miércoles, 29 de abril de 2015

Hasta aquí...hasta ahora...

    Me levanto a oscuras. El día está comenzando pero la incertidumbre rodea mis primeros pasos. No sé cómo vendrá, literal y figuradamente. Realizo mis actos casi en forma automática. Digo "casi" porque soy consciente de que me hubiera gustado quedarme otro rato más en cama, que me siento cansada, que no me gusta demasiado la imagen que se refleja en el espejo, algo ojerosa y desganada (y no tan bella como quisiera, jajaja). 
Sin embargo, sigo adelante. Sé que es el inicio normal de cada uno de mis  días. Sé que "en el camino se me arregla la carga". Sé que me espera un cappuccino caliente y una barra de cereal, que son mi alimento inicial, nutritivo y motivante, ya sea que me levante a las 5, 6 ó 9 de la mañana.
    Los ritos son necesarios. Te hacen sentir normal, te hacen sentir una  persona real, hacen que sientas que tienes objetivos, que sabes lo que debes hacer y lo que quieres.
   Comienzo a trabajar, la mente está más despejada. Sin embargo, no dejo de esforzarme para mejorar mi concentración. Los textos son interesantes y me aboco a un buen  trabajo. ¡No puede no ser así! Se me ocurren estrategias en el intertanto. Mientras esto ocurre al interior, fuera de mi espacio protegido, se va notando el amanecer, la luz rojiza en el horizonte. ¡Es el instante preciso para admirar! El lente de la cámara no logra captar la magia de este momento único:  ¡cómo el día que nace lucha contra la oscuridad y...finalmente la vence! Cuando surge el sol, todo brilla. Ya he apagado la luz hace un rato. 

   Es hora de darme un paréntesis: salgo a la terraza a saludar a mis amigas, las plantas y flores, a preguntarles, mentalmente,  cómo han amanecido, cómo están para enfrentar un nuevo día. Me dedico a casi cada una de ellas, las miro, les saco las hojas secas, les aliviano la carga. Puedo hacerlo, tengo el tiempo, es una actividad relajada,  y lo hago. ¿Quién lo hace conmigo? ¿Quién sabe? Miro a través de la malla protectora. El día se ve luminoso, se augura una jornada  calurosa, aunque en el momento se siente el frío matinal y otoñal. 

  Hora de un café.  Su aroma me encanta, me envuelve, me devuelve el ánimo, aunque, últimamente, no lo he deleitado con fruición como antes. Creo que tiene que ver con el envase en que lo sirvo y con el agua que no es lo suficientemente caliente. El próximo será en las tacitas de antaño y con el H2O hirviendo.


   "Café caliente, chocolate amargo y una copa de vino tinto". 

    ¡Mmmm! Tres delicias para momentos especiales, más unos trozos de queso con especias y salame. Otro ¡mmmm! Si a eso le agregas el ambiente adecuado: la luz necesaria (o penumbras, si no vas a leer) y una música de fondo, grata al oído, ojalá instrumental o clásica, tienes el ambiente adecuado para el relax y el encuentro contigo misma. 
   Hoy no me regalaré ese momento, lo haré mañana, pues me falta el chocolat y el queso especiado..ah, y  unas aceitunas. ¡Ahí sí la perfección misma!  El instante ideal para esto:  la hora del ángelus (jajaja), cuando el día nos abandona y la noche nos amenaza con sus ausencias...


 Sin embargo, de día hay que comer, hay que prepararse algo a la hora del almuerzo, un trozo de carne o pescado, un guiso de verduras y ensaladas, más un postre natural, todo acompañado de jugo de lunes a viernes y con una copa de vino el finde...

   ¿Qué es lo relevante en estas comidas diarias? 

1. Que éstas sean equilibradas, con más verduras que carne, con un minimo de carbohidratos, para seguir siendo y viéndose "regia" ( al menos cuando uno está vestida, jajaja). 
2. Que sean atractivas a la vista y gratas al paladar, con bastante colorido. No hay que olvidar que la comida (y otras "cosas") "entran" por la vista. 
3. Que sean completas: plato principal, ensalada, jugo (o vino), postre más té  herbal o frutal o café. 

4. Que se degusten en el mejor espacio de la casa (o palacio, como es mi caso, jajaja), iluminado, cómodo, grato, fresco o temperado, dependiendo del clima.
 5. En síntesis, que se note una  planificación  y preparación adecuada, máxime cuando no sólo te agradas a ti misma sino al otro/a u otros, según cada realidad y contexto.

    Muchos pensarán que para qué yo preparo toda una "mise en escene" para una comida que voy a disfrutar sin compañía;  para qué ocupar tanto tiempo y esforzarme más de la cuenta. Bueno...precisamente por eso,  porque es para MÍ. Es un tema de autoestima, de valorarse, de considerar que mereces lo mejor posible (obviamente sin caer en extremos insanos). No hay nada más grato que paladear con fruición el producto de lo preparado con cariño y dedicación. La satisfacción física va de la mano con la satisfacción emocional ...o viceversa. 

   La idea es encontrar la felicidad o la alegría en los pequeños hechos de nuestra vida cotidiana, en los pequeños momentos compartidos o en solitario. Triste sería, desde la perspectiva de esta representante de la aristocracia rancagüina, que uno espere sólo los grandes acontecimientos de nuestro paso por este mundo para ser feliz o que piense que está "trabajando" para obtener la felicidad  y, por ello, no goce lo que el presente le ofrece a cada momento. O espere un futuro....que puede no llegar nunca...porque puedes no ver el día de mañana...
   "Hic et nunc" diría un latino o clásico, como ha quedado evidenciado en tantas y tantas obras artísticas a lo largo de la historia : "Aquí y ahora" , al estilo del joven del cuarto de libra (jajaja)
  
El pasado ya no es (de él sólo quedan los recuerdos)
El futuro aún no llega ...
Por lo tanto, sólo tenemos el presente

   Así que, con esa claridad existencial, no nos queda nada más, ni nada menos que hacer y gozar (¡a gozar, a gozar!)  de lo que más nos  agrade y que no  perjudique a los demás. Indudablemente, todo aquello en concordancia  con nuestro estatus y edad. Realizar y disfrutar de  actividades de otro grupo etáreo puede ser u reflejo patético de nuestra bella persona.

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