Ése fue mi grito silencioso al despertar hoy en la mañana: "¡Muera el roto Quezada!"... ¡Mi cara de asombro, de "¡exijo una explicación!", debe haber sido de antología! La razón, bien simple (para mi face) : ignoraba por completo el porqué de este "grito" y "declaración de principios", ya que no recordaba, en absoluto, lo que había estado soñando. Después vino la risa, que ya no fue silenciosa. Por unos momentos traté de encontrar el sentido a este despertar tan sui géneris pero aunque cerré los ojos y apreté metafóricamente mi memoria, reprendiendo a mi subconsciente por no recordar y dejarme en tamaña crisis existencial y matinal, no obtuve resultados positivos. Sólo un fuerte (y, por suerte, efímero) dolor de cabeza, a la que no quise seguir exigiendo para no atraer al coronavirus (uno nunca sabe).
Una cosa lleva a la otra -dicen- y, de pronto, me recordé pequeña (¡uhhh!) y lo que me gustaba leer el Condorito, al igual que a mis hermanos, además de otras historietas. Nos turnábamos en su lectura. Era nuestro referente, jajaja, tanto así, que solíamos escenificar algunos chistes.
Recuerdo que, en los años 60, aún infantes, viviendo en una pequeña localidad rural de la Comuna de La Unión (hoy Provincia del Ranco) llamada Puerto Nuevo, nos entreteníamos durante las tardes de vacaciones en los alrededores posteriores del Retén, donde estaban, además de las construcciones de servicios y de granja, una huerta, árboles frutales y un terreno sin cultivo, con hualles, zarzamora, yuyo y un pozo fallido (que no era de los deseos).
Los árboles frutales eran nuestros favoritos, a los cuales nos subíamos para pasar horas completas entre sus ramas, especialmente en los cerezos. Nuestro objetivo era "servirnos" nuestro postre "in situ". Siempre tratábamos de llegar primero a nuestra atalaya, pues los que llegaban con retraso debían sufrir un "bombardeo" en todo orden, cuyos proyectiles eran los cuescos de las cerezas. Algo de estrategia bélica ya manejábamos desde pequeños: la emboscada, el ataque por sorpresa y de carácter ofensivo. Eso nos daba ventaja y "sufríamos" menos "bajas" (jajaja).
Cuando ya estábamos todos en calidad de pájaros, cada cual en su rama, nos dábamos a conversar e idear otros juegos. La verdad, ya ni recuerdo de qué conversábamos, aunque sé que de ninguna manera comentábamos algún filme o serie televisiva. La luz hacía muy poco había llegado al Retén y no conocimos los televisores sino hasta la siguiente década. Puede ser que de alguna película hayamos conversado, pues una vez al mes, desde el Teatro O'Higgins de La Unión, llegaban a ofrecer una función comercial en una dependencia de la escuela del lugar, donde se instalaba una sábana en reemplazo de un telón y se ofrecía un western, alguna película de romanos o algún drama romántico.
Y era en esos conciliábulos donde, junto a escenas hollywoodenses, recurríamos a Condorito. Me acuerdo específicamente de una ocasión en que escenificamos un chiste del personaje. En la historieta, Condorito estaba colgando de una rama, en un acantilado, y bajo sus pies sólo tenía un precipicio. Sus fuerzas estaban agotadas, ya no "aguantaba" más estar colgando y tomaba la decisión de soltarse. Pero antes, decía algunas palabras, dignas del mármol. Obvio que, a estas alturas, no me acuerdo del famoso discusillo aquel (y eso que era un "balazo" para aprender discursos y poemas), pero en ese tiempo lo aprendimos. Así que, colgando de una rama, declamábamos al igual que Condorito y nos dejábamos caer a tierra. La "valentía" de cada cual se demostraba en el cumplimiento de aquellos desafíos, en los que participábamos sin restricciones de género.
Debo aclarar que no eran los únicos juegos que organizábamos. También jugábamos a "las visitas" o "casitas", para lo cual debíamos conseguir "auspiciadores". Nuestra madre nos proveía, por ejemplo, de pan o galletas. En este teatro de la vida cotidiana, el sexo "débil" organizaba la puesta en escena y la consecución de aportes. Los varones, actuaban de papás o hijos que llegaban de "visita", los cuales eran atendidos y "alimentados" por las anfitrionas. De esto hace más de 50 años y aún en la vida real se "juega" a ello.
