sábado, 6 de febrero de 2016

Perú y Bolivia, una vuelta a la historia


Día de ¡¡¡Chiiicaaaasassss!!!

  Jueves 28 enero: segundo viaje a Tacna, sólo chicas en el vehículo saliendo de Lluta a las 8,45 aprox. La fila en la Aduana chilena era bastante larga y avanzaba con algo de lentitud, pero así y todo estuvieron antes de las 9 en su destino y dispuestas a recorrer galerías y puestos hasta por debajo de la lengua, luego de realizar el cambio de dinero correspondiente. Doña tuvo una sequía compradora por unas horas, aunque después, al darse cuenta que debía invertir, pues, de otra manera, se iba a quedar con varios soles sin ocupar, optó por comprar unos zapatos con género de aguayo, una polera, una pulsera y unos libros (de José Saramago y Mario Vargas Llosa), los que se transformaron en sus últimas adquisiciones, además de lo gastado en agua y almuerzo. 
   El almuerzo en Puro Perú merece mención aparte. ¡Realmente delicioso! Los pedidos fueron ceviche mixto, pulpo a la oliva y chuleta con papas y ensalada.
 La atención, ¡excelente! (hasta con preocupación  especial para que no les diera el sol, jajaja, en serio, aunque, la verdad sea dicha, con tanto sol tomado ya  parecen verdaderas nativas; no se les nota para nada la clase, jajaja).
 Todo ello, acompañado con una jarra de jugo de limón y una cerveza Cusqueña heladita...¡Mmmmm! Luego de esa exquisita alimentación se dedicaron a unas últimas compras y siendo pasadas las 16 horas enfilaron rumbo al Valle, llegando como a las 18 horas. 
     Al llegar a casa, algunas se  fueron a descansar o a dormir, mientras doña Principessa aprovechó la piscina para refrescarse un poco; el calor, como todos los días, no era menor. Luego de una once más o menos frugal, con frutas de acompañamiento, se instalaron a disfrutar la gran final de Máster Chef. Cabe señalar que no estuvieron de acuerdo con el ganador, pero los jueces eran los que decidían y no ellas. 
   Viaje a Bolivia
   Viernes 29 de enero, 8,30 horas:  nos fueron a buscar a Lluta (un cuñado de la dueña de casa) para trasladarnos al Terminal de Buses. Esta vez éramos cuatro los viajeros que haríamos turismo "a pata". No era de la partida la cuñis Carmen, quien, por precaución, decidió desistir debido a la altura de la ciudad de La Paz, que podría provocarle problemas en la salud. 
   A las 9,30 estábamos ya instalados en el Nordic Buss que nos llevaría a La Paz. Íbamos en los cuatro primeros asientos, elegidos con el afán de tener una muy buena visión del paisaje del trayecto. Con mi hermana,  era primera vez que haríamos este recorrido, por lo cual  estábamos expectantes, aunque la duración del viaje no nos hacía mucha gracia (aproximadamente 8 horas).

