martes, 26 de marzo de 2024

Déjame que te cuente, Mirella ...[6]

   


¡Querida Mirella! Ya algo te conté de lo último vivido en este mes, pero como no me resulta cómodo "conversar" contigo cuando voy a verte, resulta más fácil hacerlo a través de lo escrito. Si tu esencia, naturaleza, alma, espíritu o lo que fuera de ti que pervive más allá de lo conocido por nosotros, simples mortales, seguro ya sabes todo lo sucedido, lo  que pienso y escribo. Sin tener ninguna certeza, al igual que cualquier ser humano, me aferro a la infantil idea de que no desaparecemos del todo, que algo de nosotros queda o se transforma, desprendiéndose de ataduras físicas. Tal vez hay algo de eso o quizás sólo sea una ilusión... Nunca lo sabré mientras esté por estos lugares, a merced del tiempo, del espacio y de mis circunstancias. Por eso, déjame que te cuente, una vez más.

  Visitar Tailandia en vivo y en directo, hasta hace un año me habría parecido imposible. Había disfrutado con entusiasmo y casi con incredulidad videos de viaje por ese país. Precisamente, había visto a Claudio Iturra visitando y explicando lo mismo que tuvimos la oportunidad de ver  los 32 viajeros que conformábamos el grupo del que yo fui parte hasta hace unos días. Recordaba claramente aquello del Mercado Flotante, del Mercado Ferroviario, de algunos templos, de las Mujeres Jirafa, por ejemplo. No he seguido viendo esos programas, pues su conductor no me simpatiza lo suficiente, por un tema personal del que no hay necesidad de entrar en detalles. No obstante, cuando una amiga de viajes me comentó que había realizado un tour con la agencia Masaitravel (de Claudio Iturra) y había tenido una muy buena experiencia, lo pensé. Pronto me vi en la búsqueda de alternativas de viajes a destinos más desafiantes y apareció éste de Tailandia. Pedí antecedentes y me lancé. La decisión no pudo ser mejor. 

  ¡Qué maravilla habría sido compartir este extraordinario viaje contigo! Seguramente también habrías andado algo "achacada" con el calor intenso y la alta humedad, preocupada de tu larga cabellera, pero no me cabe duda que tus ojos asombrados y tu sonrisa habrían aportado a la  iluminación de las noches en Bangkok. ¡Ya imagino tu rostro a mi lado en aquella noche en que recorrimos sus calles arriba de los tuk-tuk mientras regresábamos al hotel en caravana! Habría sido hermoso contar con tu compañía. Sólo me queda desearlo e imaginarlo.

   Déjame que te hable de mis impresiones, querida hija, y que comparta contigo, lo vivido... 

 Me causó una profunda impresión la mezcla casi imposible, pero real de lo ultramoderno y de lo tradicional y ancestral, si puede llamarse así. Resulta sorpresivo, de pronto, caminar por la plataforma de vidrio de un edificio de 314 m.de altura y luego estar, a unos kilómetros de distancia, navegando por los canales donde vive una comunidad entre el agua y la tierra cargada de humedad, que sobrevive de la horticultura, de los souvenirs y de la curiosidad de los turistas. Algo similar sucede a poca distancia en el Mercado Ferroviario. Un hecho cotidiano que se transforma en novedoso y curioso para los visitantes, otorga la oportunidad a los residentes del lugar de mejorar sus ventas y, por tanto, sus vidas. No es diferente la situación de las Mujeres Jirafa, que venden sus propios productos y de otros, que venden sus imágenes y las de sus hijos, para sobrevivir en un mundo prestado (ellas llegaron desde Myanmar, ex Birmania, huyendo de la guerra).  

  No creas que luego de actuar como turista que soy en este caso, con similar actitud de intrusión, me las doy de moralista y activista. Para nada. La necesidad de sobrevivencia de esa gente (como sucede en todas las partes del mundo factibles de ser visitadas por turistas) les obliga a actuar como comerciantes de su quehacer, de su arte, de su modo de vida. Y es lícito y comprensible. Pero abruma ver cómo algunos turistas, entre ellos, algunos de nuestros compañeros, abusan de aquello. A esas alturas ya no les importa la actividad y/o la persona "exótica"; importa la performance de cada cual con la persona y/o actividad. Creo que mis años y mi poco grácil figura,😂, me han impedido caer en el abuso. Probablemente si natura hubiera sido más generosa conmigo estaría en las mismas que algunas de mis compañeras viajeras, 🙈 . 

  Partiendo por lo geográfico, debo señalar que este destino queda bastante lejos. Supone, con suerte, un día y medio de vuelo, con los consiguientes problemas de cansancio, mal dormir, aburrimiento y otra serie de pequeñas molestias dependiendo de cada organismo y persona. Sin mucha suerte, puede significar un viaje de dos y más días. Al llegar allá, según sea el mes del año, el calor y la humedad te apabullan. Pero todo está bien, pues tienes posibilidades de aminorar los efectos con mucha agua, aire acondicionado y toallitas húmedas, de todo lo cual estábamos muy bien provistos por la agencia. La amabilidad de la gente impresiona. La sonrisa y la deferencia son pan de cada momento. La urbe, Bangkok, es multitudinaria, con un tráfico intenso, por lo tanto ruidosa y algo caótica. El paisaje urbano está plagado de altos edificios, entre los que aparecen numerosos templos budistas y, cada ciertos tramos, la imagen de los reyes, omnipresentes. La ciudad es colorida, con abundancia de carteles publicitarios, hasta el extremo de caer en la contaminación visual. Los autos, motocicletas y tuk-tuk son parte del paisaje urbano. A donde quiera que vayas debes ir con tiempo, pues no es fácil ni rápido desplazarse por las atestadas avenidas.    

