domingo, 28 de enero de 2024

Supervivencia casi al desnudo...

 


   

     No siempre resulta fácil distinguir entre "supervivencia" y "sobrevivencia".Términos que tienen el mismo origen pero que se diferencian en la manera cómo se continúa después de un riesgo mortal o un suceso extremo. El "superviviente " va más allá de sólo mantener la vida; es quien supera los estándares esperados.  Es lo que pasó con las experiencias observadas el jueves 25 en Villa Sta. Lucía y en Chaitén,  además,  sin exagerar,  lo que nosotros experimentamos en el último lugar y en el viaje de regreso el día viernes 26. Comparto lo observado y vivido  con ustedes a continuación. 

    El jueves 25 salimos a las 8,55 de Futaleufú, con la satisfacción de que íbamos ya completando nuestra aventura, quedando sólo un lugar más en que descansar al término del día nuestros cansados huesos... acompañados de abundante carne y grasa,😂😂 😂.Pasamos a despedirnos de los Rápidos del Futa... y luego proseguimos viaje por un  terreno ya conocido: en dirección a Villa Sta.Lucía. Así como nos fuimos acercando (distante 76 kms.) fuimos buscando las huellas de la gran desgracia de 2017. El día 16 de diciembre de ese año a partir de las 9,02 hrs., producto de una abundante lluvia caída los días 15 y 16, se produjo el desprendimiento de rocas en la zona alta de un cerro (a 1.400 m. de altura),  lo que arrastró consigo hielo y nieve de una laguna glacial y todo lo que encontró a su paso, hasta llegar a la villa a las 9,20, donde arrasó con 28 casas y varias dependencias públicas. La cantidad de muertos fue de 21 personas, más 1 desaparecida, cuyo cuerpo no fue encontrado. Ingresamos esta vez por un lugar distinto porque queríamos ver el centro de la tragedia y porque no habíamos olvidado  aquella desgracia que le ocurrió a un grupo de compatriotas.     
    Lo primero que vimos fue un terreno vacío, árboles muertos, mudos testimonios de la tragedia de esa mañana en que la naturaleza le demostró una vez más al ser humano que es impredecible. Luego estuvimos frente al monolito en homenaje a dos funcionarios de la Municipalidad fallecidos ese día (a quienes también se les recuerda en un par de puentes en la salida norte, a través del nombre dado a esas estructuras). De la ex Plaza de la Villa, a punto de ser inaugurada en esos días, sólo quedó una especie de escenario, el letrero y un asiento. Precisamente bajo ese techo se erigió un Memorial que recuerda a cada una de las víctimas,  en placas con sus nombres, adosadas a una gran piedra de la catástrofe. Recorrimos el lugar y mientras lo hacíamos un señor en vehículo nos invitó a ver el Museo de sitio que se levantó a metros de allí. Fuimos y nos encontramos con una bella vivienda llamada "Casa Testimonial", que lucía una bandera "extraña", en cuya sección de color azul sobresale una cruz de color rojo. El Museo de la Casa de la bandera se creó un año después del evento y guarda en su interior testimonios visuales del antes y del después de lo que sucedió. Precisamente allí es posible visualizar el "milagro" de la Casa de la Bandera, pues los 5 habitantes de la vivienda se refugiaron en el segundo piso y lograron salvar sus vidas. Fue una experiencia interesante y conmovedora. Habernos detenido por más de una hora en este lugar era el mínimo homenaje. 
     Seguimos avanzando, por carretera pavimentada, en dirección a Chaitén. A media hora nos enfrentamos al Puente Río Yelcho (hermosa obra de ingeniería), ubicado sobre el río del mismo nombre y frente al Ventisquero ídem, cerca de un lugar llamado Pto. Cárdenas, que no visitamos (había que desviarse un poquito del camino). A pocos kilómetros de allí vimos aparecer el primer letrero que indicaba el inicio del Parque Pumalín, enclave natural de más de 400 mil hectáreas, de las cuales la mayor parte fue una donación del multimillonario estadounidense Douglas Tompkins. 20 minutos después de pasar esta primera indicación del parque estábamos en Chaitén (13,04 h.).  
    Pasando el puente de entrada nos fuimos al Museo de Sitio, el segundo de esa jornada, donde están los testimonios del gran desastre que dejó en la ciudad la Erupción del Volcán Chaitén, el 2 de mayo de 2008. El Museo estaba cerrado pero pudimos ver en el terreno de la dependencia algunas casas destruidas y hundidas bajo centímetros (metros tal vez) de ceniza, lodo y otros elementos que contenía  el lahar en su recorrido letal. Felizmente en el caso de este evento, la evacuación temprana del pueblo permitió que los fallecidos fueran pocos (5 personas). Los supervivientes no aceptaron irse a otro lugar, Santa Bárbara, distante a 12 kilómetros y volvieron a vivir al mismo asentamiento. No todos volvieron, por ello, para evitar que esas viviendas fueran ocupadas por otras personas, el Estado las adquirió. Allí están como testimonios ¿del abandono a lo propio, del miedo a la repetición, del respeto a la fuerza de la naturaleza o de la actitud razonable? Estos motivos o alguno parecido seguro son fundamento de la ausencia. Los demás, los que se quedaron, supervivientes ante de la desgracia. 
