Llegamos a Zaragoza, a pesar de la demora en mitad del camino, a la hora que nos habían dicho en la boletería de la estación. Lo que había "olvidado" de decirnos el vendedor, pero sí nos dijo el revisor de pasajes, fue que teníamos que hacer un transbordo en un lugar llamado Caspe, subirnos a un bus y luego volver a subirnos a un tren, para llegar finalmente a Zaragoza, a la Estación Delicias, obviamente, con nuestras maletas de 20 kgs.a cuestas, 🤨. Decidimos tomar la situación por el lado positivo, como parte de nuestra aventura por "las Europas" y sacarle el mayor provecho a nuestra situación. Fuimos gozando del paisaje, conociendo el relieve de las regiones catalana y aragonesa, admirándonos de la gran cantidad de túneles por los que entrábamos y salíamos a cada rato. El equipamiento urbano alrededor de las estaciones y ellas mismas no podía decirse que era muy cuidadoso, como casi en todas partes del mundo. Los edificios se veían deteriorados y con grafitis, como el mismo tren Renfe -estatal-.
Pronto espezamos a ver un río caudaloso que acompañaba nuestro camino. Era el Ebro, con más de 900 kms.de longitud (uno de los más largos de España). Por allí pasamos cerca de la Central Nuclear de Ascó, lo que también fue una novedad para nosotras. Los campos, una vez dejado atrás el sector montañoso, se transformaron en tierras de abundancia de vides, olivos y almendros. Es una tierra rica en numerosas cepas con denominación de origen nos contó Carlos, un español un tanto "especial", que se acercó a nosotras y que entabló conversación comenzando por sus reclamos estentóreos contra Renfe y su mala calidad del servicio, una vez se enteró que debíamos hacer transbordo. Hacía gala de su malestar a todo volumen y a quien quisiera escucharle. Buscaba público. Pronto nos aburrió con tanta cháchara y al saber que éramos chilenas comenzó con sus alabanzas hacia Allende y sus diatribas a Pinochet. Llegadas a este punto, nos terminó de cansar porque argumentaba como si fuera poseedor de la verdad revelada, asegurando información errónea como si fuera la única verdad. Lo positivo de su presencia fue que nos ayudó a bajar y subir las maletas del/al tren, 😁 😁.
Nos bajamos en Caspe, una estación minúscula. Allí nos esperaba un bus, al que subimos luego de dejar como pudimos las maletas en el maletero. En España cada uno, en este ámbito, se rasca con sus propias uñas. Ya en viaje, nos enteramos que Carlos iba a encontrarse con una tal Raquelita esa misma tarde en Madrid. TODOS los que iban en el bus se pusieron al tanto que este buen hombre tendría una cita romántica y que quería que le asignaran "de nuevo" la cabaña número 7, como en ocasiones anteriores. Hablaba por celular a voz en cuello, 😂 🤣 😏... Anduvimos en bus unos 25 minutos y nos bajamos, para, nuevamente, acceder a un tren en la Estación Escatrón, lugar donde parecía que moraban las ánimas, a excepción del tren que nos esperaba para llevarnos durante el resto del trayecto. Una hora más tarde llegamos a la Estación Delicias de Zaragoza.
Para llegar al centro de la ciudad nos demoramos un resto. Intentamos con un Cabify, pero nos arrepentimos, porque el Uber cobraba menos y es más conocida la app por nosotras. A pesar de ello, cobraron el importe aunque avisamos enseguida que no queríamos el servicio. Uber se puso difícil: exigía una tarjeta y luego la rechazaba. Al final, no nos quedó otra solución que recurrir a un taxi de los que había varios a mano, 🙈. En síntesis, por vivarachas y "apretadas", 🤣, debimos pagar dos carreras en lugar de una. Después supimos que en Zaragoza no se acepta efectivo en las aplicaciones, tampoco en Madrid.
Una vez en el depto.que arrendamos, a unos pasos de la Avda.César Augusto y, por tanto, en pleno casco histórico, nos instalamos rápidamente y salimos a los alrededores a buscar dónde comer algo, para luego conocer en parte el centro de la ciudad. A pesar de ser domingo, encontramos un local, atendido por latinos, al parecer colombianos, ante los cuales pasamos por complicadas, pues debimos pedir más agua caliente (nos sirvieron la mitad de la taza), aderezos, aceite de oliva, limón para mi trozo de salmón... Ya nos miraban con sospecha y una de nosotras le escuchó decir a una mujer que le preguntaba a la garzona que nos atendió:"¿Qué quieren ahora?", 😂 😂. En fin, nos alimentamos bastante bien y luego nos fuimos a gozar de los restos de las murallas romanas, medievales, visigóticas y árabes. Lo que no nos gustó para nada, en medio de la Plaza del Pilar fue esa "dichosa" Fuente de la Hispanidad, monumento que instalaron en homenaje al descubrimiento de América, que desentona completamente con rl entorno y tapa las ruinas de las murallas a la vista, por un lado, y los edificios religiosos, por el otro. Ingresamos a la Iglesia de Nta.Sra.del Pilar y nos admiramos de la belleza interior. Sacamos unas cuantas fotografías hasta que nos dimos cuenta que estaba prohibido hacerlo, 🙈 🙈.
