sábado, 9 de noviembre de 2019

Bitácora... Sábado 9....

      Semana Uno
   Sábado 9
De pronto, sin venir a cuento -¿o sí?-,  me acuerdo del poema "Nocturno" de Rafael Alberti, tan pesimista pero tan profundo y humano: "Hoy siento heridas de muerte las palabras".

  En estos días te recuerdo, Rafael. Días de incomunicación vital, de gritos sordos, de cánticos inentendibles (para los oyentes que no quieren entender), de reclamos que chocan en láminas de acero y rebotan como las balas. Las palabras parecen heridas de muerte en este mundo caótico, donde los parlantes no son escuchados, ya sea  porque sus interlocutores sufren de sordera crónica o porque no entienden el idioma...y viceversa. 
  Pensando en ello, es importante traer a colación que la comunicación se produce cuando hay algo que se llama "intención comunicativa", por lo que es necesario voluntad de ambas partes... y turnos (uno primero y el otro después, obvio). Intentar comunicarse al mismo tiempo da como resultado la mítica Torre de Babel, aunque sea el mismo idioma. 
  En estos días, repito, no ha existido una verdadera voluntad de comunicarse, de dialogar para llegar acuerdo y mientras esto no suceda las palabras seguirán heridas de muerte, aunque el INDH haga su mejor esfuerzo para evitarlo.

  Cambiando de tema, aunque no tanto,  hace un par de jornadas estuve lo más cerca que se puede estar del interior de un ataúd. No lo digo para  asustar ni para estar en onda friki,  sino para comentar la experiencia. El médico que me atiende por una dolencia persistente en un hombro y su correspondiente brazo, me prescribió ese examen, creo que por tres razones: una, para ver si a través de ella descubre qué es lo que está en mal funcionamiento en esa extremidad;  otra, para cooperar con las ganancias del sistema, y, tercera razón, para que yo me vaya haciendo la idea de cuál será mi postura corporal en un tiempo más (jajaja)

   La verdad no es muy grato, porque aparte de que uno está como arrollado de huaso de apretada e inmóvil (casi como "enlulada"; pobres bebés cuando pasaban por ese proceso en tiempos pretéritos, después de "nadar" libremente en el líquido amniótico; uff, me acordé de Mátrix, esa escena en que Neo logra ver la realidad "real" de la Mátrix y el trance doloroso y abrupto de ser desconectado), te piden que respires lo más suave posible, que no se te ocurra moverte, suspirar, toser, carraspear, nada, en tanto, el ruido permanente de la máquina "resonadora" es continuo. El tiempo casi se detiene, tu mente se niega a quedar en blanco y piensas si te verás obligada a apretar la alarma o chicharra. Traté de traer a mi mente el recuerdo de algunas de mis caminatas por la playa, con las olas del mar golpeando en la orilla, pero no me duró mucho. Trataba de calcular el tiempo, de controlar los latidos de mi corazón, pensando qué pasaría si me diera un ataque, etc. Tu mente viaja de una cosa a otra y , sin duda, la muerte es el leitmotiv. Imposible no pensar en ella en dicha circunstancia.
   Felizmente no me dio ningún ataque, el examen no hubo que repetirlo y no tengo nada roto, sólo inflamado. No cabe duda, que ya no puedo hacer lo mismo que cuando joven, y si lo intento deberé pagar las consecuencias: en dolencias, en dinero, en carne... (jajaja). 

  

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