Pero volvamos al comienzo...porque todo lo anterior sólo es resultado de las asociaciones mentales provocadas por el grito mañanero ya mencionado (jajaja, manera de irme por las ramas).
Sabido de todos los de las generaciones pasadas, es que en su historieta, René Ríos Boettiger, cuyo seudónimo fue Pepo, creador del personaje, incorporó algunas expresiones que, con el tiempo y la popularidad, pasaron a ser patrimonio lingüístico nacional: "¡plop!", "¡Dentre sin golpear!", "¡Exijo una explicación!", ..."¡Muera el roto Quezada!", entre otras.
En relación a esta última expresión, en una edición del año 1961, siempre en plano ficticio, incluyó en la historieta una "entrevista" a Washington (el perro de Condorito) en la cual explica quién es el "roto Quezada", especificando que tiene el apelativo de "roto" pero no alude, para nada, al valiente y sufrido "Roto Chileno". Es una narración en la cual el uso del sarcasmo y la ironía alcanzan altas cotas.
En una entrevista personal, René Ríos explicó el origen de la expresión. Corresponde a una experiencia personal muy desagradable, en la que el gerente del Casino de un Club Militar al que fueron invitados por un amigo, trató de "mujerzuelas" a sus esposas cuando reclamaron por el robo de sus carteras.
En vista de que no pudo darle su merecido a Washington Quezada (así se llamaba el maleducado), incorporó en la historieta, a manera de desagravio, la aparición de tal expresión en forma de grafiti o pancarta, además de nominar al perro-personaje de tal manera. Cabe señalar que la venganza duró años y sólo terminó con la muerte del causante del agravio.
Lo anterior prueba el poder de la palabra y de qué manera se puede transformar en instrumento para diversos objetivos. Si a ello se le agrega la ironía, el arma adquiere la forma de estilete. Su finura dependerá del estilo y la habilidad de su creador, sin duda.
Llegados hasta aquí, sin embargo, no tengo explicación racional para mi grito de guerra, pero no se puede negar que sirvió un objetivo más interesante y relevante -supongo-, además de entretenerme en estos días en que la monotonía quiere ganar más espacio. ¡Hasta pronto!
Una cosa lleva a la otra -dicen- y, de pronto, me recordé pequeña (¡uhhh!) y lo que me gustaba leer el Condorito, al igual que a mis hermanos, además de otras historietas. Nos turnábamos en su lectura. Era nuestro referente, jajaja, tanto así, que solíamos escenificar algunos chistes.
Recuerdo que, en los años 60, aún infantes, viviendo en una pequeña localidad rural de la Comuna de La Unión (hoy Provincia del Ranco) llamada Puerto Nuevo, nos entreteníamos durante las tardes de vacaciones en los alrededores posteriores del Retén, donde estaban, además de las construcciones de servicios y de granja, una huerta, árboles frutales y un terreno sin cultivo, con hualles, zarzamora, yuyo y un pozo fallido (que no era de los deseos).
Los árboles frutales eran nuestros favoritos, a los cuales nos subíamos para pasar horas completas entre sus ramas, especialmente en los cerezos. Nuestro objetivo era "servirnos" nuestro postre "in situ". Siempre tratábamos de llegar primero a nuestra atalaya, pues los que llegaban con retraso debían sufrir un "bombardeo" en todo orden, cuyos proyectiles eran los cuescos de las cerezas. Algo de estrategia bélica ya manejábamos desde pequeños: la emboscada, el ataque por sorpresa y de carácter ofensivo. Eso nos daba ventaja y "sufríamos" menos "bajas" (jajaja).
