Son las 3 de la madrugada y no logro dormir. Estoy a vueltas en la cama, un rato a la izquierda, al siguiente a la derecha y nada, casi como votante indeciso, jajaja. Pienso en conectarme a Netflix y me arrepiento. He comenzado una serie que no me convence mucho y no voy a quitar tiempo a mi descanso para ver algo que no me entusiasma. Otra opción es aprovechar el tiempo leyendo, pero tampoco me resulta atractivo. La novela iniciada hace un día y medio, no me agrada del todo, a pesar del autor. Creo que la desecharé (lo siento, Robert, he leído varias y muy buenas obras tuyas, pero ésta no me gusta, 😌😌). La dejaré en el fondo del armario digital, en un lugar en el que habitualmente no se busca, o porque está muy alto o muy bajo. Pensándolo bien, sería muy atractivo que se pudiera ir eligiendo el libro que uno quiere leer con sólo tocar el lomo del texto, como cuando uno toma un libro en una biblioteca física. Pero no es así, ¡qué fome! Lástima que yo no entienda nada de programación. De otra manera buscaría la forma de "construirme" una biblioteca virtual con esa gracia.
En fin, no quiero ver una película o serie, no quiero continuar leyendo la novela, entonces, ¿qué hago? Aparte de expulsar el cubrecama que había devuelto a la cama por los fríos de los últimos días y que ahora me acalora más de la cuenta, me levanto, bajo al piso inferior a buscar más agua mineral. Me decido. Me conectaré a Internet a través de la tablet y buscaré más antecedentes para el Árbol Genealógico Familiar. Empezaré averiguando los números de carnet de parientes más alejados. Los viejitos ni aparecen. ¡Pobrecillos, doblemente olvidados! Agotado el tema, me voy a Booking.
La semana próxima en Rancagua pasaremos a fase 3 y eso significa que podemos hacer viajes interregionales, justo lo que estaba esperando ya hace tiempo. Claro que ahora no podré viajar al sur como quería, porque por allá han retrocedido (no se portaron muy bien, como dice el Dr. Paris). Estamos casi jugando al "corre que te pillo", con esto de los avances y retrocesos en el ámbito Covid19. Quiero y necesito caminar por las arenas 🚶 de alguna playa...y, al mismo tiempo, no quiero... ¡Uff! Esta pandemia está dejando efectos colaterales insospechados. Deberé lidiar con el deseo y el temor, en varios ámbitos. Y aunque esta lucha entre lo que quiero y lo que temo es parte de la vida, esta coyuntura sanitaria la ha hecho más patente, por su extensión y su omnipresencia. Averiguo localidades costeras de esta región y de la séptima. Al final, me dispongo a dormir. Ya deben ser las 5.
No se trata sólo de no dormir un par de horas o más lo que me ha sucedido, sino que después, durante el día uno actúa casi en modo zombie, con las capacidades disminuidas, con el entusiasmo en niveles de descarga, casi en categoría de vegetal o ameba, con el perdón de las amebas y vegetales. Así y todo logré unas horas de buen funcionamiento luego de una ducha helada posterior a una salida, en que el sol ☀☀ y la cantidad de ropa que vestía casi me derritieron. Al menos, logré preparar el almuerzo y actuar eficientemente como hortelana, plantando unas matas de ciboulette recién adquiridas. Ayer, mientras veía la abundante huerta de mi hermana en La Unión a través de zoom, con diversificación de productos y aumento considerable de terreno cultivado, me sentí en la inopia con mi tierra en unas cuantas jardineras. Así que, en compensación de ese sentimiento de carencia de la tierra ancestral, me dediqué a preparar una nueva jardinera con mis plantas de ciboulette recién adquiridas y a transplantar algunas achicorias bebés, aplicándoles también la normativa sanitaria de la necesaria distancia física. Hasta para hacer chistes estoy fome hoy día. En fin, por suerte no me dediqué al humorismo.
Como pueden darse cuenta, todos tenemos algún día para el olvido, incluso yo, que soy un ser especial, jaja. ¡Hasta pronto! (30 de octubre 2020)
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