   Antes de salir de nuestro querido Chile, debíamos recorrer unos cuantos kilómetros  hasta llegar al paso fronterizo correspondiente. El recorrido fue extraordinario en belleza de desierto, pequeños oasis, subidas, bajadas, precipicios, cadenas montañosas de diferente altura, distancia y colorido.
Pasamos por lugares como Chucullo y Pacoyo (el último regimiento chileno antes de llegar a la frontera) . Entre esos lugares, no recuerdo si antes o después (disculpéseme la imprecisión)  estuvimos detenidos como media hora, producto de trabajos en la vía. Ése fue el momento que aprovechó un vendedor de joyas  que llegó con todo un cuento para regalar unos elefantes de la suerte a quienes adivinaran unas preguntas que hacía y luego ofrecer los collares y más elefantes (historia que yo ya conocía pues una vez regresando a Rancagua se subió un vendedor similar - capaz que haya sido el mismo personaje- sólo que en aquella ocasión los colgantes correspondían a la figura de Cupido). Respondí una de las preguntas sólo por si acaso y recibí un elefante de regalo (un elefante de mentira, se entiende, pues si hubiera sido de verdad, más de alguna dificultad habría tenido para continuar viaje, jajaja) , sólo que no compré la cadena pues ya lo había hecho en la ocasión anterior, cuando me gané un Cupido (jajaja).
   Ya siendo horario de almuerzo, nos entregaron la colación: una bandeja con corbatas en  salsa y carne, con toques de cilantro, que le dio un rico y especial sabor. También contemplaba bebida, pero optamos por nuestra agua mineral que llevábamos. Yo había llevado unas mandarinas y peras, que quise compartir, pero, enseñándome a egoísta, no aceptaron, por lo que la opción sólo era una: comerme la fruta o botarla antes de llegar a la frontera (no se puede portar alimento de un país a otro, salvo que esté  legalmente sellado, es decir, de fábrica). Me comí las mandarinas sin inconvenientes (sólo a las 13,30 estuvimos en la frontera) y alcancé a comer media pera, pero la otra, que se había machucado en todo caso con lo viajado hasta allí, se fue a la basura. 
   Vimos a Putre desde lejos, pues el camino no pasaba por el pueblo mismo (por tanto, no pudimos transformarnos en "Hijas (o) Ilustres de Putre", ni tampoco nos entregaron las llaves de la ciudad, jajaja; mal cálculo de itinerario). 
  Ya en ese tramo del viaje había desaparecido parte de la zona desértica y a la típica vegetación altiplánica (yareta y coirón), le habían seguido extensos humedales que, poco a poco, se fueron poblando de aves (pude reconocer taguas, gaviotas, y, también, los hermosos flamencos) , de vicuñas, alpacas y llamas.  
Al comienzo, nos desesperábamos cuando, debido a la rapidez del bus y a la aparición repentina,  no podíamos fotografiar alguno o varios de los ejemplares, pero después fueron tantos los rebaños de ellos que divisamos a orillas de la carretera, que ya no era una ninguna gracia fotografiarlos. Nos pasó lo mismo cuando divisamos los  Volcanes Payachata, ambos  con bastante nieve en sus conos que, como hermanos, nos guiaron desde el territorio chileno hasta el vecino país.
   Pronto apareció el conocido Lago Chungará, nuestro lago más alto del mundo, y también muy extenso,  con una abundante  fauna en sus alrededores (flamencos, gaviotas, taguas entre otras; desde el bus pudimos apreciar las taguas sobre sus nidos, pequeños islotes cerca de la orilla del lago).
La aparición del Chungará nos anunció que llegábamos a la frontera, lugar que se encuentra a 4.850 metros de altura. Al bajarnos del bus para pasar por el paso fronterizo Chileno, llamado Chungará, varios pasajeros estaban en malas condiciones, incluyendo el Auxiliar del Bus (raro, ¿no?), un niño, un adulto, una señora mayor, que se veían a punto de fenecer. El grupo nuestro estaba en perfecto estado, aunque las hermanitas sentíamos dolor de cabeza, pero soportable. Debido a que nos desocupamos entre los primeros, aprovechamos el tiempo para ir registrando la belleza del lugar y de nosotros mismos (jajaja). Mi hermana usó parte de su tiempo para llamar a todos sus retoños. 
    Para llegar al Paso Fronterizo Tambo Quemado distaban 14 kilómetros y en ese trayecto, aún en territorio chileno, nos sorprendió positivamente ver la enorme y moderna construcción del nuevo Complejo Fronterizo Chungará aún en ejecucion. ¡Uff! Respiramos tranquilos y con orgullo, porque las construcciones por las que habíamos pasado nos parecieron deprimentes.
