miércoles, 25 de octubre de 2023

Casi desastre en Rancagua...

 

   Iba a empezar este escrito con una síntesis de mi viaje de 10 días a Uruguay; ya lo había comenzado el día después de mi regreso pero no hubo ánimo, tiempo ni fuerza suficiente para terminar lo que había comenzado, cuando otra actividad, importantísima, ocupó todo mi tiempo: preparar el Palacio para la visita de una persona ilustre, no aquí en Rancagua  -lo de 'ilustre'- pero sí en una ciudad del sur -¿o pueblo no más?-. Ustedes ya saben que, dependiendo del universo poblacional, se puede alcanzar ese título en algunos lugares mientras en otros -como en China, por ejemplo- uno no es nada aunque se apellide Font, 😂.  Así no más es...

   Mientras escucho un ruido permanente en uno de mis oídos producto de un resfrío fulminante que me atacó, por el otro -oído- escucho la música que me acompaña. Dejé un poco de lado esto de ponerme al día en los comentarios y análisis políticos, amén de las interesantes -emocionantes a veces- transmisiones de las distintas competencias de los Juegos Panamericanos. No crean que no me ha costado. Me gusta escribir pero a veces me dejo llevar por la pereza y vegeto como un gato garfield echada en mi trono frente al televisor. ¡Signos de mis tiempos! En fin..., para allá vamos todos.  

   Hoy ya estoy de vuelta a la vida activa. Un rato más saldré a comprar agua mineral -se me ha acabado-. En realidad es lo único que me falta. Estoy más provista que un "prepper" (preparacionista o survivalista) esperando la próxima pandemia, estallido social, noche de los cuchillos largos, caída de la bolsa con subida de precios, guerra mundial o terremoto grado 12, 😂. Y tan preparada que hasta he estado viendo películas de pandemias y mundos postapocalípticos, para ir aprendiendo cómo sobrevivir en una situación catastrófica. ¡Leseras que le dan a uno no más! Y todo porque me sentía disminuida en mi ánimo producto de esos bichos que ingresaron a mi organismo sin permiso. Si aplicáramos lo que se ha dado en llamar en estos días la "permisología" no habría virus, bacteria, hongo o cosa rara que podría entrar a nuestros cuerpos. Serían pocos los que podrían obtener medalla de oro, 😂, es decir, llegar a la meta final, o nuestros bellos -o no tanto- órganos. Tal vez ésa podría ser la mejor "vacuna" para cualquier epidemia o pandemia. Pero qué saben los bichos de nuestros comportamientos, exigencias, trámites y acuerdos transversales, ¡nada! Ni les importa. Ellos viven en otra dimensión, la minúscula dimensión de los virus, bacterias y demases y, nosotros, de tamaño mil veces más grande que ellos, somos su alimento. ¡Este mundo está al revés! ¡Qué  frágiles somos en ocasiones!   

    Bueno, volviendo al tema de la visita ilustre, de quien no daré el nombre para no arriesgar demanda, 😁, estuve un día y medio preparando el palacio para su llegada. Es decir, limpiando, despolvando, ordenando, cosa que no se vaya pelando, 😂,uno nunca sabe. La servidumbre, cuando uno no está, no hace gran cosa, 😜, así que tuve una tarea ímproba. También me afané algo en la cocina para recibir como corresponde a quien se merecía tal esfuerzo. Llegado el día, con Anita fuimos a recibirla al Terminal y compartimos una rica once para empezar. Conversaciones van, conversaciones vienen y nos pusimos de acuerdo en el plan del día siguiente. Nuestra ilustre amiga no conocía la región, de manera que a eso nos dedicaríamos: a mostrarle algunos lugares relevantes de la Sexta. 

  A las 9 de la mañana del siguiente día partimos rumbo a nuestro balneario estrella y capital mundial de surf : Pichilemu. Nos fuimos por San Fernando y no sé por dónde más, porque como yo no soy conductora en ningún viaje, de lo que menos me preocupo es de saber de rutas y caminos. La cuestión es que llegamos a un Pichilemu preparado para ser Subsede de los Juegos Panamericanos (información que desconocíamos). Estaba adornado ad hoc y con el Parque Ross y otros sectores con la pintura remozada. Se veía como nuevo de paquete. Dimos un recorrido por la ciudad-balneario, caminamos por el parque y por el paseo marítimo. Estaba bastante nublado y, a pesar de ello, había surfistas luchando con las olas. ¡Bello! Luego fisgoneamos un poco en algunos locales de artesanía (más china que nacional, 😂) y nos fuimos a almorzar.  

