miércoles, 16 de septiembre de 2015

"¿Dónde podremos pernoctar'", pregunté...

  Cuando un alumno me llamó hasta su puesto para preguntarme qué significaba  "pernoctar" me acordé de mi querida Infanta. 
  Me ha pasado muchas veces, y ahora que trabajo en esta área tengo más conciencia de aquello, que la profesión, la experiencia y la lectura hacen que uno tenga un acervo lingüístico mucho más nutrido que lo habitual, lo que puede traer como resultado cierta incomprensión de parte de los demás por desconocimiento. 
    Recuerdo que en diciembre de 2009, un fin de semana largo en que mi madre se encontraba de visita en Rancagua, se nos ocurrió salir de paseo a alguna playa relativamente cercana. Elegimos  llegar hasta la ciudad de Curicó (ciudad a la que íbamos por primera vez) y desde allí iríamos hasta un lugar llamado Llico, en el que confluían el mar y el río del mismo nombre. Yo me erigí en guía y mis compañeras aceptaron, aunque todas éramos ignorantes de aquella geografía. ¡Era toda una aventura! Mi madre había cumplido hacía una semana los 85 años  y la salida era para celebrar su cumpleaños.  Su ánimo y su entusiasmo daban gusto y nos servía a nosotras, las "jóvenes" del grupo (jajaja). Mirella, en tanto, sólo tenía  23 años.
    Mientras íbamos en viaje, obtuvimos información sobre alojamiento, pero sin saber en qué sector quedaba exactamente. Así que, cuando ya casi llegábamos, de acuerdo a los datos recabados, me acerqué al conductor de la "góndola" y le solicité: 
- ¡Nos deja, por favor, donde haya un lugar para pernoctar! 
    ¡Jajaja! Yo lo dije lo más natural y normal. Para mí no era extraña la palabra y no esperaba el silencio y la incomprensión de parte de mi receptor. "¡Pos ora!", pensé. "¿Qué bicho le habrá picado que no me responde?" Calmadamente, le volví a hacer la petición, esta vez cambiando el verbo, jajaja, y explicándole que necesitábamos "alojamiento". Ahí sí fui comprendida y se detuvo al llegar a una Venta o Posada (jajaja), quiero decir a un Hotel con Restaurante. 
   Allí pernoctamos esos dos días. Después mi hija se reía de mí y me decía que cómo iba a ser entendida si la palabra que había elegido no era utilizada masivamente:  "Yo te entendí sin problemas, me dijo,  pero no toda la gente maneja ese vocabulario, jajaja. ¡Mi mamá!". ¡Hermoso recuerdo de momentos que, por la imposibilidad de la repetición, adquieren un  valor único! 
    Precisamente de ese paseo guardo unas fotografías inolvidables que me acompañan día a día. 
    Sorpresa nos causó unos meses más tarde, cuando nos enteramos que el lugar había sido arrasado por el Tsunami de febrero 2010. No volvimos allá,... tal vez yo alguna vez lo haga, ¿quién puede saberlo? Pero, sin duda, ya no será lo mismo. 
    Es curioso cómo funciona la mente. Fue necesario sólo escuchar una palabra y ¡listo! ¡Todo un cúmulo de instantes de felicidad guardados  afloraron a la conciencia y llenaron de alegría el momento!  Así es la vida cotidiana: plena de sorpresas inesperadas, esta vez, como muchas veces, de hermosas instantáneas vitales... o de "momentos que quedan vibrando en la memoria", como dijo Vicente Huidobro.

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