Dejamos la lluviosa Viena para llegar hasta Italia luego de cruzar, a través de kilómetros de bruma y de numerosos túneles, los Alpes. Fue un viaje de unas cuantas horas hasta llegar a la frontera, con detención para almorzar en el trayecto, en un restaurante ubicado al pie de unas altas montañas rocosas, con un parecido cercano a la entrada de la ciudad de Coyhaique. Al atardecer llegamos a la tibieza de Mestre, ciudad aledaña a la mágica Venecia, nuestro primer objetivo en la bella Italia, que conoceríamos al día siguiente.
Ya en Venecia, luego de llegar al puerto y cruzar el Gran Canal de la laguna en un troncheto, llegamos a la Plaza de San Marcos. Si bien para mí nada de aquello era desconocido, eso no disminuyó el encanto del lugar, absolutamente conquistado por los turistas. Luego de un recorrido a cargo de una guía observando los lugares más emblemáticos (Plaza de San Marcos, Catedral, Palacio Ducal, Puente de los Suspiros, iglesias, monumentos, Puente de Rialto y una escalera con una ligera semejanza a la Torre de Pisa, que yo desconocía) tuvimos nuestro tiempo libre para vitrinear, almorzar o para lo que quisiéramos. Fue cansadora la jornada, más por el calor mezclado con humedad que por lo más o menos que caminamos. Varios que pretendían quedarse por otras horas, desistieron ante el cansancio. Volvimos felices y satisfechos al hotel, luego de ver desde el viaje en troncheto la puesta del rojizo sol.
Nos enteramos que, por ahora, Venecia no se inunda como sucedió en 2018, precisamente el año en que, con mi sobrino Sebastián, visité por primera vez la ciudad-isla. Aquello se debe a que se realizó un trabajo en el fondo de la laguna para impedir aquello. Resultó una interesante comparación entre la lluviosa e inundada Venecia de 2018 a la calurosa y húmeda visitada el lunes 17 octubre 2022.
El martes 18 abandonamos Mestre para seguir nuestra ruta. Llegamos a Pisa, donde pasaríamos unas horas. Una maravilla ver de nuevo la Torre. Allí, como desde hace mucho tiempo, inclinada. Intenté ingresar a la Catedral, que forma parte del complejo arquitectónico, pero la hora factible era posterior a nuestra marcha. Tampoco pude subir a la muralla medieval; me habría gustado recorrerla, esta vez, sin luvia, pero estaba cerrado su acceso. En fin, igualmente gocé de la experiencia de volver al lugar y comprar algunas cosas.
Seguimos la ruta. Destino, Florencia, la ciudad del arte y la cultura, cuna del Renacimiento y depositaria de innumerables obras universales en sus abundantes museos. El recorrido guiado estuvo a cargo de una simpática residente de origen cubano. Iglesias, monumentos, piazzas, estatuas, personalidades y lo más relevante y necesario de conocer lo supimos a través de ella. Fue un interesante y ameno paseo por las empedradas e irregulares calles, hasta llegar al Puente Vecchio, famoso por su antigüedad y estructura: todo un sinnúmero de pequeñas tiendas-negocios, inicialmente dedicados a la venta de carne, aunque desde hace mucho tiempo, dedicados a la venta de joyas, un cambio necesario y ajustado a la modernidad.
Luego de cumplir con nuestro tiempo libre para almorzar y demases, nos dirigimos hacia el bus bajo un sol impenitente. De esa manera llegamos a nuestro hotel, en que pernoctaríamos una sola noche, resultando un establecimiento de alta calidad, tanto así, que hasta el agua de la cena debimos pagarla aparte,😂.
Día siguiente, miércoles 19, partimos rumbo a Roma, la ciudad eterna. Arribamos en la tarde-noche, a un hotel en los alrededores de la ciudad, por lo que quedamos dependientes del bus para movilizarnos. Al otro día, el jueves, fuimos a conquistar el centro histórico romano, en un recorrido mixto: en bus primero, para terminar caminando. La guía era una italiana hablante de español. Hubo dos monumentos que yo no había conocido en mi viaje anterior: el Teatro de Marcelo y las Termas de Caracalla. El teatro tiene originalmente una estructura similar al Coliseo con la diferencia de que se le agregaron, en la parte superior, y muchos años después, un par de pisos que hacían las veces de vivienda. Su construcción fue iniciada por Julio César el año 27 a.C. y continuada por Augusto a la muerte de César. Por tanto, es más antiguo que el Gran Coliseo o Anfiteatro Flavio, construido entre los años 72 a 80 d.C., por Vespasiano y Tito, su hijo. Las Termas Romanas de Caracalla, las segundas más grandes en su tipo, datan de los años 212 a 217, bajo los reinados de Septimio Severo y Caracalla. Las ruinas de este último y gigantesco monumento serán mi objetivo el último día en Roma, hoy.
Ayer viernes, además de conocer el famoso barrio bohemio denominado Trastévere, de ir hasta el Panteón de Marco Agripa y entrar en su interior (¡una maravilla!), de llegar hasta la Plaza de San Pedro en el Vaticano, caminé por las orillas del Tíber arrancando del bullicio urbano y pasando por debajo de distintos puentes, que me llevaron a marcar el récord de 25 kms. de caminata en el día. Quedé absolutamente satisfecha y cansada físicamente de mi itinerario.
Hoy en la noche cerramos el ciclo romano. Me hubiera gustado ir al opcional de Pompeya, Nápoles y Capri, que dicen que fue maravilloso, pero no estaba en condiciones de sufragar el costo. Tarea pendiente por ahora. Quedará en tabla para el próximo viaje independiente. De este extraordinario tour van quedando sólo unos días y un país : España, para el cual enfilaremos hoy a bordo de un transbordador que recalará en Barcelona. De allí, partiremos a Madrid, última ciudad en que estaremos, para luego, el próximo jueves, iniciar el viaje de regreso, lleno los ojos de realidades distintas, de bellezas arquitectónicas, de cauces fluviales y aires diversos, y los oídos, con el sonido de idiomas variados y de música fantástica como la disfrutada en Viena. ¡Arrivederci, Roma!
No hay comentarios:
Publicar un comentario