martes, 26 de septiembre de 2017

El día en que se detuvo la Tierra...Siete...[Ayer]

 Siete                                                                            [Ayer]
Se despertó cuando aún estaba oscuro. Temió que el Sol no viniera. ¿Qué haría si así sucediera?, se preguntó...Debería esperar que apareciera la Luna. Tal vez... Habría que ver, llegado el momento... Cruzó los dedos y volvió a sus pieles. 
   Cuando se levantó nuevamente ya estaba comenzando el día. La tranquilidad volvió a su espíritu (si es que tenía espíritu). Se alimentó con lo que le quedaba de la noche anterior, ordenó rápidamente sus pieles,  buscó sus "armas" de caza y abandonó su caverna, para iniciar la jornada. Esperaba tener buenos resultados y poder regresar al anochecer.

   Recorrió lugares conocidos, que habían sido fructíferos en ocasiones anteriores. Maui había iniciado su proceso de aprendizaje. Ya estaba poniendo en práctica su memoria, básica pero memoria al fin. Sobreviviría sin duda. 

   Decidió acercarse al lugar donde estaba el agua salada. Llevaría un poco de ella para cocinar, al regreso. También intentaría  "cazar" algunos animales allí aunque no resultaba nada de fácil.
  Recuerda la primera vez que se encontró con esa inmensa  cantidad de agua. ¡No podía creerlo! ¡Nunca había visto tanta agua junta! Aún se sonríe de su temor inicial. Le parecía un animal vivo, enérgico, enojado incluso. Chocaba con los roqueríos con fuerza,  mayor en determinada hora del día. Pasó muchas tiempo observándolo, conociéndolo, gozando de su compañía, en una suerte de relax y terapia... sólo que no tenía conciencia de aquello. Se acuerda de aquellas ramas y hojas largas que las aguas arrojaban sobre la arena, lo sabrosas que le parecieron cuando, en un intento de calmar su hambre, se echó un trozo a la boca. Las degustó con fruición.
   Ahora, mientras caminaba, recogió varias a su paso y las dejó apiladas, algo lejos de las olas... Se había convertido en recolectora de algas e iniciado el paso de diversificar su alimentación. ¡¡Mujer práctica desde sus inicios!!
  Se alejó de la playa y se internó en un pequeño bosquecillo. Más de algún animal podría encontrar por allí. Se detuvo, observó hacia todos lados y posiciones. Hacia el cielo y a sus pies también. El peligro podía venir desde cualquier direcciónContuvo la respiración por unos instantes,  aguzó el oído... El silencio le respondió... ¡¡Momento!! ¡¡Un sonido!! Se escuchaba  la respiración de algo...o de alguien cerca suyo ... y luego, el ruido que se hace al masticar... ¡¡Bien!!  ¡¡Al parecer era su día de suerte!! Maui no había consultado su horóscopo antes de salir, tampoco miró la disposición de las nubes, ni observó el desplazamiento de los seres alados... No, ella aún no dependía de aquellos elementos para decidir su actuación diaria. Al contrario, dependía de lo conocido y concreto. Su estómago, por ejemplo, -y otras partes de su cuerpo- guiaban su accionar: sus ojos que se le cerraban debido al sueño y cansancio, su olfato, que se ponía en funcionamiento ante los gratos olores o los que no lo eran tanto (o ante las emanaciones indefinibles que solían llegar hasta sus glándulas olfativas), los vellos de sus brazos que se erizaban cuando sentía frío o ... temor. Por suerte, esto último, pocas veces. Ella era el tronco firme de una dinastía de mujeres fuertes, que, a pesar de experiencias límites y no tanto, habían sobrevivido, mantenido y repartido su gen a lo largo de los siglos y de los espacios terrestres. El miedo le recordaba que era vulnerable, la hacía precavida, pero no la inmovilizaba. Lo que sus dioses solares o lunares tuvieran dispuesto para ella, sería, pero no se encerraría en su cueva ni se sentaría en una roca a esperar lo que vendría. Había que seguir. 
   Volvió a la realidad dejando de lado sus cavilaciones (desde sus inicios ella y sus descendientes pensaban y analizaban su quehacer, cuando la necesidad no les obligaba a priorizar la acción por sobre la reflexión). El ruido de hojas y maleza aplastadas la puso en alerta. Miró a su alrededor y... ¡Guau!... Frente al lugar en que estaba, empezó a divisar un ciervo, el que, como si presintiera su presencia, dejó de ramonear, para levantar la cabeza y las orejas, atento a lo que le rodeaba. Maui contuvo la respiración y preparó lenta y suavemente el lanzamiento de su lanza. Imprimió toda la fuerza de su brazo al soltarla en dirección del animal, el que quedó congelado en el instante en que escuchó el arma cortando el aire en su dirección, pero no alcanzó a iniciar la huida. Cayó pesadamente allí mismo. Le había acertado en el medio del cuello, provocando su muerte casi inmediata. 
   Cuando llegó a su lado aún respiraba, pero sus ojos ya estaban velados por la muerte inminente. Sentimientos encontrados la invadieron. Era un hermoso animal, pero... debía alimentarse. 
   Hay que asumirlo, querida Maui, la sobrevivencia tiene esos contrastes. En la cadena alimenticia nos ha tocado en suerte el eslabón más fuerte y debemos  aprovecharlo, salvo que tengas vocación suicida, que no es tu caso
   Arrastró el ciervo hasta un lugar despejado, ya fuera del bosque. Quebró varias ramas de los árboles, las limpió de hojas y con la misma corteza las fue uniendo para fabricar una especie de parihuela, que le permitiera mayor facilidad en el traslado de su pieza. Se sentía contenta (¡no era para menos! ¡Grande, Maui!). No estaba muy lejos del gran mar, así que allí procedería a despiezar el animal, a limpiarlo y secar un poco su carne, para, luego, regresar a su caverna. Ese lugar abierto le daba mayor tranquilidad para la tarea. Puso sin demora el ciervo sobre las varas unidas y reemprendió el camino de regreso al mar. 
   