   El lugar fue recomendado por una de nosotras. Obviamente no por Marcela, perdón, la visita ilustre, pues ella no conocía Pichilemu. Fue divertido. Si comparo los precios con los recientemente experimentados en la República Oriental, no hay por dónde perderse. Es más barato acá, pero hubo unos "detallitos" que no nos gustaron en la atención (que no vi para nada en Uruguay). Se notaba que no estábamos en Francia, ¡qué poca elegancia!, 😂.Optamos por el menú, que parece que por ser más económico que la carta, esta vez le restringieron hasta la sal. ¡No me van a creer pero al/a chef se le olvidó ponerle sal al pescado y al batido del pescado! El puré andaba por las mismas y la ensalada, obvio, nada de aliño tampoco. ¡Y eso que los aliños no son tan caros! La cuestión es que casi gastamos todo el contenido del salero en aliñar el pez, el puré y la ensalada. Anita pidió un poco de limón para su Pepsi y le dijeron que iban a traer limón con el plato (¡toma cochiná!, 😂). O sea, que se espere y no esté exigiendo más de la cuenta, 😂. 

  Nos trajeron las bebidas en lata junto una pajilla para cada una. Yo quise dármelas de elegante y pedí un vaso para mi bebida, lo que no fue muy bien recibido por la "colaboradora". Me trajo el vaso y me quitó la pajilla, 🤣.¡No podíamos creerlo! ¡Atención de lujo! Tres trocitos de limón llegaron a la mesa, que debía alcanzarnos para el pescado, la ensalada y la Pepsi de Anita, 😂. ¡Ni por dónde! Esta vez nuestra invitada, seria como se pone a veces, pidió  más limón. Lo trajeron. Nos sirvió para reírnos toda esta historia. En el momento de pagar, Anita se encargó de "amarrar" a la colaboradora poco atenta. La verdad es que podríamos haber devuelto los platos con los peces fritos, pero la presentación estaba bien. Peor me fue a mí, si lo recuerdan, cuando en Piriápolis tuve que bucear para encontrar un filete de pez bajo una salsa desabrida y sin gracia. Al menos, debo reconocerlo, el batido del Restaurante Esau estaba crujiente, 🤣.   

 Después de tan pantagruélico y exquisito almuerzo emprendimos el camino de regreso. Esta vez lo haríamos pasando por 
Lolol. Es una hermosa localidad, que conserva la arquitectura tradicional de la zona central y eso era lo que queríamos mostrarle a nuestra invitada. La cuestión  fue llegar a Lolol. ¡Fue como ir de Los Apeninos a Los Andes! No llegábamos nunca, el camino era de tierra, con vueltas y más vueltas, subidas, bajadas y polvo para qué les cuento. Cuando llegamos a un puente que, así como estaba, nos quedó claro que ya no cumplía su función, entendimos que el extenso desvío era producto de los daños ocasionados por el último temporal en la zona... Llegamos a Lolol (hasta la Srta.de Google Maps se anduvo perdiendo) ya siendo las 17 horas y la Ilustre Municipalidad (tan "ilustre" como nuestra visita) de Lolol había cerrado sus puertas. Algo se podía ver del hermoso patio-interior-Jardín que tiene. Recorrimos sus calles, no sin antes pasar mirando la higuera a la cual, en el mes de abril, asaltamos junto a dos invitadas, también  ilustres, de la gran Isla de Chiloé 

  Seguimos camino y pasamos por Sta. Cruz donde nos bajamos a fotografiarnos en una de sus entradas, allí donde se erige la cruz de pipas o toneles. Es lo que más le entusiasmó a nuestra amiga (las pipas que no la cruz, 😉). Continuamos el regreso mientras yo seguía insistiendo en el inicio del canto tradicional que dice "Cuando me vine 'e Lolol"🎶 , casi como mantra, pues no pudimos acordarnos del resto de la canción  y tampoco la encontramos en Internet. Llegamos a la ciudad heroica cerca de las 20 horas (¿o pasadas?), con el acuerdo de encontrarnos a las 15 horas del día siguiente.  Esta vez la dirección que tomaríamos sería la Cordillera.  

