jueves, 26 de diciembre de 2019

Cometas en el cielo...

   Cuando en nuestro medio alguien habla o lee la palabra "cometas"  el concepto mental inmediato que surge en nuestro cerebro es el de un cuerpo celeste compuesto de un núcleo y de una cola de fuego y gases, que en más de una ocasión, en el transcurso de nuestras vidas, ha provocado un susto mayúsculo  por la eventualidad de choque con nuestro planeta (en el caso de los que ya somos mayorcitos). 
   Sin embargo, ésa no es la única acepción en nuestro idioma. También alude a lo que nosotros bien conocemos como "volantín". Y allí sí que el concepto mental tiene una connotación absolutamente feliz (salvo casos excepcionales que pueda haber): una asociación con juego, fiesta, septiembre, infancia y familia.   Su origen se remonta al siglo II a.C. en China. A nuestro país llegó a mediados del siglo XVIII, en plena colonia, tiempos desde los cuales se transformó en un juego muy popular, asociado temporalmente al inicio de la primavera y celebración de fiestas patrias. Cuando yo era niña (porque lo fui una vez, aunque bastante más adelante, jaja), en el lugar que vivíamos (sector rural) no había acceso a los ejemplares de volantines o cometas que se comercian hoy. Su material sólo era de papel "volantín" y de fabricación artesanal. También era una actividad escolar dieciochera (su fabricación y su práctica competitiva). Recuerdo haber colaborado en aquello, pero haber fabricado uno ciento por ciento sola, no lo creo. No era muy hábil en actividades manuales más bien "masculinas". Lo que sí recuerdo es el tiempo de las "cambuchas", unos especie de pequeños volantines que hacíamos con hojas de cuaderno y con una cola del mismo material. Esto era una entretención veraniega en nuestro caso. Las cambuchas no las elevábamos (no era mucho el hilo con el que contábamos), simplemente corríamos por una pampa con nuestra creación levantada sobre nuestras cabezas tratando de ganar la carrera a los compañeros de juegos (hermanos, vecinos).
Ya adulta y madre, recuerdo haber volado un volantín "moderno" con mi hija en la localidad de Malalhue. Fue para mí, y especialmente para la pequeña Mirella, una actividad que nos hizo mucha ilusión.

