domingo, 30 de julio de 2023

Olguitas Marinas...

   

   ¡Qué síndrome más extendido entre las mujeres chilenas este de la Olguita Marina! La verdad es que yo pensaba que quienes habían visto o sabido de una telenovela chilena "Sucupira", el año 96 (hace ya 27 años), eran los únicos conocedores de este personaje. Es decir, los más mayorcitos. Pero, al parecer, no, además de haber repeticiones de la teleserie en años de este siglo. No hace mucho, una amiga, de una generación más joven que la que escribe (nótese, "más  joven", 😂) sabía -y sufría-  de este síndrome. Ya hace unos años, una de mis cuñadas fue la primera en la familia en identificarlo en mi persona, injustamente debo agregar, 😂. En todo caso, entre nos, ella reconoció el mal, creo yo, porque también lo padece, 😜. Casi todos los fines de semana suele andar por más de algún lugar fuera de su casa, claro que en su caso, acompañada de su marido, mi hermano. ¡Humm! Ahora que lo pienso, no parece sufrir todos los síntomas del síndrome; debe ser una mutación de la enfermedad.    

   En lo personal, el problemilla ya es crónico, definitivamente. Hace unos días creí haber neutralizado los indicios de su aparición haciendo arreglos internos en palacio, los que le dieron un nuevo aire a mis espacios, pero el efecto duró menos que un  candy, 🙈. Y al ser compartido el sentir con el grupo de mis amigas cuasi-colombianas, imposible lograr contenerlo. Así que se vienen unos cuantos viajecitos, para evitar marchitarme entre tanto ahogo, 😂. Y no se trata de que sea claustrofóbica, ¡para nada! Me gusta estar en casa, me siento tranquila y feliz generalmente, pero llega un momento en que mis pies quieren caminar sobre la arena o por un camino poco habitual o desconocido. Ya no me basta mi propio espacio y aunque no lo comparto ni nadie interfiere en él, la inquietud y la desazón comienzan a crecer hasta que recurro a Internet a buscar alternativas y, luego de un par de días, tomo la decisión de partir a otro lugar.    

  No creo que las Olguitas Marinas sean sólo de este tiempo. Me da la impresión de que siempre han existido, sólo que antes no podían escapar físicamente del tedio ni de la rutina del hogar por varias razones insuperables en esos años. Una mujer casada "no podía" salir sin su marido, ya sea por el qué dirán, porque no tenía los medios, porque el mismo esposo no se lo habría permitido, o, porque hasta la familia de ella se lo habría reprochado. La mujer era parte de la casa, estaba destinada a estar allí. Si trabajaba fuera igualmente no tenía la libertad que sí tiene en la actualidad. Esto en una mayoría de mujeres, lo que no quita que unas cuantas hicieran y deshicieran con sus vidas si los medios se lo permitían, ya sea porque los tuvieran o los consiguieran. ¡Pobres Olguitas Marinas de antaño, prisioneras de las convenciones y las carencias impuestas por el "patriarcado",😂! Lo de "pobres" va en serio. Creo haberlo visto en mi madre. Imagino que domeñar esas ansias de libertad -que no libertinaje necesariamente- debe haber traído como consecuencia un légamo de amargura en las almas de muchas. Si hubiera estado en dicha situación, sin duda que me habría convertido en una verdadera bruja a manera de "compensación" y venganza. Claro que eso hubiera sucedido si mi nacimiento hubiera acaecido  una generación anterior al menos.   

  La mía -mi generación- no fue la más liberal de todas maneras, pero el sólo hecho de tener la oportunidad de acceder, casi masivamente, a la Universidad abrió muchos caminos. Y eso es lo que sucedió con nosotras a diferencia de nuestras madres. Tuvimos más libertad para decidir en aspectos fundamentales como nuestra vida sexual y sentimental, aunque eso llevara aparejado mayores riesgos de equivocaciones también. Pero iniciado el camino, ya no nos conformamos con el status quo y más de alguna, en su tiempo, separó aguas con su pareja inicial y siguió probando suerte, ejem. En la actualidad, transcurridas dos generaciones desde que yo era jovenzuela en edad de merecer,😆, esto ya ni se cuestiona, tanto así que hasta se ha ido eliminando la parte administrativa y oficial de las relaciones de convivencia. Y las Olguitas Marinas jóvenes ya ni se cuestionan ni sufren por su deseo de escapar solas por donde los pies las lleven.

