¡Quién lo hubiera imaginado! ¡Para nada! ¡Estar al interior de los aposentos reales, donde vivieron, trabajaron (no sé qué tantas eran sus tareas), durmieron, se alimentaron y otra serie de cosas que hacen los humanos mientras viven, aunque se crean dioses o seres superiores, ha sido toda una experiencia casi voyerística! Los tres "Luises" hicieron del Palacio de Versalles su residencia oficial a partir del año 1633, se amplió en 1631 y así sucesivamente, hasta constituirse en el gran tesoro arquitectónico barroco francés. Los máximos residentes fueron Luis XIV, el Rey Sol, en primer lugar (el más brillante y esplendoroso de los tres) entre los años 1643 a 1715, seguido por Luis XV (su bisnieto), entre los años 1715 a 1774 y, por último, Luis XVI (el que menos tiempos estuvo, entre 1774 y 1789), quien terminó guillotinado en la Plaza de la Concorde en París, al inicio de los días del Terror, en 1793.
Hoy..., ayer martes más bien, no pude controlar mi hermoso cuerpo al final del día. El sueño, el cansancio y el calor, me vencieron - aunque parezca imposible-. Traté de escribir pero las letras se me nublaban y enredaban y, por primera vez, me quedé, dormida antes que mi "conviviente", como un verdadero saco de papas. El día había sido agotador. Les cuento.
Primer tour del día: Palacio de Versalles, ubicado a unos 30 kms. de París, en la Villa de Versalles. La jornada se avizoraba despejada y de buena temperatura. Fue más que eso: hubo calor y el sol, haciéndole honor a uno de los reyes habitantes de palacio, brillaba que era un gusto. Mi parca pronto me resultó una carga. A las 10 horas estuvimos en la explanada de entrada, ya viendo a los lejos los dorados adornos de los cierros de palacio. Un sector importante, eso sí, está en reparaciones. Nuestra primera visita fue a los Jardines de palacio, que ni siquiera se vislumbran desde fuera. Con nuestro guía encabezándonos, nos fuimos a disfrutar aquellas bellezas. Agua, setos artísticamente diseñados, fuentes de agua, estatuas, flores de diverso tipo, árboles, sendas, y al fondo y frente al palacio, el Gran Canal, donde hubo incluso 3 góndolas para hacer su recorrido, un regalo llegado directamente de Venecia. Me fui a mi aire a conocer el inicio del canal, pero no pude detenerme mucho. Teníamos sólo 50 minutos para admirar la belleza de la floresta y, además, hacer un reconocimiento del baño, pues luego de ingresar a palacio, ya no podríamos cumplir con esta visita necesaria. Según supimos después, el Rey y su familia no eran muy aficionados a las caminatas, así que él disfrutaba de sus jardines a través de los ventanales o asomándose a los balcones. Me hubiera gustado caminar más por aquellos lugares, descubrir los rincones secretos entre los altos setos pero no había tiempo suficiente. Así y todo, lo que vi fue maravilloso. Después supimos que las flores eran cambiadas en cada estación. De esta manera se aseguraba que estuvieran las adecuadas al clima.
A las 11,15 hrs. aprox. ingresamos a palacio, a cargo de un guía que trabajaba en el mismo lugar por lo que tenía ciertas prerrogativas, de las cuales nos vimos beneficiados. Era un señor cincuentón, delgado, algo atildado, casi gruñón pero una verdadera enciclopedia con patas, 😂. Fuimos afortunados. Nos hacía el espacio suficiente para que viéramos lo que nos explicaba y él traspasaba sin problemas los cordones de seguridad. Luego de subir por la escalera de entrada de los reyes, todo mármol, llegamos a la vista de la quinta Capilla recién restaurada. La vimos desde afuera: bella, ornada con pan de oro y pinturas, de dos pisos, no vaya a ser cosa que la familia real se vaya a juntar con la chusma. Mucho podían estimar a sus cortesanos pero la democracia no era su estilo. Vaya aquí otro botón de muestra: en la sala de reuniones con sus cercanos, en la mesa y el escritorio sólo había una silla -un sitial-. Sólo su majestad se sentaba en esos encuentros; el "perraje", 😁, permanecía de pie. A un par de metros, se ve un bello y primoroso biombo de un metro 20 de altura. Su función: permitir al rey aliviar sus intestinos cuando fuera necesario, mientras la reunión continuaba. ¡Guácala! ¡Qué elegancia la de Francia!, dijera mi sobrino Pablo, 😁. La verdad sea dicha: en Versalles no había W.C. Tras los biombos había sillas con hoyos -váteres- para cumplir esa poco perfumada misión, 😉. Sí había tinas para darse baños majestuosos ...de vez en cuando.