   A estos cometas hace referencia la novela Cometas en el cielo  del escritor afgano-estadounidense Khalel Hosseini. Este relato fue el primero publicado por él (2003), con el que al mismo tiempo, se hizo mundialmente conocido, con justa razón. 
    En la ciudad de Kabul, Afganistán,   Amir y Hassan son amigos desde que tienen memoria. Juegan todos los días y es tal su nivel de compenetración que saben lo que piensa el otro sólo con mirarse. No conocen de aburrimiento ni peleas. La gran diferencia, que aún no pesa a sus cortos años, es la de status social. Mientras Amir es hijo del dueño de la mansión, Hassan es hijo de su criado. Ambos viven sólo con sus padres, por la muerte y el abandono de sus madres, respectivamente. En tanto Amir es el creativo e inductor de más de una maldad, Hassan es el que enfrenta a quienes les atacan. Y esa conciencia de cobardía no deja de molestar a Amir, porque también su padre se ha dado cuenta y aquello no le agrada. El niño anhela tener una relación más cercana con su "baba", pero, por más que se esfuerza, no logra hacerlo sentirse orgulloso. La competencia de cometas está a la puerta y su padre expresa el deseo que gane. La ansiedad lo consume. Como tantas veces, compite en conjunto con Hassan y logran lo soñado, derribar al último oponente. Ahora sólo falta capturar el cometa vencido. Hassan es el mejor para aquello y se aleja veloz en su cometido. Amir lo sigue, con la seguridad que el triunfo será completo. Y, aunque, efectivamente su amigo ha conseguido el trofeo, el matón de siempre, con sus amigos, le hace una encerrona a Hassan, el que, incluso es atacado sexualmente, sin que Amir intenté siquiera defenderlo; al contrario, escapa del lugar... Ese hecho, del que no hablan pero que está latente, es el punto de inflexión que separa sus destinos. La conciencia culpable de Amir no lo deja vivir en cercanía de su amigo, el que, a pesar de todo, le guarda devoción. Contra todo pronóstico, Amir, a través de engaños  inculpa al inocente Hassan, logrando con ello que se vayan de su hogar, lo que inexplicablemente para él, provoca un mayor alejamiento de su padre. Llega la guerra a Kabul y se queda por años. Se ven en la necesidad de escapar de la ciudad y del país. Logran llegar a Estados Unidos como refugiados. La vida no es la mejor pero están juntos con su padre. El trabajo excesivo y la vida precaria afectan la salud del progenitor. Amir sale adelante, forma su propia familia, se occidentaliza y adormece su conciencia, hasta que un amigo de la familia, lo llama desde Oriente. Todo el pasado regresa. Nada había sido superado y responde al llamado. Va hasta la frontera de Pakistán con Afganistán y, en contra de todo lo previsto, acepta ir a Kabul a rescatar a un niño. Esta vez espera no retroceder. 
   ¿Quién es el niño? ¿Logra su cometido o no? ¿Qué sucede con él al volver a su ciudad natal después de veinte años? ¿Logra cerrar el ciclo de la culpa?
   Dejo las interrogantes como motivación.
  Y las montañas hablaron  del mismo autor, publicación del año 2013. El texto más complejo de los tres leídos. Los escenarios son Kabul, San Francisco y una isla griega, Tinos. 
   La vida de varios personajes se entrecruzan en tres generaciones, comenzando por la "venta" de una niña afgana pobre a una familia rica sin hijos. Son tiempos de hambre y pobreza para el pueblo trabajador y ese padre hace lo impensado.
    Es una  novela en que la traición, la muerte, la envidia, la promesa incumplida, el dolor, el amor imposible, la soledad, la mentira y otros elementos se entrelazan en tiempos y lugares distintos, para, finalmente, ordenar el caos después de más de medio siglo. Los sentimientos, las acciones, las realidades son complejas; nadie es completamente bueno, y hay malos que algo de bondad tienen. En todo caso, inocentes no existen, excepto los niños que, al crecer, también adoptan cierto doble standar, al menos con su conciencia. Algunos logran enmendar a tiempo; para otros, no hay ni hubo redención. 
   Leer estos textos te obliga a una mirada interna, lo quieras o no. Te lleva también a cuestionar más de una acción punible en tu vida, te desafía a mirarte al espejo y dejar la condescendencia de lado, sin pecar tampoco en la condena excesiva. Sin duda, uno no sale indemne. Si te atreves a enfrentar lo que has ido amontonando en el desván, te invito a leer esta obra. Es un ejercicio sanador. 
   
   

lunes, 23 de diciembre de 2019

Lecturas...