  Así que, si te sientes ahogada, no dudes en ponerle nombre a esos problemas de respiración. No vayas al CESFAM más cercano ni a comprar un bono a FONASA. No servirán de nada las grageas recetadas o las gotitas de Agüita de las Carmelitas, tampoco el Melipás. Ese sentir, al que puedes nominar estrés aunque hayas andado por el Caribe hace menos de un mes, no te lo quitarás con sabrosos platos bien regados, ni con "picoteos" amistosos acompañados de un souer,  un tintico o una chela.  ¡No, queridas "sisters of life"! Tampoco funcionarán las agüitas de toronjil ni manzanilla que te recete la abuela o la madre, te lo aseguro. La única solución es elaborar un programa razonable, para el bolsillo y el trabajo, de pequeñas y/o grandes salidas, ya sea sola o con amigas. El lugar a veces ni siquiera importa (claro que debe tener más de un atractivo -al lugar me refiero-). Lo relevante es respirar otro aire, realizar actividades distintas a las rutinarias, ver otras caras, conversar de otras cosas, consumir otros alimentos y líquidos a los habituales, hollar (lean bien, "hollar") otros caminos, escuchar mucha música, despeinarse y, ¡tatatatán!....¡reírse mucho!, aunque sea de tonteras. ¡Ayyy! ¡Qué relajo sentirán! ¡Ya verán como volverán a la pega y a la casa, más sonrientes y más amorosas (con algún Jorgito existente por allí, 😉). Entonces, ya saben, mis Olguitas Marinas de vocación, hermanas en la lucha rutinaria: a bosquejar planes de escapadas de finde, de feriados y de vacaciones, que las ocasiones de gozar en este valle de lágrimas las suelen pintar calvas. A buenas entendedoras  -sé que lo son- pocas dudas, 😉.  Hasta pronto...  


martes, 25 de julio de 2023

Oppenheimer...

    

   Desde hace meses que no iba al cine (exactamente desde el 29 dic. 2022). La verdad es que suelo ir una vez al año ...¡y eso es mucho decir! Cuando uno tiene la facilidad, a diario, de ver películas en su hogar, pocas veces se decide ir a un lugar fuera de casa y, más encima, pagar por ello. Salvo que la oferta fílmica sea lo suficientemente interesante para no esperar meses o un año, que es lo que se demora en llegar a la pantalla personal, sin dejar de considerar las innegables ventajas técnicas de una sala de cine. Esta vez la ocasión lo ameritaba. No fue mi idea, para qué me voy a vestir con méritos ajenos. Fue Anita la culpable, 😂. Tres de las cuatro podíamos ir y nos preparamos para la ocasión (no nos vestimos a la antigua, por si lo llegaron a pensar, jajaja). Hasta San Isidro se portó a la altura y a las 17 horas estábamos muy acaloradas con Anita esperando en la antesala, envueltas en los aromas de las infaltables y caras palomitas de maíz. Lamentablemente Natalia no podría asistir pues su agenda le había jugado una mala pasada. La sorpresa fue grata cuando la vimos llegar ya iniciada la proyección.   

   Me entusiasmó la idea de concurrir al cine esta vez, pues le tengo un "cariño" especial al actor protagonista. Había tenido la oportunidad de ver la noticia de los últimos estrenos en tv y sabía de quién se trataba. También actuó en la última película que vimos con Mirella - "In time"- hace casi 12 años... Yo algo sabía del personaje histórico, pero decidí actualizar mis conocimientos recurriendo a Google esa mañana, por suerte. De esa manera pude entender mejor el argumento y los detalles, toda vez que es mucho lo que se dice y ocurre en las tres horas que dura el film. Fue un acierto, pues realmente me ayudó para una mayor comprensión.   

   Una vez que comenzó la proyección de la publicidad de los próximos estrenos, se hizo patente que si no salíamos sordas una vez terminada la función iba a ser un milagro, jajaja. ¡Caramba que abusan de los decibeles en estos lugares! ¡Son un verdadero atentado contra la salud auditiva! Averiguando, confirmé que lo normal está entre 40 a 55 decibeles (que también es lo que establece la ley en horario diurno), pero que en los cines suele llegarse hasta 90, lo que no me parece una fake news, pues apenas comenzó la función, el golpe auditivo fue inmediato. Si al volumen elevado se le agrega la presencia de parlantes -o como se les llame- por los alrededores de la sala, no cabe duda que el impacto se hace sentir.

  La actuación de Cillian Murphy es extraordinaria, según mi opinión de neófita, probablemente influenciada por experiencias personales, aunque mis amigas opinaron similar al finalizar la función e iniciar el regreso a casa. Los efectos especiales, el sonido, la música, el colorido, el tipo de montaje de las escenas, el manejo del tiempo no lineal, el maquillaje, me parecieron de excelencia. No puedo agregar mayores ponderaciones técnicas porque sólo soy una aficionada -y no es falsa modestia-. Tampoco agregaré detalles del argumento para no interferir en quienes no hayan tenido aún la oportunidad de disfrutar el film.  En todo caso, ¡qué manera de reflejarse nuestra "compleja y mezquina humanidad" en la película. Esto lo entenderán claramente si han visto el film o cuando lo vean.

