miércoles, 15 de septiembre de 2021

El cuento de la Criada...

     

   Aunque pueda parecer imposible en estos tiempos en que todo se sabe y más en mi caso por mi profesión, la verdad es que no conocía nada acerca de esta historia. Tampoco he visto la serie. Ahora, que he terminado de leer la novela El cuento de la criada de la canadiense Margaret Atwood me acabo de enterar. Soy tan ignorante a veces que me avergüenzo; parece que viviera en Babia. En más de una ocasión me han hablado de algún personaje cómico o de alguien de la farándula y no tengo idea. Claro que ahí no me da ni pizca de vergüenza. Simplemente no tengo el "honor" de conocer a dichos congéneres porque no soy diletante de aquellos espacios televisivos o digitales. Pero en este caso, me refiero a la novela (aunque tenga el título de "cuento"), me abochorna un poco. En fin, no poseo todo el saber...Como dijo alguien "No somos dioses...", jajaja (¡ridícula!).

   El título sí lo había  escuchado. Sabía que había dado qué hablar, aunque desconocía exactamente por qué. Ahora lo sé y ha sido una verdadera sorpresa. Primero, porque es una obra que tiene ya sus años, 36 para ser exactos (fue publicada el año 1985) y, segundo, porque corresponde a una distopía. Aquí me detengo y me confieso pecadora (nuevamente). Me parecía que el mundo de la ciencia ficción era más bien prerrogativa de los varones (un atavismo patriarcal diría alguna militante feminista). Si bien leí y vi la saga Divergente de Verónica Roth hace un tiempo, ya ni me acordaba de ella, 😅. La verdad es que esta obra, la de Margaret A., me tomó por sorpresa para bien, en cuanto a su valor literario me refiero, no en cuanto a su contenido. 

 El contenido de la obra, indefectiblemente nos conduce, por asociación, a tiempos actuales y  a un lugar que sigue siendo foco noticioso de este último tiempo: Afganistán. La mujer en el régimen talibán pareciera ser tan poco importante como las Criadas, las No mujeres y otras categorías femeninas del relato de la autora canadiense. La vestimenta, similar a las de las viudas del estado de Gilead, es incluso en la distopía afgana más  riguroso que en la "realidad" futurista.    

    El relato nos ubica en el Estado de Gilead, lo que hasta no hace mucho fuera Estados Unidos. El asesinato de su presidente y la guerra declarada de diversos enemigos, unida a la amenaza nuclear han cambiado completamente el estado de las cosas. El gobierno ha retrocedido en libertades transformándose en una sociedad extremadamente puritana y conservadora, envejecida por una esterilidad de hombres y mujeres, desconociéndose si es a resultas de un ataque biológico o un cambio evolutivo. La solución para el peligro de la no-existencia es un nuevo ordenamiento político y social, de lo que sólo se salvan los gobernantes y altos mandos y sus familias (esposas e hijos). Todos los demás, especialmente el ámbito femenino, son categorizados según su capacidad de procreación. Las "criadas" son las féminas fértiles, las que son "educadas" en la fe del régimen y, posteriormente, asignadas a matrimonios sin descendencia (la mayoría). Ellas se transforman en madres sustitutas obligadas -si tienen la suerte de quedar embarazadas por el "dueño de casa"-, con ciertas prerrogativas ante las otras categorías femeninas: las "Marthas" (mujeres infértiles que realizan labores domésticas, de celadoras, instructoras, vigilantes), las "Econoesposas" (esposas de hombres pobres), las No-mujeres (estériles ya mayores, rebeldes, que son enviadas a Colonias, donde no viven más de dos o tres años), principalmente.     

   El texto es un diario de vida escrito por una "criada" llamada Defren, quien a través de un relato testimonial y protagónico da a conocer el tipo de vida al que la han obligado en esta nueva sociedad, sus rutinas, sus recuerdos de una vida anterior distinta a ésta, en que era libre y formaba parte de una familia "normal" unida por el amor. Ahora está reducida a no más que un "estanque de esperma" con la función de procrear un nuevo ser para el matrimonio al cual ha sido asignada, mientras su hija pequeña que le fue arrebatada seguramente la ha olvidado y su esposo yace asesinado en algún rincón desconocido. Ella no es una "creyente" del sistema, pues tuvo la experiencia de una vida anterior absolutamente distinta. Por ello, su "reeducación" ha sido más difícil y realiza más de una acción "imprudente" frente a una vigilancia 24/7.     

   En este mundo pleno de libertades que tenemos y feminista en extremo, si ya resulta chocante e inaceptable la situación que deben soportar las mujeres en el "imperio" talibán, es aberrante imaginar un futuro como el de la sociedad gileadiana (peor que el de la Inquisición aunque con algunas de sus "virtudes", por ejemplo, las purgas internas). Allí no era posible mirar de frente, casi todo estaba prohibido, los Ojos vigilaban a cada ciudadano, los que eran castigados con la horca si eran hallados culpables y puestos en exhibición para escarmiento de los díscolos. Las mujeres se distinguían por el color de sus vestimentas, de manera que mientras las Esposas usaban el azul, en las Criadas todo era rojo y en las Marthas, el verde predominaba. A las amplias y largas faldas, se agregaban las tocas monjiles, que impedían ver hacia los lados y que hacían poco probable el intercambio de miradas. Todo era silencio o susurros para estas mujeres, en tanto la élite masculina seguía acudiendo discretamente a lugares de "esparcimiento" nocturno. 

  Esta historia tiene una segunda parte, que leeré a continuación. El final de este primer volumen es de carácter sugerente y se agrega unos documentos como anexos, ficticios también, que analizan la veracidad del relato. Novedoso e interesante recurso literario.  

   Luego de leer este "cuento" uno no puede dejar de agradecer la libertad en la que vive y ha vivido, la suerte de haber nacido en este lado del mundo y en este tiempo. Lástima que no todos tienen conciencia de lo que poseen y de lo que pudieran estar echando por la borda con sus fundamentalismos políticos y étnicos. No deja de tener su fondo de razón la expresión aquella de que no valoramos las cosas (las personas, las libertades, etc.) sino hasta que las perdemos (toco madera, ya saben para qué). Hasta pronto.

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