    En general -ya lo he mencionado alguna vez- no gusto de los relatos policíacos, como tampoco de este mismo género en el ámbito del cine. Sin embargo, más de alguna vez me he encontrado, por casualidad, debo decir, con alguna novela de este género, que realmente me ha sorprendido por su fuerza narrativa y la capacidad de crear y mantener el suspenso, que, incluso a una descreída como yo, atrapa.
   Pero, se preguntarán ustedes, ¿cómo llego a este tipo de textos si no son mis favoritos?    Sucede que mi biblioteca es, en la actualidad, absolutamente digital. Cada cierto tiempo descargo unas cuantas obras que podrían gustarme. Algunas las elijo por su autor/a, otras por el espíritu "de la tinca". Lo primero que me atrae es el título, reviso brevemente la sinopsis y decido. A veces, incluso es el escenario de los hechos lo que me hace decidir. No todo lo que descargo logro leerlo. En ocasiones, leo las primeras páginas y las envío a la basura. Las más de las veces, pasan la prueba (60% aprox.).
   A continuación, tres relatos, tremendos en sus hechos, sugestivos en su trama. Los dos primeros, policíacos; el tercero, una realidad, que no por ser ajena, es menos cruda y terrible.
   El silencio de la ciudad blanca de Eva García Sainz de Urturi (tantos apellidos impresionan). Me atrapó su portada y el escenario de los hechos. De un tiempo a esta parte me he transformado en una fanática de la literatura española actual, de la cual, debo decir, hay excelentes exponentes. El lugar de los hechos: Vitoria, una de las ciudades vascas importantes (que me falta por conocer) y sus alrededores, incluyendo la ciudad de Pamplona, ya en tierras de Navarra (visitada y admirada). 
   Después de 20 años en prisión, Tasio Ortiz de Zárate tendrá el beneficio de unos días en libertad. Es un asesino en serie, cuyas víctimas, con singulares características, fueron apareciendo en pares, siguiendo el mismo ritual. El victimario se asegura inocente, a pesar de las pruebas. Antes de salir del presidio, recomienzan los asesinatos, con similar ritual aunque con un pequeño cambio. La policía está en jaque. Las fiestas tradicionales de la  ciudad están en pleno desarrollo, lo que complejiza la situación. Las víctimas aumentan sin lograr avances, pues el posible autor está tras las rejas. ¿Será un imitador? Si es así, ¿cómo es posible que tenga información confidencial? Interesantísima trama, con una serie de detalles más, que no quiero compartir para no restar suspenso.    
 Un lugar donde esconderse de Nora Roberts, conocida autora estadounidense de bestsellers del género romántico y de suspenso. Habiendo ya leído de ambos de la misma autora, busqué la línea del suspenso, para continuar con la temática anterior. Con anterioridad disfrutado una novela de este corte, que me sorprendió gratamente.
   Un acontecimiento tristemente más habitual de lo que se quisiera es la raíz de todo el relato: una masacre en un Centro Comercial en Portland,  Estados Unidos. De sus autores -unos adolescentes-, de las víctimas -muertos y heridos-,  de las investigaciones, nos hablan las primeras páginas. Continúa el relato con las distintas formas en que los sobrevivientes han continuado su vida, hasta que, comienzan a morir varios de ellos, de distintas maneras, pero en forma sostenida. Reed Quartermaine estuvo en el Centro Comercial ese día. Su vida ya no pudo ser la