Al fin llegamos a España, mi país favorito. Lo hicimos por la vía marítima, cual descubridores y conquistadores de antaño. Después de una navegación de 25 horas por aguas mediterráneas tranquilas a bordo del Ferry Grimaldi, un transbordador de 11 plantas, desembarcamos en el Puerto de Barcelona luego de haber zarpado de Civitavecchia en Roma. No podemos decir que fue un viaje súper entretenido, pero de alguna manera nos arreglamos para pasar las horas. Por un lado durmiendo, pues contábamos con camarotes y, por otro, recorriendo el barco, visitando la tienda (¡cuándo no!), subiendo a cubierta para mirar el mar 🌊 o asistiendo, por casualidad, a una presentación en vivo de dos cantantes. Hubo un show de concursos al que pretendimos quedarnos, pero no logramos entender la dinámica del juego, una mezcla de bingo y el que lo sabe cante, todo en italiano, con dos animadores que hablaban a alta velocidad. Fue imposible seguir el ritmo. Desertamos, pero les quedaron muchos acompañantes que sí eran parte del juego además de ser gente linda.
No había tenido la experiencia de viajar en camarote y con las comidas pagadas (nada extraordinario en todo caso las comidas pero suficientes para no morir de inanición como los antiguos navegantes), aunque sí lo había hecho en ese tipo de embarcación (cuando el año 2018 cruzamos desde Italia a Grecia y viceversa). El tiempo que tuvimos no pudo ser mejor. Había incluso pasajeros que aprovecharon de exponerse a los rayos solares y acumular vitamina D. Otros, ya un poco hartos de esta vitamina, preferimos lugares sombreados y con menos viento de cubierta. Las últimas horas en el Ferry no fueron muy descansadas, pues con eso de que debíamos dejar los camarotes un par de horas antes del desembarco y atender a los avisos de los parlantes, cuyo español no se entendía claramente, dormimos poco y mal. Pero, en fin, bajamos a tierra a las 5,30 aproximadamente y nos dirigimos al hotel.
Una vez instaladas y con wifi, pude constatar que estábamos en el sector de Barcelona llamado Poblenou, que está a su buena distancia del centro de la ciudad catalana. Una ducha y, acordándome de mi primer viaje del año 2016, patitas para la playa. Sabía que estaba cerca. Preguntando llegué a ella, en el mismo sector de años atrás y caminé un poco a lo largo del litoral. No duró mucho mi entusiasmo, pues se apoderó de mí el cansancio y sueño, de tal manera que debí regresar y dormir un par de horas.
El recorrido panorámico por Barcelona fue a la rápida e insuficiente, para todo lo que tiene que ofrecer la urbe. Hubo sectores emblemáticos que no se vieron. Yo los conocía por eso los eché en falta. De todas formas, lo recorrido a pie fue muy interesante. La guía, muy entretenida y versada en el tema. Aprendí varias cosas que ignoraba. Supe de las puertas de la antigua Barcino, del Palacio real de los Reyes de Castilla y Aragón, ahora Museo, datos de la Catedral, con sus antiguas y hermosas puertas, que suelen quedar olvidadas por la belleza y originalidad de la Basílica de la Sagrada Familia, que rompe todos los cánones conocidos. Supimos de la importancia de varios destacados arquitectos modernistas -entre ellos Gaudí- que precisamente le dieron un nuevo y floreciente aire a Barcelona durante la primera mitad del siglo XX especialmente; de pintores como Joan Miró, de cuyo genio hay un mosaico en la conocida Rambla catalana. La tarde terminó a orillas del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, maravilla arquitectónica que sigue en obras seguramente hasta el '26, pues la pandemia atrasó en casi tres años el término del diseño gaudiano.