  Hay sectores populares y muy atractivos de visitar. Uno de ellos es Chinatown (el Barrio Chino), que de la noche hace día, con decenas de puestos de venta de comida, con restaurantes de diverso nivel, peluquerías, locales de masajes, souvenirs, etc., con sus anuncios luminosos y coloridos, de tamaños diversos, que contribuyen a crear una atmósfera de fiesta y de irrealidad. También está la Calle de los Mochileros (Khao San Road), con sus incontables locales comerciales de un cuánto hay, entre lo que llama la atención, por ejemplo, la venta de carne de cocodrilo y/o de insectos asados. Allí se puede comprar a muy buen precio souvenirs, ropa, bolsos y maletas entre otras cosas, especialmente si se ha aprendido algo del arte de regatear.  

  Las cercanías de los templos más visitados y lugares aledaños a la ribera del Río Chao Phraya se observan bullantes de actividad comercial. Todos ellos cobran vida con los visitantes, ya sea nacionales o extranjeros. Se ve a muchos chinos, a los que se les mira con recelo, por su actitud avasalladora y de copamiento. Todo lo invaden, literal y metafóricamente,😂😂. Los templos son enormes complejos de construcciones bellísimas, con una ornamentación extraordinaria y un estilo ya reconocido en los centros de oración de la religión Budista. El material utilizado, el preciosismo de las terminaciones, el colorido extraordinario, las figuras mitológicas y guerreras presentes a cada paso, todo contribuye a que uno se sienta casi conmocionado y sobrecogido sin ser creyente. Cuando uno piensa haber visto el templo más bello, surge otro, casi superior o tan hermoso como el anterior. O, sin ser digno ejemplar de belleza o perfección arquitectónica, es el sobreviviente a la invasión birmana del siglo XVIII, o es el más antiguo con estupas en forma de mazorca, o, tal vez, el único con una construcción de este tipo de tal magnitud que permite subir e ingresar a su interior. O los templos en que Buda aparece en sus distintas posturas, tamaños, materiales de construcción, como, por ejemplo, el Buda de Esmeralda, el Buda Reclinado o el Buda de Oro.

   Las excelentes guías locales, Carolina en Bangkok, Apple en Chiang Rai y Chiang Mai, nos informaron de forma minuciosa acerca de lo que íbamos viendo y  visitando. Ellas compartieron con nosotros la visión de mundo de los tailandeses, de su creencia en la reencarnación, de la necesidad de vivir muchas vidas para acercarse en parte a la perfección y sabiduría  de Buda, todo muy alejado a nuestras creencias y, en particular, a la mía. Esa manera de ver el mundo y la vida terrena, los hace ser como son, acogedores, sonrientes y buenas personas en general.  

   La comida fue a veces un problema para nosotros. El uso de mucho curry (verde, rojo, amarillo y otros) y diferentes tipos de ají eran un verdadero suplicio. La comida thai es picante. Así que debíamos optar por lo que tuviera menos curry (que para nuestro paladar no era "poco") o lisa y llanamente aquel plato que no tuviera nada de curry o "chili". Se usa mucho la carne de pollo y de cerdo y algunos pescados, mucho camarón en las preparaciones. Prácticamente nada de carne de vacuno, que echamos de menos. La fruta fresca es abundante, en especial, la sandía🍉, piña 🍍, el melón 🍈,  la papaya y el mango 🥭.El coco, la piña y la naranja omnipresentes en jugos. También encontré frutos conocidos en Colombia, el mamón y el mangostino. Los desayunos en hoteles y resorts hubieran sido pantagruélicos, si uno hubiera querido. Tenían todo tipo de preparaciones saladas (comida), ensaladas, pastelería, frutas. Yo opté por ser cuidadosa sirviéndome jugos, yoghurt, frutas y café. Las veces que comí pan no pasó de una rebanada. Igual subí algo de peso, 😂 🙈. Durante los almuerzos y cenas, casi siempre tipo buffette, me servía un poquito (una cucharada) de cada plato que no sea picante. Me gusta la comida con ají, pero del nuestro. Arroz probé muy pocas veces (el equivalente al pan nuestro en los tailandeses). Cero bebida, salvo en unas comidas de campamento en playa, porque no había otra alternativa. Y a cada rato, agua, agua, agua (sin gas, eso sí, 😥😢). Hasta para lavarse los dientes, así el resorts hubiera sido de 5 estrellas, la recomendación era utilizar agua embotellada.    

   Lo que hizo extraordinario el viaje no sólo fue el lugar, el programa de actividades, sino también la actitud y trabajo de los guías chilenos (así como los thai), 4 jóvenes estupendos: Vicente, Nicolás, Javiera y Macarena.  Preocupados de cada detalle, de cada situación particular, para solucionar cada impasse a la brevedad. De proveerte de agua helada y toallitas húmedas a cada rato, de entregarte un chips para contar con comunicación a cada paso, de sacarte fotos cuando quisieras, de cuidar de tu seguridad en cada momento, de proveer de jugos y alimentos durante visitas a lugares alejados de los alojamientos. Hasta te ayudaban a regatear en tus compras si andaban por ahí cerca, 😉 😉. Y la entrega de un sobre (recurso último de salvataje en suelo extranjero) con las direcciones de los hoteles y dinero extra a cada uno por si se diera el caso de que alguien se extraviara, fue el sumum. De esta manera, no habría problemas para tomar un taxi y regresar al hotel sin inconvenientes. ¡Todo pensado! ¡Una inversión que valió realmente la pena!

  Déjame que te cuente, Mirella, que tu imagen sigue acompañándome allá donde voy, tanto en mis recuerdos como colgando de mi cuello, siempre conmigo.

   








domingo, 24 de marzo de 2024

Regresando de Asia...

    

    Ya se acalló el acento thai, tan extraño a nuestros oídos pero tan musical a la vez y suave, en general, como el trato, extraordinariamente amable, deferente y sonriente de los tailandeses que nos atendieron en distintos hoteles, resorts, restaurantes, sitios de visita. Ese acento acompañado de sonrisa y gesto de inclinación de la cabeza y unión de las dos manos, también  es, según tengo entendido, parte del saludo de los habitantes de otras naciones de ese sector del planeta. Esa diferencia y amabilidad es la que nos falta a nosotros la mayor parte del tiempo. El tailandés, se nos dijo, no se preocupa del futuro, vive el hoy, el presente, y por eso sonríe y agradece.    