misma: decidió ser policía y, en conjunto con su amiga Eisse, primera policía en llegar al lugar de los hechos, siguen la trayectoria de los sobrevivientes. Ellos son los primeros en detectar que algo pasa con las nuevas muertes, de lo que adquieren certeza cuando el mismo Reed es atacado y logra, apenas, salir con vida, descubriendo que la asesina es ni más ni menos que la hermana de uno de los autores de la masacre, y verdadero cerebro de la operación. De allí en adelante la vida de Reed y Essie se transforma en el seguimiento y espera de cada nuevo ataque, con el fin de atrapar a la asesina. 
   Interesante thriller, que vale la pena leer.
   Ya completa, por el momento, mi cuota de consumo subliterario, opto por una novela de la que tuve conocimiento hace años, pero para la que no había llegado su y mi momento. A propósito de esto, soy una convencida que hay libros que sólo te "llaman" cuando estás preparada/o para leerlos. Han pasado doce años de su publicación, lo tuve más de una vez en mis manos y no me "llamó" sino hasta ahora. Yo sé porqué: necesitaba primero estar en contacto personal con una realidad cercana, geográfica y social, para entenderla en su real dimensión, más allá de una comprensión intelectual. Y así ha sido.
  Mil soles espléndidos del estadounidense de origen afgano, Khaled Hosseini (2007).
   La novela se centra en Kabul, capital de Afganistán, donde confluyen las historias de dos personajes : Mariam  y Laila. Mientras la primera es hija bastarda de un rico empresario de Herat, la segunda es hija de un profesor de Kabul. La guerra y su situación de género las hermana, y las hace familia por amor, a pesar de que la vida les depara finales y futuros muy distintos.
   Las historias particulares son el complemento del relato. Lo realmente relevante son dos aspectos fundamentales en éste y otros países de Oriente Medio y Sur: la situación de la mujer en el mundo islámico y la guerra, de lo que se nos habla desde 1974 hasta 2005 aproximadamente. Y aunque, gracias a la información entregada por los medios de comunicación en su momento, yo sabía algo de lo sucedido en Kabul (un poco antes y después del atentado de las Torres Gemelas), a través de estas páginas no me pudo quedar más clara y patente la terrible realidad de esos años de la historia afgana.
   Aquí se  aborda la llegada de los soviéticos a Afganistán (1979), la derrota y expulsión de ellos, la guerra civil afgana por la lucha del poder (1990), la aparición de los Talibanes y la imposición de su doctrina a sangre y fuego, así como su derrota y el regreso a la "normalidad", merced a la intervención internacional, en una ciudad destruida por décadas de lucha, con miles de víctimas inocentes. 
  "Mil soles espléndidos" son los "que se ocultaban tras [los] muros"  de Kabul, junto con las "incontables lunas que brillaban sobre sus azoteas", según un poema de un persa del siglo XVII, que sirve de referencia a la novela. Son estos "soles" los que brillan en el corazón de  Laila y que la hacen regresar con su familia  a su ciudad, Kabul, para reencontrarse con sus raíces, luego de haber vivido el estatus de refugiados en Pakistán. 
   Extraordinario relato que muestra una realidad aún vigente en nuestros días en el otro lado de nuestro mundo, que, hoy, es más cercano y patente.

viernes, 20 de diciembre de 2019

Eufemismos: ¿autoengaño y fraude?

