viernes, 14 de julio de 2023

Las Novias del Caribe...

   

    No, no me he equivocado. No son "piratas", sino "Novias"...o "panaderos" como dijo alguien, 😁. Tres -de nuevo- del grupo lo parecían -novias-. Todas ellas, blancas y radiantes, de almas prístinas. De las otras, 2 a medias (no alcanzaban ni pa' "pololas", 😅) y una, yo, parecía viuda (con toda razón; ya no estoy pa' esos trotes; suficiente con una vez). Fue el sábado 8 que cumplieron,  de nuevo , su sueño : vestirse de blanco (...las patúas,😂). Pero,  vamos por parte. Aquello de la "prueba de la blancura" fue en la noche. En la mañana, en tanto.... ¡ta ta ta tán! (redoble de tambores, 🎇🎇...).   

   La jornada del sábado comenzó de la misma manera de los días anteriores: ¡con una temperatura  mínima  de 26 grados, ¡uff!  Nos levantamos temprano, desayunamos en el hotel y nos preparamos para que nos pasen a buscar. Habíamos contratado un tour que implicaba un recorrido a pie por el centro histórico de Cartagena de Indias, pues si bien el jueves 6 habíamos andado por allí mismo, el trayecto lo hicimos arriba de una 'chiva', esencialmente. Les recuerdo que no es que hayamos andado a espaldas de una cabra, 😁, sino al interior de un microbús turístico,😂.Nosotras queríamos profundizar en la historia de la ciudad, ejem.

   Partimos del hotel pagando los taxis nosotras mismas (con ello nos ahorramos 30.000 pesos colombianos, algo así como 7,5 dólares,  o sea, 6,110 pesos chilenos, ¡tremendo ahorro!). Pronto el guía no nos conformó, pues nos indicaba lugares para sacarnos fotos y no entregaba información ninguna sobre la construcción, importancia y otra serie de detalles de los hitos visitados. A la hora, nos empacamos como mulas,😆,  y volvimos a decirle que queríamos información, no sesión  de fotos. Incluso le echamos encima nuestra calidad de Profesoras (4 lo éramos -falló el número 3 en esta ocasión-). Cuando por tercera o cuarta vez respondió con evasivas, nos detuvimos y él decidió comunicarse con el operador turístico. Resultado: ganamos la partida; nos enviaron a otro guía, un señor de sus años pero que sí iba explicando. Sumando y restando nos había gustado más el del día 6. En fin, no fue tanto lo que perdimos en lo monetario.  

   En lo cultural, recorrimos bastante el Barrio Jetsemaní, aquel que fue originariamente refugio de los esclavos traídos desde África y de sus descendientes, ahora lugar de bohemia y arte. Vimos calles estrechas con exposiciones pictóricas al aire libre, con hermosas y coloridas obras y nos fotografiamos allí. Vimos monitos en un árbol a los que ofrecimos un plátano que le quitamos a la Lidia,😁, pero lo despreciaron porque sólo era la mitad. Fotografiamos al gran Cervantes en la plaza que lleva su nombre. Ingresamos a otra joyería de esmeraldas, esta vez más económica, pero igualmente no compramos nada. Pasamos por la Casa del Cabildo o Palacio de la Gobernación, con sus hermosos soportales. Entramos a la Catedral de Cartagena Sta. Catalina de Alejandría, construida en 1577, considerada una de las más antiguas de América  junto a las de México, luego de comprar en la calle una limonada helada-¡exquisita-, la mejor en su tipo que bebimos en esos días y que nos costó la friolera de 2.000 pesos colombianos (418 pesos chilenos). Nos fuimos a fotografiar con la escultura de la gorda Gertrudis del gran Botero (andábamos casi empatadas con los rollos de la Gertru, 😁).   

   Nos fuimos a posar al lado de la India Catalina y nos sentimos de nuevo esbeltas. Pero, ¿quién fue la India Catalina, que nos había salido hasta en la sopa? Veamos...   

   Wikipedia cuenta que "es el personaje clave para el inicio del mestizaje en los territorios de Cartagena de Indias". Fue secuestrada cuando pequeña por un conquistador español y fue llevada a Sto. Domingo, donde adquirió costumbres y creencias religiosas de los españoles, que difundió, posteriormente, entre su gente, al volver al continente. Era de la  etnia Mokaná. Posteriormente sirvió a Pedro de Heredia (el fundador de Cartagena de Indias) como traductora y se transformó en su concubina. En la actualidad, la estatuilla de premio que se entrega en el Festival de Cine de Cartagena corresponde a su imagen. 

