Vienna nos recibió con los cielos encapotados el día viernes y amanecimos el sábado bajo ataque pluvial. Aquello bajó más los ánimos, que no estaban precisamente muy altos. Las razones son diversas, algunas entendibles, otras, de pura mala onda. Estamos de acuerdo que el bus en el que hemos viajado no es lo cómodo que hubiéramos querido y que el Internet que íbamos a tener mientras viajábamos -para calmar a las bestias, 😂- nunca fue. Sólo tuvimos el servicio un par de días. Eso ha molestado mucho especialmente cuando somos tan dependientes de los artefactos electrónicos. Pero lo demás, que la cena estaba pésima, que no paran en todos los lugares que se quisiera en los tours panorámicos, que muy poco tiempo, que muy temprano, que están cansados, que les faltó una toalla, que la almohada es muy delgada, 😂, ya son mañas de viejos.
Arribamos a Viena, Austria, a las 13 horas del viernes. Nos dieron dos horas para almorzar y patiperrear y debíamos reencontrarnos frente al edificio de la Ópera a las 15 hrs. Partí a un supermercado a comprar un jugo, que me permitiera acompañar el sandiwch y las frutas que portaba y luego me dirigí al lugar donde se divisaba una alta torre gótica. ¡Me encanta el estilo gótico en las iglesias y catedrales! ¡Es inconfundible! Me admira y sorprende que gente con muchos menos medios técnicos que los actuales, haya construido esas preciosidades. Cuando leí las novelas de Ildefonso Falcones que hablan de la construcción durante la Edad Media quedé maravillada de todo el esfuerzo, amor y fe que en muchos casos hubo en cada construcción de aquéllas.
Viena tiene un alto nivel de vida, nos informó la guía local (el país más caro de Europa). Los austríacos tienen la educación, la salud y vivienda gratuitas, aunque sus impuestos alcanzan hasta un 52% de su sueldo. Es una ciudad de 1.800.000 habitantes, en tanto el país en total no alcanza los 9 millones. Exportan una serie de maquinarias y productos, que parecen alemanes pero en realidad, son austríacos: grúas, coches de bomberos, vehículos, armas (la pistola glock es de origen austríaco), madera, celulosa, papel, vino y joyas Swarovski, conocidas mundialmente. En lo geográfico, es importante señalar que la historia de esta urbe está estrechamente relacionada con el Río Danubio (de 2.850 kms.de longitud). En el siglo I a.C. el Imperio Romano la anexionó a su territorio dándole el nombre de Vindobona ('ciudad blanca'), aunque sus primeros pobladores fueron de origen celta cinco siglos a.C. Sólo hacia fines del siglo X el territorio comenzó a existir como Austria (siglos atrás también había recibido el nombre de Panonia). En 1237, Viena fue declarada Ciudad Imperial y unos años más ingresó la dinastía de los Habsburgos, la más larga y poderosa de la historia de Europa (1278 a 1918). La lucha contra los turcos le consumió a la ciudad energía y riquezas, disminuyendo su poderío.
Personajes importantes en la historia de Austria fueron la Emperatriz María Teresa (madre de la tristemente célebre María Antonieta, que casó con Luis XVI y, durante los días del Terror en Francia, fue guillotinada), su hijo José II, quien hizo oficial el idioma alemán. También Napoleón Bonaparte estuvo relacionado con estos lares. El año 1809 las tropas napoleónicas ocuparon Viena, pero en 1813 fue derrotado, aunque alcanzó a casarse con una hija de la Emperatriz María Teresa, estableciendo un vínculo político muy importante. También tienen notoriedad el Emperador Francisco José I y su esposa, la Emperatriz Sissí, quienes llevaron prosperidad al Imperio Austro-Húngaro, el que dejó de existir después de la I Guerra Mundial. La Segunda Guerra no le fue favorable a esta pequeña República, pues en 1938 fue anexada al Tercer Reich, bombardeada con graves resultados para monumentos históricos. Luego de terminada la guerra, Austria fue repartida entre los países de la coalición ganadora (al igual que Berlín) por un lapso de 10 años, recuperando su independencia en 1955.
