miércoles, 4 de octubre de 2023

Mar, ríos valdivianos... y salmones (III parte)

     

   A pesar del tremendo manejo de conocimientos en Historia y Geografía de parte de Anita, se las vio moradas para entender el enredo de ríos en Valdivia y sus alrededores. Yo francamente poco le podía ayudar a pesar de haber vivido en la zona, porque ni la geografía ni la hidrología fueron de mi interés por mucho tiempo. Al menos he hecho unas tres veces un tour fluvial alrededor de la Isla Teja escuchando a guías explicando aquello, pero no logré retener en forma correcta la información, así que no estuve  en condiciones de hacer yo misma de guía. No nos quedó más alternativa que pedir socorro a Google maps hasta que logramos desenredar la madeja. La verdad, a mí ni me quedó tan claro 😂. Antes de seguir hablando de este rompecabezas fluvial, les cuento cómo llegamos allí.

   Nuestro viaje desde Rancagua y Machalí tenía como objetivo central ir a conocer San Martín de Los Andes, pero estando cerca de Santa María la Blanca de Valdivia, en mi caso, no podía dejar de encontrarme con mi hermana y visitar a mis padres y hermano. Anita, también quería echarle un vistazo a la ciudad, a la cual no visitaba desde hacía tiempo. Y las dos, deseábamos comprar salmones,😂, 👊.  ¡Cierto! Con el precio que tienen por acá en Rancagua, saber que podíamos encontrar el kilo a 9 ó 10 mil pesos, la idea era absolutamente tentadora. Así que nos propusimos alargar el viaje unos días para cumplir esos deseos. 

   Saliendo de Lanco el martes 26, con todos los honores y facilidades por parte de nuestra anfitriona, pasamos por Valdivia y seguimos viaje a la Villa de San José de La Unión, ciudad en la que viví 18 años, pero en la que mis padres tuvieron su primera vivienda, para años después, trasladarse a Valdivia. Así y todo nuestros lazos con esta urbe, me refiero a La Unión, siguen vigentes, pues la mayor del clan Álvarez-Saldaña ha vivido toda su vida allá.  Es mi hermana Gladys, quien había extendido una invitación a Anita para que fuéramos por esos lares.    

  Como a las 14 horas del martes nos dejamos caer por la capital del Ranco, causando casi un colapso nervioso  en mi hermana, que no había visto mi whatsapp avisando cuando íbamos en Paillaco. La cosa es que, en vista de que no acusaba recibo, esta vez ya pasado el Cruce Los Tambores, la llamé para informarle de la buena nueva: que tendría a dos comensales invitadas a su mesa. Casi le da ataque surtido, me contaba después, porque como no sabía nada de nosotras creyó que llegaríamos en la tarde así que sólo tenía "duelos y quebrantos" para ella, 😂. En unos 20 minutos debió improvisar un almuerzo para tres. Por suerte que nosotras llevábamos media docena de empanadas de mariscos  (las despreciadas en Lanco  porque a una no le gustan y a la otra tampoco porque tenían piure; paso el dato, 😁), que sirvieron de tentempié. Ya ni me acuerdo qué había conseguido preparar mi hermana para tan ilustres visitas. Miraré el álbum de fotos. ¡Ya, ahora sí! Una rica carne asada a la parrilla (del reciente fin de semana; estaba deliciosa 😋) con papas, ensaladas y un kucken. ¡Cómo pueden ver los Álvarez-Saldaña somos casi magos, 😁!

    El tiempo no nos acompañó en nuestra estadía en la ciudad, lluvia y sol, nubes negras amenazantes durante los dos días. Aquello nos obligó a permanecer más o menos enclaustradas, saliendo sólo un par de veces al supermercado. En síntesis, mi Ilustre acompañante sólo vio el gran centro de la ciudad y algo más. Llegó el jueves y a las 10 de la mañana estábamos camino a Valdivia, embutidas en los estrechos asientos del microbús. Íbamos con mi hermana, pues las dos haríamos, la ritual visita a nuestros padres y hermano juntas. Sin embargo, como resultaría muy incómodo pasar con camas y petacas al parque, nos fuimos directo al Hotel Villa del Río (¡qué manera de crecernos el pelo, 😂!) donde nos hospedaríamos dos noches con Anita. Una vez realizado el check in (tuvimos la suerte de poder hacerlo a mediodía) nos fuimos al Parque con mi hermana. Flores y un rato de conversación silenciosa con nuestros deudos y seres queridos y nos dirigimos al centro, donde nos separamos con Gladys, quien debía hacer un trámite con su hija -mi sobrina Vivi-, mientras yo me encontraría con Anita para empezar la segunda conquista de Santa María la Blanca, 😂. El cielo parcial era el más adecuado para recorrer las calles valdivianas. Vitrineamos por la bella y abundante Feria Fluvial y luego nos juntamos las cuatro mujeres a almorzar en Café Moro en un grato y sencillo ambiente. Terminada la comida nos despedimos definitivamente. Era el momento de elegir algún lugar de Valdivia para visitar.     