   Pasamos el último día en Bangkok. Volvimos de las maravillosas playas a la gran y populosa capital. Salimos a las 10 de la mañana del lunes 18 de Krabi (al sur de Tailandia) y ya, pasadas las 13 horas, estábamos de vuelta al hotel del inicio. Algo desesperados, porque todos, cuál más, cuál menos, queríamos gastar nuestros últimos bahts y realizar las compras pendientes, 🛍 🛍 🛍.  Teníamos para ello, en teoría,  4 y media horas, que se reducían a menos de dos, si se consideraba una hora de ida, otra de regreso (según el tráfico, bastante infernal en horas punta). Había otra desventaja: los guías, nuestros guías, no nos acompañarían, 😒. Así que tendríamos que "batirnos" solitos por la inmensa urbe. Lo que sí hicieron ellos, fue conseguirnos taxis  o van para llegar al centro en grupos y según destino. Yo quería ir a la Calle de los Mochileros (Khao San Road), donde había muchos locales a orillas de vereda con un cuánto hay de productos. 

    Una vez recibí la habitación me apuré en ir a dejar el equipaje y bajar enseguida. Me uní a un grupo de 5 compañeros más que tenían el mismo objetivo. Cuando ya estuvimos allá nos pusimos de acuerdo en la hora y lugar de encuentro para el regreso y nos "lanzamos" al ataque. Esto era transpirar y transpirar porque hacía un calor sofocante, tratando de esquivar a los insistentes vendedores que veían en cada uno de nosotros la venta del día. Lo primero que compré fue una maleta para bodega, porque la que había llevado, además de estar en las últimas, era chica para ir a bodega, pero grande para cabina. Eso no me permitía aprovechar el cupo de kilos que tenía en bodega. Compré casi toda la lista que había elaborado, regateando como una avezada compradora. 

  Cuando iban a ser las 16 horas, me fui acercando al lugar de encuentro. De pronto, escuché mi nombre. Eran mis compañeros, que estaban sirviéndose una Singha en un restaurante  al paso. Fui hasta ellos y los imité. La cerveza estaba fantásticamente helada, ¡deliciosa! Regresamos al hotel. Demoramos una hora completa, 😒, en llegar a nuestro destino. 

 A las 18,30 h. teníamos cita para concurrir a la Úúúúltima Cena, para la cual había que "arreglarse", partiendo por una buena ducha con lavado de cabello y ropa semiformal. Me puse un vestido comprado ad hoc, de colores fucsia. Por más holgado que era, igual me veía rellenita, 😂 😂 😂. ¡Nada qué hacer! Aunque la mona se vista..., 🙈 🙈.  Nos llevaron a un restaurante a orillas del Río Chao Phraya, donde nos ofrecieron un té frío en cuenco. No sé qué tendría de especial el té (que era de una fruta deshidratada que se veía al fondo de la taza-cuenco), pero no le encontramos nada de extraordinario. ¡Qué poco sabemos valorar los occidentales, a veces, lo que no conocemos! Desde allí se tenía una privilegiada panorámica del río y sus alrededores. Esta vista se optimizó cuando nos subimos al barco-restaurante en que cenaríamos esa night al mismo tiempo que recorreríamos el cauce del río más largo e importante de Tailandia.   

   Fue una actividad que estuvo a la altura nuestra (🤫) y más allá. La cena era de siete tiempos, una delikatessen. Con preparaciones en pequeñas cantidades (¡nada qué ver con el restaurante "Juan y Medio", 😂), artísticamente presentadas, con uso de hielo seco, con el correspondiente efecto visual, que, personalmente, en mi reducido mundo de profesora jubilada no más, 🤭🤭, nunca había experimentado. En el ámbito de lo bebestible, teníamos ¡¡¡bar abierto!!! ¡Eh,eh,eh! 🎶...¡Cuidado! No vayan a creer que levanto el codo más de la cuenta, 😂 😂. Sólo en ocasiones especiales y de manera razonable, 😉. Pedimos un vino tinto,🍷 🍷.  Estaba rico. Nos habría gustado un vino tailandés, pero éste había que pagarlo y costaba 2.990 bahts, es decir, $ 80.800 ¿No será mucho, Lucho? Desistimos, pero nos dieron a probar una copa. Estaba rico, pero nunca como para costar esa cantidad. En todo caso, no soy enóloga, amigos; sólo consumidora amateur, 😉.     

   El paseo y la cena tuvo un plus. Se les entregó un presente ad hoc a los viajeros frecuentes (un hermoso 🐘 de un buen tamaño), en tanto todos recibimos una carpeta con una foto grupal y personal de recuerdo más un mensaje del fundador de la empresa, Claudio Iturra. Fueron unas horas mágicas, digno cierre de la aventura por Tailandia, la Joya del Sudeste Asiático,  el País de las Sonrisas.

   Al día siguiente, ya a las 8,30 estábamos arriba del bus en dirección al Aeropuerto de Bangkok. Nuestro vuelo partía a las 12,30, en dirección a Ámsterdam, Países Bajos. Ocuparíamos casi 12 horas de nuestras vidas en llegar allá, con la ventaja que retrocederíamos en el tiempo 6 horas. ¡Nada mal, si uno aspira, de cualquier manera, a ser más joven, 😁 😂 😂! Tuvimos un tiempo de espera de poco más de dos horas, que no nos dio ni tiempo a vitrinear, 🙈. Y ya era hora de subirse a un nuevo avión,  esta vez en dirección a Santiago de Chile, pero con escala en Buenos Aires, con 14 horas de vuelo. 

