Así es. Estamos en Barcelona, ciudad condal a la que llegamos el jueves, merced a Iberia, bien alimentadas, al menos en el viaje desde Santiago a Madrid. En el otro, desde la capital española hasta Barcelona, nos mantuvieron a dieta. En todo caso, en este último tramo sólo estuvimos en vuelo 50 minutos, para lo cual no era necesario ingerir nada. Nos bastó con llegar a la puerta de embarque 10 minutos antes de la salida luego de pasar por revisión de documentos, escaneo de equipaje de mano, confirmación de que realmente era h2o lo que llevábamos en las botellas de agua mineral, subirnos al tren de acercamiento al Terminal 4 del Aeropuerto de Barajas, subir y bajar escaleras por donde las hubiera, buscar la Puerta J, ¡uff, etc., hasta que logramos llegar cuando quedaba poco para que cerraran la puerta de embarque. Después de eso, todo bien. Podíamos resignarnos a no echar nada "al buche" pues habíamos logrado hacer conexión como Dios manda.
Por eso, al llegar a Barcelona ya no nos importó que estuviéramos esperando un buen rato nuestras maletas en la Cinta 14 en lugar de la 15, 🤣, en donde las encontramos después de que la Eli se dio cuenta que estábamos dando jugo en el lugar equivocado. ¡Cero comprensión lectora de información aeropuertística, 😒! ¡Pobres maletas! Daban vueltas y vueltas sin que nadie tuviera piedad de ellas y las recogiera, 🤭. En fin, suele suceder hasta en las mejores familias, 🙈... Luego de averiguar valores de trayecto del Aeropuerto a nuestro alojamiento en Poblenou, en bus, taxi, uber, para abaratar costos, nos fuimos en un uber, que demoró tanto en llegar que -¡27 minutos!-, cuando nos recogió estábamos en proceso de semicongelamiento (4 grados, 🥶). Lo importante es que nos dejó donde correspondía, lugar en el que debimos pagar un suplemento para conseguir que nos entreguen la habitación de inmediato, casi 11 horas am., además de pagar un impuesto municipal, que en viajes anteriores no cobraban a los turistas, 🙄.

Luego de asearnos y adecentarnos un poco, 😉, partimos a conocer la playa 😎 cercana a unas 4 cuadras, donde no duramos mucho tiempo porque amenazaba lluvia; había bastante viento ...y estaba ¡heladísimo! Para llegar hasta el centro de la ciudad, caminamos hasta la estación de metro más cercana (preguntando se llega a Roma), compramos un "billete" familiar y nos fuimos hasta el Passeig de Gràcia, estació a unas 3 cuadras de Plaza Catalunya. Una vez allá, ya bien ubicadas, luego de fotografiarnos con las palomas y averiguar datos del bus turístico, nos fuimos a recorrer la Rambla y a conocer el Mercado de la Boquería. Obvio, luego de ver tanta maravilla de productos nos dio hambre, así que nos abocamos a buscar un restaurante, donde por 16,5 € nos ofrecieron un almuerzo completo, con entrante, principal, pan, bebidas o vino y postre. ¡Quedamos total y absolutamente satisfechas! Así que, después, la consigna fue caminar para quemar calorías extras.

El Monumento a Cristóbal Colón y todo el sector aledaño con sus bellos edificios recibió nuestra visita a continuación. El día se había estabilizado y, aunque había un viento helador, por el momento se había alejado la amenaza de lluvia. Iniciamos el camino de regreso a la Plaza Cataluña, pasando a comprar los primeros souvenirs e incursionando por un pasaje angosto y antiguo que nos atrajo. Luego, vitrineamos en una zapatería, fuimos a conocer la Casa Batlló de Antonio Gaudí, más la Casa Amtller, pasamos a comprar unas botellas de agua y nos dirigimos de regreso al alojamiento usando el metro. Ya había oscurecido. Algo nos extraviamos para llegar al hotel, que nos significó retroceder y caminar de nuevo un par de cuadras, pero nada más, 🤭🤭. Luego de tomar ☕ o té caímos como sacos de papas en los brazos de Morfeo. Durante el vuelo, nadie había 😴 lo necesario y estábamos rendidas de cansancio. Dicen, 😉, que yo había dormido "todo el rato".