   Por el Puente Pedro de Valdivia nos dirigimos a la Isla Teja, en específico, al Campus de la UACh. Pasamos por un costado de su antigua alameda, llegamos al edificio de la DAE
(ex Biblioteca Universitaria en la que trabajé el año 1973 como alumna laborante). Ingresamos al verde y hermoso Jardín Botánico y, luego de recorrer otro poco, tomar fotografías, compartir algunos recuerdos en voz alta de mi vida universitaria, nos subimos a una "liebre" número 20 (¡se me cayó el carnet, 😂!) para bajarnos al otro lado del Puente Calle-Calle. Tomando la Avda. España llegaríamos a nuestro hotel 4 🌟 🌟 🌟  🌟 . Yo ni me acordaba a cuántas cuadras quedaba, parecía que a unas pocas, pero el sol que no sólo alumbraba sino que también quemaba a esa hora, nos hizo bastante pesada la caminata. Aparte de acumular pasos en el celular, el "paseíto" nos sirvió para ingresar a un local a comprar alimentos y agua, además de obtener unas bellas instantáneas desde una perspectiva distinta.

   Una vez en la suite nos dedicamos a ordenar nuestro equipaje, planificar el día siguiente y descansar mucho, con una vista panorámica envidiable, tanto diurna como nocturna: las aguas del Río Calle-calle -parece,😏- las embarcaciones y el Paseo La Costanera al frente con sus bellas construcciones frente al río, mientras de noche, lo mismo  -obvio-, pero con el encanto de las luces reflejándose en el agua. Esta vez no vimos a la Luna haciendo toples por esos lugares, 😂. ¡Qué bello espectáculo!    

  Al otro día, en una jornada totalmente soleada, luego de un opíparo desayuno bajo el auspicio del hotel, nos subimos a una micro que nos llevó al balneario de Niebla, luego de haber llegado hasta un paradero merced a un uber. El día fue maravilloso de pe a pa. Nos bajamos en la Playa Grande, caminamos a orillas del mar, nos fuimos al Fuerte de Niebla, llamado originalmente Castillo de la Pura y Limpia Concepción de Monforte de Lemos (¡qué rimbombante el nombre!), construido en 1671. Estuvimos recorriendo y visitando sus dependencias por más de dos horas, con una guía personalizada, exclusiva y extraordinaria: Anita, para luego partir al sector Playa Chica e ingresar a un restaurante. Era hora del almuerzo, el que degustamos con toda la tranquilidad del mundo, cuyo corolario fue una explicación detallada por parte del dueño del local de los orígenes de la loza exhibida en una estantería (un juego de Versage, loza japonesa y de alguna otra nacionalidad que no recuerdo).  Satisfecho el hambre y la curiosidad, nos fuimos al embarcadero que nos llevaría al Puerto de Corral en 20 minutos. Nos instalamos en primera fila y disfrutamos del breve recorrido, bajo los rayos del sol que rielaban en el agua y la suave brisa.    