   [Entre paréntesis: a algunos nos habían quedado varios bahts que no alcanzamos a gastar en Bangkok. Una vez que pasamos todos los registros en el aeropuerto, antes de abandonar Tailandia y quedarnos con dinero que no nos iba a servir en ninguna otra parte, nos dimos a la tarea casi de gynkana de buscar productos en qué gastarlos, claro que con la tremenda desventaja que en estos lugares cualquier cosa cuesta el doble o triple de su valor en la ciudad. Así y todo, invertí mis 750 bahts ($ 20.000) en caramelos de coco, tamarindo, durian -una exótica fruta tailandesa-  y mangostino -fruta tropical, conocida en viaje a Colombia-. ¡Ah! y unos chicles. Y en eso se fueron las lucas, perdón, los bahts. Sólo me quedó un billete de muestra, con la cara del rey, que uno se la encontraba hasta en la sopa, 😉. ¡Perdón, su majestad! Cierro paréntesis].

   Para qué hablarles de lo que hicimos en las titantas horas de vuelo, las distintas posturas que intentamos para poder dormir, las películas vistas, los paseos al baño, las comidas ingeridas, algunas muy sabrosas, otras, para nada, etc.etc. Y en cada conexión, volver a pasar por escáneres y revisión  exhaustiva (a pesar de ello, todo fue bastante expedito en comparación con la ida, en que tuvimos una espera de 10 horas en el Aeropuerto de París). La angustia que casi nos embarga cuando en Buenos Aires se atrasa el vuelo por mal tiempo. ¡Es que "chovía" a cántaros, con relámpagos incluidos! Suerte que no fue tanta la espera, cerca de una hora nada más. Una vez en altura, el cielo estaba despejadísimo, mientras bajo nosotros las nubes seguían cargaditas de agua. 

   Al realizar mi declaración del SAG, antes de llegar a Chile, recibí un mensaje de revisión de equipaje. ¡Nooo! 😢😭, pensé. ¡Qué mala pata! No era que trajera nada prohibido (lo más peligroso era un paquete de té de jazmín tailandés, sellado, y unos chips de coco, sellados). El problema era abrir la maleta y poder, luego, volver a ordenar todo, con la correspondiente demora. Me resigné y, al tener conmigo el equipaje, partí, como Juana de Arco, digna al sacrificio, luego de despedirme de varios de mis compañeros de viaje y de los amorosos guías. Mostré mi declaración con el mensaje y, con una sonrisa, el funcionario me dijo: "Muy bien, puede irse", 🙄. O sea, ¿era para puro asustarme? ¿Para ver si eludía el control? Probablemente. En fin, salí feliz a buscar el Tur bus, que me llevaría el Terminal Alameda, donde tomaría otro Tur bus, que me traería al Terminal O'Carroll de Rancagua, donde pediría un Uber, que me conduciría a palacio, lugar donde me esperaba el quinto piso inundado de h2o debido a un problema con el desagüe que comparto con el depto. vecino. Pero como aquello de entrar chapaleando a mi palacio es harina de otro costal, o sea, tema para otro relato, lo obvío por el momento.    

   Así culminó, amigos, mi aventura por Tailandia, maravillosa, variada, completísima en experiencias, con cero costo extra (salvo las compras personales), en excelentes hoteles y resorts, con seguridad al cien por ciento, atendidos y regaloneados al máximo. En síntesis, uno de los mejores tours realizados por esta personilla. Y como lo bueno hay que repetirlo en la medida que se pueda, pronto habrá noticias. Por de pronto, me queda la síntesis detallada, que compartiré con mi ser más querido, a la brevedad. Hasta pronto.




jueves, 21 de marzo de 2024

En la playa sin Di Caprio...

 

   Estamos en Krabi, sur de Tailandia, región conocida mundialmente por sus numerosas islas y bellas playas. Llegamos el jueves al anochecer. Realmente han sido días paradisíacos en cuanto a paisajes, islas, playas, hoteles y resorts. El único punto negro ha sido el calor. ¡Ah! casi me olvido, también el ataque de las medusas y las avispas de mar, que dejaron a varias víctimas enronchadas y adoloridas (no más que eso). Suerte que no atacaron a la víctima número 1 del grupo, que si no hasta yo estaría rezando por su recuperación (¡qué mala soy!, 🤪😈). 
  Krabi es una ciudad al sur de Tailandia, en la parte delgada de su territorio, en las cercanías a Malasia, a orillas del Mar de Andamán, perteneciente al Océano Índico. La ciudad tiene unos 80 mil habitantes y la provincia, del mismo nombre, se acerca al medio millón, aproximadamente. Está a una distancia de 783 kms.de Bangkok, de allí que nos desplazamos hasta acá en avión ✈.Es una urbe esencialmente turística, con mucho comercio y locales de servicio de alimentación y alojamiento. No se ve muy ordenada, más bien al contrario, algo caótica, con presencia de visitantes de diversas nacionalidades y razas. Parece una ciudad cosmopolita, de mucha actividad, con locales de entretención y alimentación abiertos las 24 horas del día. En cuanto al clima, desde noviembre hasta abril es verano, sin lluvias, caluroso y húmedo. Estos días las temperaturas han oscilado entre 33 a 36 grados, con sensaciones térmicas superiores a 40°, mientras la humedad ha llegado hasta el 98%. Para quien no está acostumbrado a este calor y con este porcentaje de humedad, no resulta fácil de soportar, salvo que se esté a la sombra o con aire acondicionado.  

   Estuvimos 3 días completos en Krabi, con cuatro noches en el "Resort ShellSea" (⭐⭐⭐⭐⭐), un lugar maravilloso, con playa privada, la que prácticamente no ocupamos porque nos dedicamos a recorrer la costa y las Islas cercanas a Krabi, varias de ellas famosas por haber sido locación de un par de películas. Una, de James Bond, el año 1974, llamada "El hombre de la pistola de oro" y otra de Di Caprio, año 2000, llamada "La playa". Esos "títulos" han amplificado sobremanera la presencia de visitantes extranjeros. Pero, vamos por parte.