    Cambiando de tema, han pasado varios días del último escrito con sus respectivas noches. No ha habido nada especial en mi vida en este lapso ("de tiempo" agregarían incorrectamente algunos). Luego de un intenso trabajo de revisión y diagramación de los registros de mi último viaje, ya tengo listo para la impresión el resultado (hace varios días). Y sucedió que, de pronto, me sentí casi vacía y sin objetivos vitales. También casi he finalizado el colorido "revestimiento" de mi chaise long, aventura que inicié, cual Penélope, el mes de enero, sin saber -tal vez era un presagio- que pronto iría a lugares de mucho colorido, terminando en Colombia donde las tonalidades cálidas casi son marca registrada. Si bien mi trabajo a chochet ha quedado hermoso (faltándome aún unir todo a máquina), me sentí inquieta e insatisfecha por varios días, hasta que tomé un par de decisiones -o tres, más  bien-. Les hablaré de dos, pues la otra, me la reservaré hasta ponerla en práctica.  No hay que confesar tan rápido, 😅

   Con respecto a lo comentado, y proyectando que me queda menos cuerda que antes (no porque me sienta mal ni nada de eso) por razones obvias del tiempo que transcurre y no se detiene, he decidido salir, al menos una vez al mes, a recorrer este pequeño mundo en que nací, antes de llegar a la Antártida, a la Luna o a Marte, 😂. Estoy esperando casi con ansias una fecha clave en que contaré con los morlacos necesarios para comprar pasajes a donde se me ocurra, 😁. ¡Es una exageración, ya lo saben, aunque algo de eso habrá! Ya les estaré  contando. Pero, mientras llega la fecha, ¿qué podía hacer para no caer en la noia? Se me ocurrió  hacer el aseo en palacio,😂😂.¡No, estoy bromeando! No obstante, aproveché de hacerlo. Lo que puse en práctica fue el cambio de distribución de los muebles de los principales espacios que habito: mi suite y el living-comedor. El dormitorio no fue mucho trabajo. Un par de horas y ya estaba con nueva distribución y obligada a bajarme de la cama por un lado distinto, muy buen ejercicio -dicen- para mantener las neuronas funcionando.   

   El living-comedor fue tarea de dos mañanas. El cambio supuso mover dos muebles de biblioteca. Con las débiles fuerzas que poseo, 😂,desplazar dos armatostes con libros incluidos era imposible, así que debí desocuparlos de sus habitantes -libros- y, necesariamente, limpiar todo el polvo de los muebles ... y de los libros 📚,😡. Además,  los reorganicé dejando en primera línea para curiosos entendidos, a los mejores autores, tratando de ocultar al fondo, algunos textos comprados bajo el influjo de la publicidad. En medio de esas peripecias debí enfrentarme a más de una araña de rincón que salió huyendo de su ruco ilegal. En una atávica reacción defensiva, con presteza y decisión, y mirando por encima del hombro por si hubiera algún animalista cerca, les puse la pata encima y ¡sanseacabó arañitas de rincón! 😈😈.Fue una cuestión de supervivencia pura. Dejándose de bromas, una picadura de una de ellas podría dar por tierra -nunca tan bien dicho "por tierra"- con todos mis planes, así que cero arrepentimiento, aunque de los arrepentidos pueda ser el Reino de los Cielos, jeje.   

   Cuento corto, la redistribución realizada le dio una nueva vida a mi hábitat, que me evita ahogos y desesperos, 😂.  Con el otro cambio que tengo en mente, seguro quedará  maravilloso mi entorno. Ya les contaré, si me dan ganas, 😂. En el intertanto, a pesar de todos los menesteres extras de estas jornadas, he retomado la lectura.  Como en este mundo nuestro los acontecimientos no son muy promisorios, he seguido escapándome al futuro de la mano de Arthur Clarke (el mismo autor de las Odisea Espacial 2001, 2010, 2061, 3001). Esta vez la novela ya leída ha sido Las arenas de Marte, en tanto estoy comenzando La ciudad y las estrellas del mismo autor. 

   En Las arenas de Marte resulta un tanto anacrónica una máquina de escribir que un personaje-autor de ciencia ficción, pasajero en el primer vuelo comercial a Marte, lleva consigo. Ya son más de 10 años que el planeta rojo está siendo habitado y colonizado por humanos y el protagonista tiene la misión de enviar sus crónicas de viaje a la Tierra. ¡Ese trabajito me gustaría tener!: ser enviado a distintos lugares con todos los gastos pagados y que tu tarea sea hacer llegar información a tus contratantes. ¡Perfecto y envidiable!  En fin..., tal vez en mi otra vida,😉.A pesar del anacronismo tecnológico mencionado, los demás elementos de la novela son absolutamente futuristas e interesantes. Un detalle a contemplar: la novela fue escrita en 1951, hace la friolera de 72 años, fecha en que aún lo digital ni siquiera se insinuaba, al menos para el ciudadano de a pie. ¡Cuánta agua ha pasado bajo el puente,😊! Hasta pronto.

jueves, 20 de julio de 2023

Síntesis Colombia...

