domingo, 8 de octubre de 2023

Con las patas y el buche...

 

    Precisamente así fue como llegué a Montevideo hoy domingo, pasadas las 11 horas, aunque al hotel arribé cerca de las 13 horas. En un rápido aprendizaje en terreno debí poner en práctica el cambio de dólares y pesos chilenos a pesos uruguayos, para poder hacer la comparación y ver la conveniencia. Lógicamente, al igual que en Argentina, uno obtiene más moneda argentina o uruguaya si negocia con dólares. Nuestro peso ha perdido vigor, como nuestro prestigio, nuestra economía,  nuestra seguridad, etc. Luego de contar con dinero nacional averigüé sistemas de traslado desde el Aeropuerto Carrasco hasta el centro de Montevideo. Por razones lógicas, me saldría más económico tomar un bus que un taxi o una van. Así que me fui al paradero y, como preguntando se llega a Roma (siempre que uno tenga algunos billullos eso sí), obtuve la información del bus al que me debía subir. 92 pesos uruguayos me costó el pasaje ($ 3000 chilenos). Pagué y solicité me avisaran dónde bajarme. Ya empezaba a desesperar cuando al fin llegamos al paradero. Una joven que venía delante mío  y que me había escuchado preguntar al compañero de asiento sobre cuánto faltaba para llegar a mi destino, me dijo que ella se iba a bajar en el mismo lugar y que me avisaría. Efectivamente así fue. El bus pasó por la puerta misma de mi alojamiento. 

   La construcción bastante antigua me dio mala espina. Me recordó más de algún alojamiento en España o Italia ubicado en casa antigua. La entrada se realizaba subiendo una escalera de mármol, que, seguro, había tenido tiempos mejores. Por ese lado se notaba la elegancia. Claro que había que cruzar 3 puertas , 2 de ellas con cerradura eléctrica y con santo y seña, 😂,  para ingresar. En todo caso, mejor que mejor, más seguridad. Una vez en mi habitación, no digamos que era de 5 🌟 🌟🌟🌟🌟, pero cumplía con el baño privado que era lo que yo quería, bastante amplia, con dos camas  no sé para qué, con un frigobar, mesa y sillas para alimentarse y UN colgador de ropa, 😂.  La señal de WiFi maoma no más. Debía acercarme a la recepción para conectarme, ¡qué  fome! Así que ahora estoy escribiendo sin señal y cuando quiera grabar lo escrito para que no se me borre deberé ir hasta la recepción. Todo sea por informar a mi público,  🤪. 

   Una vez instalada en la habitación, luego de haber pedido un plano de la ciudad con indicación  de tres puntos claves, el hotel, el Terminal de buses y la plaza principal de la ciudad, me aligeré de ropa y partí a conquistar Montevideo. Seguí la indicación del plano y llegué al Paseo Central, que me llevó a Plaza Independencia, donde había muchísima gente y puestos de comida, bebida y varios similares. El olor de los anticuchos, de las "tortas fritas", de los choripanes me hizo zapatear la lengua y el estómago, toda vez que la única comida que había ingerido era un galletón y una barra de cereal con café, en el avión. Suerte que el hambre me había despertado en el vuelo porque de otra manera me habría quedado sin alimentación y sin el líquido vital del café. La noche pasada en el Terminal del Aeropuerto Arturo Benítez tratando de hacer una fallida imitación de Tom Hanks no había ingerido alimento salvo un sándwich y un par de mandarinas antes de pasar por Policía Internacional. No quise ni comprar agua para no tener que ir cada media hora a los SS.HH. Así y todo, fui varias veces, más que nada para moverme un poco, porque los asientos eran tan duros que ya no sabía cómo sentarme. No fueron unas horas gratas ni descansadas. Se me hicieron interminables. No sé en qué hora estuve que compré un pasaje a las 9 a.m. porque aunque no es tan tan temprano, la necesidad de estar 3 horas antes en el aeropuerto, no me permitía viajar el mismo día desde Rancagua a Santiago. La próxima vez tendré más cuidado en ese detalle, pues no me interesa, si puede evitarlo, pernoctar en la capital.   

