sábado, 6 de febrero de 2016

De momias y otras hierbas...


  Los días han ido pasando, de a uno en uno, como corresponde a una situación normal (jajaja). Ya estamos en el quinto día  en Arica y aún cuando quedan vaaaarioooossss días (¡pobres anfitriones!), hoy será un día más descansado para ellos y para una de nosotras. Sin embargo, las más pequeñas (de las viajeras, jajaja) hemos decidido ir a disfrutar de la segunda jornada del Carnaval con la Fuerza del Sol, que se desarrolla en esta ciudad los días 22, 23 y 24 de enero.
Hoy es 23 y estamos dispuestas a estar todo el tiempo posible, a todo sol para hacerle honor a su nombre, pues ésa parece ser la consigna, jajaja, porque lo presenciado anoche no nos satisfizo. Pero de ello, les hablaré más tarde, pues  antes los ubicaré en el contexto. 

  Nuestros anfitriones viven en el Valle de Lluta, denominado "Valle Hermoso", sector ubicado en el kilómetro 4,5 de la carretera que conduce a Bolivia, a unos 100 metros al interior (y distante a 15 kilómetros aprox. del centro de Arica). Y aunque se le cataloga de "valle", cabe destacar que este lugar es un pedregal, especialmente cuando se llega por primera vez y del sur. El habitante de estos lares debe luchar a brazo partido con el sol y las piedras, para lograr que un árbol se mantenga verde y crezca, para que una planta no se agoste, para que la sequedad no reseque el alma. 
     Desde nuestra llegada caben destacar los siguientes hitos:
& Visitas al Paseo 21 de mayo y alrededores, como al sector Costanera.
& Visitas a las Playas Chinchorro y El Laucho, con correspondientes baños en cada balneario, playas a orilla del mar, por tanto, agua saladísima, de cuyo oleaje, a ratos, había que escapar con rapidez, por respeto a las marejadas.
& Visita infructuosa a un sector llamado el AGRO, que estaba cerrado cuando nos apersonamos por allá, por razones de mantención (situación que rara vez se da, ¡nos tocó!). 
& Visita al Valle de Azapa con ingreso al Museo de San Miguel de Azapa, donde disfrutamos de un baño de cultura. Tuvimos la fortuna de admirarnos de los tejidos de los primitivos habitantes de la región, conocer antecedentes de la Cultura de los Tiwanaku, apreciar algunos ejemplares de  las Momias Chinchorro descubiertas en el sector, informándonos de sus técnicas de embalsamiento, entre otros aspectos. 
& Visita al Morro de Arica y el Museo existente en el lugar, donde se conservan vestigios de la Guerra del Pacífico contra la Confederación Perú-Boliviana, con los diferentes homenajes y reconocimientos que en diferentes tiempos se les ha realizado a los héroes de esta conflagración, que marcó nuestra historia. Numerosas fueron también las imágenes que pasaron a formar parte de las tarjetas de memoria de las diferentes cámaras fotográficas de las ilustres visitantes, para dejar un registro fehaciente de las espectaculares vistas desde el Morro, tanto de la ciudad como del mar.  
& Viaje á Tacna durante un día. Partimos a las 8,30 horas desde Lluta y, gracias a una ágil tramitación en ambas aduanas, estuvimos antes de las 8 en nuestro destino.
- Pero, ¿cómo...? ¿A las 8 del día siguiente???!!!
- ¡Noooo! Me faltó especificar que hay una diferencia de horaria de dos horas entre ambos países, así que mientras en Chile eran las 8,30, en Tacna los relojes marcaban las 6, claro que los que estaban en funcionamiento (jajaja).
   En Tacna fue recorrer locales y locales, feria tras feria, varias librerías,  esquivar muchísimos peruanos que ofrecían atención oftalmológica, dental o médica; que vendían joyas, relojes, jugos, alimentos y artesanía; que ofrecían comida a la salida de restaurantes o puestos, etc. Resulta agobiante la actitud de los vendedores, especialmente cuando descubren que uno no es compatriota.
Estuvimos recorriendo las calles, las galerías, conociendo sus lugares más característicos: la Plaza con su arco  y sus jardines y pérgola, la Catedral (muy hermosa, donde nos sacamos fotografías con un fotógrafo del lugar, económicas y hermosas), la bella Avda. con los animales de plantas y flores, el Museo de la ciudad, y, después de adquirir algunos libros, pequeños recuerdos de nuestra estadía y múltiples otros objetos para llevar de regalo, fuimos a almorzar al Pollo Chavez, restaurant ya visitado para estos menesteres las tres veces que hemos vistado la ciudad.
Posteriormente fuimos al Mercado, donde consumimos un rico jugo al gusto de cada cual : mango, piña, maracuyá con naranja yo (debo dejar constancia que ha habido un sabor que ha obnubilado todos los demás sabores: los frutos de maracuyá, yo creo que entre los frutos que he comido sueltos, jugo, helado, me habré comido más de un kilo, felizmente como es fruta y cítrico, no debiera engordar...¡jumm! el problema son los complementos).     
    Salimos de Tacna como a las 19 horas chilenas y la cantidad de gente en la Aduana realmente nos sorprendió: para ambos lados. Parecíamos refugiados, con bolsos y contagiados con el virus del apuro como si estuviéramos en un trámite  de vida o muerte, esperando que el vehículo sea autorizado, mostrando los documentos y rogando para no recibir ningún "no" como respuesta (¡qué tremenda debe ser la experiencia que miles de personas han vivido y están viviendo en tantas fronteras del viejo mundo -y también del nuestro- cuando huyen del país -que no era nuestro caso- en busca de mejores horizontes de vida o, tal vez, sólo para conservar la vida!). 
   Hoy almorzamos rápido porque queríamos -yo y mi cuñis coronelina- asistir a la segunda jornada del Carnaval por la Fuerza del Sol.

