sábado, 20 de febrero de 2016

Del desierto calcinante a la lluvia persistente y los hielos eternos...


   Bueno, no tan "eternos", la verdad, pues el cambio climático los ha estado derritiendo que es un gusto. "Los inviernos de antes sí que eran helados y con nieve", nos comentaron nuestros anfitriones, en Bahía Murta. "Ahora, escasamente en agosto suele caer algo de nieve que, rápidamente, desaparece", agregan. 

 Puerto Tranquilo y las Catedrales de Mármol

  Llegamos al Aeropuerto Balmaceda el martes 9 como a las 15,30 horas, llevando el buen tiempo que nos había acompañado en nuestros anteriores viajes de diciembre y de enero, pero no duró mucho en la Región de Aysén. Nos acompañó hasta el  miércoles, cuando en un precioso día, con más de 20 grados de temperatura, fuimos a conocer Puerto Tranquilo  y las Catedrales de Mármol, a orillas del Lago General Carrera, lugares dignos de ser conocidos, fotografiados y grabados en la memoria por la hermosura del sector y su trayecto, pleno de colorido y de naturaleza no intervenida. Al arrivar a  Puerto Tranquilo, luego de recorrer una sinuosa Carretera Austral de ripio, entre subidas y bajadas, rodeando gran parte del Lago, disfrutamos un poco de la playa y, aunque sus aguas son bastante  heladas (los ríos que confluyen en el lago acarrean agua proveniente de los deshielos) tres valientes de los seis viajeros, nos atrevimos a sumergirnos en su cauce. Antes, habíamos contratado el Tour por las Catedrales, pero como éste era a las 19 horas y recién eran las 17, había tiempo para tenderse en la playa.
     Puerto Tranquilo es un pequeño pueblo que gira en torno al turismo. Hay numerosas oficinas de tours, restaurantes, casas de Hospedaje y cabañas, hasta un Hotel. Tiene, también, la gran ventaja que allí se puede cargar combustible, lo que no sucede en Bahía Murta. Se ven muchos extranjeros, principalmente argentinos. 
   Yo llevé el traje de baño en mi mochila y como no había vestidores en la playa (la playa no tiene arena, sino piedrecilla, tal vez por eso aún no la han explotado lo suficiente, además de que el agua es helada) me vi en la obligación, si quería bañarme, desvestirme y vestirme disimuladamente. Y con mi toalla y movimientos estratégicos, ¡lo logrééééé!  Ingresé al agua para acostumbrarme a la temperatura y salí con los pies medio entumecidos (jajaja) pero el  desafío era bañarse allí y lo hice. 
   Posteriormente, y antes de hacer el tour, caminamos un rato con mi hermana por el par de calles de la localidad, para tener una visión más completa del lugar. 
   Conocer las Catedrales de Mármol es una experiencia maravillosa. Uno se pregunta cómo es posible tanta belleza natural al alcance de la mano y del ojo de la cámara: ¡¡¡Rocas de Mármol de 320 millones de años, las más antiguas, que han ido transformándose en verdaderas obras de arte arquitectónico por efectos de la erosión de las aguas!!!  
Y no es una, sino varias, a las que nos acercamos y cuyos túneles, pudimos experimentar, al menos en la entrada. ¡Un extraordinario regalo para la vista y la imaginación, pues el capricho de la erosión ha ido esculpiendo diversas figuras, que uno va haciendo aparecer, según su imaginación. 
   El regreso al muelle fue bastante adrenalínico, pues la lancha iba contra la corriente, de manera que los saltos sobre las olas fueron bastante más frecuentes que en el viaje de ida, mientras el sol, aparecía tras las rocas derramando sus rayos del atardecer sobre nuestros rostros y sobre las  aguas color turquesa del lago, un tanto agitadas por nuestra presencia (jajaja).
Hubo momentos en que cerré los ojos y me dejé llevar por las sensaciones de la navegación, el movimiento de las olas y los rayos del sol en mi cara (sin olvidar, eso sí, que debía sujetarme  para no salir despedida a las aguas)
   Volvimos de aquel viaje con la retina maravillada y con ganas de seguir descubriendo la agreste belleza de nuestra zona austral. 
  Esa misma mañana habíamos recorrido un par de calles de Bahía Murta, hasta llegar al Lago Gral. Carrera (en nuestro primer encuentro), a la Piedra Inglesa y al Faro. Allí estuvimos el primer acercamiento a la belleza de estos parajes que, a primera vista, no pareciera estar dispuesta a los ojos de los neófitos. 
  Glaciar Los Exploradores
   El jueves el programa contemplaba un viaje a 70 kilómetros aproximadamente, en las cercanías del Glaciar Los Exploradores. La primera parte ya la conocíamos, pues se iba por el mismo camino a Puerto Tranquilo. Luego, había que seguir la ruta, toda de ripio pero con muy buena mantención, lo que no impedía algunos barquinazos producto de la piedra suelta. Poco a poco nos fuimos internando en bosques de alerces, cipreses, hualles, canelos y otras especies nativas, rodeándonos de montaña, bosque y cauces de ríos: Engaño, Bayo, el Lago Tranquilo y otros más. 
 Disfrutamos de la preciosa vista de numerosas vertientes y caídas de agua desde las alturas de la montaña. Pronto ingresamos al Parque Laguna San Rafael, donde, obviamente, aprovechamos de detenernos para inmortalizar el hito.  La Cascada de la Nutria nos estaba esperando en el camino, una cascada hermosísima  que nuestras cámaras no cesaron de tratar de captar su belleza. 
También muchos puentes nos dieron el paso;  en varios de ellos, encontramos gente trabajando  a pesar de la lluvia que caía, no tan fuerte pero intermitente. Nos volvimos a detener en las dependencias de CONAF, cercanas al Glaciar. Allí nos juntamos con los otros compañeros de expedición, familiares de Ruth, la compañera del infante Juan Carlos. Y como nunca falta algún conocido, allí estaba Rodi, un murtino de origen,  conocido y amigo de Ruth, quien se ofreció para llevarnos a observar el glaciar, desde lo alto de la morrena. ¡Y todo tan sólo por las gracias!  