Cuando ya estábamos todos en calidad de pájaros, cada cual en su rama, nos dábamos a conversar e idear otros juegos. La verdad, ya ni recuerdo de qué conversábamos, aunque sé que de ninguna manera comentábamos algún filme o serie televisiva. La luz hacía muy poco había llegado al Retén y no conocimos los televisores sino hasta la siguiente década. Puede ser que de alguna película hayamos conversado, pues una vez al mes, desde el Teatro O'Higgins de La Unión, llegaban a ofrecer una función comercial en una dependencia de la escuela del lugar, donde se instalaba una sábana en reemplazo de un telón y se ofrecía un western, alguna película de romanos o algún drama romántico.
Y era en esos conciliábulos donde, junto a escenas hollywoodenses, recurríamos a Condorito. Me acuerdo específicamente de una ocasión en que escenificamos un chiste del personaje. En la historieta, Condorito estaba colgando de una rama, en un acantilado, y bajo sus pies sólo tenía un precipicio. Sus fuerzas estaban agotadas, ya no "aguantaba" más estar colgando y tomaba la decisión de soltarse. Pero antes, decía algunas palabras, dignas del mármol. Obvio que, a estas alturas, no me acuerdo del famoso discusillo aquel (y eso que era un "balazo" para aprender discursos y poemas), pero en ese tiempo lo aprendimos. Así que, colgando de una rama, declamábamos al igual que Condorito y nos dejábamos caer a tierra. La "valentía" de cada cual se demostraba en el cumplimiento de aquellos desafíos, en los que participábamos sin restricciones de género.
Debo aclarar que no eran los únicos juegos que organizábamos. También jugábamos a "las visitas" o "casitas", para lo cual debíamos conseguir "auspiciadores". Nuestra madre nos proveía, por ejemplo, de pan o galletas. En este teatro de la vida cotidiana, el sexo "débil" organizaba la puesta en escena y la consecución de aportes. Los varones, actuaban de papás o hijos que llegaban de "visita", los cuales eran atendidos y "alimentados" por las anfitrionas. De esto hace más de 50 años y aún en la vida real se "juega" a ello.
Pero volvamos al comienzo...porque todo lo anterior sólo es resultado de las asociaciones mentales provocadas por el grito mañanero ya mencionado (jajaja, manera de irme por las ramas).
Sabido de todos los de las generaciones pasadas, es que en su historieta, René Ríos Boettiger, cuyo seudónimo fue Pepo, creador del personaje, incorporó algunas expresiones que, con el tiempo y la popularidad, pasaron a ser patrimonio lingüístico nacional: "¡plop!", "¡Dentre sin golpear!", "¡Exijo una explicación!", ..."¡Muera el roto Quezada!", entre otras.
En relación a esta última expresión, en una edición del año 1961, siempre en plano ficticio, incluyó en la historieta una "entrevista" a Washington (el perro de Condorito) en la cual explica quién es el "roto Quezada", especificando que tiene el apelativo de "roto" pero no alude, para nada, al valiente y sufrido "Roto Chileno". Es una narración en la cual el uso del sarcasmo y la ironía alcanzan altas cotas.
En una entrevista personal, René Ríos explicó el origen de la expresión. Corresponde a una experiencia personal muy desagradable, en la que el gerente del Casino de un Club Militar al que fueron invitados por un amigo, trató de "mujerzuelas" a sus esposas cuando reclamaron por el robo de sus carteras.
En vista de que no pudo darle su merecido a Washington Quezada (así se llamaba el maleducado), incorporó en la historieta, a manera de desagravio, la aparición de tal expresión en forma de grafiti o pancarta, además de nominar al perro-personaje de tal manera. Cabe señalar que la venganza duró años y sólo terminó con la muerte del causante del agravio.
Lo anterior prueba el poder de la palabra y de qué manera se puede transformar en instrumento para diversos objetivos. Si a ello se le agrega la ironía, el arma adquiere la forma de estilete. Su finura dependerá del estilo y la habilidad de su creador, sin duda.
Llegados hasta aquí, sin embargo, no tengo explicación racional para mi grito de guerra, pero no se puede negar que sirvió un objetivo más interesante y relevante -supongo-, además de entretenerme en estos días en que la monotonía quiere ganar más espacio. ¡Hasta pronto!
😂😂😂😂😂😂 que bien Mónica. Gracias por aportarnos con nuevo material de lectura.
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