   Esa noche nos vimos en la obligación de preparar sendas micheladas. Nuestra amiga, experta en el tema, las preparó, toda vez que ese mismo día en la mañana había empezado con un resfrío galopante. Aclaro enseguida que no fue el clima de nuestra región el cual le "pegó la desconocida". ¡Nones! Ella misma lo confesó: había sido un descuido de la última mañana en Santiago, en que no se abrigó como debiera haberlo hecho. Y como yo y Anita fuimos sus contactos estrechos, los bichos no perdieron la ocasión de ampliar su territorio.  

  El sábado, sin saber aún que caeríamos víctimas del ataque viral, anduvimos felices por las tierras de Coya y de la entrada al Parque Nacional Los Cipreses, específicamente en Los Chacayes, donde disfrutamos de unas ricas onces en el Café Restaurante Tukau junto a Natalia, nuestra amiga del grupo de Historia de Rancagua. Mientras ella se iba a su casa nosotras, porfiadas, pasamos a servirnos el trago del estribo a casa de Anita en Machalí, quien, luego que logró sacarnos de sus casa, 😂, nos vino a dejar a palacio, donde para mejorar a mi amiga y prevenir yo, terminamos con otra michelada, las que no sirvieron de mucho porque al día siguiente yo me había agregado al club de las congestionadas y con dolor de garganta.    

  Como enfermo que come no muere, igual ese día, mientras M. iba de regreso al sur, yo me preparé una croqueta de salmón con unos ravioles caseros y una tremenda ensalada de lechuga con rúcula. Claro, no morí, pero al otro día no fui capaz de levantarme como siempre, a las 8 horas, sino sólo lo hice a las 10 horas, para permanecer en estado de estropajo en mi trono, sin siquiera tomar desayuno. Definitivamente eran las últimas horas de vida que me quedaban,😂.Logré pararme e ir a la cocina a preparar almuerzo. En algo se animó mi cuerpo, pero no en mucho. Al mismo tiempo, iba consumiendo toda el agua que podía, unos paracetamol, geniol, tapsín, etc. Ya en la tarde noche, empecé a tomar jarabe para la tos. Ahí estuve, en calidad de bulto, mirando televisión, como abuelita de asilo. Nada de once tampoco y a acostarme. Felizmente, al otro día, ayer, ya estaba con más ánimo. Al menos sabía que el cara a cara con don Sata se había postergado, 😂.Junto con ello me enteré que Anita estaba en las mismas, que había preferido ir a médico y estaba "entusiasmadísima" tomando remedios, en tanto, nuestra amiga "portadora" y "paciente cero" se paseaba por las calles sureñas sin abrigarse lo suficiente y arriesgando una recaída.  

   A mediodía de ayer me llegó, ¡sorpresa total!, un "cargamento" vía Correos de Chile con tapsín día y noche, jugo 100% vitamina C, miel y berries. Todo muy ad hoc. ¡Qué  amiga más loca! Así que aquí me tienen, casi intoxicada con tapsín y con el jugo 100% vitamina C que ya me sale por las orejas. El jarabe ya me lo tomé completo y la tos retrocedió en su avance, 👏. En el intertanto no sé nada de Anita, ignoro si habrá visto el nuevo día o no, pues ni siquiera ha escuchado un mensaje que le envié. Como sé que hoy tenía un compromiso, esperaré hasta más tarde a tener noticias suyas, 🤔. 

  ¿ Y la síntesis uruguaya? Antes de que sea demasiado tarde y que me sorprenda un viaje a otra parte, he aquí lo que había escrito el 18 de octubre.