     Viernes 15

** Visita a la Isla Hong: fue nuestra primera visita insular. Durante el viaje de ida, logré ubicarme en la proa de la embarcación sin inconvenientes, debido a que estuve en el grupo que abordó primero. Eso me permitió una buena  visión de la gran cantidad de islas que conforman parte del territorio de Tailandia, además de obtener una buena provisión de fotografías de primera mano. La peculiaridad de las islas es que son de relieve irregular, de conformación rocosa, algunas con formas asimilables a lo conocido. Llegamos a esta primera isla a través de un largo y colorido muelle plástico y bamboleante. Caminamos por tierra unos cinco minutos hasta llegar a un rincón de la playa de arenas blancas y finas, de aguas cálidas y de profundidad ideal para las personas como yo (chicocas, 😁). ¡Fue nuestro primer contacto con el mar y las playas de la Joya del Sudeste Asiático. ¡Delicioso! Estuvimos no más de 50 minutos, pues de allí debíamos partir a otras ínsulas. 

** Isla James Bond, cuyo nombre es Tapú ('clavo' o 'uña' ): más que isla es una formación rocosa escarpada, de unos 20 metros de altura. Allí, por razones obvias, no nos bajamos ni atracamos (no se puede) . Lo que sí hicimos fue detenernos frente a ella y uno por uno, posar con pistola en mano. ¡Qué ridículos!, 😂 😂.  ¡Yo también lo hice, 🙈! Nos ubicábamos en la proa con las poses elegidas y uno de los guías nos fotografiaba. Creo que no publicaré esas fotos; quedarán para mi álbum personal y supersecreto (como James Bond, 😂), porque no son precisamente mis mejores tomas. Decididamente no soy fotogénica.

 ** Isla Ko Yak Noi, del árbol gigante: allí almorzamos, no en un restaurante, sino bajo un techo básico, con piso y mesas, frente a la playa. La comida había sido traída en viandas por los guías.  Estaba caliente. Mientras ellos instalaban la mesa de autoservicio con los implementos y viandas, algunos fuimos a conocer el árbol más gigante de la isla, un ejemplar de Shorea Laevis, con un tronco bastante ancho e irregular. Una vez de regreso, dimos cuenta de la comida, que variaba entre el típico arroz tailandés, los tallarines de arroz, la carne de pollo, los arrollados primavera, acompañada de agua o bebida, terminando con postre de frutas y/o café.  
   Un rato de descanso y regresamos al continente, la mayoría en calidad de amebas o algo parecido por el calor. Luego, a subirse a las Van que nos conducían al resort. A las 16 horas estuvimos de vuelta, con un par de horas a favor nuestro para el descanso y/o entretenimiento. Yo me dediqué a refrescarme con una buena ducha, un lavado de cabello (que estaba como esparto a pesar del lavado diario). También estuve escribiendo un poco. A las 18,30 debíamos estar arriba del bus, destinado a usos fiesteros al parecer, pues en el primer piso tenía mesas y asientos como para consumo grupal. ¡Raro!😆😉.

  Pronto llegamos al lugar de la primera Cena en la ciudad de  Krabi. La sorpresa fue mayúscula pues el, "comedor"  estaba al aire libre, bajo luces y adornos varios, mesas dispuestas y cocineros y garzones ídem, para disfrutar de una cena buffette de nivel superior. Al mismo tiempo que disfrutábamos del alimento, había un par de jóvenes que amenizaban el evento con música anglo conocida. La joven tenía una bella voz. Algunas canciones conocidas fueron coreadas por mis compañeros. Yo, cero inglés, así que no fui parte de los coristas. Al ir terminando se nos dio una hora para ir a pasear por la Avda. Costanera y/o vitrinear. Ya eran las 20 horas. La cantidad de locales era inmensa. Varios de ellos se vieron privilegiados por nuestra visita. Alguna cosilla pasó a nuestro poder pero poca cosa. No tuvimos suficiente tiempo. Cuando llegamos al lugar del encuentro nos pidieron que nos "instaláramos" en unos escaños, porque pronto comenzaría un Show de fuego. Frente a nosotros, en la vereda, se estaban preparando los artistas.

   Show de fuego: comenzó a las 22 horas. Fue extraordinario. Diferentes piruetas y pruebas, por un largo rato. Uno de los artistas principales nos dedicó algunos números, así que luego aportamos a su show con las propinas correspondientes. Yo había visto, al menos en dos ocasiones, este tipo de show, pero nunca tan duradero y variado. Con esta actividad dimos término  a las actividades de ese día, que se habían extendido más allá de lo presupuestado. Todo muy bien, eso sí. 

Sábado 16 

   Es un nuevo día en Krabi, Tailandia. Día de playas y de islas. Día de cielos azules, de mar y de navegación. De calor y agua mineral helada para contrarrestarlo. Día de navegación deliciosa entre islas; de fotos maravillosas y de selfies. 

    La Isla Railey Bay, con su Cueva Phra Nang y sus penes tallados de madera para homenajear a la diosa de la fertilidad recibió nuestra visita en primer lugar. Allí mismo estaba la Playa Princesa, casi protegida tras unas islas de superficie relativamente pequeña, pero altas de relieve, de nutrido e intenso color verde oscuro. En tanto, a un costado de la playa, unas formaciones rocosas en altura se extendían por sobre el agua, mostrando sus estalactitas colgantes sobre el mar. Bello lugar, que además albergaba dos sectores de práctica de escalada, uno en la misma playa Princess. Allí estuvimos a lo menos una hora, caminando, disfrutando del esfuerzo escalador de otros y bañándonos. Pronto nos espantaron las medusas y avispas de mar, que andaban en abundancia y atacaban a mansalva. Recibí unos piquetazos en brazos y piernas. Después de unas fotos, salí arrancando del agua, 🏊‍♀️🏃‍♀️ del agua.    
  De ese lugar nos desplazamos hasta el sector denominado Cuatro islas. Visitaríamos un rato una de las pequeñas, Koh Mor, que según sea la marea, deja al descubierto un banco de arena que permite llegar caminando a una isla cercana, también pequeña, Koh Thap Podríamos haber hecho ese trayecto, pero nos quedamos en la primera playa. Había mucha gente. Por suerte no nos dieron demasiado tiempo en ella, pues no había vegetación a la orilla (la playa era el banco de arena) y el sol era calcinante. En un breve lapso me metí dos veces al agua para aminorar el calor. Antes de la hora de encuentro, nos fuimos con Ruth a la embarcación. Ese día Claudia se había quedado en el resort pues no se sentía del todo bien. 
   Partimos, por suerte, rumbo a la Isla Koh Poda, una de las grandes de las cuatro, con aguas turquesa, extensa playa de arenas blancas y práctica del esnórquel. Allí almorzamos de la misma forma que el día anterior: una comida de campamento, con unas cuatro variedades de comida, postre, bebida y café. Todo, por suerte, bajo la protección de un techo que, con unos árboles, daba sombra a un sector de playa donde dejamos nuestras esterillas para descansar después del almuerzo. Varios partieron a practicar esnórquel, a menos de 100 m. de donde estábamos. Yo ni siquiera lo intenté, pues apenas floto en un lugar en que dé pie (que no puede ser muy profundo por razones obvias, 😂). Suerte que no lo hice, pues otros que lo intentaron debieron desistir rápidamente. Algunos fueron atacados por medusas furiosas, 😠🐙. Debe haber sido una experiencia hermosa, pero no todos pueden todo. C'est la vié... 