  

  Ya van siete días, los mismos que estuvimos en la nación cafetalera y pareciera que hubiéramos estado allá un mes. Aún  están  absolutamente  frescos y vigentes los momentos vividos y compartidos, todavía resuenan las risas estentóreas o controladas de alguna de nosotras ante cada situación vivida por todas o por alguna. Penas no pasamos de ninguna manera; malestar, tal vez, por alguna situación climática desacostumbrada, pero a la que rápidamente, si no nos acostumbramos -que sería mucho decir- al menos nos habituamos. Aquello de vivir el día entre 32 grados promedio como máxima y 26 como mínima nos parecía increíble. Ahora ya sabemos que es posible allí y en varios lugares más. Y es lo que están sufriendo los habitantes del hemisferio norte por estos días, me refiero a la poca distancia entre una máxima inusualmente alta y una mínima que tiene vocación de máxima.    

   Sabíamos que el clima tropical suponía lluvias repentinas con temperatura y humedad altas, pero otra cosa es experimentarlo en la propia piel -al menos en la mía- acostumbrada por décadas al clima templado -más bien helado- del sur del mundo. Las tormentas eléctricas nocturnas tampoco estuvieron ausentes en pleno anochecer caluroso. Los permanentes cielos amenazadores no nos obligaban a llevar más ropa que la veraniega, a pesar de algunas gotas sorpresivas y eso nos hizo sentirnos livianas y relajadas a la hora en que "apretaba" el calor.   

   Pasando a otro aspecto, si vas a Cartagena de Indias no te quedes con sólo lo que se muestra a los turistas: Boca Grande y sus bellos edificios, la hermosa playa con sus parasoles, las mansiones cercanas con jardines y piscinas, los alrededores al lago artificial y el centro histórico.  Si puedes, y claro que hay formas de hacerlo, sal a los suburbios. Te vas a encontrar con una realidad distinta: calles deterioradas, mucha basura en las vías, más problemas de tráfico que en el centro, pobreza y suciedad en las construcciones. Ya aquello se advierte cuando uno recorre la calle más cercana a la playa, que carece del equipamiento que podría hacer de todas aquellas cuadras una bellísima avenida o costanera. Pero, es tal vez ese contraste lo que la hace una ciudad en que uno se siente cómodo, pues tiene vida, las caras de sus habitantes se sienten reales, no formando parte de una preparada puesta en escena. Es así como se ve en todos lados, en que, además de mucho comercio establecido, también existe variado comercio ambulante e informal. Las calles están siempre llenas de gente y la actividad hasta el anochecer es constante.  

  Como Cartagena es una ciudad que vive del turismo durante todo el año (su invierno es verano para nosotros) existe una actividad que no para, pues los turistas no cesan de arribar a la urbe. Nos encontramos con muchos chilenos. Parecíamos ser la nacionalidad predominante aparte de los dueños de casa, lo que provocó un buen golpe anímico en nosotras. La alegría de los colombianos, no obstante, no es total. Especialmente los taxistas, con quienes tuvimos mayores posibilidades de intercambiar palabras. Ninguno se manifestó conforme con su presidente. Los precios del combustible habían subido mucho y los servicios básicos ídem. Nos mencionaron, por ejemplo, la electricidad. Al comienzo eran cautos, hablaban de que su presidente y el nuestro eran amigos. Nosotras les aclarábamos enseguida que hablaran sin problemas, si total nosotras no éramos  partidarias del nuestro, 😂.  Era lo que necesitaban para explayarse. Mucha inmigración, tráfico vehicular incontrolado, que les obligaba a días de restricción y otros problemas parecidos -como en  todas partes-.    

   El turista no pasa inadvertido en Cartagena. Es identificado rápidamente hasta en su nacionalidad. La clave del vendedor de cualquier producto es la insistencia, tanta que hostiga y molesta. De todo se vende en la calle (bueno, no sé si de todo,😏), desde souvenirs,  frutas, bebidas, ropa, alimentos, productos típicos, joyas, hasta masajes, acompañamiento en fotografías (las Palenqueras, por ejemplo) y tours de diverso tipo. Y esto es una cantinela permanente e insistente. Uno opta por no contestar ni mirar, pues hacerlo da pie para que no te dejen escapar como posible cliente. Muchas veces, aun queriendo saber cuánto costaba un producto, ni siquiera preguntábamos, porque aquello iba a significar una lucha posterior para desembarazarse del vendedor. Hasta te "marcaban", metafóricamente hablando, porque te seguían o esperaban afuera de una tienda o de los servicios higiénicos.  