El día en que se detuvo la Tierra...Seis..[Mañana]

Seis                                                                          [Mañana]
   Se movilizó entre los escombros y el polvo. No reconocía  el lugar. Miró una y otra vez. ¡¡Era imposible!!.  "Creo que hasta mi domo me costaría reconocerlo en una situación como ésta", dijo para sí.  
De pronto, divisó el mar. Sus olas besaban  suavemente la orilla, en una calma ficticia. La  cantidad y  el peso de todo el material que arrastraban las aguas  eran superiores a la fuerza del oleaje...
    Maui no salía de su asombro. Se sentía en shock. Respiró profundamente. Necesitaba aclarar su mente y tomar alguna decisión. Debía establecer un plan de acción. No podía quedarse en ese lugar esperando... ¿¿Esperando qué??  ¿Una repetición de lo sucedido?...¡No! ¡¡De ninguna manera!! ¡¡Debía actuar!! Pensó en su madre, en sus amigos... ¿¿Cómo estarían  ellos?? Cerró los ojos y trató de sincronizar con su madre, no pudo... Volvió a lo intentarlo sin resultados...Eso podía significar dos cosas: la red estaba inhabilitada ...o ella había... muerto, como seguramente muchos... Abrió los ojos, tratando de deshacer el nudo que le formó en la garganta y volvió a su escenario presente. Movió la cabeza para desechar los pensamientos negativos. Inspirar...espirar...inspirar... Calma...
   Buscó dónde sentarse unos momentos. Encontró los restos de un bloque de construcción. Establecería una lista de acciones  prioritarias y comenzaría a desarrollarlas ordenadamente... Bien, bien... Establecer su ubicación georreferencial y horario... determinar la distancia con su domo y la vía más directa...seguir intentando sincronizar con su madre...y con Oshio, su mejor amiga... buscar algún instrumento defensivo entre los escombros...
  "¡Ufff, al parecer deberé volver a la edad de piedra!", pensó sonriendo con amargura... "Veremos si estoy preparada para algo así... ¡Ánimo, Maui!, estás sola...por ahora... Dependes de ti misma..." 

No sabía con exactitud qué hora era. La niebla o el polvo no permitía ver el sol, por lo que no lograba determinar cuál era el nivel de avance orbital a su alrededor. ¡Eureka! Sintió que su localizador espacial comenzaba a funcionar. "Ojalá funcione adecuadamente", pensó. No, se apagaba. En fin..., al menos, que ya hubiera indicios de encendido era positivo.

   Buscó un lugar algo más alto que le sirviera de mirador, a ver si podía divisar la Cosmo  Tower, claro que siempre que la torre siguiera en pie. Miró hacia todos lados -lo que se podía ver- y no reconoció nada. ¡¡¡La destrucción era abrumadora!!! ¡Hasta le costaría desplazarse por las vías Terrestres! En cuanto a las aéreas no se veía ningún vehículo funcionando,  ni individual ni colectivo,  de modo que podía deducir que el sistema no estaba habilitado. ¡Hummm! ¿Qué hago?, se preguntó.  Cuando sintió el ruido del oleaje,  tomó la decisión: avanzaría siguiendo la orilla del mar.  A algún lugar conocido de Osaka llegaría,  para luego ir hasta el departamento de su madre o a su lugar de trabajo.  Se alegró de tener ya un destino y un plan. Tomando un trozo de metal que encontró, inició su caminata. Cruzó los dedos para conjurar a la suerte y partió sin perder ni un minuto  más.  

El día en que se detuvo la Tierra...Cinco...[Hoy]

Cinco                                                                             [Hoy]
    El mar la calma. La sustrae de todo. Su canto es una especie de cúpula protectora que la envuelve y la mece, cual líquido amniótico... La regresa al origen de los tiempos, cuando el mal y el bien no existían...
   No hace mucho, después de caminar diversos caminos -de pavimento, de ripio, de prado, de arena-  descubrió que estos últimos son los que le traen la paz. Caminar, caminar, caminar... en la playa mojada, a orillas del mar, casi en unión con su espuma...

  Recorro  lugares añorados, que  anduvimos juntas  hace unos años. Logro reconocerlos, recordando las fotografías que nos hicimos en cada sector. De pronto, tengo la ridícula idea de que puedes aparecer a mi lado para salir también en la imagen...No sucede, ...claro,...¡¡es imposible!!