Cerramos la visita a Barcelona de la mejor manera esa noche. Una cena muy gourmet, acompañada de un vino buenísimo en el mismo hotel. Al día siguiente, con camas y petacas iniciamos el último viaje al interior de España. El destino final era Madrid, pero estaba planificado hacer una escala en Zaragoza. Tampoco era novedad para mí, pero siempre uno agradece la oportunidad de una segunda mirada o una nueva visita. Fue gratificante reconocer que mi memoria estaba intacta: recordaba todos los elementos claves, con la novedad de un complejo escultórico que no estaba antes, llamado "El descubrimiento", que contempla una enorme cascada con relieves de mapa, un gran bola representando un mundo y las tres carabelas (lo más difícil de identificar). Otra novedad: la venta-compra de la cinta de la Sra. del Pilar en la misma Catedral, con poderes curativos para los enfermos y sólo a 1euro. La cinta es del largo del manto de la imagen de la Virgen, pequeña escultura gótica de 36 cms., a quien se le atribuye varios milagros. Por tanto, comprar la cinta y regalarla es entregar protección a los enfermos.
Después de ingerir una ensalada mixta y una bebida, aproveché el tiempo libre que me quedaba para recorrer las calles aledañas. Me reencontré con el Mercado y su actividad tradicional, para terminar de apreciar de mejor manera esta vez los restos de la Muralla Romana construida y reconstruida en los I y III d.C., respectivamente de la ciudad de Caesaraugusta. Asimismo, comprendí de qué manera los distintos conquistadores-invasores fueron aprovechando las construcciones anteriores para erigir las propias. Es en ese mismo sector donde sobrevive el Torreón de la Zuda, parte del Palacio o alcázar musulmán encargado del gobierno de la ciudad de Saraqusta a partir del siglo VIII. El edificio actual proviene del siglo XVI en su forma, cuando ya la ciudad y toda la península había sido reconquistada por los cristianos con la consiguiente expulsión de los últimos árabes de tierras andaluzas durante el siglo XV.
Retomamos el trayecto y, ya pasadas las 18 horas, llegamos a Madrid, donde, luego de tomar posesión de las habitaciones, concurrimos a cenar a un restaurante ubicado en la Gran Vía. Con el recuerdo de la última cena (la de Barcelona) esta última quedó muy al debe. Hubo vino, pero la calidad era bastante inferior. Lo mejor fue el primer plato: una crema de puerros y pollo bastante rica y gourmet. Lo demás, para el olvido. Un día completo en Madrid (por suerte no hubo más), porque la desilusión fue bien grande. En el sector céntrico, la emblemática Plaza del Sol estaba hecha pebre (en obras de reparación), de manera que los que llegaban por primera vez no lograron apreciar para nada el profundo significado que tiene este lugar para los madrileños. También nos encontramos con otro monumento en reparación: la Puerta de Alcalá, en tanto, el hermoso Templo de Devod ya no tiene el estanque de agua que le otorgaba una belleza mágica. De colofón, el hermoso edificio de Metrópoli estaba, asimismo, en reparación.¡Ufff! ¡Qué decepción! Lo novedoso es que con la guía nos enteramos de varios detalles sabrosos acerca de la monarquía y del edificio del Teatro de la Ópera. Por mi cuenta, descubrí, por pura casualidad, la Plaza Tirso de Molina y la calle Lavapiés, sector del cual me alejé con rapidez al ver el exceso de inmigrantes en las calles. Me refiero a estos lugares pues en las canciones de Joaquín Sabina aparecen mencionados. Caminé bastante (el hotel estaba un poco más arriba de la Estación Atocha) y me acerqué al Parque del Retiro para disfrutar de las vistas del estanque, de los botecitos y de los árboles vistiéndose de otoño.
Hoy ya estamos en el Aeropuerto de París, esperando la conexión para llegar mañana a Santiago de Chile. Así se va cumpliendo y llegando a su fin el deseo que tenía desde hace mucho tiempo de aumentar mi visita a otros países europeos. De los cuatro que conocía (o había visitado más bien) ahora le sumo siete, haciendo un total de 11, un buen número como ya estar en posición de hablar con más conocimiento de causa. Ha sido un programa bastante apretado, algo cansador, pero muy estimulante, o "fascinante", como le ha catalogado la empresa turística. El grupo del que formé parte me pareció bastante distinto en su extracción (como promedio), pero con similares tipos humanos, como ya señalara en un escrito anterior. Claro que ahora, les comento, cuento con más información y detalles para un análisis sociológico, 😂. Lo dejaré para la próxima crónica, que irá de resumen y evaluación. Hasta pronto. ¡Nos vemos en Chileeee!
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