 El día anterior sólo habíamos saboreado lo que era este espectáculo y de un lugar en que sólo veíamos las cabezas de los bailarines de las diferentes comparsas aunque estábamos a unos dos metros de altura.
 No obstante era taaaannntaaaa la gente, miles de personas sin exagerar, que no era gran cosa lo que pudimos apreciar.
 Deberíamos haber estado horas antes instaladas en algún sector sin movernos para tener la seguridad de ser observadoras de primera línea. No fue así y aunque escuchamos la música y vivimos la experiencia nocturna del Carnaval, optamos por regresar a casa, claro que aquello no estuvo exento de complicaciones, pues costaba avanzar y en uno de las caminatas apuradas en fila india, perdí la cordada y no supe dónde iba el resto del equipo (tengo vocación de Principessa perdida, parece, jajaja).  
- ¿En serio te perdiste en la Arica nocturna?
- ¡De verdad! Se fueron muy rápidos mis compañeros y los perdí de vista -lo que no me cuesta mucho, jajaja-. Seguí caminando  sin saber si iba detrás de ellos o no, hasta que me detuve, porque, a pesar de haber apurado el tranco, no los encontré.
   Y allí me quedé, en medio de la multitud, siendo más de la una de la madrugada, sin saber hacia dónde dirigirme. Felizmente, para estos casos, existen los celulares. Me llamó mi hermana, pero era tanto el bullicio de la música de las comparsas, que no entendí nada. 
No obstante, ese mismo volumen musical me permite sacar conclusiones. Retrocedí hacia donde la música se escuchaba más intensa y ahora me comuniqué yo. Rápidamente nos ubicamos (aunque ahora, pareciera chistosa la situación, no deja de ser complicado encontrar a alguien entre miles de personas, pero hay muchos recursos en la actualidad, además que ya no soy ninguna niña). 
  Palabras como jallalla (saludo ceremonial aymara),  achachis (abuelos), ñuzca (reina), machona (mujer caporal), caporales(tipo de baile andino, muy activo y dinámico, que incluye saltos), tumba (grupo de baile andino con influencia negroide-africana), tarqueadas (tipo de comparsa cuyos principales instrumentos musicales son las tarcas, especie de flauta de madera, de origen andino, de forma rectangular), morenadas (grupos de bailes que contempla bailarines con trajes con diversas  capas, con barbas y máscaras de viejos), pepinos (niños con vestimenta parecida a la de un arlequín aunque es sólo bicolor, que se dedican a hacer travesuras que afectan al público) fueron parte del lenguaje reiterado por los animadores de cada escenario del Carnaval. 
   Esta tarde, siendo las 15 horas fuimos dejadas en el escenario principal, a los pies de Morro. Allí, en una primera instancia, estuvimos en un sector sombreado, pero luego  algunos fotógrafos del evento se pusieron por delante y nos impidieron ver y registrar adecuadamente la presentación de las comparsas, así que optamos por cambiarnos de vereda, aunque teníamos el Sol de frente, que se hacía sentir  con toda su fuerza, dándole la razón al nombre del Carnaval. Por suerte, para nosotras y el resto de la Humanidad, pasó más de un vendedor de agua, de otra manera nos hubieran tenido que retirar al término de la jornada en calidad de chicharrones quemados (jajaja). Estuvimos 6 horas entre el público asistente, al comienzo debiendo sólo soportar los intensos rayos del sol y los ataques con espuma de los "pepinos", pero luego a otros asistentes que empujaban o se ponían demasiado cercanos a nosotras.  
   Ya estábamos casi tullidas por lo incómoda de la posición en que permanecimos, cuando cerca de las 21 horas se comunicó con nosotras nuestro anfitrión, para ponerse de acuerdo en qué lugar encontrarnos y luego regresar al Valle. No logramos ver la presentación de la comparsa de Isla de Pascua, pero sí fuimos testigos de la maravilla lograda a través del esfuerzo y la dedicación de las distintas agrupaciones, que durante 10 minutos más o menos, realizaban su perfomance delante de los jueces. El colorido, la gracia, la perseverancia, el entusiasmo eran manifiestos en los protagonistas del evento. Quedamos absolutamente impresionadas por todo lo visto y captado, la muestra de religiosidad, tradiciones, la transversalidad de la participación (desde pequeños de 4 años hasta personas ancianas) aunque, no cabe duda, con el tinte de la modernidad en más de algún detalle (por ejemplo, el lanzamiento de bengalas y espuma sprite que realizaban los integrantes de cada cofradía, de esos productos que se usan en celebración de año nuevo). 
   ....  
Ya vamos en el día 8 de nuestra llegada cuando estoy terminando de escribir esto.
 Han pasado varias cosas en el intertando. Salimos dos días camino a Iquique, aunque pernoctamos en el Oasis de Pica, lugar con varios encantos: la Poza Termal Cocha, una hermosa Iglesia, una hermosa y diferente Plaza, un parque denominado Valle de los Dinosaurios (muy atractivo y cuidado, lo que pudimos apreciar personalmente, porque de tres dinos vistos hace seis años cuando viajamos con mi Infanta y mi madre, ahora nos encontramos con el doble, lo que habla muy bien de la rápida reproducción de estos saurios, jajaja)
las ricas frutas del lugar (dicen, porque no compramos nada de ello, debido a que estaban carísimas; un botón de muestra: los mangos de Pica tenían un valor de tres mil pesos el kilo, lo que era un exceso). El precio de la cabaña obtenida para el alojamiento fue muy conveniente.  