     Muchos estudiosos de nuestra idiosincrasia han señalado como característica nuestra un habla eufemística. Es decir, un lenguaje poco directo, que opta por el rodeo para decir las cosas de manera "más bonita"(eu='buen'; phemí='decir') en lugar de elegir las palabras precisas, claras y concretas. Y como lo que decimos refleja lo que somos, al menos en parte, también nuestra actitud tiene algo o bastante de aquello: la incapacidad, el temor, la mala costumbre o el cuidado excesivo en decir las cosas como son. Ésta es la razón por la cual nos "choca " (molesta) cuando un argentino, por ejemplo, habla en "sin pelos en la lengua" (sin filtro), llamando las cosas por su nombre y de pronto nos gustaría ser como ellos en eso (sólo en eso, jaja). Es que la actitud también es distinta.
  Creo que uno de los grandes inhibidores de nuestra postura frente a la vida, y que se demuestra en el decir y actuar, dice relación con nuestra historia pasada y reciente: una sociedad patriarcal en extremo, donde la mujer, los hijos y los subordinados debían esperar el permiso (que a veces no llegaba) para hablar. Para qué decir, expresar sus opiniones, deseos o sueños: nada de eso era permitido... El tiempo pasó, la mujer fue saliendo de la cocina y de la casa (como resultado de lo que ocurría en el resto del mundo occidental y de los cambios sociales) y los espacios se fueron abriendo. La sociedad chilena se fue "modernizando" y poniéndose al día con los tiempos. Aumentaron los derechos de los trabajadores, de las mujeres, de los niños. Vino el tiempo de la "revolución en libertad", se sintieron nuevos aires. La tierra, elemento clave, dejó de estar solo en poder de unos pocos y comenzó a pasar a manos de quienes la trabajaban. Se avizoraban buenos tiempos, que no alcanzaron a fructificar. Se le puso mucho apuro a la máquina social sin que la "materia prima" estuviera lo suficientemente madura y preparada. El fracaso llegó y quienes lo gestionaron (las FFAA) fueron implacables. De retroceso y oscurantismo se nutrió el período siguiente, principalmente desde la perspectiva de los derechos y de la libertad social.  Vuelta a encapsularse, a cuidar la actitud y la expresión, a callar ante los demás, a hablar en sordina, a adormecer el orgullo y la rebelión innatos. Y el eufemismo, en esos años, adquirió categoría de oficial, pues lo que sucedió en 1973 no fue un Golpe de Estado, sino un "Pronunciamiento Militar", por lo que hablar de "dictadura" era sinónimo de sedición y subversión, además de comunismo. Tal fue la situación que hasta hubo, además de derechos, acciones y distintas manifestaciones del arte y la cultura, palabras "prohibidas", como, por ejemplo,  "cola" (fila),  "compañero"(amigo de ideas políticas) y muchas otras.
   Y fuimos buenos alumnos: aprendimos a cuidarnos en el tono y en la forma de hablar, con el objetivo de preservar la vida, la libertad, la familia, los beneficios, el trabajo. Aprendimos a hablar "en chiquitito" y a media voz. Lo último casi todos lo hemos superado, lo primero, se nos quedó pegado. Así que no es extraño que pidamos un "cafecito" cuando realmente queremos un café en taza normal o tazón, no en una taza en miniatura. Ojalá con un pancito ...o galletitas...
   Ante la extrañeza y bromas de extranjeros, humoristas, estudiosos y visitantes varios, muchos hemos reconocido esta característica de nuestra manera de ser y no nos agrada. No habla bien de nosotros. Quisiéramos cambiarla y hemos avanzado en ello.
   Pero, el status quo en el ámbito político, en el mundo religioso, en el sector comercial entre otros, se mantiene y  sigue utilizando esta herramienta, con el fin de evitar llamar las cosas por su nombre "para cuidar la paz social", la economía y las instituciones. Es así como se ha hablado de facturas "ideológicamente" falsas en lugar de fraudulentas, de "errores" en lugar de delitos, de "eventos" por baches u hoyos en el pavimento. Nos hemos transformado en unos contorsionistas lingüísticos. Las arrugas son "líneas de expresión", y cuando ya no queda más que aceptar que son derechamente "arrugas" se le agrega el calificativo de "gravitacionales", como escuché no hace mucho. Si Einstein aún viviera sin duda se asombraría de la aplicación de su teoría en el ámbito de la publicidad. 
    Sin embargo ya no está "el horno para bollos", menos en la actualidad, y  al pan hay que llamarle pan  y al vino, vino. El "estallido, cansancio, enojo" social - o como se le quiera llamar- ha golpeado la mesa y las fichas han saltado lejos. La gente se cansó de esperar "los tiempos mejores" para "la gran mayoría de los chilenos", tiempos que no llegan, que no llegan, que no llegan...
   ¿Habrá que seguir esperando, seguir escuchando "los cantos de sirena" de los políticos y de las autoridades?
   Me parece que ya no estamos para eufemismos y  aunque la violencia verbal y física no son de mi gusto (no las justifico ni las incorporo en mi vida), la hora de hablar claro ha llegado. Las expresiones bonitas y adornadas inducen a error en la comunicación cotidiana, salvo que mi objetivo sea adular o expresar sentimientos sinceros. Por lo tanto, el discurso debe cambiar, dejar de lado los clichés y las frases hechas. Pero para que ello suceda, la actitud también debe cambiar, si no es mero engaño. No hay otra forma. No se olviden que lo que digo -o no digo- me delata o me muestra tal como soy.