   Camina, observa, respira, sonríe a ratos, al ver un perrito saliendo al encuentro de otro pero en modo pitbull. El agredido no se "achica" (imposible más, ya lo es bastante, jajaja), responde con dignidad, aunque es tironeado por su dueño. Mientras se aleja, parece decir "agradece que tengo que irme", jajaja. 
Suspira. Sus ojos se colman de azul y blanco, mar y espuma... Observa a contraluz a los surfistas. Está despejado, pero no hace calor. Sin embargo, ellos no descansan. Una y otra vez se suben a sus tablas e intentan cazar las olas. Uno que otro lo logra, la mayoría se ve desaparecer entre la espuma apareciendo luego junto a su tabla. Es un hermoso espectáculo ver el triunfo de alguno sobre la fuerza de las olas. Los fotografía una y otra vez, también buscando "cazar" la imagen perfecta.
   Imágenes reales, imágenes grabadas, en las pupilas ... y en el computador. ¡¡De tantos momentos y a pesar de la cantidad,  insuficientes...!!
  ¡¡Maui, Maui!! ¡¡Basta ya!! La Tierra ha seguido su marcha. No te quedes atrás. Corre, alcanza a los demás, ...si quieres... o si puedes!! No pretendo convencerte de que cojas nuevamente el ritmo, como en un desfile. No es tan fácil. Pero, al menos, avanza... Es lo mejor...
   Hacer lo mejor, es lo que se espera de uno. No debo olvidarlo. Debo disimular, actuar, como si estuviera en un escenario... El pequeño problema es que no soy buena actriz. No obstante, la presión ayuda y, sin darte cuenta, adviertes que estás sonriendo, riendo, bromeando... Al comienzo,  la culpa llegaba sin aviso, inundándome completamente e impidiéndome respirar por unos momentos. Ya no es así... El tiempo ha pasado, la vida ha seguido su curso... 
   No corrí tras los demás, simplemente tomé mi propio ritmo, que a veces se apresura y otras se ralentiza. Pero siempre, siempre, caminas  conmigo...
   La Tierra siguió moviéndose sobre su eje, la vida continuó sin ti... Y así, fui pasando por cada fecha "importante"  con tu ausencia, aprendiendo a vivir sin tu palabra, sin tu mirada,...sin tu sonrisa... En fin, aprendiendo a pasar por primera vez en todo, con la conciencia de que tu partida había sido definitiva...
   Me reciclo, me reformateo, debo seguir,  sola, adelante, tal vez no al paso de los demás, pero sí en el mundo de los demás... algunas veces, al menos... 
 Observa, en el trayecto de regreso, la línea férrea en desuso. En muchos tramos desaparece bajo las malezas,  bajo la basura, bajo la tierra, pero siempre reaparece. Se niega a morir, a diluirse bajo la lluvia, la carcoma o el progreso. La fotografía varias veces, especialmente donde son flores las que han surgido entre los durmientes, que duermen el sueño del olvido... 


  Observa la línea férrea y reconoce en su silencio y óxido el paso del tiempo,... ineludible, inexorable... Todo parece caer en la obsolescencia, tarde o temprano, hasta el ser humano. "Ojalá nuestra esencia no tenga ese destino...", piensa...y cruza los dedos. 

El día en que se detuvo la Tierra...Cuatro...[Ayer]

Cuatro                                                                       [Ayer]
 Ya quedaba poca claridad. La gran bola de luz estaba terminando su recorrido diario y se alejaba por el horizonte. Seguramente iba a alumbrar otros lugares   u otros espacios. Sólo rogaba que volviera, esperando no haber hecho nada que pudiera molestarla, como para alejarla por mucho tiempo. 
   No sabía a ciencia cierta si, a largo plazo, era beneficiosa su compañía. Lo que había descubierto era que le alegraba verla aparecer. Podía desplazarse sin tropiezos (claro que también estaba la otra bola, la plateada), ver con absoluta nitidez todas las cosas, observar mucho más allá de los árboles, de los cerros y de las rocas. Le había llamado "sol", le pareció una manera fácil y contundente de expresar su esencia: ¡¡Sol!! Ojalá te vea pronto por acá, dijo en voz alta. 
   Bien, era hora de prepararse para entrar a su habitáculo. Poco se podía hacer afuera sin la ayuda del sol.  Empezaba a hacer frío y era necesario buscar material para hacer fuego, regalo que le había enseñado aquella extraña que encontró en uno de sus largos recorridos. Logró aprender en el escaso tiempo en que su compañero se alejó (el de ella). Él no quiso mostrar aquella magia tan poderosa. Fue muy afortunada que la extraña, en un acto de solidaridad de género, le hubiera enseñado cómo hacerlo.  
  De eso ya hacía más de una "luna" (nombre con que llamó a la bola plateada), recordó. Al comienzo no le resultaba tan fácil encender fuego, pero poco a poco comenzó a hacerlo mejor y más rápido y ahora, se podría decir, que era una experta. Una vez el fuego no corriera el riesgo de apagarse, cocería algunos alimentos. Tenían mejor sabor calientes y le quitarían el frío. 
   Cuando llegara nuevamente el Sol, iría a cazar algún animal. Dejaría un poco de comida para ingerir antes de salir y así calmar su interior. A veces rugía más de lo acostumbrado y eso significaba que debía alimentarse más seguido. El problema es que no siempre tenía suerte en su caza  y solía volver sólo con hierbas y matojos, después de no haber divisado ningún animal. Tal vez debería alejarse más. 
   Maui no se sentía segura. Claro que la sensación de peligro había disminuido, pero no había desaparecido del todo. Debería estar atenta a los indicios, caminar con cuidado, mirar hacia cada lado, olfatear más seguido, escuchar con atención los sonidos naturales...No quería sorpresas, pues esta vez podría no tener tanta suerte... 
 Con esos propósitos claros, juntó las brasas y se tendió entre sus pieles, las que ya no olían tan mal y se notaban secas, casi tibias. Estaba cansada. El trabajo de limpieza de su "hogar", el "tratamiento" de las pieles de dormir, la búsqueda de alimentos y de leña le había agotado. Sin embargo, había sido un "día" sin contratiempos y eso la satisfacía. ¡¡Afortunada Maui!! Sin necesidad de un televisor ni de un smartphone, habías terminado tu día contenta con lo realizado. ¡¡ Felices sueños!!
   Casi no alcanzó a darse un par de vueltas en sus pieles y ya estaba durmiendo. No programó alarma para despertarse al día siguiente. No habría sabido cómo hacerlo. Ignoraba todo acerca de programas y de tecnología. ¡¡Por suerte!! Soñó con seres extraños esa noche, aunque al despertar ya no recordaba nada. El disco duro de su cerebro no requería desechar información.  Toda era necesaria e importante.  Estaba iniciando su aprendizaje. 

