domingo, 5 de abril de 2020

Agua cerrada...

   "Miro mis pies luego de una pedicure casera y los desconozco. Parecen unos pies jóvenes, inocentes, llenos de esa pureza que yo perdí hace años. Es extraño como no parezcan ajustarse a mi cuerpo. Y, sin embargo,  me han acompañado desde que nací y han caminado conmigo a cuestas, jajaja, sólo un año menos de los que tengo,  que es bastante. No obstante, me parecen hermosos".
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   Esto ha sido toda una sorpresa, ¡increíble! De pronto abro el blog y aparece este breve párrafo (con la correspondiente fotografía), escrito ya ni me acuerdo cuándo.  Ignoro por qué  o a título de qué  apareció  como última entrada si no lo era.  Me imagino,  dijo la racionalista,  que alguna explicación tecnológica hay -¡claro que sí!-, pero como no soy un as en aquello, no puedo por ahora darla. En todo caso tiene que ver con haber ingresado ayer a otras versiones de Blogger, tratando de establecer el enlace con facebook para la última entrada publicada. Hoy, al disponerme a escribir en el blog,  no pretendía  hablar de mis pies,  pero la situación  se impuso por sí sola. Así  y todo, igual me sirve .  

   La lectura de una nueva novela, Agua cerrada, de un autor español, Alejandro Palomas, desconocido para mí hasta ahora, me recordó a otros autores que me han entusiasmado, como Elena Ferrante o Alberto Moravia, no sólo  por sus estilos sino también  por sus personajes,  tan complejos  e inasibles, para los cuales, la vida, la cotidianeidad, las relaciones humanas son una carga, a veces imposible de sobrellevar, porque no logran establecer lazos de pertenencia, de amistad o de amor con nada ni nadie, aunque no dejan de esforzarse. 
Son mundos apartes, que no se completan en la relación  con los demás,  sino al contrario, que se entienden en su no-relación con el entorno y con quienes lo pueblan. La  "normalidad" para ellos no sólo  es un concepto que no logran aprehender, sino que es parte de un sistema en el que se sienten  inermes, como en la cuerda floja o al borde del acantilado, porque se saben o presienten distintos. Tratar de expresar o explicar aquello a otros no es posible ni "razonable", además  de inútil.  No hay interlocutores válidos y el lenguaje común,  arbitrario al fin y al cabo, es insuficiente... ¿Me entienden? 
 Y es allí donde encuentro a mi yo de antaño,  de adolescente y adulta joven, que no se ajustaba o no se ajustó nunca al mundo que le tocó  en suerte -buena o mala, la suerte, no lo sé- y que logró acomodarse sólo  cuando el trabajo le exigió mayor racionalidad y ya no tuvo mucho tiempo para volver a su propio mundo, hecho de silencios y de sueños. Fue un vivir ajena, extranjera a todo y todos, inmersa en ese mundo alternativo, que tenía  más realidad que la realidad misma, con pequeñas ventanas al universo cotidiano por donde me  "colaba" cuando era necesario.   
  Y así como de pronto veo mis pies ajenos a mi cuerpo, yo, toda entera, me vi ajena, me sentí  fuera del mundo y de lo que me rodeaba.  Por eso, opté por las máscaras,  para sobrevivir.  La máscara del estudio, de la imperturbabilidad, de la insociabilidad. Fue una estrategia de supervivencia.  Ahora que lo pienso, creo que estuve a punto de derivar a la sociopatía u otra "pathía" cercana y algo  me salvó. Digo "algo" porque no hubo ningún "alguien" permanente en esos años... ni en los inmediatos posteriores.
   Creo que estos pies ajenos son la parte de mi cuerpo que aún no cambia ni muta, que aún permanece en ese limbo  o dimensión extraña, distinta, que necesita, cada ciertos meses, moverse por el mundo en busca de su complemento, de lo que fue. O bien, que quiere ir ganando "kilómetros" en la necesidad de alcanzar a un todo con sentido de "completitud" y de cierta cierta semejanza. 

  Agua cerrada me llevó  de regreso a esta etapa de mi vida, período  en que no había  "puentes" válidos  de intercomunicación, en que sólo  las inmersiones voluntarias me permitían arribar a la playa de los otros.  Serena logra encontrar el camino hacia los demás en Venecia, ciudad de agua y de puentes, de algas y lodo,  de inmersiones y respiros, de muerte y de vida. Logra salir de su pecera en la que sólo  aceptaba a Isaac, para ampliar su hábitat e incorporar a un par de personas más, que no es mucho desde la perspectiva general, pero que es más del doble de lo inicial. La música y la cercanía a la pérdida obraron el "milagro". 
   Hermosa novela, que vale la pena leerla. Hasta pronto.
 

2 comentarios:

  1. Mmmmmm. Venecia ciudad de agua.
    Mónica eso me hace recordar tu aventura en Venecia de noche cruzando una plaza San Marco inundada cuando venías de la música.

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    1. Sí, de verdad. Por suerte en esa experiencia el agua no me sobrepasó, si no habría ido a alimentar a los peces, jaja

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