miércoles, 12 de julio de 2023

Desembarco en Normandía, perdón, en la Playa Barú...

   

   ¡Hola, amigos! Los saludo desde el inicio para advertirles de que lo que voy a compartirles ha sido, por lejos, lo más extremo que hemos vivido en estos días... y lo más divertido, 😁. Aún resuenan en mis virginales oídos -¿virginales?, 😁- las risas de todas nosotras, y guardo, indeleblemente en la retina, unas imágenes mixtas: de alguien durmiendo apoyada en el palo de mesana sin tener conciencia de nada alrededor; otra imagen de una persona, con una cara casi verde de espanto mientras la embarcación saltaba sobre las olas y volvía a caer sobre ellas lanzando chorros de h2o alrededor; otra instantánea de alguien haciendo gorgoritos al tragar un salado mate por estar con la boca abierta luego de saltar y gritar al mismo tiempo; otra instantánea de varias compañeras en los fornidos brazos de un mocetón moreno oscuro, levantador de pesas, 😂, etc. Ya llegaremos a esos sabrosos y sicalípticos detalles, 😅. He agregado como evidencia algunos ejemplos de estas divas que se las dan de sirenas y le tienen miedo al agua. ¡Empezamos!, como dicen los españoles, con esa "z" tan sexy que les sale.  

 Era el viernes 7 de julio y a las 8,30 aproximadamente nos pasaron a buscar para participar en un Tour que nos llevó a Playa Blanca de Barú, ubicada en una península al sur de Cartagena de Indias. Allí tomamos una embarcación que en unos 20 minutos nos dejó en una de las islas del Archipiélago de las Islas del Rosario. En aquel lugar existe un Acuario con peces, delfines🐬 🐬 🐬 y tiburones, los que ofrecen, el clásico show acuático de saltos y saludos -los delfines- y de ubicación en el sector de comida, los tiburones. Había pelícanos, tortugas, peces, etc, lo que existe habitualmente en un lugar como éstos. Nada más...ni menos. ¡Ah!, me olvidaba que se podía también nadar con los delfines. ¡Esa era la atracción principal! Para ver y experimentar todo aquello teníamos 45 minutos solamente... 

   Pero, como en las películas, retrocedamos a los minutos anteriores, cuando a orillas de la Playa Blanca de Barú se nos avisó que nuestra embarcación, tipo tailandesa con techo, para 25 pasajeros, estaba lista para llevarnos. La estupefacción nos inundó- metafóricamente hablando, claro- cuando observamos el impresionante oleaje del Mar Caribe. Lógicamente, el famoso barquichuelo no estaba "estacionado" en la playa, pues allí estaban los bañistas, sino que se ubicaba a unos cuantos metros de la arena y se movía furiosamente como un caballo brioso sujeto de las riendas. El dilema aún no resuelto era cómo subiríamos a la nao sin mojarnos y de una manera más o menos digna, ad hoc a nuestro status. No nos quedó otra cosa que entregarnos a nuestro destino cuando vimos que un delgado joven moreno oscuro subía en brazos a las pasajeras y niños, 😞😲. El problema no era estar en brazos de un desconocido, sino si aquél iba a aguantar nuestro peso, considerando que todas estamos un poco sobrepasaditas, 😅. Y como versa el dicho "donde fueres haz lo que vieres" vimos que era un auténtico cargador humano, a pesar de su delgada contextura, y, al parecer, levantador de pesas o pesadas, 😂. Por tanto, nos dejamos levantar por los resistentes y morenos brazos. Fue una escena desopilante y con tan poco glamour que cada vez que nos acordamos nos apretamos la guata riéndonos. Además, para aumentar nuestra risa están las evidencias fotográficas y videísticas que contribuyen a mantener fresca la memoria. ¡Ya verán alguna,😅 ¡Qué  mala soy! 

