lunes, 18 de noviembre de 2019

Bitácora... Domingo 17...

Semana Dos
Domingo 17
    El día de hoy comenzaba con una actividad de gran emoción y expectativa. Levantarse nuevamente muy temprano no se transformó en problema para los que participábamos en esta parte extra del programa. Se trataba de volar en Globo Aerostático: un sueño de muchos. 
Antes de la hora del desayuno, ya todos estábamos esperándolo, para ocupar el menor tiempo posible en él y estar listos a tiempo para la aventura. Así y todo, lo  que nunca falla en grupos numerosos (45 turistas), no faltaron los que  demoraron la salida. Cuando partimos, lo hicimos cruzando el Río Nilo en una pequeña y hermosa barca. 
  Al otro lado, nos esperaban unos furgones, que rápidamente nos llevaron a nuestro destino, una amplia explanada desde donde se observaban varios globos ya en vuelo y otros preparándose para hacerlo. 
Ya había amanecido cuando logramos subir a la canastilla de un hermoso globo, en un total de 18 personas, 3 por cada compartimento. 
El día estaba luminoso, sin viento, de forma que el "vehículo" se elevó sin inconvenientes ni corcoveos. Realmente no da vértigo (salvo que le tengas miedo a la altura), no pasas ningún apuro y puedes ir viendo los detalles de cada una de las cosas, además que se tiene la visión global del terreno y de las construcciones. ¡Es realmente fantástico y emocionante! 
El único "pero" que le encontré fue el calor que sentí, debido al sistema utilizado para  elevar el globo, que, lógicamente, convierte  al canastillo en un verdadero sauna. Se nos dijo que fuéramos abrigados. 

Sin embargo, en mi caso,  la parca estuvo de más. 
Alcanzamos una altura máxima de 2.500 metros, lo que permitió tener una visión bastante completa de gran parte del cauce del Río Nilo y sus alrededores, así como los numerosos sitios arqueológicos, algunos ya excavados y a la vista, otros casi aflorando a la superficie.
   Además del vuelo, con una duración de 35 minutos, resulta novedoso darse cuenta de las numerosas personas que se requieren para que el sistema funcione, quienes deben poner en marcha la operación y, al final, recibir con sumo cuidado y fuerza la tela del globo, irla enrollando, para, luego guardarla en una caja grande y trasladarla al punto de partida. El globo desciende en un lugar distinto al de salida, seguramente para evitar accidentes con los otros globos que  están iniciando el proceso debido a  los numerosos pasajeros.  
La experiencia resultó muy gratificante, con el plus de un pequeño chascarro antes de comenzar el vuelo. Mientras esperábamos, el encargado de filmar la actividad (siempre hay filmación y muchas fotografías en el desarrollo del programa, todo para la venta a los turistas que lo deseen y tengan suficiente money), además de grabar al grupo completo,  en silencio y lanzando el consabido "ce- hache-i = ¡chi!", inició un "trencito" con los "jóvenes" participantes, con tan mala suerte que, al poco de iniciarse, la "chiquilla" que iba delante mío se tropezó con un neumático que había en el lugar (los hay por docenas, ignoro qué función cumplen) y dio con su humanidad en tierra, cayendo, al menos tres, sobre el terreno polvoroso del lugar, sufriendo algunos golpes y lanzando unos quejidos, sin consecuencias que lamentar, por suerte. Frente al brusco "descarrilamiento" del "trencito", el juego llegó hasta allí nada más, con el correspondiente ataque de risa posterior, especialmente de los que no cayeron (jajaja). Yo me salvé de "chiripazo", mientras la primera en caer quedó resentida del tobillo, la tercera se golpeó  la pera y la cuarta aterrizó de rodillas, las que quedaron de un hermoso color café en fondo blanco (jajaja). Lo que más nos molestaba es que el camarógrafo no alcanzó a grabar el efecto dominó y las más aporreadas no estuvieron dispuestas a repetir la experiencia. Risa general.  
El día estuvo pleno de actividades y cultura. Visitamos el Valle de los Reyes, ingresando a tres tumbas faraónicas (las de Ramsés IV, Merenptah y Ramsés IX)

de las cuales es digno de destacar el trabajo en relieve de las murallas y cielo raso, con miles de jeroglíficos y cientos de figuras de faraones, dioses, jueces y otros personajes del mundo del Antiguo y Medio Egipto, 

de hermosos coloridos, aún conservados a pesar de su antigüedad, gracias a las condiciones climáticas y al hecho de haber estado enterrados bajo  arena por siglos, lo que los preservó, aunque no evitó el saqueo casi inmediato o posterior. La tumba de Tutankamón, por ejemplo, tiene una entrada extra, que dos o tres pagaron, pero que no se justifica, pues lo que se ha conservado se guarda en el Museo de El Cairo y allí sólo está el lugar original vacío.  
El Valle de las Reinas, otro valioso sitio arqueológico, queda también por los alrededores. Es menos visitado, por lo que pudimos transitar por él con mucha tranquilidad, visitando dos tumbas: la tumba de la Reina Titi y la de su hijo, Amón Khopshef. 

Son construcciones más pequeñas, a menos profundidad, aunque con hermoso y colorido trabajo en relieve.
   Además de visitar de paso a los Colosos de Memnón, gigantescas estatuas que representan  al faraón Amenhotep III en posición sedente, 
fuimos hasta el gran Templo de Hatshepsut, construido en honor a Amon-Ra, el dios del sol. Impresiona verlo tanto desde la altura (en globo aerostático) como desde tierra.  
Posee un diseño arquitectónico extraordinario, tres niveles,   una ancha escalinata en el centro para llegar hasta él, enormes  y numerosas estatuas de la reina, gigantescas columnas y otra serie de elementos que lo convierten en el templo más grande del mundo antiguo.

   Fue un día de caminata por un desierto que guarda valiosos vestigios de un tiempo casi mágico para los occidentales, pero muy presente para los hijos de este sol y arena. Sin duda, cualquier dificultad para llegar acá se ve recompensada por todo lo que uno puede ver y atesorar en imágenes, comprobando que lo que pareció cuento en tiempos de infancia fue una realidad extraordinaria en estas tierras. Visitar Egipto es romper con lo imposible y lejano, es darle sentido a la historia que pareció ficción durante los doce juegos, pero que se niega a desaparecer físicamente hasta que el último de los humanos pueda constatar que estos dioses, reyes y faraones siguen contando su historia a pesar del tiempo transcurrido.  

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