Nuestro segundo día en la ciudad del Barsa, despertamos temprano. La idea era llegar a la plaza principal antes de las 9 horas, para aprovechar al máximo el boleto del bus turístico por 24 horas. Alcanzamos a llegar a la primera salida. Además de aprovechar de conocer los distintos lugares y monumentos icónicos de Barcelona, usando ambas rutas del City Tour, nos bajamos también en dos estaciones de trenes y buses, con el fin de adquirir nuestros pasajes para llegar a la siguiente ciudad de nuestro itinerario. Entre bajadas, subidas, recorridos y almuerzo, anduvimos en el bus panorámico hasta las 19 horas, del cual nos bajamos algo cansadas y congeladas, luego de lo lento que fue el desplazamiento en el último tramo del trayecto, en hora punta de un viernes por la tarde. No logramos entrar a todos lo lugares emblemáticos pero conseguimos visitar los más destacados: las casas de Gaudí -Batlló y "La Pedrera"- la Iglesia Sagrada Familia, la montaña Montjuic con el Museo Nacional de Arte, la Plaza España, la Plaza de Toros o Arena Barcelona como se llama en la actualidad (luego de su reconversión por la prohibición de las fiestas taurinas), el Arco del Triunfo y la Ciutá Bella, todo el sector portuario y el Paseo Marítimo. También recorrimos un Mercadona (supermercado) admirándonos de los precios, varios mucho más convenientes, aunque parezca increíble, que en nuestro país.
Al terminar el tour y antes de tomar el metro hasta el hotel, nos quedaron fuerzas y entusiasmo para ir a hacer shopping a El Corte Inglés, tienda de marca mundial, de la que vitrineamos su segundo piso -ropa femenina-, sin comprar nada, 🙈🙈. Los precios estaban de miedo 😨 😱 ...¡de caros, 😂 😂!
La segunda noche en el Travelodge fue muy distinta a la primera. El calor en la habitación y alguna que otra maña no nos permitió dormir como hubiéramos querido. Estuvimos largo rato despiertas, cada cual luchando con sus demonios...o ángeles, 😇. Los ronquidos iban y venían, hasta que las alarmas de las 7 a.m. nos salvaron de la incomodidad y a la ducha se ha dicho. Fue una mañana relajada, pues abandonaríamos Barcelona a mediodía. Salimos a desayunar a unas cuadras del hotel en un café que habíamos dejado visto la tarde anterior, pero debimos dar unas vueltas antes de que el local estuviera listo para atender a semejantes personalidades. Mis amigas pidieron unos ricos sanguchotes con jamón serrano, mientras esta servidora se conformó con un croissant que no fuera de chocolate, acompañado de un café americano. Aunque Eli y Marce querían lo mismo, no lo pidieron de la misma manera, así que les trajeron un coffe de aquéllos intensos e intomables, en tazas para enanos. No pudieron bebérselos, de lo que me aproveché yo, que con un poco más de agua caliente, terminé tomando 2 americanos intensos, tanto, que terminé con un malestar estomacal que me tuvo preocupada por el viaje que se aproximaba. Por suerte que no pasó a mayores, pues no habría sido ni una gracia tener dificultades en pleno viaje, 😒😏. ¡Nada pasó, ¡uff! ¡Salvada! 🤪🤪. A pesar de tomar café de más -o no tomar, en el caso de mis compañeras de viaje- quisimos preparar la cantidad suficiente en el termito de Marcela, con tan mala suerte, que cuando lo buscamos fue imposible encontrarlo, llegando a la conclusión de que lo habíamos dejado abandonado en las gradas frente a la Estación Nord la tarde anterior, cuando fuimos a comprar los pasajes. Lo triste es que, además de ser un regalo reciente, era un artefacto de primera necesidad en este clima invernal. En fin, son gajes del oficio de viajeras... A mediodía ya estábamos arriba de un bus Alsa, que nos llevaría a nuestro segundo destino catalán : Tarragona. Hasta pronto.






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