   Esa fue la parte entretenida de este tour, pues ahora viene lo terrible y extremo. La embarcación empezó su marcha recorriendo unos 100 metros hasta otro sector de playa para recoger a nuevos pasajeros y aunque la velocidad no fue la mayor de que hizo alarde después,  ya pudimos barruntar que el viaje al Oceanario no iba a ser lo pacífico que se hubiera deseado. Nos ubicaron en la popa del navío y a pesar de que no debería ser fácil levantar a las seis al mismo tiempo,😞 -y a 17 personas más- el bamboleo fue fenomenal y más de una ola hizo el amago de ingresar al interior. Yo iba sentada en una de las orillas de la última fila y fui "vístima" en parte de ese travieso oleaje que mojó mi vestido y salpicó mi Galaxy S23 512 Gb,😲. "¡Oh -me dije- aún no empezamos en serio el recorrido y ya estamos con éstas",😠. Un rápido viraje y ya estábamos cerca de la playa para que los nuevos navegantes abordaran. Fue el momento en que como, por ensalmo, aparecieron unos vendedores de fundas plásticas colgantes para celulares, producto para el cual nos matriculamos rápidamente 3 de nosotras eligiendo, como corresponde a nuestro nivel, la versión vip del producto, es decir, la más cara, lo que recomendó con presteza uno de los tripulantes  (¡sospechosa la cuestión!). Se completó la nómina de pasajeros y ....¡partimos!     

   Fueron los 20 minutos más adrenalínicos vividos (¡y eso que faltaba el regreso! 😳). Parecíamos un grupo de narcos huyendo de la policía. Más de alguien habrá visto alguna película en que James Bond huye o persigue a sus enemigos, casi volando por sobre las aguas y saltando de ola en ola. ¡Así íbamos nosotras! El agua nos salpicaba, teníamos que ir firmemente sujetas, de vez en cuando yo lograba tener unos segundos quietos el Galaxy para tomar alguna fotografía, entre grito y grito y salto y salto, tras cada cual rebotábamos en el duro asiento de madera. En más de algún momento pensé que saldría despedida de la chalupa, amarizando despatarrada en la cresta de alguna ola, con celular en funda plástica, no hermética precisamente. Mis recientes anteojos tacneños se habrían ido al fondo del mar, probablemente acompañados de mi persona si es que el chaleco salvavidas no cumplía su función. En uno de los saltos, luego del grito por el susto, me llegó una bocanada completa de agua salada, con la que casi me "trapico" al estilo de nuestra amiga Elizabeth (ya les cuento de aquello). Logré tomar unas fotos entre salto y salto y con celular enfundado. Era mucho riesgo sacarlo de allí, pues podría terminar en un piquero mortal.  

  Ya más acomodada al bamboleo y con las pompas curadas de espanto, pude apreciar la belleza del lugar mientras nos acercábamos a nuestro destino. Se veía islas e islotes, varios con bellas residencias. Una de esas ínsulas había sido de propiedad del Pablo Escobar, nos informaron. ¡Qué vida, eh!   

   En el Acuario no pasó nada tan fuera del orden de lo que allí podía esperarse. Mucha gente, eso sí. Sólo dos, no, más bien, 3 chascarros.1) Karen quería nadar con delfines y quedó con "cuello", pues los que esperaban aquella actividad eran muchos y su hora estaba muy cerca de la partida de la nave (debimos escuchar sus lamentaciones luego de lo que pasó antes de zarpar).   

  2) Casi nos quedamos sin una compañera luego de un atoro mezclado con agua y risa, ante la impresionante vista anterior-inferior de un visitante en traje de baño, 😂. Por suerte estaba a su lado quien pudo asistirla, la Jessi, que fue también la responsable de mostrar al dichoso ejemplar, jajaja (por resguardar la identidad de la protagonista no puedo dar mayores detalles, si no arriesgo demanda, jajaja). 