   Ya de regreso a Krabi, pasamos por una isla llamada Koh Kai ('cabeza de pollo'), porque, en realidad, en uno de sus extremos se levanta una formación rocosa que semeja una cabeza de pollo. No nos bajamos en su superficie; sólo nos detuvimos para posar, uno a uno frente a la cabeza de plumífero. Yo no tenía mucha fe en esta nueva performance, porque ninguna me ha resultado. ¡Y tenía razón! Obvio; salí como una gallina gordita, lista para la olla, 😂 😂 😂, con cero glamour, muy lejos de muchas de mis compañeras de viaje, que se lucían a la hora de posar (¡qué envidia!,😡). En fin, uno hace lo que puede con lo que Natura dio, 😉.  Sigo prefiriendo mis selfies de ojos hacia arriba, 😂.  

 La cena de esa noche estuvo espectacular -nuevamente-. Era un restaurant ubicado con vista a la playa y el mar. Llegamos allá a la hora del atardecer (el sol ya se había puesto) y el cielo mostraba unos tonos fucsia impresionantes. Una vez sentados, llegaron a nuestras mesas unas especies de torres ardientes, con seis tragos cada una, de acuerdo a lo que habíamos pedido (sin alcohol, eso sí, 😒).¡Maravillosa sorpresa! La comida fue a pedido, de acuerdo a una elección que habíamos hecho días atrás, de lo que ya ni nos acordábamos, 😂. Nuestra mesa, viendo que los vecinos habían recibido de regalo una botella de vino (por contar con un viajero frecuente), tomó la decisión de pedir un vino. Maritza se hizo cargo de la elección. Pidió un vino italiano, que demoró en llegar una barbaridad. Al fin lo hizo y era bastante bueno. A la hora de pagar, debimos desembolsar 450 bahts cada una, lo que significaba que el vino nos había costado la friolera de 2.250 bahts (casi 61 mil pesos, 🥵😱😱). ¡Fue un verdadero derroche, pero ya no había nada qué  hacer! Sólo a dos de las 5 nos pareció excesivo (las dos profes jubiladas, 😟). Las otras eran más pudientes o se reservaron el comentario. ¡Nunca en mi vida había tomado un vino tan carooo! Cuando lo pienso, me dan ganas de llorar, 😂 😂.  

  [ Entre paréntesis, cabe señalar que en Tailandia el alcohol  es caro. Cualquier trago está por sobre los 10 mil pesos. La cerveza es más barata. Consumí dos, la Chang ('elefante'), me costó 90 bahts (2.430 pesos), mientras que por la Singha pagué 120 bahts (3.240 pesos). Con razón no nos incluían el alcohol en las comidas, 😂 😂. Cierro paréntesis].

Domingo 17, último día en Krabi.

 A las 8,30 de esta jornada ya íbamos navegando. Yo y mis amigas más cercanas, Claudia y Ruth, logramos ubicarnos en la proa, al descubierto. El paisaje era espectacular, el aire vivificante, el sol, ya a esa hora, tostaba. Nuestro objetivo era llegar ese día al Archipiélago Phi Phi, visitando dos islas, esencialmente. En primer lugar, la Isla Maya Bay, más conocida como la Isla de Di Caprio, donde éste participó en la filmación de la película "La Playa" el año 2000. Tiene una playa espectacular, con una bahía casi oculta, ya que hay dos islas delante, frente a la playa, lo que le da un aire de misterio y secreto al lugar. La llegada al muelle de la isla es caótica si uno llega avanzada la mañana. Hay una cantidad impresionante de embarcaciones luchando por atracar, una al lado de la otra, mientras los visitantes que suben y bajan de ellas se amontonan deben moverse rápido hacia su objetivo para no colapsar el muelle. Luego viene una escalera dividida en dos para ordenar los que ingresan a la Isla y los que salen de ella. Se camina unos cinco minutos por una vía de madera y se llega a un Mirador y luego a la playa propiamente tal, en la que está prohibido bañarse, aunque sí uno puede introducirse al agua un poco para posar para las cámaras. Hay policías instalados en el lugar cuidando su uso adecuado. No estaba Di Caprio, por más que lo llamamos mentalmente, 😂. Nos fotografiamos solas, por lo tanto, tratando de no salir con la muchedumbre al lado nuestro. Luego nos sentamos un rato a disfrutar  de las vistas, con Ruth, Claudia, Patricio (colega de Castellano) y otra persona, que no pude reconocer de espaldas por la similitud de las características  con otra persona. Fueron unos momentos hermosos, que pasaron a la posteridad por la fotografía que nos tomó Javi, una de las guías. 