   "Ya en palacio desde ayer, luego de descansar lo suficiente entre mis cuatro paredes, habiendo disfrutado de ver el crecimiento de mis sembradíos en mi ausencia, ya puesta a secar la ropa recién lavada, de vuelta del supermercado luego de haber repuesto en parte la vacía despensa, de haber escuchado y visto las últimas noticias y tras haberme contactado con  mi hermana, me dedico a escribir una síntesis de lo vivido, conocido y visto en Uruguay por 10 días. Comienzo. 

"Visité cuatro ciudades, la capital, Montevideo (2 millones y medio habitantes), Colonia del Sacramento (30 mil habitantes aprox.), Piriápolis (con una población  de 8.830) y Punta del Este (12.400 habitantes). La verdad es que no hay cifras exactas de los habitantes de cada una de las ciudades, de manera que estas cifras son sólo referenciales. Lo que sí debe quedar claro es que las ciudades mencionadas, a excepción de la capital, tienen una gran población flotante en temporada veraniega, que supera con creces a los habitantes permanentes. Por ello, uno puede llamarse a engaño a la hora de calcular la población.  

   "Aunque la conocí menos por su gran extensión y demografía, no me gustó Montevideo. Obviamente mi opinión tiene como fundamento un recorrido muy acotado y parcial de su extensión. Así y todo me he quedado con esa percepción. Recorrer el centro de la capital, me trajo a la memoria Santiago Centro y Estación Central. Edificios deteriorados, por su antigüedad, abundantes graffittis, basura, veredas en mal estado, todo complotando para que a un visitante le sea imposible enamorarse de la urbe. Sólo el Centro mismo, la plaza principal donde se ubica la puerta de entrada a la antigua ciudadela que fue Montevideo tiene el atractivo de lo patrimonial. Precisamente el día que llegué  tuve la ocasión  de visitar un par de edificios en su interior gracias a que se celebraba el Día del Patrimonio. Incluso habiendo llegado a la Rambla no encontré en ella la belleza que he encontrado en otros paseos marítimos.  

"La gente de Uruguay no se diferencia mucho de la que he visto en Argentina o en nuestro propio país. Donde sí hay una diferencia que se nota, casi como con cierto aire europeo es en Punta del Este. Mucha juventud, mucho turista (y eso que estamos en temporada  baja aún), un ritmo de vida relajado, vacacional, cero preocupación por ganarse la vida. Y, a diferencia de otros lugares turísticos, nadie molesta en la calle con venta de objetos o souvenirs. Así que uno puede pasar inadvertido entre la multitud que pasea a orilla el mar, disfrutar de la puesta de sol o de un mate conversado bajo las palmeras. En este lugar, especialmente, el plástico domina al "cash". Por ello hay locales, por un lado, que ofrecen descuento si uno paga en efectivo, como hay otros que también descuentan si se paga con tarjeta Santander o Itaú. Esto lo vi tanto en Punta del Este como en Colonia del Sacramento e imagino que se repetirá en las ciudades más turísticas del país. No es un país barato; al contrario, es más caro que el nuestro. Por ello, vale la pena llevar dólares, pues nuestro peso sale perdiendo en el cambio. De ninguna manera hagan cambio en el aeropuerto. En cualquier casa de  cambio de las ciudades que visité pagaban más que en el aeropuerto. Incluso, en Punta del Este, si uno pagaba el importe de la comida en dólares, el cambio era más favorable. Claro que aquello era en restaurantes vip.   

 "En cuanto al trato del uruguayo hacia el extranjero, debo decir que, personalmente, no tuve ningún  problema. Siempre hubo respuestas amables ante consultas, ya sea en los alojamientos o en la calle. Creo que en eso debemos aprender un poco o, mejor, recuperar la amabilidad que hemos perdido frente al engaño y la delincuencia. Así que, considerando que manejamos el mismo idioma, es improbable que uno se pierda en una ciudad uruguaya, aunque, como en cualquier lugar del mundo, uno no debe desatender lo que la intuición le aconseja..."

   Hasta aquí llego con mi relato, esperando que este desastre viral remita cuanto antes y deje de tener mi oído como caracola. Hay que seguir cuidándose siempre. El/la covid ya es manejable y la primavera ha llegado, pero el exceso de confianza pueden traer más de una sorpresa desagradable. Hasta pronto.  

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