    3) La hora de partida de la lancha era a las 13,10. Allí estábamos casi todos, menos 3 (¡Upps! ó 4, ya me olvidé). Tampoco había llegado el patroncito de la embarcación. Lo hizo pasadas las 14 horas, avisando que los otros pasajeros se quedarían en el Acuario, ignoro en calidad de qué, 😈.Lo raro es que apareció con una vestimenta distinta (nos dimos cuenta que se había cambiado de short, pues su color distinto era evidente; mironas nosotras, 😇). Obviamente pensamos en colusión simple y clara. ¿Qué habíamos hecho en el intertanto quienes habíamos llegado puntualmente, es decir, todos? Alegar en voz alta, exigir al otro tripulante que haga algo, que vaya a buscarlos o, por último, que nos fuéramos sin los atrasados. El único problema es que faltaba el conductor, ése que llegó con el short cambiado, jajaja. Gritos van, gritos vienen, y luego una manifestación pacífica con aplausos, 👏👏, para dejar en claro nuestro malestar. Cuando llegó finalmente el patrón de la fragata, jaja, lo tapamos con reclamos. ¿Qué hizo él? Dijo un par de cosas de las que ni me acuerdo y zarpó. Pero condujo con toda la rapidez que pudo, no sé si para recuperar tiempo o para vengarse. Casi ni hablamos en el trayecto de regreso pues la tensión del viaje y la impotencia al ver al tipo sonriente mientras conducía, nos aconsejaba, "más mejor", hacer mutis.    

  El desembarco nos dio nuevamente motivo para alegrar el día. Todas bajando en brazos y mojadas como tiuques con el oleaje. Una de ellas, casi siendo llevada por las olas cual Alfonsina del Mar a pesar de estar sujeta por fuertes brazos, 😁. ¡No, la verdad, "humillación total" diría la Marce! ¡Cero dignidad y un buen cable a tierra o a la playa! -por suerte, jaja-. En mi caso pasé por las mismas situaciones ridículas, no me libré de ninguna, pero como me constituí en la Cronista de Indias de hecho -que no de derecho, pues todo se lo debo a mi Galaxy, jaja- mi indigna bajada y cuasi zambullida en las furiosas aguas caribeñas quedó sin registro. ¡Bravo!   

   Una vez en la playa, dispusimos de unos 40 minutos para almorzar en la "Iguana Azul". Habíamos dejado reservada una "mesa" a orillas de la playa, 😃. La verdad, era un puesto bajo un toldo de palmeras con sillas y colchón para tenderse. Allí nos llevaron nuestro almuerzo. El menú era pescado o pollo. Llegaron 5 mojarras y unos filetes de pollo, acompañados de arroz con coco, ensalada y patacones. ¡Ver a la mojarra entera toda ella en nuestro plato, con sus ojos abiertos, sus aletas y colita nos causó una viva impresión! Hubo alguien que la picoteó un poco con el tenedor y no comió gran cosa. La Lidia y yo nos llegamos a chupar los dedos, pues la fuimos desmenuzando a mano limpia. ¡Estaba exquisita! Lo único que dejé de ella fue el espinazo, parte de la cabeza y sus ojos, 😋😋.El arroz era "cafesoso" (no muy buen color que digamos) pero estaba rico y dulce con el jugo o pulpa de coco, ¡vaya a saber uno! La ensalada es lo que menos me gustó, porque les faltaba la producción necesaria que hace que uno saboree un plato antes de engullirlo. Los patacones son rebanadas de plátano verde aplastados y fritos. Para mí, ni una gracia. Algunas de mis amiguis quedaron enamoradas de ellos...y de otras cosas más, jiji.    

  Como la comida con bebida es un pecado, dicen, mientras, algunas, la acompañábamos sanamente con agua, otras se tentaron con unas piñas coladas, de las cuales no pagué nada, pero probé de todas, 😅, y hasta me fotografié haciendo alarde, jiji. ¡De todo hay en la playa del Señor, como pueden ver! Tres compraron piña colada, tres se bañaron cual sirenas. Alguna ni uno ni lo otro: yo, por ejemplo, 😂. Ya había recibido agua suficiente al interior del bote y durante el desembarco. ¡Así que niente!... Al dejar el envase vacío de la piña tras nuestro, con sus carnosas paredes interiores -hablo de la piña-, nos "dentró" una muy "legítima" duda: ¿qué harían con el envase "piñesco" o "piñero", 😁😂😂. ¿Lo reutilizarían? ¿El que mis amigas degustaron se habría utilizado por primera o quinta vez? 😵😵.