El día en que se detuvo la Tierra... Tres... [Mañana]

Tres                                                                         [Mañana]
Nuevamente aguzó el oído. No, definitivamente no se escuchaba nada. Era raro no escuchar ...¡nada! Sólo había silencio. Eso, no obstante, no la tranquilizó. Al contrario, no recordaba una ausencia de sonido tan intensa. No era parte de su mundo. Precisamente por ello, se les obligaba a usar unos protectores, que impedían que algunos sonidos y ruidos dañaran sus oídos. Con  sus padres no habían tenido ese cuidado y a la tercera década ya debían hacer uso de la tecnología para mejorar su capacidad auditiva, que tenían absolutamente deteriorada. Fue un buen  invento, sin duda. 
  Acercó sus manos a las orejas para cerciorarse si acaso el problema era que sus protectores se habían averiado, pero, para su sorpresa, no los  tenía puestos. ¡Los había perdido! Y a pesar de eso... ¡¡no escuchaba nada!!
  Salió de su escondite con desconfianza. Se enderezó lentamente, mirando para uno y otro lado, pero poco es lo que podía ver: estaba en penumbras, aunque había algo de claridad. Por el momento, no podía distinguir si estaba oscureciendo o amaneciendo. No era fácil saber aquello, después de vivir toda su vida bajo una luz perpetua.
   Añoró estar en su domo, en un día normal y aburrido. ¿¿No será esto una pesadilla??, se preguntó por un instante. No lo parecía, se sentía lúcida y absolutamente despierta.  Veía,  no muy bien, pero veía;  podía tocar, oler... ¿oler? Hizo un esfuerzo para reconocer lo que su olfato estaba captando; no lograba hacerlo.  Era indefinible, pero no le resultaba grato
   Al fin logró identificar el lugar donde estaba. Era un especie de subterráneo,  de esos anticuados espacios que existían antes de la tercera guerra.  Recordó que una vez, su abuela la llevó a conocer ése y otros lugares parecidos. Habían ido, si la memoria no le fallaba, a la ciudad vieja, en el sector extramuros este. ¿Estaría en la ciudad vieja ahora?  ¿Cómo pudo haber llegado allá?
     Lo último que recuerda es haber escuchado un sonido sibilante primero, seguido de un gran estruendo. Hasta allí llega su memoria. Intentó traer algo más a la conciencia, pero por  más esfuerzos que hizo no registraba nada más. Estaba en blanco...o negro...Dejaría eso para más adelante, ahora era urgente salir al exterior y tratar de hacerse una idea de lo que había pasado.
   Intentó ascender como acostumbraba (conectándose mentalmente con el elevador), pero fue inútil. O no lo había o se había deteriorado. Debería subir mecánicamente. Examinó el lugar buscando por donde hacerlo. ¡Eureka! Encontró la "escalera". Rápidamente llegó hasta ella y comenzó a ascender, eludiendo algunos objetos destrozados que estaban sobre ella.  Disminuyó su empuje. Al llegar arriba debió aplicar toda su fuerza para despejar el suficiente espacio que le permitiera salir al exterior sin lastimarse.  
La sorpresa inicial se transformó en estupefacción cuando recorrió el panorama que la rodeaba. Todo lo que la rodeaba era destrucción y lo restante, polvo, bruma o humo. Al parecer, de su ciudad era poco lo que quedaba: sólo restos destruidos.



martes, 12 de septiembre de 2017

El día en que se detuvo la Tierra... Dos...[Hoy]

Dos                                                                                [Hoy]