   Así y todo, el trato hacia el turista es muy bueno, tanto en hoteles como en restaurantes, galerías, tiendas, en los taxis y tours. La única excepción que vivimos en carne propia fue la del conductor de la lancha que nos regresó de las Islas del Rosario y que, a sabiendas de nuestra inexperiencia marinera, nos zarandeó todo lo que pudo, aunque sin palabras. Siempre escuchamos, donde fuéramos, una sonrisa, una palabra amable, un "a la orden, patroncita", "con mucho gusto", "¿qué quieren mis amores?", o algo parecido. No recuerdo haber escuchado palabras de doble sentido ni soeces. De vez en cuando, alguno que decía que le gustaría venir a Chile, aunque sea en un rinconcito del equipaje. En cambio, escuché más de un término o expresión no muy académica de compatriotas, no de otros, de nosotras mismas, 😂. Es que nuestra versión del castellano o español es tan florida y plena de metáforas procaces (la de todos los chilenos), que a veces, al extranjero, lo deja fuera de la conversación. Para qué  les voy a contar de esa noche en que volvíamos a nuestro hotel, muy de cinco estrellas como es ya de público conocimiento, y al escuchar quejarse de cansancio a una de las compañeras de ruta, las expresiones sinónimas y metafóricas no se hicieron esperar de parte de las otras. No sé si la que estaba muy cansada se habrá liberado de algo de su cansancio al escuchar tal muestra de sororidad en términos tan poco elegantes, 😂. Yo, siempre digna, no eché más leña al fuego, sino que presenté mi sentido y escandalizado reclamo a la Jefa de la tribu,😂,que, frente a tal planteamiento, alcanzó a guardarse su aporte lingüístico a la causa, 😂.     

   En Cartagena de Indias no se pasa penas. Imagino que el clima contribuye a ello, así como el colorido de las flores, de las frutas, de la vestimenta, de los souvenirs y de los locales comerciales y de entretenimiento, aunque los hoteles y las mansiones del sector de Boca Grande tengan como color característico el blanco. Las chivas, esos buses turísticos a los que se sube por escaleras, son una muestra de ello, ¡puro colorido!, al que se agrega la música bulliciosa una vez empieza a atardecer y comienzan a funcionar las fiestas móviles en las chivas rumberas. Hasta los vampiros permanecen escondidos frente a tal bullicio que recorre las calles del centro de Cartagena cada atardecer y anochecer.    

    En cambio, en Bogotá la vitalidad se amortigua un tanto. El mismo clima, sin duda, influye en aquello. La tropicalidad casi desaparece y la temperatura al menos disminuye en unos 10 grados. Por tanto, la lluvia ya no es tan bienvenida como en la ciudad heroica. Los mismos comerciantes no son tan insistentes y, en ese sentido, uno camina más tranquila por las calles. En Bogotá la historia se impone por sobre el turismo. Varios museos, palacios y casas patrimoniales, edificios coloniales marcan presencia. La gente se ve más seria. Muchas personas se observa en los paraderos del transporte público, el Transmilenio. Se trasladan a trabajos más "tradicionales". El relax típico de vacaciones sólo lo vimos patente en el Cerro Monserrate y en Zipaquirá, pues allí estaban los turistas, que no se distinguían mayormente en el centro histórico de la ciudad, lo que no quita que haya comercio callejero en la zona céntrica orientada a los visitantes. Nos sorprendió ver, por ejemplo, un señor que enseñaba a bailar salsa en la calle, acompañado de su equipo de música. Eso significaba que tenia público para su actividad turística y artística.     

   La oferta gastronómica es amplia y variada, para todos los gustos y todos los bolsillos. Si uno se queda en el lugar de Boca Grande, por cierto que los precios serán más elevados, en tanto - hablo de Cartagena, en el centro histórico hay valores según la capacidad adquisitiva. De cualquier manera, es más económico que en nuestro país. En Bogotá sólo tuvimos una ocasión para almorzar. Resultó ser un lugar cómodo, barato y de comida sabrosa y abundante. En Zipaquirá, el total fue superior, pero es que la cantidad y calidad de la comida, como el local resultaron fantásticos. Nada de lo que comimos nos afectó y eso que hubo comida desconocida para nosotras, como los patacones (plátano  frito o a la plancha o arroz con coco). Las limonadas, incluyendo las callejeras, nos encantaron. Me olvidaba que la mojarra con ojos no gustó a todas aunque a mí me pareció muy sabrosa. Del vino colombiano nada puedo decir, no lo probé. Mis compañeras son cerveceras, la mayoría, por excelencia, y yo no quise aventurarme a hacer abrir una botella que pudiera no gustarme y que, tampoco, podría consumir sola. Así que me adecué a las circunstancias, es decir, una que otra cerveza -¡guácala!- o alguna limonada, todo con hielo, por cierto (llegando acá,  me he vengado con el tintico, ¡salud!,🍷).   

   Luego de este viaje, tan grato en la compañía así como en las experiencias, no me queda más que señalar que, con gusto, regresaría a Colombia. Estoy segura que son numerosas las ciudades que guardan más de un centro histórico interesante, paisajes exuberantes y excelentes experiencias dignas de disfrutar. La pondré en la lista de futuras visitas, una vez vea otras realidades latinoamericanas que aún no he visitado. Todo a su tiempo, en tanto pueda, y si es en tan grata y divertida compañía, "más  mejor". Hasta muy pronto, en otra aventura viajera o en alguna vicisitud cotidiana. Bye, bye, amores, 😂 

lunes, 17 de julio de 2023

En el país de la Maravilla...

