sábado, 18 de abril de 2020

¿Qué sería del Luchín?

 
Mi hermano Luchín, mi hermana y yo, entre otros
 Cuando nomino así  a este escrito, no estoy haciendo una referencia familiar. Aclaro esto porque en la familia tenemos a alguien a quien le llamábamos así  cuando niño y adolescente, principalmente.  El hipocorístico o apodo de mi hermano
Luis fue efectivamente "Luchín", aparte de otros que no puedo desclasificar por no arriesgar demanda (jajaja).
      Es otro "el Luchín" al que hago referencia.  Me explico. 
  Hace un par de días apareció entre las primeras sugerencias de YouTube de mi TV,  un Concierto de Víctor Jara, grabado en Perú,  en Panamericana Televisión con fecha 17 de julio de 1973. Era en blanco y negro. Me llamó la atención  la fecha,  imaginando que debía  ser alguna de las últimas presentaciones del cantautor y que, tal vez, valdría  la pena verla. Más  adelante comprobé que fue el último concierto grabado, lo que lo transformaba en un valioso testimonio.   

La grabación tiene casi 50 años y no es una maravilla tecnológica para nada. A veces, la imagen se difumina, la luz artificial la borra, la distorsiona y sólo en los primeros planos se ve más nítido el rostro de Víctor.  Me llama la atención  su voz, su cadencia.  No recordaba para nada su discurso hablado, calmado,  casi monótono, sin grandes aspavientos ni recursos declamatorios. Y me pregunté qué llevó  a tenerle ese "odio parido" de parte de muchos, si no era un hombre, en lo que he escuchado (bastante poco, debo señalar), que hubiera congregado masas a su alrededor por su rimbombancia y florilegio. Sin embargo, sus conciertos eran un éxito.  Sus canciones, cansinas y casi monótonas muchas de ellas,  verdaderos hits e himnos, repetidos en distintos países del mundo. Las composiciones de alegre ritmo, con un humor e ironía ácidos y punzantes, y un histrionismo, sorprendente para mí, muy ilustrativo y ad hoc al contenido de los versos ("Ni chicha ni limonada", "Las casitas del barrio alto", por ejemplo). 

 Cuando escuché la canción  Luchín, además  de acordarme de uno de mis hermanos, me pregunté  qué habría  sido de ese "bandidito" de 5 años, según  palabras del cantautor. Si realmente se habría  cumplido el pronóstico que de él  se hiciera: que "a lo mejor en unos 20 años más,  o en unos 15 /.../" fuera "capaz de dirigir una fábrica" en el país. 
   Me quedó  dando vueltas el vaticinio con un regusto amargo, no lo puedo negar, toda vez que, como todos, conozco el destino que le cupo a Víctor Jara.  Di por sentado que lo más probable era que el niño se hubiera transformado en un obrero más en un  sistema que no es dadivoso con las oportunidades, sobre todo en un contexto político e histórico de nuestro país en que difícilmente podrían darse emprendimientos personales excepcionales. 