A miles de años de distancia, otra Maui "sufría" un vuelco en su vida cotidiana. No vio venir el golpe, ni siquiera lo sospechó (su olfato ya no tenía la misma fineza que la de su antecesora);  pensó que todo iba marchando bien, no supo leer los signos, no hizo uso de su sexto sentido (ya adormecido entre el trabajo diario y el smog),  se descuidó y confió demasiado: la Tierra también se detuvo para ella, pero esta vez, fue sólo para su persona, en torno a su metro cuadrado.  La tierra de los demás  siguió su curso, al ritmo de cada uno, algunos más rápidos, otros más lentos, lo que va creando las distintas dimensiones que, en la actualidad, tiene la realidad de los descendientes de la Maui primigenia.
Y desde ese momento, esta Maui moderna, ha debido ir luchando entre la náusea y la “noia”, que ya creía superadas. De pronto se hacen sentir, las huele, como a “dementores”, como a una niebla que se cierne sobre ella, tapando la luz, el sol y el calor.
"De improviso te encuentras dando vueltas como un perro que quiere atrapar su cola, viajando en redondo para no pensar, para no sentir, para no recordar. Otras veces, te sorprendes bosquejando proyectos, creando recetas, inventando historias para llenar el vacío y el sinsentido, y lo logras…por momentos, horas y unos cuantos días… lo logras".
¡Pobre Maui 2.0! Ahí estás, en una vida que no elegiste conscientemente, pero que fuiste labrando poco a poco... No fuiste consciente del último gran suceso. Y cuando una amiga te dijo : ¡Caramba, que te ha tocado difícil!, sentiste que  esas palabras, que no eran tuyas,  sintetizaban tu vida y la de muchas Mauis a lo largo y ancho de la historia humana. 
A veces has querido cerrar los ojos por última vez,  pero te sabes incapaz de cortar el vínculo con este mundo voluntariamente;  sabes que no es fácil olvidarse de todo y de todos y saltar… al vacío... voluntariamente... Es más fácil y cómodo dejarse llevar por la inercia, aunque ésta se transforme en una cadena difícil y pesada de arrastrar. Sé que en ocasiones la pena te inunda cual tsunami y sales a flote, a cuesta de mucho esfuerzo, logrando mantener la cordura intacta a pesar de la oscuridad y dolor abisal. Atragantada y todo, sigues pudiendo respirar, usando todos tus sentidos. Al menos, no estás discapacitada "legalmente", puedes seguir adelante sin inspirar la lástima de nadie, siempre que tengas la cautela de disimular tus vacíos. 

El día en que se detuvo la Tierra... Uno...[Ayer]

 Uno                                                                                        [Ayer]


    Maui se despertó como todos los días, después de haber dormido profundamente. El día anterior había sido agotador. Por ello, un aseo prolijo de su habitáculo y de su propia persona eran las actividades planificadas. Le serviría para relajarse.  Claro que Maui nada sabía de "relax" , de "planificación diaria" ni de la importancia de la higiene de su hábitat ni del aseo personal. Lejos estaba de entender intelectualmente la relevancia de estos elementos para mejorar la calidad de vida... Maui era una cavernícola... Por tanto, actuaba guiada por la satisfacción de sus necesidades más primarias. Sofisticadas terapias recomendadas por diversos terapeutas -y también por charlatanes- para aliviar el estrés de la vida del hombre y/o mujer moderno/a, cada vez más caótica y alienada, eran elementos que necesitaban milenios  para aparecer como estrategias válidas.
     Algo extraño le pareció percibir en el aire, algo diferente. No sabía exactamente cómo definirlo o a qué atribuirlo. Ella, personalmente, no se sentía mal, por lo tanto no estaba en sí misma el elemento extraño. No veía nada diferente tampoco en la cosas que formaban parte de su vida. En consecuencia, lo raro tampoco radicaba en los elementos de su mundo inmediato. No obstante, "olía" algo que no sabía si asociarlo al peligro o a un elemento nuevo en su mundo (lo que para ella también implicaba peligro por el desconocimiento).
     Olfateó hacia todos lados, miró a su alrededor cercano y menos lejano.... No descubrió nada que pudiera servir de explicación a su inquietud interior... Nada... Procedió, entonces, a iniciar  su rutina diaria (¡afortunada Maui!  No manejaba aún el concepto de "rutina" , lo que, sin duda, la libraba del aburrimiento, otra de las "enfermedades" del hombre-moderno  y de la mujer).
   Ingresó nuevamente a la cueva. Las pieles estaban húmedas y el olor que despedían ya le estaba empezando a molestar. Sería necesario que las sacara al aire libre, para que se puedan airear y, por ende, secarse. Ojalá no se pongan tan duras como en una ocasión anterior, pensó, en que finalmente debió cambiarlas, pues ya la estaban lastimando. Era necesario hacerlo, pues cuando usó sus primeras pieles, éstas dieron origen a algunos habitantes indeseados para Maui que, al principio le causaron curiosidad, luego, sirvieron para divertirse con ellos, también les encontró utilidad cuando la caza estuvo escasa (dorados y crujientes saciaron su hambre momentáneamente), pero, finalmente, el aumento de ellos, le impedía dormir bien y eso le acarreó momentos de mucha rabia, tal vez, el primer indicio de depresión en la Era de las Cavernas.  En todo caso, ya se le había ocurrido una medida para evitar las complicaciones que le acarreaba el endurecimiento de las pieles : había descubierto los principios de la talabartería o curtiembre, aunque en un desarrollo muy rudimentario. Ella no medía el valor de sus pieles por la escasez del animal o la fineza o tamaño de su pelo, sino por la utilidad que le prestaba en cada situación o momentos del año.

lunes, 11 de septiembre de 2017

La soledad del poder...

   En más de una ocasión ha aparecido esta frase, que, no por la fuerza de la reiteración, sino por el peso de la verdad, es una máxima casi inapelable. La historia lo corrobora una y otra vez. El poderoso, mientras más lo es, va quedando solo,  en  muchos casos, por un ansia irrefrenable de poseer sin compartir. En otras ocasiones, por las envidias que genera su cargo, lo que impide la confianza en los más cercanos, que, en su mayoría,  velan por sus intereses individuales.   

