Para cerrar mis ojos, como lo sugiere -¿o lo ordena?- la hermosa canción interpretada al piano en Spotify, debo estar en una postura ad hoc y la más adecuada en estos tiempos, los míos, es arrellanada en la mecedora, con los pies en alto sobre el brazo del sillón cercano, como en las típicas fotos del jefe poderoso tras el escritorio.
No imagino a mi persona en esa pose, jajaja, y si me la imagino, me da risa. Estuve años tras un escritorio, pero nunca se me ocurrió intentarlo (me refiero a poner mis "patitas" sobre ese mueble; lo más probable es que, o mis "patitas" se habrían quedado cortas o habría terminado mostrando más de lo conveniente, me refiero por mi costumbre a usar falda; no me refería a otras posturas más lúbricas, jajaja).
No imagino a mi persona en esa pose, jajaja, y si me la imagino, me da risa. Estuve años tras un escritorio, pero nunca se me ocurrió intentarlo (me refiero a poner mis "patitas" sobre ese mueble; lo más probable es que, o mis "patitas" se habrían quedado cortas o habría terminado mostrando más de lo conveniente, me refiero por mi costumbre a usar falda; no me refería a otras posturas más lúbricas, jajaja).
Los cierro, siento el sol matutino en mi rostro y escucho las notas musicales del piano. ¡Qué maravilla! Me imagino tendida o recostada en la playa, arrullada por el sonido del mar...
Ensueño, traigo a mi mente recuerdos vividos cercanos, de caminatas, de arena, de sol y viento, de olas y gaviotas. ¡Qué lejanas parecen! ¡Cómo añoro aquello!
Creo que nací con los ojos abiertos, como los bebés garcimarquianos (estoy "inventando" más de una palabra; total, está de moda). Me parece haber cerrado muy pocas veces los ojos en mi vida consciente, tal vez por eso se han gastado un poco, jajaja.
Hasta los primeros besos los recibí o di con los ojos abiertos (por curiosidad, obvio), pero frente a la inexistencia de un mínimo de magia, seguí las instrucciones para estos menesteres, así que los cerré convenientemente y me imaginé, cada vez, a un príncipe azul inalcanzable (¡sorry, era la única manera de autoconvencerme!).
Hasta los primeros besos los recibí o di con los ojos abiertos (por curiosidad, obvio), pero frente a la inexistencia de un mínimo de magia, seguí las instrucciones para estos menesteres, así que los cerré convenientemente y me imaginé, cada vez, a un príncipe azul inalcanzable (¡sorry, era la única manera de autoconvencerme!).
Pensándolo un poco, esto de cerrar los eyes en el instante de besar o ser besada cumple varios propósitos; a saber:
1°: poner en juego, a ciegas y sin prejuicios visuales, tus otros sentidos y poder comprobar qué tan bien desarrollados los tienes. Si están en óptimo funcionamiento, puede ser una "pasada", o, en caso contrario, una desgracia (jajaja, ¡imagínate por qué!).
2°: evitar ver la poco estética imagen de un rostro y sus correspondientes partes tan cerca del tuyo (¡es que se ve tan ridícula una persona en plan de besar, jajaja! Sólo se ven bien en las películas).
3°: disminuir en efecto de rechazo a la invasión de tu metro cuadrado.
Mientras he estado despierta he mantenido los ojos abiertos un 99,99 por ciento. Claro que no siempre esta medida ha servido para evitar el error (jajaja). Hay cegueras mentales más poderosas que la somática, especialmente si son voluntarias (de ello hablaré en otro momento; aún debo procesarlas intelectualmente). Porque no basta con la visión para ver, respirar, captar y entender lo y a los que me rodean. También necesito una fina audición para distinguir el halago sincero de la adulación, un refinado olfato para discriminar entre el cariño, la envidia o la indiferencia, una intuición alerta que me avise o, al menos, me dé la tarea de no emitir un juicio anticipado en espera del desarrollo de otras acciones.
Las pocas veces que he cerrado los ojos voluntariamente ha sido para recibir los rayos solares matutinos, para sumergirme en notas musicales, para sentir la brisa y el silencio, para captar los olores del ambiente, para hundirme en la oscuridad del horror inaceptable, para soñar despierta con un mundo utópico y personal.
Definitivamente fracasaría como yoguista, como paciente para hipnosis, como participante en técnicas de magia e imaginería, ...aunque nunca se sabe. Sucede que uno desconoce un porcentaje significativo de sus potencialidades, de sus temores profundos, de sus límites en tanto no se haya exigido al máximo, voluntariamente o no.
Cuando necesito meditar y darle vueltas a una idea, más que cerrar los ojos, prefiero mirar el cielo raso si estoy en casa, acompañada de una música calma. Otras veces, me rodeo de todo el silencio posible para evitar obstáculos. Fuera de mi mundo, el cerrar los ojos se hace perentorio para seguir el hilo de un pensamiento, aminorando, en parte, los ruidos sociales. Pero no siempre es recomendable, suele ser peligroso para la integridad física, así como para preservar tu "distancia social".
Cerrar los ojos por una orden, ¡ni llorando!, ni aunque me prometan 50 sombras (seguro, cuando vuelva a nacer, jajaja). Tampoco en un juego de roles, de tronos o de lo que sea. Como parte del mundo que soy, para "escuchar" mejor, no los cierro, miro hacia otro lado, para que la visión directa no me obnubile la verdadera. ¡C'est la viè!
No hay comentarios:
Publicar un comentario