   Y comenzamos la aventura de escalar la morrena, por un sendero que, al principio, era claramente visible, pero que después sólo el Guía conocía. Así que, partimos en fila india, con Diego, el más pequeño, abriendo la marcha (sólo tiene 4 años, pero es todo un explorador, jajaja). Primero el camino fue por el bosque y luego ya hubo que ir escalando entre rocas de diferente tamaño. Mientras subíamos iba deteniéndome a ratos para apreciar lo que estaba a  nuestros pies y lo que la visión desde la altura me permitía vislumbrar. ¡La vista era extraordinaria: del río y del lago, además del bosque  y de las montañas. Una piedra plana en la altura nos indicó el final de nuestra escalada; en ella cabíamos todos los aprendices de exploradores. Desde allí se vislumbraba, a lo lejos, el Glaciar Los Exploradores, motivo de nuestra escalada.  
Después de fotografiarlo, fotografiarnos y descansar un poco, iniciamos el descenso, por otro sector pero llegando a la misma salida. No estuvo nada de fácil; en más de una ocasión lo que nos parecía piedra era realmente pasto y el pie se hundía con el consiguiente susto, o, nos encontrábamos con alguna piedra suelta. Lo importante es que llegamos abajo todos los que subimos y en buen estado. Con la adrenalina del ascenso y el descenso no sentimos ningún dolor. Al estar abajo, yo tenía varias rasmilladuras en mis brazos y al día siguiente, todas (especialmente las mujeres, que somos más sedentarias) sentíamos el dolor en los muslos.
La lluvia comenzó a caer más tupida. Ya eran las 14,30 horas y era buen momento para preparar el almuerzo. Los choferes de los vehículos se pusieron de acuerdo y buscaron un lugar,  a orillas del lago. Los adultos comenzamos a colaborar en la búsqueda de ramas y leña seca  para encender el fuego que nos permitiera cocinar la carne que se había llevado, mientras las pequeñas trataban de instalar una carpa luchando contra el viento y la lluvia.
Nos mojamos un buen poco, unos tenían más ropa ad hoc para protegerse, como mi hermana, que había llevado el "impermeable" que compramos en Copacabana. Como yo lo había dejado en Arica, no lo tenía conmigo, pero sí había llevado un gorro andino, así que con él me protegí, al menos la cabeza. Mis pies no estaban muy secos, pero una vez decidiéramos regresar me cambiaría las zapatillas deportivas que había llevado por unos mocasines. De todas formas, las deportivas zapatillas deberían partir al basurero, pues con sólo ese trayecto habían terminado destrozadas, después de estar años guardadas en el clóset (seguro, eran de marca "chancho").  
   A pesar de la lluvia, la carne igualmente se coció al disco, quedando exquisita; ¡qué rica estaba!; la disfrutamos con pan amasado y tomate. 
   Una vez alimentado el cuerpo, apagamos el fuego y recogimos todos los bártulos para iniciar el regreso. Ya eran las dieciséis horas y el tiempo no tenía visos de mejorar. No obstante, habíamos logrado llegar donde nos propusimos, aunque los varones no pudieron realizar una de sus actividades favoritas: pescar. El clima no acompañaba. Sería en otro momento.
 Puerto Sánchez
Es el último pueblo hasta donde llega una Carretera que se anexa a la Austral. Antiguamente allí había una mina de cal y lo que inicialmente fue un Campamento Minero se transformó en una localidad, que tiene unas bella población  a orillas de su plaza. Para llegar a Puerto Sánchez se debe subir y bajar la montaña desde Bahía Murta, por un camino de ripio con muchos recovecos y que en más de una ocasión está al filo del abismo. No por nada, en mitad del camino, hay una pequeña Virgen instalada. Desde lo alto se observa Bahía Murta. La vista del lago y de sus alrededores es digna de postal.  
   Nuestro deseo, al acercarnos a este pueblo, era ir a conocer otras Catedrales de Mármol existentes allá, que según algunos, son más bellas que las que se pueden visitar en Puerto Tranquilo. Pero, esta vez, no pudimos cumplir  nuestro propósito, pues la lluvia no dejó de caer y a ratos llovió a cántaros, lo que hizo imposible y poco recomendable, incluso, bajarse de la camioneta. Así que, a pesar de los pesares, debimos volver a nuestro cuartel general sin haber conquistado al enemigo, pero con los eyes llenos de aguas turquesa y de la otra, así como del verde de los árboles que bordean el camino recorrido. 
- ¡Ah! Me olvidaba comentar que fui atacada por un ejército de "pimpinelas".
- ¿Pimpinelas? ¿Esos cantantes argentinos? ¿?
- ¡Noooo! Jajaja
- ¿Entonces? ¿Insectos parecidos al zika? ¿Monstruos de los bosques, jajaja?
- ¡Jajaja, buena, oh! Ninguna de las anteriores. Así se le llama aquí a un pasto que al madurar tiene unos frutos que son minúsculos cardos, que se adhieren a la ropa y son tremendamente espinudos. En una de mis primeras bajadas para tomar fotografías me atacaron y quedé con los pantalones llenos de pimpinelas, que debí, durante un largo rato, ir sacando una a una tratando de no quedar demasiado agujereada; de otra manera, parecería colador, jejeje. 
   Bahía Murta
   Los días han transcurrido en su mayoría. Ya sólo nos queda hoy para estar en estos lares. Los últimos días nos hemos visto obligados a permanecer confinados  en la localidad. La lluvia ha sido intermitente, el sol no ha querido asomarse y el viento ha arreciado. No obstante, no hemos estado inactivos, sobre todo de los dientes, de las muelas y del estómago (jajaja). 