   Cuando llegamos a Tambo Quemado debimos bajar del bus con todos nuestros pertrechos. La espera se hizo laaaarrrgaaa, pues una extranjera de origen inglés o algo así, debió completar "chorrocientos" documentos, lo que no nos sucedió a nosotros que funcionamos con sólo el carné de identidad. Todo aquello nos fue atrasando, de manera que  sólo pudimos reiniciar nuestro viaje cerca de las 15,30, restando aún 4 horas de viaje. ¡ÁNIMOO! Eso era que lo que necesitábamos para llegar a La Paz , pues  nos quedaban aún 350 kilómetros.
   Se nos  avisó que en 20 minutos pasaríamos por el lugar más alto del recorrido, más de 5 mil metros, así que cruzamos los dedos esperando seguir tan enteras como lo estábamos hasta esa hora...No nos dimos ni cuenta cuándo pasamos pues no hubo cambios en nuestro estado.
 La sorpresa que sí nos dejó turulatas fue el cuasi diluvio que nos  atacó de pronto y hacía sonar el techo del bus como si hubiera música ambiental. Mientras avanzábamos por territorio bolviano, nos fuimos acercando a los Vocanes Payachata, la vegetación fue aumentando aunque igualmente siguió siendo la típicamente altiplánica. Los rebaños de llamas y alpacas aumentaron, mientras se veía claramente, cerca de ellos, a sus cuidadores.
   La primera gran ciudad por la que pasamos , antes de llegar a  nuestro destino se llamaba El Alto, ubicada a media hora de La Paz. Debe su nombre precisamente porque queda en el terreno en altura antes de bajar a La Paz. 
 Nos impresionó,  en primera instancia, el tipo de construcciones : todas de ladrillo, la gran mayoría a medio terminar, con algunos pisos incompletos, mientras la parte inferior -primer piso- había locales comerciales y en el último piso -el cuarto o quinto- estaba terminado y se notaba que estaba habitado; algunos eran muy hermosos, de diverso colorido en sus frontis y con figuras de ascendencia tihuanaco.
  Después supimos que estas construcciones eran denominadas "cholets" y estaban incompletas para evitar pagar impuestos (lo mismo que sucede en Tacna).
    Toda la enorme vereda en la ciudad "El Alto"  era de ripio, muy descuidada y con sectores llenos de basura. Y en esos sectores (con una extensión de muchas cuadras) había numerosos  puestos de cholitas vendiendo productos (verduras, pan, alimentos de otro tipo, ropa e innumerables mercancías). El lugar era una verdadera Torre de Babel, pues la cantidad de vehículos era impresionante y todos tratando de circular, con la bocina en funcionamiento permanente, mientras el chofer del bus que nos conducía,  decía garabatos a diestra y siniestra, rosario que ya había comenzado a dedicarle a su acompañante cuando no se apuraba lo suficiente. Después de avanzar por centímetros y metros en la ciudad de El Alto durante más de media hora entre el  bullicio de las bocinas y el olor al anhídrido carbónico de todos los vehículos habidos y por haber, principalmente autos (muy viejos) y furgones al por mayor, continuamos camino a La Paz. 
   Al salir del atolladero y comenzar la bajada, nos esperaba una espectacular vista desde la altura: una ciudad enorme, instalada en las faldas de los cerros hasta el bajo, con construcciones de diversos pisos, principalmente de ladrillo, por lo que el color de la ciudad era prácticamente de color café. La visión era realmente impresionante. 
 Nos alegramos de haber emprendido aquella aventura, pues seguro, íbamos a encontrar más de algo nuevo y diferente. Nos alegramos por lo que empezábamos a conocer,  con la gran guía de nuestro hermano y cuñada. Ya veríamos más de alguna sorpresa que nos depararía el viaje. 
 Estábamos expectantes y ansiosas, con los sentidos atentos para captar una nueva realidad, esperando no dejarnos llevar por nuestras creencias y prejuicios. Cual Diego de Almagro o Francisco de Pizarro pisábamos tierra novel. No íbamos a conquistar o sojuzgar (tampoco podríamos hacerlo, jajaja). Sólo nos llevaba la curiosidad y el anhelo de ampliar nuestros horizontes antes de que sea demasiado tarde (no para La Paz, sino para nosotras, jajaja). Hasta pronto.

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