lunes, 16 de diciembre de 2019

Carpe Diem...

 
   Acabo de tener conciencia, una vez más, de la pésima costumbre que tengo de estar siempre pensando en el futuro, aunque sea inmediato y, por ello, no atender como se debe el presente. Me explico: si en un día cualquiera tengo algo qué hacer, organizo ese día por ese hecho concreto. Si aquello sucediera a primera hora, está muy bien, porque debería levantarme temprano, para tener tiempo a disponerme adecuadamente y desayunar. Ahí no está el problema. Éste surge cuando el compromiso (personal o no) es en  la jornada de  la tarde, por ejemplo y me paso la  mañana, sin "gozarla" convenientemente (en el buen sentido, se entiende... ¡Momento! : ¿habrá un "mal" sentido si de gozar se trata?). Eso hace que todas las horas anteriores a la actividad estén en "tren de espera" en lugar de vivirlas como corresponde. 
   Muchos, soportan los días de semana esperando el fin de ella o trabajan resignadamente, pensando en el sueño de las vacaciones. Eso es lo que entiendo por "desperdiciar" el presente y que me sucedió reiteradamente cuando formaba parte de la masa laboral activa. Creo que a muchos, los más, nos pasa esto. Y aunque esta aseveración no me exculpe, establece una realidad, lamentable, si se tiene en cuenta lo rápido que transcurre el tiempo vital. 
  ¿Qué hacer cuando uno se ha dado cuenta de esta "anomalía"? 
   Pienso que  hay  dos posturas claras y excluyentes:  asumir la costumbre inveterada y seguir leal a ella o, al contrario, cambiarla, instituyendo un nuevo modus operandi. Lo ideal es optar por la última alternativa, la que involucra el cambio, la que ayuda a crecer, la que contribuye a la felicidad cotidiana y no a una pseudo felicidad a plazos.
   Si todo fuera solamente decidirse  teóricamente por una postura la situación es fácil y rápida. Pero como no se trata sólo de aquello, sino que decidirse significa cambiar la actitud vital, caramba que es significativo ...y difícil. 
     A largo plazo, habría que empezar por planificar lo justo y necesario los actos futuros,  pero sin que te consuman tu aquí y ahora. Tampoco se trata de caer en la indolencia e irresponsabilidad, viviendo a lo que cada día te trae. Hay situaciones que requieren un proceso de planificación, en que deben ir cumpliéndose pasos específicos que no pueden soslayarse, si quieres tener buenos resultados. Sin embargo, tampoco se trata de hacer como la lechera del cuento, cuyos sueños y ambiciones futuras sin sustento en la realidad, le llevaron a olvidar el presente con las consecuencias ya conocidas. Cada cosa a su tiempo. Las proyecciones a largo plazo no configuran realidad por sí solas, hay que trabajarlas, poco a poco, sin olvidar el ahora. 
   Ésta es una actitud conveniente y responsable. En caso contrario, se corre el riesgo de encontrarse con plazos cumplidos, que luego no se pueden no se pueden solucionar, por lo que esa meta u objetivo trazado tampoco se podrá cumplir. Es el caso de un viaje al extranjero, por ejemplo, en el cual, todo lo que tenga que ver con documentación debe necesariamente tramitarse con antelación y lo que corresponde a los detalles, como la ropa y arreglo de equipaje, dejarlo para última hora.
   Es un poco darle a cada cosa o acontecimiento, la justa importancia  dentro de nuestra tabla de valores y experiencia, y que debiera equipararse a la de otros, con una que otra diferencia. Es decir, sin exageraciones para ninguno de los extremos.
   Creo que  lo anterior está bastante bien asumido por mí.  La dificultad se presenta con el futuro cercano, que, habitualmente, me ciega para el presente inmediato y pareciera que estoy viviendo lo cotidiano a plazos. 
   Si tengo tan claro cómo actuar frente al futuro más lejano, ¿cómo hago con el cercano, para evitar que me consuma más horas de mi vida de las que corresponde?
    Después de analizar el problema y sobre la base de lo que conozco de mí y que ya no me oculto, creo que la mejor manera será realizar acciones concretas, que signifiquen trabajo físico. Es decir, realizar tareas que no me agradan y  que, por esa razón, las voy postergando (ordenar la ropa, los zapatos, hacer un aseo concienzudo, despolvar los muebles, planchar, etc.). Será el momento entonces, de darle un uso positivo a esas horas desperdiciadas en una tensa o ansiosa espera, con mayor o menor intensidad, dependiendo de la importancia. De este modo, el tiempo que habría ocupado en tareas poco gratas quedará disponible para el pleno goce en los momentos de relax. ¡Qué mejor aplicación del "carpe diem"!: coge el día, aprovecha el momento, goza el presente. 
   Cabe hacer una aclaración antes de cerrar: muchos, en todos los tiempos y lugares, han hecho de esta expresión heredada de los romanos (está escrita en latín) una bandera de lucha y han transformado su vida en un goce permanente de todos los sentidos. Prueba de ello es la vida absolutamente licenciosa que llevaron o llevan muchos de los que tienen el poder y la riqueza. Sin embargo, la expresión es más que esto, no se agota sólo en el tipo de goce de una persona hedonista, sino que, en mi caso, la entiendo más en el ámbito del epicureísmo.  Esta filosofía plantea el sosiego necesario para una vida feliz y placentera, lo que se alcanza cuando las necesidades básicas están cubiertas y el alma está tranquila, cuando se elimina el dolor y el temor y se alcanza el placer y la paz. Claro que de manera moderada y racional, buscando el equilibrio y no el desenfreno de los hedonistas. 
   Como pueden ver, nada del otro mundo : vivir el presente, gozarlo, aprovecharlo en el sentido epicureísta, dejando atrás o fuera el dolor y los miedos, cubiertas las necesidades corporales,  buscando la tranquilidad del alma a través del goce de los sentidos, mediante una buena lectura, oyendo música grata, estableciendo una conversación inteligente, disfrutando de una buena película, caminando por un parque o una playa. Ni más ni menos:  ¡Carpe diem!