  

  Buscando en Internet el listado de las siete maravillas del mundo moderno, de las que ya me había olvidado, no encontré la maravilla que tuvimos el privilegio de conocer y que se encuentra a 42 kms. de la capital colombiana. No está entre las top a nivel mundial, pero sí es la primera en su país. Cabe recordar que el nuestro tiene la octava maravilla mundial: las Torres del Paine, y otras postulantes, Isla de Pascua y la Catedrales de Mármol. Podemos estar orgullosos, aunque unas son pura suerte natural y la otra, por invasión y conquista. En fin, es lo que hay...   

  Desconocía absolutamente la existencia de Zipaquirá y de una Iglesia bajo tierra (a 185 m.) al interior de una mina de sal, sin duda obra humana que supuso mucho esfuerzo de sus creadores y constructores. Es la muestra de la religiosidad de un pueblo, que ha buscado de esta manera afirmar su fe. "Bienaventurados los que creen...".Yo, como ya saben, me iré a buena parte, si es que existe alguna parte dónde irse después de esta vida, 😅

   ¡¡Último día del viaje! Había que sacarle el jugo. Decidimos atender la recomendación de Marcela. Fuimos a Zipaquirá a conocer la Catedral de Sal, única en su tipo en el mundo y primera maravilla de Colombia. Recibimos una propuesta de tour por 350 dólares, que suponía traslado, entrada y espera. Nada más. Lo pensamos, pero quisimos probar suerte por otra lado: averiguar si el mismo señor que nos había andado trasladando de aquí para allá podía llevarnos. Así lo hicimos y obtuvimos el mejor trato, porque sumando y restando, con el mismo dinero que habríamos pagado por el tour particular nos alcanzó -y sobró- para almorzar y quedar a ombligo parado.     

  A las 10 hrs., para no exagerar, partimos a Zipaquirá.  Demoramos una hora en salir de Bogotá (¡uff!, no terminábamos nunca de salir de la urbe de casi 8 millones de habitantes) y otra en llegar a nuestro destino. Varias logramos mantenernos despiertas y dos se entregaron sin complejos a Morfeo. Yo, ex profeso,  traté  de no dormirme en ningún viaje, ni siquiera en los aviones, para evitar una fotografía poco favorecedora, lo que no impidió que yo sí tomara más de una instantánea a alguna bella durmiente. Claro que, para aminorar la falta, no fui la única,😂.   

   Compramos nuestras entradas de 25 dólares y nos aprestamos a bajar al inframundo. Ya la entrada del Complejo, antecedida por un gran espacio con graderías llamada Plaza del Minero nos sugería grandiosidad. Bajamos en suave declive y allí nos hicieron esperar hasta que se juntara la suficiente gente para ser atendida por un/a guía, que nos acompañaría en el recorrido interno. Empezamos a caminar en la penumbra, a veces en oscuridad más intensa, por túneles cuyas paredes, cielos y suelos son de sal, hollada por miles de pies. Las luces de colores brillantes le dan al ambiente una atmósfera fantasmagórica. La primera parte del recorrido, ofrece al inicio, la formación de las banderas de las diversas naciones del mundo con cientos de luces ubicadas en el cielo raso. Alcanzamos a ver y fotografiar nuestra bandera. La más contenta fue Lidia, que sacó su propia bandera del bolso y la agitó. ¡Bravo!    

   Iniciamos el recorrido  del Vía Crucis, yendo de estación en estación, indicadas con grandes números romanos y una cruz concreta o excavada en la pared de la mina de sal. En algunas estaciones hay especies de reclinatorios para orar. Diversas e intensas tonalidades de luces alumbran las cruces. En cada estación nos detenemos y la guía ofrece una explicación. Al terminar el Vía Crucis pasamos bajo una cúpula de intenso color azulino en el cielo raso del túnel: simboliza el cielo, ¡impresionante! Desde la Cúpula salimos a un túnel más amplio que lleva a la Capilla o Catedral propiamente tal. Hay gente en un servicio religioso, pero no nos detenemos allí. Lo podremos hacer cuando quedemos en libertad de acción. Pasamos por varias "dependencias" más. Me pierdo al recordar, no sé  a qué corresponde cada cual. Algunas son muy grandes. Una es especial: tiene una pila bautismal rodeada por un círculo de luces. Cerca de allí,  en el suelo, está la réplica, en mármol, de la pintura de Miguel Angel, "La creación de Adán" (ubicada originalmente en el cielo de la Capilla Sixtina) rodeada de un círculo de luces.  

   De pronto, una composición  de Vivaldi inunda el silencio. No entiendo bien a qué se debe esa música tan invasiva. Veo luces moviéndose sobre la cruz más grande del lugar (de 16 m. de altura). Logro grabar unos 20 segundos y termina el espectáculo.  Ignoro de qué  se trata. Después  me entero que cada cierto tiempo ofrecen ese show de luces y música 🎶  en el Auditorio. Nos interesa verlo. Es a las 14 hrs. Nos programamos para volver al lugar. De allí nos llevan a un lugar donde, en lo alto se ve un ángel,  seguramente de sal  y luego nos conducen al sector llamado Espejo de agua. No hay nada de agua: es un efecto producido por la confluencia de luces y sal. El colorido es impactante. No logré apreciarlo en su real dimensión. Estaba en el mismo lugar y no tuve la perspectiva necesaria. Nunca tan cierto aquello de que a veces "los árboles te impiden ver el bosque". En fotos encontradas en Internet la visualización del efecto espejo es perfecta.    

