viernes, 26 de diciembre de 2014

"No hay plazo que no se cumpla, ni deuda..."

      Hay crímenes y delitos que no aparecen tipificados en nuestro cuerpo legal, pero que, no por ello, dejan de ser crímenes. No son atentados contra la propiedad privada, ni contra la integridad física de los demás, ¡no, de ninguna manera! ¡Son crímenes contra los valores humanos, contra los sentimientos, contra las emociones, contra la autoestima del otro ser humano que se tiene enfrente o a la distancia! Crímenes como el engaño, la venganza, la manipulación, el chantaje emocional.
     Son crímenes que no sólo dañan al otro, sino a toda la Humanidad, por el impacto que produce en cada afectado. Impacto que tiene que ver con el surgimiento de la desconfianza hacia los demás, la duda, el silencio y ocultamiento propios, la insinceridad y la réplica, en un alto porcentaje, del delito del que se ha sido víctima.
     En este sentido, todos, en alguna ocasión, hemos sido o somos victimarios, cuál más cuál menos, y no nos falta justificación para nuestros actos deleznables. No me salvo, de eso estoy segura; por lo tanto, estoy lejos de tirar la primera piedra. No obstante, el amor (aunque no sea el adecuado) y la falta de lucidez son atenuantes para algunos o muchos, quienes llevados por el cariño, la pasión, la inmadurez, la inconsciencia, cometen acciones que lastiman al otro u otros. 
 ¿Debemos ser perdonados por aquello? 
  Creo que no, entendiendo el “perdón” como la aceptación de estas "malas" acciones. Todos estos “criminales”, que somos o hemos sido, debemos y vamos a “pagar” por nuestras actos, ya sea con el peso en nuestra conciencia o asumiendo, así sea con dolor, el resultado a corto o mediano plazo, cuyo efecto “dominó” se irá haciendo sentir cada vez más nítida y audiblemente, hasta terminar con la caída de la última pieza (golpe de gracia para algunos).  Y ese resultado que puede involucrar abandono,  soledad, pérdida de los afectos,  menoscabo de la imagen, caída de las caretas, condena pública, rechazo social, un recordatorio constante,…deberá ser aceptado aunque no nos guste. 
    
    Y así como en el ámbito de la justicia se habla de los criminales de “cuello y corbata”, en el ámbito de lo humano también los hay…y son los peores. Son aquéllos (y aquéllas) que se movilizan en plena conciencia de sus actos y premeditadamente van entretejiendo  sus redes como arañas en torno a sus víctimas. Lo más imperdonable en ellos es la manipulación y el chantaje emocional en torno a los afectos verdaderos, a los recuerdos, al amor a otros que ya no están, todo lo cual usan como soporte y salvoconducto para llegar a su víctima y vencer sus defensas. Estos criminales, al contrario de los anteriores, sólo tienen agravantes, por el claro discernimiento que guía sus acciones.
    A su debido tiempo, les corresponderá pagar, en sí mismos o en sus más cercanos. Porque no debemos olvidar que cada acción genera una reacción, transformándose esta última en acción que origina una nueva reacción y así, por tiempo indefinido (como las ondas en el agua al tirar una piedra). Y si bien es cierto los hijos no son responsables de las malas acciones de sus progenitores (ya lo dijimos en ocasión anterior), pueden,  en esta cadena interminable de acontecimientos, recibir las consecuencias, directa o indirectamente, y sólo seremos conscientes cuando ya sea demasiado tarde.
     
     Estemos en cualquiera de los dos grupos, a la hora de pasar por la caja registradora, no  servirá de nada cerrar los ojos o esconder la cabeza. Sólo nos resta actuar con dignidad, porque "no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague".

   A buenos entendedores...

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