jueves, 12 de diciembre de 2019

Autoimagen...

  Esto de la imagen que uno tiene de sí mismo o la que quisiera tener, resulta a veces   un quebradero de cabeza. Cuando no tienes mucho qué hacer -en cuanto a trabajo, quiero decir, no en cuanto a imagen-, aunque ya haya pasado la mayor parte de tu vida, en algo tienes que ocuparte. Y esta empresa,  mejorar tu "autoimagen", es una interesante tarea, aunque no llegue a buen término...¡Momento! Vamos a ser optimistas. Esperamos lograr más de una mejora. 
  Lo primero es lo primero: es necesario analizar las fortalezas (y ya transformamos esto en un análisis FODA, tan propio de una deformación profesional) para establecer el rango de acción posible. 
   ¿Qué fortalezas tengo?
    ¡Muchas! (creo, jaja) : actitud positiva (no se nota mucho pero algo hay), genes favorecedores (no tantas canas, no tantas arrugas), juventud en el alma (me "siento" joven, aunque el espejo me contradiga), perseverancia (a veces), espíritu creativo (no sé si servirá para esto), buena salud física y mental (con uno que otro "ajuste técnico"), belleza interior (jajaja), independencia emocional, financiera, legal, de juicio y todas las habidas y por haber. Otras más: educación esmerada, gustos refinados, inteligencia suficiente, buen sentido del humor (negro, jaja).
   ¿Cuáles son mis oportunidades?
   Dispongo de tiempo para ejecutar las acciones necesarias (la gracia es que desee hacerlas), dinero mensual (el de mi pensión, jaja), carezco de compromisos financieros (¡excelente!), fácil acceso al comercio y otras "fuentes de la juventud", posibilidades de cambiar de aire (familia y amigas en otros lugares del país)
    Por ahí estaríamos en lo positivo. ¡Bien!
    Vamos ahora al lado B.
    ¿Tendré debilidades? ¡¡Muchassss también!!
  Físico poco atractivo (de toda la vida, baja de estatura y con sobrepeso permanente), rostro ídem, gusto un tanto excesivo por la comida, fuerza de voluntad ahí no más cuando se refiere a las dietas y al ejercicio físico, tendencia al aburrimiento, poco contacto social (por decisión personal y circunstancial), de raza "chilena" con elementos mapuches, más bien de pocas palabras (orales), corta de genio, impaciente.
   ¿Y habrá amenazas en el horizonte personal? ¡Seguro que sí!
   Falta de motivación externa, aumento del costo de la vida, pensión baja, sistema de salud oneroso, factibilidad de aumento de achaques o males como el Alzheimer, la demencia senil, el mal de Diógenes, cáncer, diabetes, artrosis, artritis, etc. (jajaja).
   ¡Hummm! Debería haber terminado con las fortalezas, para no deprimirme. 
   Bueno, ya teniendo claro el análisis, hay que considerar qué debilidad es factible de cambiar, sin perder ninguna cualidad o fortaleza.
   Repasando lo escrito, no sé por dónde empezar, a qué debilidad hincarle el diente y que obtenga algún resultado. Lo que está claro es que la estatura y el rostro no tienen remedio (jajaja), tampoco los componentes étnicos, salvo que sea millonaria (que no lo soy) y esté dispuesta a iniciar un programa de intervenciones quirúrgicas al estilo Michael Jackson.  Lo del peso extra podría eliminarlo (al menos algo) siempre que lograra mejorar mi fuerza de voluntad y mantener la boca cerrada por más tiempo. ¡Y no es nada de fácil! Tal vez ponerme pequeñas metas y tratar de engañar a "la solitaria" con pequeños trucos: jugos de perejil con pepino (¡puaj!), jugo de cochayuyo (¡brrr!), mucha agua mineral cuando me dé hambre, rebanar el pan (que es una de mis grandes debilidades) en un sinnúmero de rebanadas  hasta llegar a la transparencia, para que parezca que como lo que acostumbro y, obvio, ir disminuyendo la cantidad global. Evitar al máximo comprar extras como papas fritas, magdalenas, chocolates, ramitas, caramelos y otras cosillas por el estilo.  En general, más que cambiar los componentes que consumo a diario (porque la compra de alimentos exóticos se llevaría mi pensión rápidamente), deberé a disminuir la cantidad. Quizás sea una buena estrategia usar platos más chicos (se verán llenos y no provocarán, en el inconsciente, el efecto de falta de alimento, jaja). Junto con eso, disminuir la velocidad de la ingestión, pues tiendo a apurarme demasiado.
   También podría trabajar la debilidad del "poco ejercicio", obligándome a salir más de casa (perdón, de palacio). Realizar compras en pequeñas cantidades, de manera que esto me exija salir para reponer lo faltante. Cierto es que viviendo en el mismo centro de la ciudad no es mucho lo que camino, pero, para abaratar costos también, iré al supermercado más económico (en algunas cosas) y que, precisamente, queda más distante. 
   Como espero que esto resulte, podré volver a lucir la variada vestimenta de estación que poseo y que, debido a los kilitos de más alojados en donde estaba antes la cintura, jaja, ahora podrán lucir sin riesgos de colapsar por las costuras. Eso permitiría, como antes lo hacía en vida laboral, sentirme diva cada día (otro jajaja).   

Lo último y, para callado, muy novedoso (al menos para mí). Encontré en el mercado una crema facial, económica, antioxidante, que combate el envejecimiento (eso dice al menos, no sé si el "combate" es en toda regla o sólo diplomático) y cuyo componente estrella es el maqui. Es muy agradable y tiene olor al fruto. Llevo dos días usándola y parece que he rejuvenecido (jiji). A lo que la termine capaz que mi rostro sea el de una adolescente. Y ahí, me veré enfrentada a otro problema, esta vez más grande: ¿cómo compatibilizar un rostro adolescente en un cuerpo "maduro"? Algo tendría que hacer, si no resultaría patética, como sucede con más de alguna gente linda que se "estira" el rostro, pero no el cuello. 
   En fin, como esto es sólo una hipótesis, esperaré a que suceda antes de actuar. Mientras tanto, pondré a trabajar mis neuronas. ¡Ellas también necesitan hacer ejercicios! ¿No les parece?
 (Entre paréntesis, tengo otro ingrediente secreto antioxidante, comprado en Oriente. Ya les hablaré de él. Les dejo con la curiosidad. Jiji, ¡qué mala soy!). 
   

martes, 10 de diciembre de 2019

Ya en casa...