   Casi contagiadas por tamaños ejemplos de resiliencia, decidimos intentar el ascenso al Volcán que, según supimos, es de un kilómetro de altura. Buscamos nuestra cabaña, la última, para alimentarnos primero. Nos costó encontrar nuestro alojamiento  pero lo logramos (estaba frente al cementerio,  😂😂). Preparamos un opíparo plato de fetuccinis con huevo frito y un mix de salsas. Todo rico y alimenticio, lo necesario para enfrentar el tremendo desafío del ascenso. Hacía muchísimo calor y algo de cansancio, así que descansamos cerca de una hora y luego partimos rumbo a la entrada del sendero que conduce a la cumbre del Volcán, la que queda a la friolera de 18 k. Llegamos allí a las 17,45 y el sendero cerraba a las 17,30, ¡plop! Aún estaba abierto, eso sí, y nos encontramos con algunos senderistas que ya terminaban su desafío.  
      Las dudas se presentaron, no podemos negarlo. Al bajar del todo terreno, 😉,recibimos un ataque sorpresa de parte de una nube de tábanos y colihuachos. De todas maneras, emprendimos el sendero y  a poco de haber empezado a caminar🚶‍♀️🚶‍♀️🚶‍♀️ , un joven extranjero que volvía nos dijo "empeorán los tabanós arriba", "ok, senquiu", les respondimos. Continuamos a pesar de que un letrero señalaba que la dificultad de la caminata era medio alta. "Vamos, que se puede", nos dijimos. Yo, más acostumbrada a aquellos bichos voladores desde la vez que visité en más de una ocasión el balneario de Hueicolla, esperaba que se estacionaran en alguna parte de mi cuerpo y con un buen manotazo, los mandaba a la otra vida, o, al menos, al hospital traumatológico de los insectos, 🙈. Creo que causé  estragos en la especie esa tarde, jajaja. Me transformé en una verdadera insecticida, 😉. Logramos llegar al hito 1 de 9 en total, saltando incluso un árbol que estaba atravesado en el sendero, pero desistimos de seguir adelante. Los atacantes aumentaban y ya nos veíamos con numerosas ronchas. Todas íbamos mal preparadas para la actividad. Una con sandalias, dos de manga corta, yo con vestido sin mangas, otra de pantalón corto. ¡Pésimas senderistas! La supervivencia casi al desnudo como íbamos, no era posible. Optamos por sacarnos fotos hasta donde alcanzamos y regresar al troncomóvil.   
     De regreso quisimos interiorizarnos dónde quedaba Santa Bárbara, el lugar donde Soa Bachelet quiso que se trasladaran los habitantes de Chaitén. Tomamos una carretera secundaria y habiendo avanzado "bastante", nos dimos cuenta que íbamos directo al aeródromo. Al retroceder "caímos" en cuenta que la nueva ubicación estaba en el mismo lugar de la bifurcación. Definitivamente, nuestras facultades de orientación estaban algo deterioradas  😂 😂. ¡Nada qué hacer! No éramos "supervivientes", sino sólo "sobrevivientes", no cabe duda... Nos fuimos a la ciudad y buscamos un supermercado (necesitábamos alimentación para la última jornada del siguiente día), una feria artesanal, recorrimos algo más la ciudad y regresamos a tomar onces, en tanto, al  atardecer, fuimos hasta la Costanera a ver lo poco que quedaba de la puesta de sol. Ya estaba oscuro cuando retornamos al alojamiento. Nuestra amiga Marcela preparó unas ricas micheladas a manera de despedida, ¡salud! y luego nos fuimos a las camas. Tarea urgente : preparar bien las maletas. Una ducha helada y a acostarse, pues la próxima jornada sería intensa. 
       ¡Último día, nadieN se enoja!,  exclamamos en el momento de levantarnos y darle la bienvenida al nuevo amanecer. Preparamos unas contundentes hamburguesas 🍔🍔para el viaje, desayunamos y a las 8,42 íbamos saliendo de Chaitén.  