lunes, 30 de marzo de 2015

En busca de la Inocencia perdida...

   Al terminar la II Parte de la novela La sangre de los Inocentes de Julia Navarro, se restriega los ojos. La historia de vida del profesor Ferdinand Arnaud ha terminado: bajó el telón de su último acto y algunos otros actores (entiéndase "seres humanos aún vivos"...en el relato) han quedado ensimismados con sus últimas palabras, escritas en sendos mensajes: ser feliz y hacer algo para que no se siga derramando sangre inocente, dos misiones tremendamente difíciles. 
   Y de pronto, a través de la baranda del balcón, observa cómo, allá abajo, a más de 50 metros de distancia en línea recta (pero ignora a qué distancia en ángulo recto... ¿o agudo? ....hummm, tendría que calcular la distancia desde el  quinto al primer piso en línea oblicua.....¡Noooo! Su mente no es matemática, geométrica ni aritmética....)  un "prototipo" de ser humano (un niño de unos 3 años) recibe y chutea una pelota, al jugar con alguien,  con las correspondientes voces, breves carreras y los esfuerzos que le significan a su cuerpecito esa actividad. Le recuerda al pequeño Diego de la familia. Le gusta la escena, la observa y se levanta de su cuasi-mecedora. Ingresa a palacio y regresa, aprieta el zoom, el niño se acerca a sus ojos....espera verlo salir de entre los árboles y....¡dispara!
  ¡Perfecto! Le gusta la fotografía obtenida. Una niña aún, pero bastante mayor  que el jovencito futbolista, juega asimismo en el lugar. También registra su actividad con la cámara, sin que ellos, claro está, sepan  que les espía desde las alturas.


- Oye, Princess. ¿Son conocidos tuyos?
- ¡No! Deduzco que deben vivir en aquel edificio, dentro del mismo sector, pero no sé quiénes son y no los había visto.
- ¿Y por qué los fotografiaste entonces? 
- Estaba dándole vueltas al tema de la inocencia mancillada, de la violencia sin sentido del ser humano contra otros de su misma especie, de tantas víctimas del poder y la locura de unos pocos...
- ¿Y eso por qué? ¿Entraste en una espiral profunda? 
- ¡Noo! Fue producto de la novela que estoy leyendo que habla del actuar de la "Santa" Inquisición, del Holocausto Judío y de los enfrentamientos actuales  entre palestinos e israelitas. 
- ¡Humm! Te has estado "metiendo" en ese tema de nuevo...¡Oye! ¿No te estarás convirtiendo? 
- Jajaja. No creo...Me gusta la narrativa de esta escritora y, aprovechando que tengo varias de sus novelas, las he ido  leyendo. Me impactó, hace unos momentos, la forma en que se narra el efecto que tuvo en el profesor la muerte de su único hijo, tan cruenta y sin sentido..., después de haber sufrido, años antes, la "desaparición" de su esposa a manos de los nazis...Historia ficticia que debe tener miles de réplicas en la vida real...
- ¡Cierto! ¡Es difícil dimensionar el horror de todo lo vivido por millones de personas!
- ¡Hitler, sin duda, perfeccionó el método de la "Santa" Inquisición! 
- Oye, y si esos libros te afectan, ¿por qué los lees? 
- Porque son posturas frente a la vida...Es lo que otra persona te transmite, en forma más o menos directa, acerca de lo que ha significado, significa o significará vivir, en determinados contextos. Me hacen pensar, cuestionarme, aclarar lo que yo misma pienso y siento... Son algo así como "herramientas" para conocerme a mí misma y mantener una conversación interesante...con mi alter ego...
- ¡Misch! ¡No lo había pensado de esa manera! 
- ¡Yo tampoco! ¡Acabo de vislumbrarlo! Jajaja.