   Regresamos al minibús y lo primero que hicieron varias fue caer en los brazos de Morfeo; otras, recordaban risueñas cada uno de los momentos vividos, 😉. De vuelta nos atrapó el "trancón" vehicular (atasco, taco) y detenidos esperando que avance la micro veíamos pasar motos y más motos zigzagueantes y hasta un par de victorias. ¡Qué entrete, jajaja! Al fin llegamos, descansamos un poco y nos preparamos para nuestra última aventura de ese día. ¿Qué será, qué será?, se preguntarán ustedes. ¡Allá voy!   

    Alimentarnos, obvio, e ir a gastar al Casino del Hotel 5 estrellas, el bono de 25.000 pesos colombianos que venía incluido en el pago de cada habitación. O sea, la astronómica suma de 6,4 dólares o $ 5,200 pesos chilenos,😌.Fuimos precavidas al comer esa noche, nada de derroches no vaya a ser cosa que quedáramos con los bolsillos vacíos luego de nuestro tour por los juegos de azar. Cerca de allí encontramos un local de comida rápida en el cual hallamos la cerveza más barata de Colombia, apenas 4.000 pesos colombianos (= 1 dólar, 815 pesos nuestros, ¡vaya ganga!). Nos zampamos unas hamburguesas con cerveza -me salió verso- a excepción de una no-alcohólica del grupo (no yo precisamente, jaja) 

  El Casino nos recibió en pleno funcionamiento como las 22 horas de ese infausto día. El dichoso bono era sólo ocupable para el blackjack y la ruleta, en ninguno de los cuales teníamos experiencia, 😐. En la elección nos pareció más fácil la ruleta (tampoco queríamos hacer el ridículo; ya habíamos abusado bastante ese día), así que "¡a morir!". Mi compañera de cuarto o conviviente eventual declinó probar suerte y me vi obligada a hacerlo yo (¡la con más suerte!, pero en una ésas... mala suerte en el amor y, tal vez, ¡buena suerte en el juego!). Ya, ¡vamos que se puede! Nos explicaron cómo proceder, en un cursillo intensivo de menos de un minuto y...aprendimos, jajaja. Debíamos elegir número par o impar, entre este rango numérico u otro, color rojo o negro y...¡va la bolita! En la misma mesa de juego había unos señores con muchasss fichas apostando por nuestras elecciones. ¡Cómo deben haberse reído de nuestra ignorancia "casinística"! En fin...Cada una de las tres representantes (¡tres de nuevo!,😵) recibió 5 fichas de 1.000 pesos colombianos (= 0,256 dólares o  = 209 pesos chilenos cada una). Gané en 2 ocasiones, perdí en tres. No quise seguir apostando taaanto dinero, 😂, y fui a la caja a cambiar las fichas ganadas. ¡Qué vergüenza! La cajera me llegó a mirar casi con pena, jajaja. Pero mi idea era loable: repartirnos la ganancia con Lidia, y guardar el billetito para la buena suerte. Una buena causa, ¿no les parece? Las otras jugadoras tuvieron más ganancia provisoria, pero apostaron lo ganado y lo perdieron todo, jajaja. Hubo que sacarlas casi a la fuerza de la mesa de apuestas, 😤.Las más pudientes se fueron a las máquinas y allí recuperaron algo de lo apostado, pero nada que sirviera para una celebración o invitación al resto del grupo.    

    Al salir del Casino nos esperaba una sorpresa: ¡una lluvia torrencial! Estuvimos aguardando un rato bajo techo y cuando amainó en parte nos fuimos corriendo a nuestro hotel que estaba a unos metros. Luego de cumplir religiosamente con fumar el último pucho del día (las tres viciosas), nos fuimos a nuestros aposentos a descansar nuestras mentes y nuestros bellos cuerpos de tanta intensidad vivida. El día sábado estaba a la vuelta de la esquina, pero eso es parte de la siguiente historia, así que... ¡Hasta prontoooo!   




NOTA: faltó el video del desembarco poco digno en Playa Blanca de Barú, pero fue imposible anexarlo. ¡Sorry!

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