 Después de leer cuatro novelas del autor andorrano,  Albert Salvadó,  con personajes como Atila,  Aníbal,  Ramses XI  y otros, me entusiasmé con su estilo, lo histórico planteado desde una perspectiva muy humana, y decidí enfrentar la lectura del relato de un personaje más cercano en el tiempo, del que desconocía  absolutamente...¡TODO!...
   La trilogía literaria de Albert Salvadó,  JAIME I EL CONQUISTADOR,  resultó ser un apasionante viaje a la España del siglo XIII.  En cada una de sus partes, El puñal del SarracenoLa Reina Húngara y Hablad o Matadme,  el hilo conductor es el personaje central, que desde los 6 años debe prepararse para ser Rey de Aragón y Cataluña al morir su padre. Sin embargo, a esa edad era imposible que estuviera preparado para tan magna tarea,  por lo que un "amable familiar" se hace cargo, mientras otro disputa esta labor, "desinteresadamente". Los adultos que se esmeran en educarlo (Caballeros de la Orden de los Templarios), junto con hacerlo, deben también protegerlo... de los interesados en hacerlo desaparecer. La esperanza de vida en esos tiempos no era muy alta  (jajaja), especialmente si había intereses creados. 
   Apenas en el inicio de su adolescencia debe asumir el poder y casarse, lógicamente por conveniencia. Los asesores planifican su vida y deciden cada paso que da, hasta que, gracias a la educación recibida,  logra ir imponiendo su criterio por sobre los intereses personalistas de los nobles que lo rodean y que son leales sólo consigo mismos. Con amargura, el joven Rey debe aprender de las deslealtades de la nobleza, que rápidamente le da vuelta las espaldas cuando el "botín" no le parece sustancioso (tierras, títulos,  cargos). De los errores va aprendiendo, aunque la empresa de gobernar por sobre estos señores feudales, enorme cantidad de personas carentes de una visión de Estado, más dos numerosos y fuertes conglomerados humanos -los judíos y los sarracenos-, no resulta una  tarea fácil.    En tanto, la Iglesia, interesada más en el poder político y económico que en lo espiritual, se transforma en otro frente que atender.
   En el ámbito de su vida personal, su matrimonio no tiene un  resultado halagüeño.  Los dos púberes,  que se vieron por primera vez horas antes de casarse, no tienen un temperamento compatible. El nacimiento del primogénito del rey se visualizó como una posibilidad de mejorar la relación con la reina, pero esto no fructificó, produciéndose la anulación del vínculo. Las presiones del cargo lo obligan a contraer un nuevo matrimonio, esta vez con una heredera húngara, de la cual, apenas la escucha y ve (también en el altar) queda prendado. El amor surge impetuoso en ambos. Violante es la mujer perfecta para él y el reinado. Los hijos completan la familia, la felicidad persiste, su fama como Conquistador se consolida, mientras el territorio bajo su dominio también aumenta. 

   Lo interesante de la saga es que uno va siendo testigo de la evolución del personaje, de cómo va asumiendo sus debilidades, va perdiendo la paciencia, adquiriendo sabiduría, manteniendo la palabra, aprendiendo las lecciones de los errores pasados y evitando caer nuevamente en ellos. 
   En el fondo, el gran aporte del texto no es tanto lo histórico, aunque se es riguroso en esto, sino la profundidad humana, la soledad del poder, la fidelidad de los amigos, la inteligencia de los asesores, el péndulo del poder, los intereses y ambiciones de los cercanos...
    Vale la pena leerla...

Madrugando...

Madrugando...  
   Madrugar en sábado, considerando que es uno de  mis días de descanso, no es muy grato, especialmente si es a las 6,30 hrs.  No obstante, la ocasión lo ameritaba.  
 Hace mucho tiempo que tenía ganas de participar en este viaje y , al comienzo de esta  semana,  me encontré en Facebook el aviso de una salida para este sábado 9. ¡Eureka!, me dije, cual Einstein.  No había descubierto la Ley de la Relatividad, pero sí estaba en condiciones anímicas y pecuniarias para emprender una aventura simple y sencilla: realizar un viaje en el Tren del Recuerdo. ¡Más rápida que la  Superwoman, me introduje en mi smartphone y averigüé lo esencial: costo, horario,  disponibilidad de asientos. Conclusión: ¡todo calzaba! Sin pensarlo más,  compré un boleto, eligiendo al azar el número del asiento pues no entendí, en el esquema presentado,  si era pasillo o ventana. En fin, me dije, si me toca pasillo me pondré de pie para observar el paisaje y tomar fotografías.  El único sacrificio sería levantarme temprano el mismo día pues debería trasladarme desde Rancagua a Santiago, llegar a la Estación Central, desde donde partiría el tren a las 9,45 hrs. El día viernes no podía viajar por dos razones: mi jornada laboral terminaba tarde y luego estaba  planificada la actividad dieciochera del personal de la institución a la que acostumbro asistir.  Así que, salvo el esfuerzo de madrugar, no tendría dificultades para asistir a todas las actividades.  