Debíamos estar en Caleta Gonzalo a las 11, para zarpar a las 13 horas. La carretera iniciaba con pavimento pero luego seguía y terminaba con ripio, de modo que los 57 kilómetros de distancia los hicimos en 80 minutos. A las 10 estábamos ubicándonos en la fila de automóviles para embarcar. Fue muy agradable estar allí. Mucha naturaleza (nalcas y helechos por montones, como en toda la Patagonia), servicios básicos y un prometedor sendero a un Mirador de 3 kms.de ida y vuelta. El sendero era completamente nuevo en su estructura de madera. Me habría gustado recorrerlo pero el hecho de estar en una situación de espera no habría hecho grato y relajante el ejercicio. Sólo  caminamos un poquito para la foto, 😂😂.A las 13,22 -algo atrasados- estábamos subiendo al transbordador, en el que navegamos media hora por el Fiordo Largo. Allí bajamos a tierra y recorrimos unos 15 kilómetros por un camino asfaltado hasta llegar a un lugar llamado Leptepú donde embarcamos en otro ferry, en el que navegamos por un tiempo interminable sobre las aguas que separan al continente de la Isla Grande de Chiloé. Fueron tres y media horas en este segundo transbordador, en el que conversamos, nos alimentamos (las mega-hamburguesas ya habían "desaparecido", 😁, en la embarcación anterior) con chocolate, yoghurt y alguna otra cosilla, pues de hambre no íbamos a morir, 😂. Eramos sobrevivientes "entraditas en carne", 😂 😂 😂.    
   Bajamos en Hornopirén a las 19,12 horas aproximadamente, para irnos, por carretera durante una hora hasta Caleta Puelche, donde debimos subirnos a otro transbordador, que nos llevaría en media hora a Caleta La Arena. ¡Ufff! Esto parecía cuento de nunca acabar. La verdad es que no pude apreciar en totalidad la belleza de la navegación debido a la presión de ir un poco contra el tiempo en cada tramo. Sé que debí gozar más del aire puro, del viento, del paisaje, del trayecto en sí en lugar de estar preocupada de la llegada. Es lo que nos sucede tantas veces a los seres humanos, que por estar pendientes de un destino al que llegar, no gozamos del camino que se recorre para arribar a ese objetivo. A la navegación en el tercer ferry sí logré sacarle más provecho inmaterial. El momento de la puesta de sol se acercaba de manera que las vistas eran hermosas en un cielo con nubes. Estábamos ya arriba del vehículo, prontas a llegar a Caleta La Arena, cuando se activó  la alarma de SENAPRED en nuestros celulares -con el correspondiente susto-, debido al incendio que se había originado en un sector de Pto. Montt, ciudad por la que debíamos pasar una vez que abandonáramos la última embarcación, lo que hicimos siendo casi las 21 horas.  
       Cuento corto, 😂,  llegamos a la  Grande y Noble ciudad de Lanco en la madrugada del sábado, exactamente a las 01,30 horas, cansadas de conducir -Marcela- y cansadas de andar sobre cuatro ruedas, Ely y yo, 😂. En el transcurso de esas horas cuatro horas y media habíamos pasado por Pto.Montt, habíamos sido testigos de la gran humareda que se elevaba en un sector de la ciudad y habíamos logrado llegar a la Ruta 5 Sur. Al pasar por fuera de Osorno nos detuvimos en un Pronto Copec, para usar los servicios, tomar un café y comer algo, algunas de nosotras, 😂,yo no. Seguimos adelante luego de recuperarnos de la modorra del viaje (yo había descuidado mi tarea de copiloto y eso significaría bulling posterior  pero nada podía hacer frente al cansancio). La luna nueva, enorme y anaranjada, nos acompañaba a poco de salir de Pto. Montt. Eso era fuera de nuestro pequeño espacio vehicular. Al interior, acompañadas a la distancia por nuestras amigas Jessi y Lidia, nos animamos tanto que nos pusimos a cantar a voz en cuello con nuestras melodiosas voces, 😂 🙈 🙈. La grabación de ese entusiasta momento quedó grabado en el correspondiente audio-video, que no agregaré aquí para no arriesgar demandas por daños superficiales o profundos, temporales o permanentes de los tímpanos de algunos oyentes, 😂 😂 😂.  
     A manera de cierre, sólo puedo agregar que esta aventura de 11 días ha sido muy crecedora, nutritiva (¡harto que nos nutrimos, 😂!), entretenida al máximo, desafiante (no es fácil ser copiloto, fotógrafa, manipuladora de alimentos, coach, etcetc,😂). En serio, fue un esfuerzo diario de levantarse muy temprano, de conducir al menos tres carreteras importantes con sus bemoles en muchos tramos (la Ruta Número 40 de Argentina, muy deteriorada en una larga extensión; la Carretera Austral aún a medio pavimentar, con tramos de ripio muy complejos; la Ruta 5 Sur, en excelentes condiciones, pero con un llamado casi irresistible a elevar la velocidad), de recorrer tramos en varias rutas secundarias, todo aquello por un total de 3.765 kilómetros. El hecho de permanecer al interior de un vehículo por muchas horas seguidas, de cambiar de alojamiento a diario, de enfrentar caminos, localidades y ciudades desconocidos, de sortear situaciones imprevistas (las menos por suerte), etcetc., todo ello, con buen ánimo, excelente disposición y colaboración mutua a fue una experiencia impagable. Al final, me siento y estoy muy agradecida por la confianza, por la empatía, por el cariño y la buena onda. 









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