   Ya en Corral, pedimos indicaciones para llegar al Fuerte San Carlos  (construido en 1763) y lo recorrimos por fuera y dentro. No tuvimos que gastar en entradas pues gracias a nuestra "juventud" teníamos el ingreso gratis, 😜.  Anduvimos un poco hacia el otro lado de la ciudad a orillas de la Bahía, para luego embarcamos y regresar a Niebla. La embarcación, más pequeña que la anterior no contaba, como el Titanic, con chalecos salvavidas para todos,😂.Anita se apresuró en conseguir para nosotras sendos chalecos por si las moscas..., 😜. 
   Llegamos a Valdivia con rapidez, pero no al hotel, sino al local de Entrelagos, donde mi amiga fue testigo del robo de mercadería por parte de un "cliente" frecuente, quien rápidamente arrancó. Según comentó la dueña, no era primera vez que lo hacía. Para pasar el susto y completar un día magnífico, pasamos al restaurante Cosas Ricas, donde gracias a unas excelentes cervezas valdivianas
(Cuello negro y El regreso) y a unos ricos sándwiches toda inquietud fue casi olvidada. Para irnos al hotel, ya siendo de noche, llamamos un uber y mientras llegaba nos escondimos, 🤣, ¡qué  precavidas! , al interior de un cajero automático. 
 Antes de subir a la habitación fuimos hasta el muelle del hotel que, a esa hora, se veía fantástico. No podíamos quejarnos: nuestra estadía en la Perla del Sur no podía haber sido más extraordinaria. 
 

   ¿Y los salmones que pretendíamos comprar? se preguntarán algunos, los con buena memoria. Fue toda una historia aquello. Cuando le conté a Marcela de dicho propósito estábamos en Lanco. Ahí me enteré que ella tenía un familiar valdiviano que la proveía de aquella exquisitez de vez en cuando y a un muy buen precio, pero no nos resultó en esta ocasión. Cuando anduvimos en Mehuín el lunes 25, evaluamos comprar allá,  pero desistimos. Era mucho andar cargando con el muerto hasta el 30, en un trayecto desde Mehuín hasta Lanco, luego a La Unión y después a Valdivia, para finalmente partir a Rancagua y Machalí. Habrían llegado oliendo a crisantemos, 😂.Ya en Valdivia, luego de pasar por la Feria Fluvial, desistimos. Serían muchas horas sin estar en frío. En la tarde  del penúltimo día, mientras nos estábamos "copeteando" con Anita, 🤣, nos llegó el aviso de Marcela que había conseguido una caja de salmones, ¡ohhhh! ¡No podíamos creerlo! ¡Y la caja entera estaba a nuestra disposición! Lo único que debíamos hacer era averiguar dónde se detenía el bus en que viajaríamos al día siguiente, lo más cerca de Lanco posible, para que ella pudiera llevarnos hasta allá la cajita. Frente a tamaño despliegue y esfuerzo nos sentimos tocadas por la diosa Fortuna y eso que ambas somos descreídas completamente. Cabe hacer presente que nuestra amiga había montado todo un operativo cuando le avisaron que podía contar con los especímenes. Los ansiados peces estaban en Valdivia originalmente. Se estableció un intercambio en la capital regional con una docente y amiga de Lanco que los llevó a esa ciudad y a casa de Marcela. Ella los desembaló y puso a congelar para que resistan el viaje al día siguiente en el maletero del bus sin mayores bochornos ni ahogos, jajaja. Y todo ese esfuerzo era por nosotras. ¡Qué  emoción! Al día siguiente, en Loncoche se produjo el intercambio final. Parecíamos traficantes entregando y recibiendo una caja sospechosa, que inmediatamente se fue al maletero. Mi amiga, supongo que en broma, me había dicho que cuando se sintiera mal olor en el bus significaría que los señores peces no habían resistido la temperatura que había ido subiendo mientras más avanzábamos a nuestro destino. Llegó a estar a 25 grados. Hubo un momento en que creí que la dichosa broma no había sido tal cuando, a través  de la ventanilla abierta del bus que iba a un costado de mi asiento, sentí que me llegaba un mal olor, que no supe identificar a qué se debía. Llegué a creer que eran los salmones que no se habían bañado, 🤣. Pero no, para alivio de todas. Aún estaban algo congelados cuando se les sacó de la caja para llevarlos a un freezer. ¡Ufff!

   A unos días de este espectacular viaje de 11 días  por tierras sureñas de nuestro país y de los vecinos, me sigo sintiendo afortunada. Con amigas así para qué quiero más. Fueron momentos muy entretenidos, divertidos, emotivos, en contacto con una naturaleza impresionante, con la justa dosis de adrenalina al pasar por Curarrehue, Pucón  y Villarrica con un Volcán haciéndose el gracioso, mientras en Valdivia, Niebla y Corral gozamos de las vistas, de los ríos y del mar, sin olvidar los lazos y ritos familiares por ningún momento. ¿Y los salmones? Porcionados, congelados, transformados en gravlacs unos trozos, esperando ser parte de la degustación de ilustres comensales en un encuentro cercano. Hasta pronto.




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