Caminamos un poco más, fuimos hasta el puente antiguo y desde allí, y a medio congelar, tomamos fotografías de la Basílica desde esa otra perspectiva, vista desde la ribera del Río Ebro.¡Hermosa! Empezamos a regresar. Alguien estaba algo afligida por ciertas necesidades gatilladas por las bajas temperaturas y debió volver a la carrera al depto. Las otras dos, en tanto, se iban al supermercado cercano a realizar la adquisición de los alimentos necesarios para no morir de inanición al empezar y terminar el día. Pronto nos juntamos las tres y volvimos definitivamente al alojamiento, para gozar de nuestra primera noche en Caesaraugusta, como la llamaron los romanos. Felizmente teníamos buena calefacción, porque, a la fecha, es el lugar donde más frío hemos sentido.
Al día siguiente, luego de un rico desayuno, salimos a recorrer la ciudad. Lo primero que recibió nuestra visita fue el "Mercado Central", un hermoso edificio nombrado Monumento histórico nacional, que data de inicios del siglo XX. Sus materiales de construcción son principalmente fierro y vidrio. Muy ordenado, limpio y provisto. Nos dio gusto recorrerlo. Al salir, nos encontramos con la estatua de César Augusto, emperador a quien debe su nombre esta urbe, de 700 mil habitantes. Luego de admirar los restos arqueológicos de cuatro culturas presentes en el lugar (de romanos, visigodos, árabes y cristianos medievales), cruzamos el Río Ebro de una ribera a otra, no nadando precisamente, 🤣. Lejos estamos de emular a la "Sirena de hielo", como le llaman a la nadadora Bárbara Hernández. Lo hicimos por el Puente de Santiago, hasta llegar a la Arboleda de Macanaz, caminar por el paseo superior, bajar al camino junto al río, para admirar la estructura del Puente de Piedra, el más antiguo en su rubro en el lugar. Este último data del siglo XV y fue el único que cruzaba el cauce por mucho tiempo. Su estructura contempla unos enormes tajamares y unos "descansos" amplios en la parte utilizada por sus beneficiados. La lluvia y el frío nos hizo desistir de recorrer más la ribera y alcanzar otros puentes de los varios que hay. Regresamos al sector de la plaza donde se ubica la Basílica y nos adentramos en otros edificios religiosos, como la Seo Catedral de Zaragoza, una construcción que data del siglo XII. Más allá vimos el llamado "Arco del Deán", con unos ventanales mudéjares preciosos.
Volviendo a lo terrenal, en nuestro paseo cultural nos encontramos con otro supermercado, al que ingresamos de inmediato a hacer shopping y a comprar más de cosilla. Una vez satisfechos nuestros afanes consumistas, regresamos a la plaza principal y recorrimos los sectores cercanos, caminando por calles aledañas y bajo los soportales, para escapar de la lluvia. Pronto decidimos volver, para buscar dónde almorzar. Una serie de trabajos en las calles, nos indujeron al extravío, del que Google maps nos ayudó a salir, ¡por suerte! 🤭🤭. Ya nos había llegado la hora del almuerzo y decidimos buscar dónde hacerlo antes de quedar bajo la mesa. Encontramos un restaurante prometedor y no pudimos elegir mejor. El menú del día nos costaba 13,90 € y resultó espectacular. Todas pedimos lo mismo y quedamos plenamente satisfechas, tal vez, demasiado, 😉. Un entrante de ensalada con piquillo, atún y huevo cocido, más ricos aliños; una parrillada con 4 tipos de carne, con unas papas salteadas y unas verdurillas; postre de la casa y agua, bebida o vino. Pedimos agua y vino 🍷 , 🙂. Nos sentimos como quien obtiene la lotería cuando dejaron una botella grande de agua en la mesa y una botella de 750ml. de vino tinto, 🙄😳🤤. Entre la Marcela y yo le dimos "el bajo" a la botella, mientras Elizabeth hacía lo suyo con el agua, mientras degustábamos nuestro exquisito almuerzo "bien regado". Agregamos un café para terminar y "santas pascuas". Según la Eli casi nos sacó y nos llevó a la rastra al depto, que quedaba cruzando la avenida, 😉, pero no fue verdad. Estábamos "sanas y buenas", 😁😁 y caminábamos derechitas, aunque más sonrientes que en horas anteriores. Debe haber sido el frío, 🤭🤭.
Descansamos un rato en "casa" y optamos por hacer la última salida, especialmente a dos edificios dignos de verse: la Plaza de Toros y el Palacio de la Aljafería. El primero estaba cerrado, pero igual llegamos a él, lo rodeamos y fotografiamos. El segundo, estaba por cerrar (a las 18 hrs.), por lo que procedimos sólo a caminar por sus alrededores. ¡Se veía monumental! Es una construcción del siglo XI durante el esplendor de la dominación musulmana en la Península Ibérica. Fue residencia de varios reyes musulmanes y también de los Reyes Católicos. Posteriormente, fue palacio-fortaleza, cuartel, así como sede de las Cortes de Aragón. Está catalogado como Monumento y Patrimonio de la Humanidad. Con esa visita dimos término a nuestro recorrido por Saraqusta, como fue conocida en el mundo islámico de su tiempo.
Al día siguiente, de madrugada, 6 am., estuvimos esperando un uber que no llegó e igualmente cobró la carrera, 🥴😤. Tuvimos que reemplazar rápidamente al desertor por un taxi que iba pasando por la avenida -¡por suerte!-, mientras nosotras esperábamos a 4 grados de temperatura. Teníamos que tomar un tren de alta velocidad -Iryo-, que nos llevaría en una hora y 20 minutos a la capital española. Aquello sí ocurrió con total éxito, aunque lo que nos complicó un tanto fue la ubicación de nuestras maletas "grandototas", pero lo logramos. Ya en Madrid, la historia fue otro cantar, de lo que os iluminaré en el próximo relato. ¡Hasta prooonto!
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