   Pensando en la "Comarca" de la Inocencia (parafraseando un poco a Oscar Castro), se pregunta hasta cuándo realmente dura esta etapa en el ser humano, entendiendo que en cada uno la duración depende de su contexto familiar, geográfico, político e histórico. Seguramente se es inocente mientras no se ha sido víctima ni se tiene conciencia de que el mal existe, no como una entidad abstracta y sin consistencia, sino encarnado en seres humanos de carne y hueso. Se pierde la inocencia cuando se deja de creer en lo mágico, en la bondad de todos, en que los deseos se cumplen...
- Oye, amiga....
- ¿Sí?
- ¿Tú fuiste inocente alguna vez? 
- ¡Jajaja! ¡Me imagino que sí! Debo haber nacido con la conciencia muy pura...
- ¿Y hasta cuando te duró "la prueba de la blancura"?
- Supongo que hasta cuando vi u oí cosas que no debía haber visto ni oído... recuerdo un par de situaciones, aunque no pienso contártelas, jajaja... Era un principessita... Además,  me molestaban y me  hacían sufrir (bullyng) porque mi contextura no era la ideal (90, 60, 90 ó menos, si es posible) así que mi inocencia desapareció como una pompa de jabón, jajaja.
- Oye....y al dejar de ser inocente, ¿uno se transformará en menos inocente, poco inocente o...culpable? 
- Está claro que si uno no actúa mal, sin duda debe conservar porcentajes de inocencia, pero si realiza algo indebido o derechamente "malo" ex profeso, no cabe  duda que  es: ... "¡culpable!", en diferentes magnitudes....


    Ciertamente es así: hay culpas de diferente naturaleza y magnitud, que pueden ser reparadas y otras, cuya responsabilidad no tiene marcha atrás... Por unas, la conciencia responde cuando se asumen, por las otras, la aplicación de la Justicia obliga a "pagar" el mal realizado. No obstante, no siempre el pago es proporcional al daño y, NUNCA, el mal causado desaparece. 
    El factor tiempo tiene harto qué decir al respecto. Su paso suaviza los daños y las culpas. Las cicatrices van perdiendo relieve y el peso del sentimiento de culpabilidad va disminuyendo, haciéndose cada vez más liviano. Sin embargo, el hecho que las cicatrices se vayan borrando y que la culpa se haga etérea, ¿cambia los hechos, aunque hayan pasado años? 
  No, sin duda, lo acontecido no cambia, lo horroroso lo sigue siendo, aunque el dolor de las víctimas sobrevivientes se  haya apaciguado... Pero, ¿qué pasa con el o los grandes responsables? El tiempo, sin duda, ha calmado sus conciencias; incluso cabe la posibilidad que hayan pagado la cuota que la sociedad les exigió y que no hayan vuelto  a hacer daño (por obra y gracia del Espíritu Santo o de algún otro ente "gracioso"). Si fuera así, ¿se puede comenzar de cero, a "tábula rasa", y reclamar la "inocencia perdida"? 
    Felizmente no, así se llegue a tener 90 ó más años. La culpabilidad y  el mal no prescriben, por más cara de "abuelito" tierno que pueda tener alguien, así se apellide Pinochet, Fujimori, Shaffer o Karadima. Lástima que para algunos de  ellos (y otros)  la Justicia actuó, siendo ciega, tuerta o complaciente. Ése es el momento en que uno desearía, de todo corazón,  que el Infierno exista a cadena perpetua, único lugar que se merecen "per seculum seculorum". 
-¿Y qué de aquellos,  que sin ser inocentes, hemos dañado menos, o lo ocasionado no ha sido irreparable? 
- Lamento comunicarte, amiga mía, que tendrás que seguir pagando, mientras vivas. No sé si esto tiene Seguro de Desgravamen, jajaja. Si existe otra vida, te lo doy firmado que no hay seguro que valga, y si nuestro ciclo empieza y termina aquí, ¡enhorabuena! 
- ¿Y qué pasa con todo lo bueno que hago? 
- ¡So so sorry, darling!  ¡Ya acabó el tiempo de las Bulas Papales! Además, las buenas acciones no borran los malos actos; no obstante, podrían servir de "atenuantes" a la hora de cambiar del estado "sólido" al "gaseoso", jajaja...
- O sea, todos llegamos a ser "pecadores" en esta vida que tenemos...Así que ... ¡adieu, Inocencia, definitivamente perdida!
- ¡Así es! Creo que los únicos que podrían abandonar este "paraíso" en estado de inocencia podrían ser los Hombres (y mujeres) Santos....¡y aún eso es poco probable! 
- Por tanto, María Principessa,...¡vete y no peques más...!
- Jajaja, trataré....Arrivederci...

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