, sino por la utilidad que le prestaba en cada situación o momentos del año.

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