  Por allí  cerca, comienza el sector comercial: túneles con tiendas de souvenirs, e ingreso a un Museo Faraónico (¿?) un ascensor que lleva a la Ruta Minera, exhibición de obras pictóricas en parte de los muros del túnel principal y una obra maravillosa, "El arbol de la vida", tallada en el sector de una pared. Mucho que ver y no hay suficiente tiempo. Buscamos los servicios higiénicos, algunas alcanzan a comprar unos souvenirs y ya son las 14 horas. Habíamos ingresado a las 12 aprox. Regresamos al auditorio y nos sentamos a esperar el show.    

   A las 14,10 se inicia. La música comienza a sonar, se eleva y las imágenes se proyectan en la pared de la cruz. Relámpagos y rayos, aguas que se elevan, se mueven, nubes que aparecen y cruzan el cielo, semillas que germinan y florecen en cámara rápida. Transcurren eras geológicas, la Tierra se muestra en medio de un campo oscuro de estrellas. La galaxia de pronto se transforma en un amonite y surge la vida animal. El ser humano es un feto al interior de una placenta que cubre el planeta. Luces, oscuridades, la guerra, soldados y tanques disparando. El planeta envuelto en llamas y... vuelta a empezar el ciclo, hasta que termina la música. ¡Es el Génesis! Soy agnóstica pero no ignorante, jajaja. Es lo que hemos aprendido desde pequeños. Es el surgimiento de la vida en una interpretación cristiana... Son 5 minutos intensos, que nos envuelven con imágenes, luces y sonido. No puedo dejar de decir que resultó emocionante. Más de un par de lágrimas surgieron, no sólo en mí. Vi a mi compañera en la misma situación.   

  Después de aquello, dimos rienda suelta a nuestra materialidad. Nos fuimos a comprar souvenirs (elaborados con sal, no podía ser de otra manera) y, de allí, a hacer la cola para salir de las profundidades de la mina en un tren turístico. Unos minutos en espera y nos dimos cuenta que no alcanzaríamos a subir en el próximo viaje, lo que nos obligaría a esperar una media hora más. Debimos optar por caminar, es decir, rehacer el vía crucis -¡por pecadoras!-, esta vez sin detenernos en cada estación, lo que no resultaba tan inocuo, pues ya habíamos caminado bastante. En fin, no había otra alternativa.   

   Salimos sanas y salvas. Pronto llegó la van a buscarnos y nos dejó en un restaurante de la bonita localidad de Zipaquirá, que, lamentablemente no pudimos recorrer porque el tiempo no daba y tampoco el trato se había acordado así. El almuerzo fue espectacular, con música folclórica en vivo ("La pollera colorá" no podía faltar). 

  Los asados de carne al estilo patagónico estaban a la vista de los comensales, pero, como yo soy porfiada, pedí salmón a la plancha y una limonada de coco. ¡Nunca me habían servido tamaña presa de salmón! ¡Casi me la gana! La limonada resultó deliciosa e inesperada en su presentación. Era casi puro coco con algo de limón, ¡deliciosa! Mis amigas pidieron lo suyo, casi todas asado con acompañamientos y limonada de limón, jajaja. Karen pidió una "bandeja paisa" para probar, que tenía de un cuánto hay. Para comerse aquello completo había estar muy hambreada. No fue capaz.   

   Después de aquello, a la van para iniciar el regreso. A más de alguien le costó lo suyo caber en el asiento, 😂. Pedimos quedar en un mall cercano al hotel. Allí pasaríamos a gastar nuestros últimos morlacos colombianos. Luego de los consabidos cigarrillos y de otros menesteres no muy santos, 🙅,ingresamos al mall, donde terminamos, especialmente, comprando a destajo en un supermercado. Lo que pasó después y de allí en adelante hasta llegar a nuestro país, nos demostró que no fue buena idea bajarnos en aquel lugar. ¡Fue la crónica de una humillación anunciada!

  "De casi indigentes a desposeídas, vulnerables y vulneradas", así podría titularse la situación vivida en el estacionamiento inferior del Mall y en los aeropuertos El Dorado y Arturo Merino Benítez (según supe después en el último caso).