 YouTube me cazó en sus redes. Al ver ese concierto,  quedé "marcada" y continuaron apareciendo sugerencias de conciertos o álbumes  musicales similares. Frente a ello, me di a la tarea de investigar acerca de la vida del cantante y me encontré con la sorpresa que sabía  muy poco de él y de su labor como actor, guionista y director de obras teatrales, así como de sus premios y distinciones. Y tratando de averiguar acerca de su verbo cotidiano seguí encontrándome con un tono mesurado pero de un lenguaje sin adornos, que opta por cantar a personajes del pueblo, al trabajador, a la dueña de casa, al obrero fabril, al campesino,  al minero,  en tanto, aun  cuando incorpora a individuos de clase social alta, lo hace en tono de crítica e ironía. Asimismo, con un irrestricto compromiso con las acciones que llevó a  cabo el gobierno del presidente Salvador Allende en más de alguna composición.
   No encontré  discursos políticos puros, sino la explicación a sus canciones que incluía en sus presentaciones en vivo. Allí estuvo su declaración de principios y me imagino que también  en sus palabras de la vida cotidiana.
  A Víctor Jara hay que entenderlo en su contexto.  En la actualidad, es cierto,  su discurso pareciera trasnochado y anacrónico, pero no sus canciones, que contienen un alto grado de simbolismo, poesía y, seguramente, de calidad musical. Fue  capaz de transformar realidades cotidianas de la clase trabajadora y de la gente del pueblo (entendiendo por ello, de quienes pertenecían a los estratos socioculturales más empobrecidos) en materia de sus canciones, en un contexto político de cambios relevantes en el mundo, en que aparecían nuevos modelos de gobierno, en los cuales mucha gente se inspiró  y "soñó" con instaurar en sus países. Es evidente que el nuestro no estaba preparado para aquello (y  no sé si habría estado preparado alguna vez). 
   Aunque parezca de perogrullo, cabe señalar que hay tantas ideas y concepciones de lo que pueda parecernos el mundo más  cercano a lo ideal y justo, como  personas existen en este mundo, las que logran aglutinarse de acuerdo a cercanía de pareceres, pero nunca habrá una visión única, por lo que es imposible que todos lleguen a un acuerdo total. Lo "ideal" es mantener los equilibrios, pero no todas las naciones lo consiguen (no todos sus líderes tampoco buscan ese equilibrio tampoco, pues simplemente imponen su visión a los demás,  si tienen la fuerza y la ley de su parte  para hacerlo).    

Por eso, el mensaje de otra creación, Canción del Minero, que en primera instancia  presenta una realidad, luego un llamado y un par de premisas, resulta estar planteando una utopía, como muchas, me imagino. Mientras la escuchaba, me admiró la capacidad de síntesis para expresar esa realidad impactante: una vida casi de máquina, sin sentido y voluntad. Pero luego está  el llamado, la apelación -"mira, oye..."- y las premisas, "Nada es lo peor, Todo es lo mejor".   A la vista de la realidad de las cosas y del mundo, esto no deja de ser más que un saludo a la bandera, aunque para muchos hubiera podido ser posible. No olvidemos que siempre hay creyentes (en un dogma religioso, en una ideología  política) y escépticos (entre los que me cuento).
   "Voy,                      
    vengo, 
    subo, 
    bajo.
 ¿Todo para qué? 
  Nada para mí.  

Minero soy /../

    Mira, 
    oye,
    piensa, 
    grita.
   Nada es lo peor
   Todo es lo mejor. ...." (fragmento de "Canción del Minero")
   Pero, ¿Qué  sería del Luchín? 

Si bien ese niño, en palabras del mismo autor, representaba a los cientos de niños viviendo en la pobreza, en poblaciones "callampas" -campamentos productos de tomas ilegales-, a ese Luchín que inspiró la canción increíblemente pude seguirle la pista a través de internet y del testimonio de gente  que formó parte del ambiente laboral, amical y familiar de Víctor Jara.  
   En estos relatos se da cuenta de lo sucedido en el breve tiempo  en que Luchín  formó parte de la vida del cantante, no sé si adoptado de hecho por él o sólo  por su cercanía a Eugenia Arrieta, "la Quena", a quien Luis Iribarren Arrieta reconoce como madre. No hay coincidencia completa en la información. No sé  si en el libro de Joan Jara, su esposa y viuda, hay explicación  de aquello, pues no he leído su libro,  Víctor, un canto inconcluso.  

  Lo interesante de todo es que Luchín salió  de la Toma de Barrancas, donde era el menor de diez hermanos, pasando a ser el tercero de una familia constituida, que tuvo educación,  logró salir adelante y,  ya adulto, estudió Derecho, como su padre adoptivo. No cabe duda que tuvo la suerte de contar con la fortaleza emocional y la persistencia,  cualidades que fueron parte de su formación y que le ayudaron a superar la medianía.  
    Hasta aquí la historia. Ha sido una especie  de "teletrabajo" interesante,  novedoso y que me ha servido personalmente para ir "pagando deudas" con parte de la historia humana de nuestro país.  Hasta pronto. 

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