Bueno, antes de hablar de la historia de Viena, había quedado en que salí a recorrerla, persiguiendo una aguzada torre gótica. No fue fácil llegar hasta allá, porque resulta -luego me di cuenta con angustia- que las calles del centro histórico vienés no son rectas ni diagonales, sino circulares y concéntricas (la Ringstrasse), de manera que un recién llegado no enterado se pierde de todas maneras. Llegué a la Iglesia Votiva de Viena, construida durante el siglo XIX en estilo neogótico, considerada una de las más notables de su siglo. Tiene 99 m. de altura. Y, para variar, debí buscar servicio higiénico. Mc Donald sirvió para dicha función. Luego de revisar souvenirs en un local para ir haciéndome la idea de los precios, me encaminé de regreso hasta el edificio de la Ópera donde debíamos encontrarnos. Por suerte me fui con adelanto, porque de otra manera no habría llegado. Según yo, sólo se trataba de buscar la calle que me llevara al lugar y listo, pero me fui metiendo en el famoso Ring (anillo de calles) y ya no supe dónde estaba. Vi una flecha indicativa que ya había observado cuando me separé del grupo y me dije mental y animadamente: estoy en el camino correcto. La flecha tenía la palabra 'eibahn'. El problema es que no apuntaba al nombre de la calle sino a la dirección en que está permitido el tráfico, por lo que la palabrita aquella aparece en todas las esquinas, 😂,🙌. Cuando me di cuenta que en todas las calles se repetía eibahn, pedí ayuda a un par de caminantes preguntando por la Ópera y me indicaron una dirección. Caminé varias cuadras y me "dentró" la duda. Esta vez abordé a una mujer haciendo la misma pregunta. Me dijo algo que no entendí pero su gesto fue claro: debía seguir derecho. Avanzaba la hora y nada que llegaba a la Ópera. Ya iban chorrocientas cuadras. ¡Un par de policías 👮♂️👮♂️a la vista! ¡Bien! Vamos, la misma "preguntación",😂,y la misma respuesta con gestos, acompañados de palabras de las que no entendí ni una soberana cosa. Lo bueno fue que llegué al lugar, con unos 15 minutos de antelación, aunque cansada y transpirada. ¡Suerte que llegué, si no me habría visto en aprietos para trasladarme al hotel! O tal vez no hubiera sido tanto problema, porque tenía el nombre y la dirección. Habría resultado oneroso, eso sí, pues Viena es una ciudad cara.
La visita panorámica nos llevó a un palacio de verano, el Belvedere ('bello de ver'), que conocimos por fuera, su frontis y parte de los jardines. Fue mandado a construir por Eugenio de Saboya durante el siglo XVIII, en estilo barroco. Ahora funciona como museo. Seguimos con el recorrido que nos permitió obtener numerosas fotos, pero cuya información era demasiada como para recordarla.
Lo que recuerdo es lo siguiente: pasamos por la calle de las embajadas, que funcionan en antiguos palacios, cada cual de más bella arquitectura. En Viena existen, nos dijo la guía, más de 200 palacios. ¡Qué esplendor y riqueza debió haber en el pasado para contar con esa cantidad de mansiones de lujo! ¡Impresionante! Otro dato interesante: un pintor, F. Hundertwasser, conmocionó Viena al igual que lo hiciera Antonio Gaudí en Cataluña. Introdujo en el diseño de sus obras distintos elementos, causando la correspondiente polémica. Incursionó en la arquitectura dando como fruto la Hunderwasserhaus (1986), una construcción con mezcla de materiales, líneas onduladas, colorido diverso. Así y todo, me quedo con Gaudí. Otro dato: acá aprisionaron al Danubio, lo canalizaron, de manera que su cauce resulta insignificante y está constreñido en muros de cemento. Eso tiene una explicación: hubo muchas inundaciones permanentes que causaban destrucción frecuente. Debieron recurrir a esa obra hidráulica.
Tuvimos dos tours opcionales. Obviamente los que no queremos perdernos ni una, allá estuvimos. El primero, el Palacio de Schönbrunn por dentro y sus jardines, muy versallescos (de 180 hectáreas de extensión; una cosa poca). Al interior, distintos salones con retratos de sus ocupantes, sus famosas y "monstruosas" chimeneas, sus paredes adornadas con biombos chinos, pinturas en algunos de los cielos rasos, muebles delicados y elegantes, numerosas lámparas con velas, prácticamente todo original, incluidos los pisos de madera, con diseños hermosísimos. Y en paredes, muebles y pinturas, la presencia del pan de oro. También pudimos acceder a la habitación destinada para la procreación real.
Lo lamentable fue que estaba prohibido tomar fotos del interior, aunque igualmente algunas lo hicieron, pero hubo reclamos e incluso amenaza de sanción de parte de los guardias (requisar el celular o el chip si se insistía). Felizmente la prohibición no se trasladó a la visita de los jardines, así pude desplazarme todo lo que quise y el tiempo asignado me dio. Aún llovía levemente. Al término volvimos al hotel. Ya había empezado a llover más copiosamente. Preparé mi "almuerzo" en la habitación: un sándwich, jugo de maracuyá que había salido a comprar, una manzana y un café. Con ello quedé lista. En la tarde, a las 14,30 h., volví a salir. Mi idea de ir al mercado había cambiado, tanto por la lluvia, como por mi "pérdida" del día de llegada. Compré unos recuerdos y regresé al hotel. En la noche venía el broche de oro: asistir a un Concierto de Cuerdas acompañado de bailarines. Los 'tocantes' eran virtuosos, especialmente el primer violín. Fue un espectáculo de poco más de una hora, con un intermedio en que degustamos una copa de champán. Una linda y excelente presentación (¡cómo estar en Viena y no asistir a ello!).
Al otro día Viena nos despidió con niebla, la que por 40 minutos aproximadamente, nos acompañó para, casi en forma mágica, desaparecer y presentar un cielo despejado. Claro, nos dirigíamos a Venecia.
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