   Después  de pagarle al guía y despedirnos de él, cargada personalmente de dos racimos de mamones que le habíamos comprado a un vendedor ambulante de frutas -uno de los tantos que pululan en las calles de Cartagena y también en Bogotá- nos fuimos al Museo de la Inquisición, al cual decidimos entrar para conocer algo de la oscura historia de aquella terrible institución que funcionó en el Reino de Nueva Granada como una perfecta máquina de control social dirigida por la poderosa Iglesia Católica desde 1610. Partiendo de uno de los laterales exteriores de la construcción llama poderosamente la atención el sector llamado "buzón de la ignominia", una ventana en altura donde se acudía a denunciar, acción que debía hacerse sobre una cabalgadura por la altura de la ventana. Allí, embozados y a caballo, acudían los denunciantes de las brujas, curanderos, pecadores y demases... 

   Para ingresar al museo pagamos una entrada de 20,5 pesos colombianos las más  "jovenzuelas" y 23, las en edad de merecer,😂,nos adentramos en los patios y dependencias de la antigua construcción. Allí supimos de la cantidad oficial de condenados, entre sacerdotes y seglares, los tipos de artefactos de tortura existentes para obtener la verdad de los infieles, los tipos de pecados castigados, las penas asociadas a los pecados, etc. En el segundo piso había información de personajes relevantes en la historia de Cartagena de Indias, los tipos de asociaciones y grupos que compusieron la sociedad cartagenera, varios hitos en su trayectoria como ciudad-puerto, especialmente su independencia, de la cual se exhibe el Acta. Asimismo, en un patio interior, pudimos observar la estructura de una antigua guillotina y un aljibe. Fue un interesante baño de cultura de la época colonial de Cartagena de Indias, que no brilló precisamente por su estilo democrático.  ¡Uff! Parece que me explayé demasiado. 

  Tanto caminar y ver nos cansó y nos dio hambre, así que buscamos dónde almorzar. Ingresamos al primer restaurante que nos "tincó" y acertamos. Muy buena comida y bebida, casi vip. Las niñas comieron lasagna con limonada y cocacola, según gustos. Yo me serví, una ensalada con trozos de pollo (casi César) con limonada cerezada, exquisitas ambas elecciones, claro que la salad no era tan diet. La vajilla utilizada nos llamó positivamente la atención por su hermosura. Satisfechas y contentas regresamos al hotel. 

   Yo y Karen -el burro adelante- pasamos antes a cambiar algo de dinero y a comprarle café al Sr. Juan Valdez. Yo apenas compré un frasquito, en todo caso, bastante económico comparado con los precios en Chile del mismo producto. Karen compró varios y la tarjeta de Débito le funcionó a la perfección. "¡Tate!", me dije."Mañana, último día, pruebo yo con la mía" (los dólares que había llevado ya estaban jugando los descuentos). Fuimos al hotel a dejar nuestras perfumadas compras (¡qué bien huele el buen café ! ¡Mmmm! ¡Definitivamente soy adicta!,😅)y luego caminamos hasta la playa buscando a nuestras amigas. Encontramos sólo a una, pues las otras 3 - 😂- seguían en el agua. ¡Qué delicia!, muy tibia. Sólo me fui a mojar las patitas y a tomar alguna panorámica y algunas instantáneas de las nuevas sirenas de Cartagena. Había unos cuantos bañistas, pero creo que más que ellos, el número mayor era de vendedores.   

   [Entre paréntesis: más que el gran número de vendedores ambulantes o callejeros existentes, especialmente en Cartagena, es la actitud de ellos lo que termina molestando. Para ellos un "no" no es "no". Insisten e insisten, te persiguen, te chantajean, no te dejan conversar ni comer si estás sirviéndote algo en la playa...o en cualquier lugar. Nos pasó en Barú mientras degustábamos la mojarra con ojos. Dos o tres permanecieron al lado nuestro mientras almorzábamos para, una vez que terminamos, ofrecernos sus productos: souvenirs, joyas artesa, vestidos, sombreros, alimentos, frutas, masajes, etc. La verdad, muchas veces no nos  permitieron disfrutar del paisaje ni del momento y, sin que supiéramos cómo, antes de que siquiera nos escucharan hablar,  ya sabían que éramos chilenas. Y va tu "cachai" y "al tiro", que Alexis Sánchez y Chi Chi Chi le le lé, además de hacer alarde de que vendían más barato que en Patronato y Meigs. ¡Uff! ¡Cansaban! Cierro paréntesis]. 