    Salir de la ínsula de Leonardo fue toda una odisea, casi con características de tragedia. Estábamos esperando nuestra embarcación en un atestado embarcadero, cuando coincide una en que comienzan a bajar pasajeros de una nave y llega otra al lado, sin control (una compañera de viaje señaló que había alcanzado a ver al patrón de la nave convulsionando). Uno de los pasajeros que descendía del otro barco cayó, por suerte no al mar ni de cabeza, cuando la embarcación sin control chocó con el muelle, justo donde estábamos nosotros, que rápidamente retrocedimos alarmados, en tanto, el afectado visitante y el conductor eran auxiliados, ninguno de ellos, al parecer, con problemas serios.  
    Una vez que embarcamos, salimos "pitando" para la  isla Phi Phi más grande, la llamada Phi Phi Don, una de las  que sufrieron el tsunami del año 2004, con cientos de muertos y con olas de hasta 30 metros de altura. Precisamente de aquel suceso terrible se hizo una película llamada "Lo imposible". Ése  fue el lugar que iba a recibir nuestra última visita y en donde almorzaríamos en un Resort 5 estrellas. Para nuestra "desgracia" la marea estaba muy baja y la embarcación  no podría avanzar hasta la orilla de la playa. Debió "estacionar" a unos 100 metros de la arena y sus pasajeros, nosotros, cual comando del ejército aliado en Normandía, debimos desembarcar  con nuestros pertrechos y caminar por el agua, que estaba baja, pero igual nos llegaba hasta más arriba de la rodilla. Quise evitar que mi vestido quedara como el de Alfonsina y el mar, pero fue imposible. Al final, me rendí y caminé con mi👗a merced del agua salada. Igual saqué mi Galaxy S 23 e inmortalicé el momento, 😅 😅. Llegamos a una playa top top, con reposeras dispuestas y sombrillas de paja. Pero grande fue la decepción cuando nos dimos cuenta que aquello no era para nosotros, sino para pasajeros permanentes del resort. Nuestro grupo sólo iba a almorzar, con un menú exquisito, pero no podría bañarse. ¡Plop!   
   El almuerzo fue espectacular: tartar de atún, sopa de  langostas, costillas de cordero, postre de frutos del bosque y jugos varios. Todo rico y con una presentación de "miedo". Un cafecito para terminar y ya nos fuimos de regreso, esta vez sin tratar de emular a Cristo caminando por las aguas, 🤣 🤣. La marea había subido, por lo que la embarcación  nos fue a buscar al muelle sin problemas. De allí, al alojamiento, a descansar un poco, para juntarnos algo más temprano. La idea era ir a ver la puesta del sol en la punta de un cerro, 😂 😂, donde se ubicaba el restaurant de despedida del sur de Tailandia. Yo, como varias, había quedado con las ganas de bañarme, así que, apenas me bajé del "carromato" que nos llevó al hotel, me fui a conocer la playa del mismo y aprovechar de desquitarme metiéndome unos momentos al agua. Realmente un lugar hermoso, que aproveché de recorrer en parte una vez salí del agua. Estaba de bañista cuando llegaron 3 compañeras de viaje, que habían pensado lo mismo que yo: bañarse a cómo dé lugar.

   La cena se atrasó. No alcanzamos a ver la puesta de sol, pero nos encontramos con un genial restaurante, hasta donde llegamos encaramados en una especie de camión colectivo. Allí nos sirvieron una cena tailandesa en 7 tiempos. ¡Uff! Todo era probar y probar platos y pasar con otros, muy picantes o que no nos simpatizaban. Ya nos imaginábamos rompiendo nuestras pesas al llegar a nuestras casas, 😰. Fue una extraordinaria manera de decirle adiós al Krabi nocturno. Al día siguiente partiríamos temprano a Bangkok, desde donde tomaríamos el vuelo de regreso a nuestro país. Ya les contaré de aquello en mi penúltimo relato tailandés. Hasta pronto.





sábado, 16 de marzo de 2024

Plantando arroz...en Tailandia...

  

 ¡Fue muy divertido y cansador el día de anteayer, 😂! Además, el traje era algo más sentador, tanto así que algunas compraron la chaqueta de jornalera, poniendo en aprietos a los de "Siripanna", los administradores de la villa-resort de la ciudad de Chiang Mai, distante a unos 15 minutos de nuestro alojamiento. Ingresamos al complejo poco antes de las 9 horas. Nos entregaron la vestimenta y nos explicaron el proceso del cultivo del arroz. La verdad, es que la mayoría nos habíamos hecho la idea de que iríamos a algún arrozal y, tal vez, tendríamos la oportunidad de ver la siembra, el trasplante  y la cosecha. Pero no fue así. No era una plantación, sino un resort que vendía la "experiencia" de parte del proceso en pequeños espacios de tierra existente entre unos edificios del resort. Lo interesante es que la experiencia tuvo mucho sentido.

  Para empezar, el color azul es mi preferido, así que contenta con la ropa azul de mezclilla. La blusa tipo chaqueta era un modelo muy sentador. Por ello, partimos muy bien con la actividad, 😉.Una vez transformados en jornaleros, escuchamos la explicación del proceso, que dura entre 3 a 4 meses (siembra, trasplante y cosecha). Luego de sacarnos las hawaianas (acción necesaria pues éstas podrían quedar perdidas en el barro) nos metimos al barro "a pata pelá". Nos distribuimos en dos grupos en ambas "parcelitas", para dar inicio a la dura tarea. Un jornalero de verdad entregó a cada "trabajador" un manojo de plántulas de arroz, indicando con el ejemplo cómo debíamos hacerlo: se separan unos 7 ejemplares y se plantan en el barro, con una distancia de 10 a 15 cms. entre cada manojito. Fue divertido ver cómo cada persona entendió las instrucciones. Una compañera de fila avanzó rapidísimo; claro, iba haciendo una fila única, 😂.Yo logré transplantar 4 manojos de arroz y quedó todo bastante bien, 😊🤗. Me sentí satisfecha, a pesar de que nuestro trabajo no duró más de 20 minutos y ya estábamos muy embarrados. El paso siguiente fue lavarnos los pies en el mismo prado, con una manguera y agua sacada de un recipiente grande con jarros. Luego vino la hora de cambiarse ropa. ¡Y ahí quedó la escoba!, pues una persona -mujer- quiso saber qué valor tenía una blusa-chaqueta, lo que tomó de sorpresa a las jóvenes encargadas, pues no vendían la vestimenta. No pasó mucho rato, hubo algunos conciliábulos y aceptaron vender las que quisieran. Varias compraron. A mí no me faltaron ganas, pero no había ninguna blusa limpia de mi talla. En todo caso no eran tanto las ganas, pues habría podido comprar una utilizada en ese rato y luego lavarla. Pero decidí que era un objeto supérfluo, por tanto se podía sobrevivir sin él, 😂.

