viernes, 20 de diciembre de 2019

Eufemismos: ¿autoengaño y fraude?

     Muchos estudiosos de nuestra idiosincrasia han señalado como característica nuestra un habla eufemística. Es decir, un lenguaje poco directo, que opta por el rodeo para decir las cosas de manera "más bonita"(eu='buen'; phemí='decir') en lugar de elegir las palabras precisas, claras y concretas. Y como lo que decimos refleja lo que somos, al menos en parte, también nuestra actitud tiene algo o bastante de aquello: la incapacidad, el temor, la mala costumbre o el cuidado excesivo en decir las cosas como son. Ésta es la razón por la cual nos "choca " (molesta) cuando un argentino, por ejemplo, habla en "sin pelos en la lengua" (sin filtro), llamando las cosas por su nombre y de pronto nos gustaría ser como ellos en eso (sólo en eso, jaja). Es que la actitud también es distinta.
  Creo que uno de los grandes inhibidores de nuestra postura frente a la vida, y que se demuestra en el decir y actuar, dice relación con nuestra historia pasada y reciente: una sociedad patriarcal en extremo, donde la mujer, los hijos y los subordinados debían esperar el permiso (que a veces no llegaba) para hablar. Para qué decir, expresar sus opiniones, deseos o sueños: nada de eso era permitido... El tiempo pasó, la mujer fue saliendo de la cocina y de la casa (como resultado de lo que ocurría en el resto del mundo occidental y de los cambios sociales) y los espacios se fueron abriendo. La sociedad chilena se fue "modernizando" y poniéndose al día con los tiempos. Aumentaron los derechos de los trabajadores, de las mujeres, de los niños. Vino el tiempo de la "revolución en libertad", se sintieron nuevos aires. La tierra, elemento clave, dejó de estar solo en poder de unos pocos y comenzó a pasar a manos de quienes la trabajaban. Se avizoraban buenos tiempos, que no alcanzaron a fructificar. Se le puso mucho apuro a la máquina social sin que la "materia prima" estuviera lo suficientemente madura y preparada. El fracaso llegó y quienes lo gestionaron (las FFAA) fueron implacables. De retroceso y oscurantismo se nutrió el período siguiente, principalmente desde la perspectiva de los derechos y de la libertad social.  Vuelta a encapsularse, a cuidar la actitud y la expresión, a callar ante los demás, a hablar en sordina, a adormecer el orgullo y la rebelión innatos. Y el eufemismo, en esos años, adquirió categoría de oficial, pues lo que sucedió en 1973 no fue un Golpe de Estado, sino un "Pronunciamiento Militar", por lo que hablar de "dictadura" era sinónimo de sedición y subversión, además de comunismo. Tal fue la situación que hasta hubo, además de derechos, acciones y distintas manifestaciones del arte y la cultura, palabras "prohibidas", como, por ejemplo,  "cola" (fila),  "compañero"(amigo de ideas políticas) y muchas otras.
   Y fuimos buenos alumnos: aprendimos a cuidarnos en el tono y en la forma de hablar, con el objetivo de preservar la vida, la libertad, la familia, los beneficios, el trabajo. Aprendimos a hablar "en chiquitito" y a media voz. Lo último casi todos lo hemos superado, lo primero, se nos quedó pegado. Así que no es extraño que pidamos un "cafecito" cuando realmente queremos un café en taza normal o tazón, no en una taza en miniatura. Ojalá con un pancito ...o galletitas...
   Ante la extrañeza y bromas de extranjeros, humoristas, estudiosos y visitantes varios, muchos hemos reconocido esta característica de nuestra manera de ser y no nos agrada. No habla bien de nosotros. Quisiéramos cambiarla y hemos avanzado en ello.
   Pero, el status quo en el ámbito político, en el mundo religioso, en el sector comercial entre otros, se mantiene y  sigue utilizando esta herramienta, con el fin de evitar llamar las cosas por su nombre "para cuidar la paz social", la economía y las instituciones. Es así como se ha hablado de facturas "ideológicamente" falsas en lugar de fraudulentas, de "errores" en lugar de delitos, de "eventos" por baches u hoyos en el pavimento. Nos hemos transformado en unos contorsionistas lingüísticos. Las arrugas son "líneas de expresión", y cuando ya no queda más que aceptar que son derechamente "arrugas" se le agrega el calificativo de "gravitacionales", como escuché no hace mucho. Si Einstein aún viviera sin duda se asombraría de la aplicación de su teoría en el ámbito de la publicidad. 
    Sin embargo ya no está "el horno para bollos", menos en la actualidad, y  al pan hay que llamarle pan  y al vino, vino. El "estallido, cansancio, enojo" social - o como se le quiera llamar- ha golpeado la mesa y las fichas han saltado lejos. La gente se cansó de esperar "los tiempos mejores" para "la gran mayoría de los chilenos", tiempos que no llegan, que no llegan, que no llegan...
   ¿Habrá que seguir esperando, seguir escuchando "los cantos de sirena" de los políticos y de las autoridades?
   Me parece que ya no estamos para eufemismos y  aunque la violencia verbal y física no son de mi gusto (no las justifico ni las incorporo en mi vida), la hora de hablar claro ha llegado. Las expresiones bonitas y adornadas inducen a error en la comunicación cotidiana, salvo que mi objetivo sea adular o expresar sentimientos sinceros. Por lo tanto, el discurso debe cambiar, dejar de lado los clichés y las frases hechas. Pero para que ello suceda, la actitud también debe cambiar, si no es mero engaño. No hay otra forma. No se olviden que lo que digo -o no digo- me delata o me muestra tal como soy.

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