 Antes de llegar a  Pica, durante el trayecto en el vehículo en que fuimos, pasamos por varios lugares, que son todo un hito en la historia política y de costumbres de nuestro país:
  Huara, La Tirana, la Oficina Salitrera Humberstone, visitas
de las que dejamos los correspondientes registros en nuestras cámaras.
   Humberstone me trajo un cúmulo de recuerdos. Era un lugar que anhelaba conocer y que se hizo realidad durante el verano de 2010, cuando viajamos con mi hija y mi madre. Ahora no estuvieron ellas con nosotras, pero no puedo dejar de reconocer que las tuve presentes en todo mi recorrido al interior de este pueblo fantasma , que aunque en un época albergó más de 3.000 habitantes, desde 1960 sus instalaciones quedaron huérfanas, pues al cerrar las instalaciones de esta mina, la gente que trabajaba y dependía de su funcionamiento debió emigrar a ciudades grandes para reiniciar su vida.
   En Iquique estuvimos sólo algunas horas. La mayor cantidad de tiempo la ocupamos viajando y al sacrificado chofer, nuestro hermano Patricio, habría que levantarle un monumento. El lugar clave visitado en Iquique fue la Zofri, la que no pudimos recorrer en su totalidad, pues se requeriría un día completo y un excelente estado físico (¡puchas que hay harrrtosss locales!; uno se tiende a perder dentro de toda esa gran superficie). Al finalizar la tarde, luego de un rápido recorrido por el sector Costanera emprendimos el regreso, para llegar a Arica, luego de dos detenciones en el camino para descansar (en Huara y Cuya, lugar este último a 90 kms, de Arica, en el intersección para ir a Camarones, donde hay un control policial). 
   Cuando divisamos la Perla del Norte respiramos tranquilas: el trayecto debe ser muy cansador, además de peligroso; las curvas son numerosísimas, en subida y bajada, con el precipicio a cientos de metros de profundidad y en medio  del calor y del desierto. ¡Ufff! ¡Tenemos una nueva vida!

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