Pronóstico poco halagüeño...
  El viernes no pareció día pre-primaveral. ¡Estuvo heladísimo! Precisamente me retiré temprano de la celebración porque, además de   cansada, estaba congelada. Junto con ello había tenido un problema no  menor en el trabajo, de forma que el ánimo no era el   mejor. En todo  caso, modestamente, pienso que mi actuación estuvo insuperable, aunque es posible que pueda estar pecando de soberbia (algún pecadillo que tenga,  ¿no?, ¡Jajaja! ).  Primera vez en mi vida que argumento todo, sólida y contundentemente,  diciendo más encima la última palabra . Tal  vez aquello signifique la no  contratación el próximo año, pero ya no sería algo de vida o muerte. Felizmente en mi vida, las piezas del puzzle se han ido acomodando y sé que ya no me veré obligada a trabajar el 2018 si así lo quisiera, lo que hace  una tremenda  diferencia con respecto al año actual. 
    Me fui a acostar apenas llegué a palacio esa noche, pero en lugar de dormir me entusiasmé con un documental del 11 septiembre de 2001, enteråndome de algunos aspectos desconocidos. Luego me dormí como un saco de patatas, para despertar el sábado de madrugada. Sólo de mirar a través de la ventana me dio escalofríos.  Todo estaba gris y se anunciaba lluvia.  Resignada cristianamente (jiji) me levanté y preparé rápidamente, yéndome al Terminal de buses bien abrigada. Llegué a muy buena hora a Santiago y  me dirigí inmediatamente a Estación  Central.  Ya allí, luego de averiguar dónde debería abordar el tren, partí,  como una adicta, a buscar un capuchino.  
Inicio del viaje
   El vagón F era mi ubicación, el más económico,  jajaja.  Número 60, mi asiento. Feliz  como una perdiz me di cuenta que me  correspondía ventana, así que no tendría problemas para mirar ni fotografiar. 
    Apenas se dio inicio al viaje, se presentó el Cicerone de la actividad. Tenía un gran parecido a don Arturo Prat,  pero algo esmirriado.  Con ropa dieciochera, una azafata de unos cuantos años (parecíamos pertenecer al mismo club ) fue repartiendo cajitas con sándwiches,  un alfajor y, en la tercera pasada, café,  que para tomárselo había que esperar la cuarta pasada, en que un huaso campesino, provisto de un gran termo, surtía de agua caliente. En fin... Gusté  sólo mi café, pues no tenía hambre. Una vez que revisaron los pasajes, recorrí el tren, haciendo la comparación entre un carro y otro. Todos los demás eran más elegantes. Debo señalar, eso sí, que no me dio ninguna envidia,  pues lo más relevante (ir sin compañía,  jajaja) se me había cumplido. 
 En el resto del tiempo que duró el viaje, hice tres cosas  : disfrutar del paisaje, tomar fotografías y participar en la presentación de un  artista popular, que con su guitarra, nos entretuvo un buen rato.  
 Gocé del paisaje, reconocí muchas plantas, arbustos y árboles que formaron parte del conocimiento botánico de mi infancia. Vi numerosos  campos con yuyo florido que coloreaban el trayecto. Muchas hectáreas,  especialmente a orillas de la línea férrea,  con abundancia de unas matas parecidas al cardo, aunque no podía asegurar que fuera aquello.

Luego de escucharle a alguien hablar de "pencas", me acordé que de esa planta se prepara una ensalada que venden en las ferias. También divisé muchas matas de quila (de la cual se extrae el colihue), pinos eucaliptus, hualles y otra serie de especímenes arbóreos...Pero también vi mucha basura y pensé "¡Puchas, que somos cochinos!". Había desde bolsas de basura domiciliaria desparramadas hasta colchones, pasando por neumáticos, cajones, tarros, etc. A ello, si se agrega que, en la actualidad, las casas cercanas a la vía férrea, tienen su frontis orientado a la carretera, ofreciendo sus patios como panorama a los pasajeros de los escasos trenes que pasan, la vista no es precisamente edénica. Los patios, que no son precisamente una muestra de limpieza y orden, más bien constituyen verdaderos trasteros (de "traste") en que está acumulado todo lo inservible... No obstante, en honor de la verdad, también vi pasar -o vi al pasar, más bien, jajaja- poblaciones muy ordenadas y con áreas verdes cuidadas...
¡Llegando...!
    Pasadas las 13 horas llegamos a San Antonio. Lo reconocí inmediatamente. Hacía unos 9 años había ido por primera y única vez, para una celebración del Día del Profesor. 
    El tren se detuvo frente al Mall del puerto, de manera que no había cómo perderse. De allí, me fui a recorrer el Paseo Costanera (imagino que se llamará así) y a vitrinear en cada uno de los puestos.
  Fui también al sector del Mercado pesquero o Caleta y los olores propios de estos lugares invadieron mis glándulas olfativas. Pronto, la caminata se hizo difícil entre tanto joven o señorita ofreciendo almuerzo en éste u otro restaurante. No tenía hambre así que me dirigí en dirección contraria. 
Caminé con toda calma, tomé varias fotografías, regresé por el paseo y dirigí mis pasos al primer restaurante que apareció ante mi vista. Instalada en el segundo piso, con vista al mar, di cuenta de una merluza frita con acompañamiento, acompañada, por supuesto, de una botellita de vino blanco, que no pude terminar de beber. Era mucho en tan poco rato. Me fui a caminar nuevamente, esta vez con la idea de instalarme frente al mar y disfrutar de los sonidos, de los rayos del sol y de ser una más en ese punto del globo.    
En mi recorrido, además de ver al doble de Raphael, de frondoso cabello colorín, vi un señor ya pasados los 60 seguramente, de cabellera blanca y larga, con un cintillo en la frente, al estilo hippie, que con su guitarra eléctrica rememoraba melodías de los 60 y 70. 
Derribando murallas...
  "Para hacer esta muralla,
tráiganme todas las manos, 
los negros, sus manos negras
los blancos, sus blancas manos"  
No eran los únicos artistas cantando frente al mar. También había un hombre de unos 40 años, minusválido (en lugar de brazos tenía muñones). Con uno de los apéndices  que tenía,  digitaba el fondo orquestal de las canciones que iba interpretando, con muy buena voz. Me quedé en ese sector, escuchando el sonido del mar y la voz y canciones de ese artista. Estuve unos 50 minutos en el lugar, aporté y vi aportar a numerosas personas. El artista cantaba muy bien, lo que logré captar a través de un par de grabaciones, en las que, aunque yo estaba frente al mar y sólo lo enfoqué en una ocasión, se puede captar su quehacer. 
   Aún no terminaba de cantar cuando debí acercarme al tren. Ya eran las 17 horas y en unos minutos más se iniciaba el viaje de retorno. Fue, sin duda, uno de los hitos destacados del viaje. 
En síntesis...
  Fue una actividad que valió la pena. Me regalé un tiempo precioso para no hacer más que observar, reconocer, apreciar, degustar, recordar, mirar y escuchar el mar, estando rodeada de gente desconocida. Volví a Santiago ese día y al siguiente, a Rancagua, más descansada, emocionalmente formateada...