Pasamos por numerosos salones: de Diana, de Marte, de Mercurio, de Venus, etc. Todos ellos, hermosos, con pinturas barrocas en el cielo raso, con las figuras de Europa, Asia, África y América en cada esquina, dejando constancia, aunque no fuera verdad, que gobernaba sobre el mundo entero (en ese tiempo se hablaba sólo de 4 continentes). Las paredes estaban adornadas con sólo mármol (Luis XIV) o cortinas (Luis XV). Numerosas puertas eran parte del decorado, con adornos en pan de oro. Unas eran verdaderas, otras falsas (sólo pintadas en la pared), otras, secretas. Relojes centenarios aún en funcionamiento, pinturas de sus habitantes, donde aparecen con sus lujos y su belleza, la que no era tanta como nos informó el guía. Por ejemplo, la esposa de Luis XV era una princesa polaca, pobre y fea, con la cara picada por la viruela y con unos cuantos dientes menos, pero en sus retratos aparece más bella que yo, 😂. En todo caso, no era la única favorecida artísticamente: el problema dental era bastante común, ¡qué horror!
Visitamos tanto los aposentos del rey como los de la reina. Tenían sus habitaciones separadas pero había conexión entre ellas a través de una puerta secreta, así como con las favoritas. En la habitación de María Antonieta aún está una pintura de ella con tres de sus hijos, de los cuales sólo sobrevivió una hija. Muebles exquisitos y en juego adornan la habitación, con espejos frente a frente, con pinturas de su esposo, su hermano y su madre en las paredes.
El Salón de los Espejos merece una mención especial. Es una habitación alargada, con 85 lámparas con velas -1100 en total- que se consumían en media hora. Para el recambio se ideó un artilugio que permitía el encendido casi simultáneo. Los espejos están en las paredes de la sala, lo que le da mayor profundidad, amplitud y luminosidad. ¡Uff, me cansé! Estuvimos una hora recorriendo el interior del Palacio de Versalles y nos agotamos. No recorrimos las 700 habitaciones, pero anduvimos cerca, 😉. ¡Ah, me olvidaba! En la mayoría de las habitaciones había chimeneas, hasta dos en algunas. Todo mármol, bastante altura, era necesario.
13,30 : tiempo libre para almorzar. Nos dejaron a orillas del Sena, cerca del Puente del Alma, lugar donde falleció trágicamente Lady Diana con su pareja. En el lugar, Avda. Nueva York, se erigió un monumento con la llama de la Estatua de la Libertad en la parte superior del ingreso al túnel en que chocó el vehículo a alta velocidad. Fotografías, flores y recuerdos sirven de homenaje a la "Princesa del pueblo". Obvio que es un punto turístico y de incontables selfies.
Hora del almuerzo, el mismo grupo y las mismas personas. Recorrimos un par de cuadras de la Avda. de los Campos Elíseos. ¡Todos rubios y bien vestidos, altos, ohh! Unos autazos a la vista. Por allí, uno que otro Lamborginni, ¡fabuloso! Parecíamos parte del populacho a las puertas de Versalles, 😖. Mis compañeras, selfies a la ene potencia frente a locales Valentino, Dolce Gabanna, Armani, Louis Viutton, etc. Yo, ni ahí... Volvimos a otra calle a buscar local para almorzar; todos se veían top. De pronto, divisé un supermercado y avisé. Una de ellas, mi tocaya, dijo: ¡Para comer sandwichs otra vez...! con cierto tonillo de superioridad. Yo, tan tolerante como siempre, 😂, monté en cólera y me separé de ellos. ¡Hasta allí me duró la paciencia! Creo que podría postularme a un cargo diplomático en el gobierno actual, ahora que lo pienso, 😁. Sucede que en el local había venta de platos de comida preparada y todo un cuanto hay. Compré pan tostado y salame ahumado. ¡Me encanta esas rebanadas tostadas que venden en esos super!
Me fui a caminar por las orillas del Sena. Tuve un par de horas de total relax, caminando a la sombra, por la Costanera fluvial, en París, con la tranquilidad de una conocedora. Pasé por varios puentes, fotografié lo que quise, encontré un WC público modular y seguí, mientras llegaba la hora en que debíamos encontrarnos para subirnos a una embarcación para disfrutar de un paseo por el río. No me quedo corta si digo que había unas 250 personas en el botecito y de esos botes había muchos. Lo curioso era que desde barco a barco no faltaban los que hacían señas, así como desde arriba de los puentes, adultos y niños. ¡Curioso! Vimos París y sus emblemáticos edificios desde el centro del río y pudimos apreciar claramente L' île de France, la isla donde se ubica la Catedral de Notre Dame, hoy en reparaciones. Una hora duró el paseo fluvial, fotos por miles, la Torre Eiffel a unos metros...y todo lo demás.
Ya eran las 18 horas. A tomar el bus y volver "a casa". Podría haberme quedado paseando por las orillas del Sena, pero el calor y lo ya caminado me tenían casi grogui. Había caminado más de 13 kms. y se notaba. Algunos se fueron al Montmartre, la mayoría, al hotel. Una ducha, la colada en mi caso, 😁, una buena once, arreglo de maletas, algo de conversación y ....zzzzzz. No supe más de mí hasta las 7,15 cuando el celular me despertó. Un opíparo desayuno y.... ¡au revoir, París! ¡À bientôt!
No hay comentarios:
Publicar un comentario