miércoles, 5 de enero de 2022

Días de lluvia ☔..

 

    Aunque pueda parecer increíble recibí el año nuevo bajo la lluvia.  En el sur del mundo los días de calor fueron casi un mal recuerdo y viví unos días refrescantes, que me mojaron más de la cuenta el lunes 3 cuando viajé a Valdivia y la tierra se recuperaba de semanas de sequedad. Desde los pies hasta la cabeza quedé humedecida, no con tanta intensidad como en mis mejores tiempos (aquéllos de mi vida universitaria), pero lo suficiente como para que la ropa, las zapatillas y los calcetines se secaran en el cuerpo en tanto regresaba a La Unión, lugar de estadía.   

   Ha sido un buen paréntesis en mi vida habitual estos días desde el 30 de diciembre a la fecha. Partiendo desde Rancagua con una maleta cargada de libros, cual vendedora viajera, llegué en dos escalas a La Unión. Primera escala, Talca; segunda, lugar final. Lo importante es que regresaré sin productos, es decir, con todo "vendido". La mayor satisfacción fue ver la carita de asombro e ilusión en uno de los destinatarios -al menos- y los comentarios de lecturas realizadas en el último tiempo entre varios de los reunidos. En este tiempo en que la lectura de calidad no es lo normal, resulta gratificante encontrar personas y personitas que tienen este sano e interesante hábito.   

   Las primeras horas del 2022 las vivimos conscientes, despiertos y en pie. Hacía años que no me acostaba tan tarde -o tan temprano, según la perspectiva-. En compañía de pura juventud fue un gustazo pasar las primeras cinco horas y media del año entre libaciones y palabras, a ratos una verdadera Torre de Babel, no por los diferentes idiomas sino por temáticas cruzadas, de las cuales no logré siempre entender todo, pues los hablantes estábamos alrededor de la misma mesa, estirada y todo, pero una sola mesa. Agotados los temas y la botella de agua mineral con gas que había sobrevivido, nos pusimos de lo más razonables y nos fuimos a dormir. Al día  siguiente, la solución fue agüita de la llave, los restos de comida de la noche anterior y santo remedio.  

 El domingo, ya completamente recuperados de la falta de sueño y de cualquier exceso, se produjo la "estampida", una manera bromista de decir pues nadie salió arrancando. Simplemente sucedía que los integrantes de dos familias debieron regresar a sus lugares de residencia. Al día siguiente debían volver al trabajo. Los demás, sólo 5 de los 11 anteriores, fuimos a respirar aires puros a orillas del Lago Ranco. Primero llegamos hasta la Playa de Puerto Nuevo (localidad en que residimos los Álvarez-Saldaña cuando éramos pequeños) donde permanecimos un par de gratas horas a orillas del lago, mirándole la "cara al Indio" (un cerro al otro lado de la zona lacustre con un perfil aborigen).

 Luego nos trasladamos hasta la ciudad de Lago Ranco (al jardín del "guatón de Lipigas", 😂) y recorrimos el Sendero de la Pisada del diablo, desconocida para nosotros a la fecha (y lo sigue siendo, pues no logramos descubrirla, 😒). Fue una bella y gratificante caminata, que quiso culminar con una degustación ad hoc, pero terminó en fracaso completo pues los locales de comida "decente" estaban cerrados y el mejorcito, completo. Acuciados por el hambre y la necesidad de hacer uso de un wc nos detuvimos en un carro de comida al paso al salir de la ciudad (Onde Leo). Y ¡tate! ¡Dimos en el clavo! Comida chatarra pero muy rica y al fin pudimos acceder a un servicio higiénico  -las mayorcitas-. Allí fue donde me sucedió un percance no tan inhabitual para descuidados: mi celular fue a dar al interior del inodoro, 😱😠! Logré  evitar que se ahogue, pero se hundió completito en aguas turbulentas. Siguió respirando por unos minutos, pero luego empezó con tiritones -es probable que hayan sido tercianas-, tanto que debí apagarlo. Cuando pretendí volverlo a la vida, a pesar de mis infructuosos esfuerzos, no tuve buen resultado. Intentaba respirar pero sólo se quedaba en el intento por horas de horas.    

    Valdivia fue mi destino el lunes, con tres objetivos. Hacer una visita a mis padres (en el Parque Los Laureles), encontrarme con mi hermano Ernesto y solucionar el problema telefónico  (tarea de última hora). La lluvia ☔☔ no me sorprendió pero no tenía manera de escabullirme de ella sin mojarme (no llevé paraguas,🌂). Ya lo mencioné al comienzo. Zapatillas de lona y parca sin gorro no auguraban nada bueno. Felizmente no llovió como antaño, así que no alcancé a experimentar el frío cuando la lluvia es intensa. Fue persistente, pero no para quedar para el estruje. Les llevé flores a padres, me encontré con mi hermano con quien compartimos un buen rato, además de un té y capuchino. Sin embargo, en lo referente a la recuperación del servicio telefónico lo que podía  resultar mal resultó mal. Estuve más de una hora esperando atención en una cola, para que luego de aprobar la compra de un nuevo aparato, mis huellas digitales se botaran en huelga. Ninguna de las dos -índices de ambas manos- se dejó leer. Cuento corto, no pudieron terminar la atención. Antes de abandonar la oficina, la recomendación recibida fue un baño de arroz para el celular comatoso (que ya me lo habían dado el día anterior en casa). El baño debió esperar un buen rato, pues, mientras iba de regreso a La Unión, en la "Cuesta Cero", producto de un accidente automovilístico, el microbús debió detenerse por nada menos menos que una hora. Como podrán adivinar llegué de lo "más feliz" a casa de mi hermana a las 3 horas de haber salido de Valdivia.

     Pasadas las tres de la mañana desperté y saqué del baño de arroz a mi celular poniéndolo a cargar. Y aunque pudiera parecer increíble, a la mañana siguiente estaba en perfecto estado. Fue el momento de agradecerle a mis taimadas huellas, pues me ahorré la compra de un aparatito nada de barato. Conclusión: estamos hechos a prueba de agua mi celular y yo,  😁.     







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