La visita de la hija pródiga -Ruth- con Juan Carlos y Diego, además de nuestra presencia (por primera vez entre la familia murtina)  han sido la ocasión propicia para que la extensa y numerosa familia de Ruth se reúna en distintas casas en torno a sabrosos asados patagónicos  (nada menos que tres en cinco días; ufff, ya casi balamos y nos salen vellones en lugar de vellos, jajaja)
Uno de los días, degustamos también unas deliciosas pancutras preparadas por la dueña de casa, la Sra. María (la madre de Ruth)
La atención ha sido espectacular: hasta la matriarca de la familia, la Sra. Estelinda, de casi 94 años, nos invitó ayer a su casa, donde el mate y las roscas dulces nos esperaban, preparados por sus ágiles y voluntariosas manos. Nos recordó a nuestra madre antes de su enfermedad, completamente activa y lúcida. 
   La estadía, la atención, la alimentación han sido extraordinarias. Hemos conocido gente muy acogedora, muy unida como familia, que celebran en conjunto, que se visitan y comunican permanentemente, a quienes no tenemos cómo agradecer todo el cariño y la acogida brindada, salvo el devolverles la mano cuando sean ellos los que viajen por nuestras tierras. ¡Ojalá  sea pronto!

  Nota: las fotografías de estas últimas entradas serán agregadas cuando llegue a mi hogar (quién sabe cuándo, jajaja) pues no poseo todos los adminículos tecnológicos necesarios para hacerlo en viaje de campaña. ¡Son hermosísimas así que regresen  acá después del 20!

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