   Y llegó....¡la Noche Blanca!... La noche de las Novias del Caribe y de los Seres de Luz, 😁.  Cada cual se preparó como mejor pudo. Ni Hollywood ha tenido tamaña producción nunca jamás. Claro que falló conmigo. La verdad es que anduve buscando un vestido ad hoc según mis gustos  para comprar el día anterior, pero como soy ultrarregodiona, no hallé lo que buscaba. No me da la "perso" para vestirme de blanco -otra vez,😅-, así que estuve buscando un vestido negro con aplicaciones blancas. ¡Nothing, ríen, nic, niets! Por lo tanto, vestí uno de los dos que había llevado, el de color negro, y eso que mi apellido no es Contreras. 

   [ Otro paréntesis: a propósito de vestidos, el segundo día adquirí uno de color violeta con aplicaciones en el mismo tono, de ésos que venden por acá también hasta en las calles, que aunque incluso la Sra Juanita los use, tienen la gracia de la holgura, detalle excelente para sortear en algo el calor. Con él me fui a lucir a la Playa de Barú y a las Islas del Rosario. Lo divertido es que, esa noche, cuando me estaba duchando, me sorprendió ver mis extremidades inferiores más oscuras que lo habitual. "¡Pos ora!", me dije, "¿Cómo  tengo las piernas tostadas si no las he expuesto al sol?" 😂 😂 😂  ¡Nunca fue! Sucede que el lindo, cómodo, económico y novel vestido se había desteñido con tanta agua caribeña, jajaja. El agua corrió de color morado por el fondo de la tina, cual reguero de sangre, 😂.  Cierro paréntesis]. 

  Volvamos a las Novias. ¡Se veían lindas mis amigas! Llegamos al sector del puerto donde se encontraba el yate-pub, nos instalamos luego de una cuasi-ceremonia de ingreso al segundo piso y, antes de partir el viaje por la Bahía durante tres horas, ya sé nos había dado la bienvenida. En el momento de decir nuestro lugar de origen, va el tremendo grito y la bandera chilena flameando en manos de Lidia, quien llegó a Colombia provista de un emblema de tamaño mediano para fotos y presentaciones y banderas pequeñas para regalar a gente simpática: ¡esta Lidia es genial! Han de saber que los chilenos éramos casi epidemia en Cartagena; andábamos chocando unos con otros. En cambio, no vimos ningún argentino... Bueno, sigamos...  

   La Noche Blanca es un tour que se vende como un Paseo por la Bahía, con música 🎶 a todo cuete a cargo de un DJ, con un staff de bailarines, barra libre y comida buffet. A dicho evento, además, uno debe asistir con todo el ánimo posible y vestido/a de color blanco (¡por suerte no me echaron por aguafiestas, 😁!). Hubo un pequeño show de parte de los bailarines al inicio (flaquísimos casi todos ellos), muy elásticos -¡qué envidia!, 😅-. Luego sirvieron el primer trago a la mesa, un brebaje celeste anisado, y, posterior a ello, mientras el yate iniciaba el paseo, empezó la disco a funcionar. ¡Bailando, bailando, bailando...todas con alegría! ¡Gritos, risas, saltos, fotos, videos, más  tragos...!  Ya pasada una hora, luego de tanto zangoloteo, llegó el momento de comer, todo muy ordenado. Se pasaba al sector comida y barra por mesas. La verdad la verdad, la variedad no era mucha, pero todo el evento había costado el equivalente a $35,500 pesos chilenos. ¡Más no podíamos pedir! Estuvo buena la comida y el trago también, de los cuales, casi todas ingerimos 3 cada una. Después de la cena, más música y baile, sólo que ahora la mayoría era reguetón. Hasta Marcianeke se terció por allí. Eso no nos gustó mucho. Hubiéramos querido más cumbia, que, en mi caso, es lo único que sé bailar,😅 

  Cerca de las 23 horas el barco se fue acercando al muelle y descendimos. Fue una bonita, relajante y entretenida actividad. La ciudad se veía maravillosamente iluminada desde mar adentro. Caminamos un poco por el interior de la ciudad amurallada y luego, nos encaminamos a casa, perdón, al Hotel, al interior de un taxi. El día llegaba a su fin para nosotras, sin ninguna sorpresa ni lluvias inesperadas. El día siguiente era el último en aquella hermosa ciudad y ya teníamos la planificación lista. Había que ir a descansar, pero antes,...¡adivinen! ¡El último pucho! Hasta pronto...

  





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