domingo, 4 de octubre de 2020

Silencios...

   
  Hay muchos tipos de silencios; a saber, respetuosos, sanadores, reflexivos, nutritivos, desoladores, indiferentes, ofensivos. Los tres últimos dañan el alma; los anteriores, la fortalecen. Obviamente prefiero los primeros y los practico eventualmente. El que más, el nutritivo, que hace una muy buena mezcla con el reflexivo y, en muchas ocasiones, están indisolublemente unidos. Surge, cuando agotada del contacto humano insustancial, necesito estar sola, en silencio, puede que caminando o quieta, pero sin voces cercanas obligadas. Estos silencios positivos, combinados con la buena salud, con un entorno amable y placentero, acompañados de la música, el sol grato y el viento, son exquisitos.    
  Sin embargo, como ya dije, hay otros que no resultan saludables. Son lamentables y dolorosos, como los  silencios ofensivos,  especialmente  si involucran a seres que debieran estar en sintonía, ya sea la pareja o algún integrante de la familia. 
 Los silencios indiferentes también son penosos para el que recibe la nada como respuesta. Si bien en este caso no hay ofensa verbal ni física -algo no menos reprochable y reprobable- al otro lado del teléfono o del email no hay NADA. No es que sea preferible recibir ofensas, de ninguna manera. Pero la indiferencia te hunde. Es prueba de la insignificancia en que se tiene a tu persona. Parecieran estarte diciendo que no eres nada, salvo una molestia que ni siquiera merece el esfuerzo de elaborar un mensaje, lo que te arrastra al insano espiral de la elaboración de explicaciones que van socavando tu autoestima. 
  Personalmente, estos silencios son los que más duelen, sobre todo si vienen de un integrante de la familia. No puedo comprender que, cuando uno envía un mensaje personal, ni siquiera se "sacrifique" un minuto o menos para responder, aunque sea con un emoji. No lo puedo entender, en particular si no he actuado en contra. Me obliga a preguntarme si acaso yo, que comparto el mismo adn, soy acaso del mismo tipo. Es muy cansador, te roba energía vital. Va creando un légamo oscuro e indeseable. A veces, trato de empatizar y aunque no sea fácil, imaginar, suponer, aceptar que es una forma de cuidar la privacidad, pero aunque trate de entenderlo no logro aceptarlo. 
   El silencio irremediable es uno de los más terribles, que sólo se puede exorcizar en parte con el recuerdo cotidiano y el diálogo imaginario ante las nuevas situaciones en que el otro/a ya no es sustancia, pero sí espíritu. El olvido trae el silencio definitivo,  la segunda muerte,  cuando ya no queda nadie que te recuerde. Llegará el momento para cada uno. Es la ley de la vida...
    Hasta aquí sólo he hablado de los silencios que a mí me afectan, positiva o negativamente. Pero, cabe preguntarse, para ser justos, ¿cómo gestiono mis propios silencios? ¿Cómo los "reparto"? ¿No caigo yo también en aquello que rechazo?
   La verdad sea dicha: no soy perfecta, aunque pueda parecerlo (jajaja). Trato de ponerme las más de las veces en el lugar del otro, que espera una reacción, un gesto, una palabra de aliento. Sólo en contadas ocasiones me dejo llevar por la indiferencia. Claro que aquello no dura mucho, porque sé de sus efectos y hago el esfuerzo, evitando caer en la hipocresía y la vacuidad. Pero cansa. Tiene su costo emocional cuando no hay ganas de mantener el contacto al otro lado de la línea y sólo lo haces para no herir. También intento respetar el silencio ajeno y si capto que el "horno no está para bollos", no me pongo a cocer bollos pues, jajaja. En sencillo, analizo las señales, evitando transformarme en acosadora,😉. ¡A buen entendedor, silencio profundo!  🙉🙉He usado del silencio indiferente, no puedo negarlo. Soy culpable. Me avala Ulises, quien, ante el peligro de caer en cantos de sirena prefirió "taponearse" los oídos para no caer en la tentación, sabiendo de antemano que el resultado no podía ser sino el engaño. Mi silencio ha durado años en el caso de un sireno insistente y embaucador, que, una vez que abrí los ojos y los oídos, perdió todo el poder sobre mi persona. Estos cantos, por lejos, son lo más peligroso para la tranquilidad y autoestima, constituyen el veneno disfrazado de zalamería, especialmente si uno está un poco carente del aprendizaje de la soledad... 
   ¿Hay comunicación en el silencio?  Por supuesto que la hay. Pero, cuidado, no siempre uno logra interpretarla correctamente. Lo más acertado es analizarlo en conjunto con otros signos, para no equivocarse. Ya lo señalé más arriba, puede significar desde "Necesito estar a solas conmigo" hasta "No quiero saber más de ti", con muchos otros significativos intermedios. Por ello, no es recomendable apresurarse en descifrar el mensaje.  
    Lejos, la experiencia ideal de silencio es aquella que se establece entre dos personas que se entienden tan bien que ni siquiera necesitan conversar  y pueden estar una al lado de la otra, gozando de la compañía mutua sin que sea necesario articular palabra para estar compenetradas, estén quietas, sentadas o caminando. Éste es el mejor de todos. No es fácil de alcanzar, así que hay que atesorarlo cuando se establece con alguien o más de alguien. También lo es el de la conciencia, sin voces que abrumen y que culpen, siempre que sea producto de los buenos pensamientos y acciones y no de la carencia de conciencia.
    En estos tiempos extraños, los silencios se han intensificado, tanto entre los seres humanos como en la naturaleza circundante. Para muchos ha resultado una lápida, pero para los más, por suerte, ha sido la vía para una positiva toma de conciencia, en que los medios tecnológicos al alcance han adquirido el rol fundamental y significativo de intermediarios.¡Bien por ello! ¡Ojalá todo el aprendizaje humano de este período se mantenga! ¡Toco madera!
   

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