   Nos despedimos y volvimos al hotel a ducharnos antes de hacer check out, pues nos cambiaríamos de establecimiento y de ciudad. ¿Hacia dónde iríamos en el último tramo de nuestra aventura? ¡Tatatatán!...¡Ya les contaré!   

   A mediodía abandonamos el "Ratilanna Riverside" y nos dirigimos por segunda vez a la "Villa-Resort Siripanna". No volveríamos a sembrar arroz, pero, aunque éste estaba recién en la segunda etapa, cocinaríamos nuestro almuerzo de ese día, siguiendo una receta thai, 😊🤗.Se nos entregó delantales, formamos grupos de a 5 a 6 y nos ordenamos en torno a los mesones preparados con los ingredientes y las cocinillas. Primero se nos fue presentando los ingredientes: leche de coco, aceite, curry rojo, cúrcuma, trocitos de pollo o de cerdo, salsa de pescado, azúcar, tallarines de huevo precocidos, tallarines fritos (ya preparados), agua. Todo ello, ordenadamente, fue integrándose. En realidad, sólo dos cocinaban, el resto miraba y se puso los guantes de puro gusto, 😂 😂.Según cómo quedamos ordenadas (yo me integré al final pues había ido al baño, 🥴) tomaron el mando dos compañeras. Como a la que iba echando los productos a la olla no le gustaba lo picante ni lo agridulce, debimos conformarnos con un pichintún de curry y de azúcar. Los tallarines fritos se agregaron cuando ya el plato compuesto de todo lo anterior estaba cocinado y en los cuencos, agregando además cebolla picada, cilantro y trozos de pepinillo.  
 La verdad, aunque no le teníamos mucha fe a la preparación, el guiso quedó exquisito. Tanto es así, que nos comprometimos a realizar la preparación en casa. ¡Veremos!🤔. Debo añadir que la clase de cocina no fue tan seria y silenciosa. ¡No, de ninguna manera! Hubo risas, gritos grupales, pasos de baile y todos nos divertimos. Hasta a la chef la sacaron a bailar, una joven muy simpática. Luego de servidos los platos, nos fuimos a sentar a degustar "nuestro producto", lo que se pudo acompañar con jugo, bebida o...¡cerveza! En nuestra mesa de 3, pedimos 2 cervezas. ¡Estaba heladita,😇😇! ¡🙏.¡Nos comimos toda la comida! Estábamos en la sobremesa ya, cuando nos dijeron que teníamos que preparar un segundo plato. La dinámica fue similar a lo anterior. De nuevo la leche de coco como base, teniendo como producto estrella,  ¡adivinen!....¡mini berenjenas tailandesas! (va la foto) y otros ingredientes como albahaca, lemon gras (no lo conocía), unas especies de arvejitas (con regusto amargo, 😬), etc. Ahora la proteína fue cerdo.  
   Nos sentamos a la mesa con nuestra segunda preparación. Personalmente, me gustó más que la anterior, aunque esas "arvejitas" no me simpatizaron. Nos ofrecieron arroz preparado por la casa de acompañamiento, pero pasé. Comimos pero ya habíamos quedado satisfechos con lo anterior. Mi compañera de mesa no se tomó su 🍺, así que debí sacrificarme, 💪🤣. Pronto nos hicieron llegar un postre que probamos y algo más, para que no se diga que no apreciábamos el gesto. El postre era ...¡zapallo calabaza 🎃 en leche! 🙄. No estaba mal, pero yo no lo prepararía. Al final, antes de retirarnos del lugar, para nuestra sorpresa, se procedió a una simpática ceremonia de entrega de diplomas por haber "aprobado el curso de comida thai", 😂 😂. Así que gorro de cocinero en cada uno, entrega de diploma (¡con recetario!), fotos y aplausos. ¡Muy entretenido!...¡Comida hecha, amistad deshecha!  
   Nos subimos al bus, que nos llevó al aeropuerto de Chiang Mai. Pasamos rápidamente, con algunas requisiciones para algunos, pero nada grave, según cómo se mire en lo personal. A mí, por ejemplo, me quitaron una botella de agua. Pero, ¿¡cómo!? ¿Otra vez?, pensará alguien. Si ya sabías, ¿por qué insistir? Lo mismo pienso ahora, 😂 😂. Pero, en el momento de ese viaje, me dije que las botellas anteriores -dos-, me las quitaron porque iban a la vista. Entonces, se me ocurrió la brillante idea de dejar una botella al interior del equipaje de mano🙄😭, que pasa por scanner. Frente a la falta en que me sorprendieron, tuve que abrir la maleta para sacar y botar la botella. ¡Flor de estrategia! Claro que lo mío fue como el pelo de un buey, porque a Claudia le requisaron todos sus menjunjes de belleza, que olvidó dejar en la maleta de  bodega. 

   Nos subimos a las 17 horas al avión ✈️ y estuvimos en nuestro destino en dos horas después.  Esta vez llegaríamos al sur de Tailandia, una región  y ciudad llamada Krabi, el paraíso de las playas e islas más famosas y exóticas del mundo. El panorama era y seguía siendo espectacular. No más templos, diría más de alguien, 😉😆. Hasta pronto. ¡Vamos a la playa, oh, oh, oh, 🎶 🎵!