   Sucede que no quisimos volver a pagar vehículo para llegar al hotel. Tampoco quisimos irnos caminando pues estábamos cansadas, cargadas y ya había oscurecido. Así que, sabiendo que una van del súper iba a dejar a nuestro hotel a clientes que compraran en sus tiendas, nos dispusimos a esperar dicha locomoción. Bajamos y viendo unos asientos al lado de un furgón institucional, nos sentamos con la ilusión de que no pasaría mucho tiempo. Sin embargo, debimos esperar casi 40 minutos ...y la tarde se hacía noche y toda persona que pasaba por allí para ir a su vehículo nos miraba como a bichos raros. No debemos haber dado un buen espectáculo, al menos no muy edificante. Una fotografía tomada en dicha situación nos refleja de cuerpo entero. Nada que envidiarle a una sala de espera de un CESFAM o de una Oficina de Registro Civil de nuestro país. Sólo faltaba que alguna estuviera durmiendo con la boca abierta, 😂. ¡Cero dignidad! Por suerte para nosotras, nadie nos conocía, si no ¡imagínense la vergüenza! Habríamos sido el comidillo de la alta sociedad lanquina especialmente.  

   Ya en el hotel, más relajadas, luego de un viaje en que no podíamos aguantar la risa, a pesar de que iban otros pasajeros, empezamos a reordenar nuestros equipajes. Pero, antes, una pequeña reunión de despedida, con un sabroso y dulce wisky souer con ...¡mangostinos! ¿Se acuerdan de ellos? La otra fruta tropical comprada. Yo ejercí de bartender, 😂

  Bajé a conseguir seis vasos de vidrio para la ocasión (para que no se vea huachaquería ni pobreza), abrí todos los mangostinos con lo que pude (algunos tenían la cáscara bien gruesa) y los distribuí en los vasos, mientras el wisky se helaba al máximo en el frigobar. Eramos las únicas que teníamos uno de estos aparatos; habíamos bajado de nivel, sin duda. A la hora llegaron las chiquillas con unos aportes y procedimos a los saluces e ingesta de líquido y agregados. No duró mucho el evento, 😃. El wisky dio para un trago nada más y los mangostinos también, así que pronto, calabaza, calabaza...   

  Unas horas después, a las 3,30 hrs. mi compañera de pieza ya estaba de pie. Baño, últimos arreglos, cierre con fórceps de los equipajes y al lobby se ha dicho. ¡Había fila para el furgón! Allí nos entregaron una colación individual que decidimos consumir en el aeropuerto. Ya en el aeropuerto, todas con nuestra tarjeta de embarque digital fuimos a cumplir con nuestro primer trámite: pasar por los torniquetes que nos llevarían a Policía Internacional. Todas pasaron, menos yo, 😭😭. ¡No hubo caso! El código Qr se había invalidado. Así que debí ir a los counter de la aerolínea y solicitar validación. ¿Para qué decir la cola que había? Por suerte, como no debía entregar equipaje, me atendieron pronto y me dieron una tarjeta de embarque física. Yo no podía entender por qué había sucedido aquello. Luego Marce me recordó la evaluación  que yo había  hecho de la línea Sky en el viaje de ida (con ceros y unos, 😂) y ellos, seguro, habían cobrado venganza. Una vez que nos correspondió pasar por los scaners nuevamente hubo problemas. ¡A todas nos despojaron de alguna pertenencia! El jugo de la colación, alguna bebida, mi gel de cabello, un encendedor, una botellita de ron (lo más sentido de todo, ¡pobre pariente de Lidia que se quedó sin regalo!). Obligadas a abrir todos los equipajes para ser revisados. ¡Suerte que los frascos y paquetes de café se salvaron! ¡Habría sido como mucho! Yo salí premiada, además de descalzarme y revisar mis zapatillas sospechosas por drogadictas, me toquetearon completa, pues soné al pasar bajo el arco de detección de metales. ¡Uff!    

  Ya vestidas y con los equipajes rearmados, quejándonos del expolio, vulnerables y vulneradas, nos fuimos, al fin, a esperar el embarque, el que hicimos con normalidad. ¡Ya era hora! Iniciado el viaje, obvio, a alimentarnos de lo que nos quedaba pues Sky no ofrecía nada a sus pasajeros, menos a nosotras, pues todo lo vendía y vende.

  Unas turbulencias en el vuelo y pasadas las 15 horas llegamos a Santiago city. Las chiquillas, que seguían su camino hasta Temuco y de allí, por tierra, a Lanco y Valdivia, me fueron a despedir cerca del terminal Tur bus del aeropuerto. ¡Lindas ellas!, que tomarían un vuelo como a las 18,30 hrs. Ya estábamos en Chile y ni siquiera la PDI nos importunó para nada al llegar, a pesar de que veníamos de donde veníamos.    

  Luego me enteré de la cuasi-desgracia de las niñas. El vuelo estaba sobrevendido y tres estaban en riesgo de quedarse, 😌. ¡Pobrecillas, sufriendo hasta última hora! Al fin, más de alguien se arrepintió de viajar y ellas pudieron volar y llegar a sus casas como estaba programado. De cómo las recibieron no fui testigo así que no puedo informar de nada al respecto. Lo que sí puedo decir es que fueron unos días fenomenales, de mucha risa y entretención, de chascarros y experiencias adrenalínicas y mucho compañerismo. A ojos cerrados iría a otra parte del mundo si se da la oportunidad. Cruzaré los dedos para que así sea. Hasta pronto.