lunes, 4 de septiembre de 2017

En la cuerda floja...

   Nunca he tenido vocación de trapecista ni equilibrista. Creo que tampoco habría podido ser de ningún modo prestidigitadora,  malabarista o, por último, carterista (jajaja). Mis habilidades motrices finas quedaron a mitad de camino en su desarrollo. Menos, por supuesto, habría sido mi deporte favorito caminar por la cuerda floja. 

    Expongo todo esto porque no me gusta la sensación que siento y que comparto con algunos, aunque sean más los que, por razones de bienestar y de salud mental,  han decidido hacer oídos sordos y ojos ciegos o, tal vez, esconder la cabeza como las avestruces (dejando el traste al aire, total, no importa, no lo veo...), a lo que está sucediendo.  
  Ese tipo de Corea del Norte de verdad es un insano mental o, acaso, sea un  gustador,  en grado de adicto,  del humor negro. Y nuestro líder caucásico y blondo no se queda atrás ni se achica. Total, pensarán ellos, mientras estemos cubiertos... 
   Hemos vuelto a la atmósfera del año 1962, en que el mundo estuvo en un tris de irse a la deriva debido a la estrechez mental de los líderes de Occidente y Oriente. Yo era una infante en ese año, por lo que no tengo memoria emotiva de aquello, menos si vivíamos en el campo, donde las noticias se escuchaban en una radio a pilas y las transmisiones televisivas estaban en periodo de lactancia en nuestro país. Además ese año la gran preocupación chilena era  cumplir con el enorme desafío de la organización del  Campeonato Mundial de Fútbol,  de manera que todo lo demás pasaba a segundo plano. El "opio" del pueblo comenzaba a tener popularidad en las masas...
   En ese tiempo, hacía poco que habíamos salido del enorme estrés causado por el Terremoto de 1960 y era necesario dar alegrías al pueblo. Estrategia: el mundial futbolístico.  En dicho contexto,  la amenaza del orbe por los misiles instalados en Cuba y que podrían, eventualmente, hacer explosión en varias ciudades de  Estados Unidos,  nos parecía una opción muy lejana de nosotros como para preocuparnos. 
   Hoy, la situación no es la misma: cualquier acción internacional se transforma en global por medio de los tratados, alianzas, contubernios y demases, amén de la instantaneidad con que se propaga la información, especialmente cuando se transforma en relevante para las potencias y para los particulares. En todo caso, si uno de estos "grandes hombres" aprieta el botón o hace el llamado para activar el protocolo de lanzamiento, ya ni nos enteraremos por las redes sociales, pues habrá comenzado la conflagración. Además que, en ese momento clave para la Humanidad y para el mundo de cada uno, será el instante supremo de los "te quiero" y "adiós", antes de caer en el caos.   

 Así que, "porsiaca",  empezaré a despedirme de las personas queridas, de los lugares gratos y entrañables, del cielo azul y despejado,  a respirar a consciencia y sin miedo, a observar el despertar del día, a atesorar el término de la jornada, a mirar la luna y las estrellas, a degustar con fruición la comida, el café o el vino, la música o la lectura, a disfrutar regando mi pequeño huerto-jardín, 
 donde una "suculenta", recién llegada se adapta a su nuevo hábitat (hermoso regalo de Natalia el último sábado), y tantas cosas más ...
   Si no sucede nada y la voz de la razón y la prudencia priman por sobre los egos, habrá que  celebrar intensa e internamente la extensión de nuestro tiempo vital, sin olvidar que sólo es una tregua, cuya duración no depende de nosotros. Y con mayor fundamento, gozar el día a día,  fortalecer los lazos de afecto, entregar lo mejor cada día,  reírse con ganas de lo que amerite, hacer caso omiso de las situaciones superfluas, mirar el vaso medio lleno, en tanto podamos seguir observándolo...
   Es hora de dormir para descansar y recuperar la energía vital, necesaria para seguir entregando y recibiendo en la tarea diaria...¡Que el nuevo día nos reciba como siempre!