    A pesar de los olores a comida y la visión de la gente comiendo, tomando jugo y cerveza, no me detuve a almorzar. Tomé la decisión de recorrer la feria que se alargaba por variasss cuadras. La grata sorpresa fue que se celebraba el Fin de Semana del Patrimonio, así que se podía ingresar gratis a varios edificios patrimoniales. Ingresé a uno, el Club Uruguay 🇺🇾 🇺🇾 , pero era tanta la gente que entraba y salía que no se podía apreciar la belleza de la construcción,  así que no volví a entrar a otro, a excepción de uno, más adelante. Seguí caminando (en total caminé 13 mil pasos, 🙃). Ahora los olores de comida se mezclaban con el olor a incienso y de repente a marihuana, 🤣. Muchos puestos con joyas artesanales, souvenirs, libros usados, tejidos, pinturas, hasta hierbas medicinales, etc. Me pareció, de pronto, estar en el Paseo Ahumada, que en estos tiempos (hace años que no camino por él) debe estar lleno de comercio ambulante. Este tipo de ferias es muy común en muchas partes que he visitado. Logré llegar al Paseo Marítimo que da al Océano Atlántico, ¡qué maravilla! Caminé muchas cuadras por la Costanera, donde había varias personas pescando con caña desde el paseo, en tanto otras tomaban el sol, conversando y sirviéndose mate. En toda la longitud caminada había unos pequeños paños de playa, una muy sucia, otras, con roca volcánica al parecer.  

    Esto de una playita muy sucia no es novedad por acá. En general el centro histórico o "Ciudad Vieja" no se caracteriza por la limpieza y el cuidado de la infraestructura, lo que no quita que hay bellos edificios de principios de siglo XX y del período colonial, como me informó una residente a quien le pregunté. Al otro edificio que ingresé fue a Trinity Church, una bella iglesia anglicana del siglo XIX, vuelta a construir luego de 1934, respetando la arquitectura original. Desde allí "subí" a la zona céntrica dando fácilmente de nuevo con la feria. Me compré una torta frita (una sopaipilla gigante) que me costó 60 pesos uruguayos (2 mil pesos chilenos). Al comérmela sentada en el pasto bajo la sombra de una palmera en la Plaza Independencia, me di cuenta que una sola "torta" era equivalente a unas 8 sopaipillas de las nuestras. ¡Quedé pochita! La verdad es que no acostumbro a comprar comida callejera, pero los "torteros" se veían bastante pulcros, aunque yo les habría agregado mascarilla, 😜.  

   Por último, aunque sólo eran las 17 horas, empecé el camino de regreso pero antes busqué un supermercado de los grandes y valió la pena, claro que en cuanto a la variedad, porque unas pocas cosillas me costaron 10 lucas: un h2o de 1,5 ml., un sachet de café instantáneo de 50 grs., unas galletas de soda, 6 mandarinas y un paquete de mermelada de membrillo. Con tremenda compra me preparé mi almuerzo-once-cena en la habitación, luego de conseguir una taza de agua caliente. Una buena ducha helada después (fue un día completamente veraniego, vistiendo polera de manga corta y jockey por el fuerte sol) y a la cama, con el tv haciendo ruido para crear el ambiente adecuado a la escritura y a la revisión de las fotografías conseguidas. El objetivo ha sido cumplido con creces: aprender a moverme por Montevideo, usar la moneda local y comprar provisiones. Desafío inicial logrado con éxito, excelente base para lo que vendrá.  ¡Seguimos!, 😂 😜😊, con las "patas y el buche", 😂. 




1 comentario:

  1. Lamentablemente el comercio ambulante y el deterioro del patrimonio van de la mano.

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