    La tecnología me ha jugado una mala pasada. He perdido varias veces lo que he ido escribiendo, al menos en tres entradas, y he tenido que reescribir, apelando a la memoria, que no siempre es tan fidedigna, especialmente a esta edad. Hoy, al fin, logré dar con una aplicación que me permita ir grabando y luego traspasando lo escrito directamente al Blog sin inconvenientes. Con esto, solucioné el problema que se me estaba presentando. A propósito de aquello, me acabo de acordar que mis amigas, en el tour, recurrían a mí, porque yo era más "entendida" que ellas en internet y tecnología. La verdad es que he tenido que aprender a pulso, pues, desde ya hace tiempo, no tengo cerca -ni lejos-, quien me ayudaba en estos apuros. La necesidad, dicen, crea el órgano. No hay mayor verdad que aquello.
     Cambiando de tema, esto de volver a la cotidianeidad no ha sido fácil. He tenido que hacer esfuerzos conscientes para ocupar mi tiempo entretenidamente, sin caer en el aburrimiento y la ansiedad, que me lleve a comer más de la cuenta y a deshoras, que es lo grave. Ya con tres kilos de más producto de la comida buffet,  debo disminuir con urgencia lo extra... de lo extra, de otra manera la ropa encogerá sin remedio (jajaja, la culpa, seguro, es de la ropa). 
   Pensando en las cosas buenas de la vida, qué grato es comer delicias, pero, como en todo lo bueno -dijo la pesimista- luego vienen los arrepentimientos y las acciones, desesperadas o no, para revertir las consecuencias de lo ingerido. 
   Pensándolo bien, esto de "arrepentirse" ha sido una estrategia, un arma, una amenaza de toda la vida de las religiones. Una manera de contener a los gozadores y pecadores. Los separo, porque no son lo mismo. Los pecadores van contra principios establecidos por una entidad espiritual;  los gozadores, contra la austeridad y el ascetismo, ya sea personal o colectivo. El pecador, ofende; el gozador, da envidia (jajaja).
    Esto de gozar - ya que no pecar a estas alturas- de la belleza de la vida diaria es una necesidad humana, siempre y cuando haya que mantener la boca cerrada y las mandíbulas tranquilas. Me gusta comer, pero es necesario restringirse en lo que aconseje la cordura (también la gordura, jajaja), para no caer en un exceso que hace perder el sentido de lis goces de la vida.
   La memoria me trae el recuerdo de una lectura clásica y fundamental: El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. En la segunda parte, con parsimonia y absoluta seriedad, como un padre que aconseja a su hijo, Don Quijote le habla a Sancho con respecto a este tema:  "Come poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago. Sé templado en el beber, considerando que el vino  demasiado ni guarda secreto ni cumple palabras. Ten cuenta, Sancho, de no mascar a dos carrillos, ni de erutar delante de nadie".  ¡Sabias palabras las de don Quijote! 
   Y, en relación a la comida, me ha dado hambre. Ya son las 20,30  y no he comido desde el almuerzo... ¡Upps! ¡Nooo! Me olvidaba que me serví té de sobremesa, luego un postre de frutas y, a media tarde, otro poco de fruta con otro té. O sea, no tendría necesidad de comer más por el día de hoy. Sin embargo, presiento que no dormiré tranquila y capaz que me levante sonámbula a revisar el refrigerador. Mejor me ahorro esa levantada de madrugada y me sirvo unas ricas onces ahora mismo. Tostaré el pan al límite para quemar carbohidratos y respetar la dieta. 
  -¿¿Dieta?? ¿¿Cuál dieta?? (habla mi conciencia).
  - El próximo lunes comienzo...

jueves, 5 de diciembre de 2019

Bitácora...Jueves 5...Síntesis particular...

Semana Quinta...
Jueves 5...
Síntesis Particular (lo prometido).
   
Dicen que siempre hay una primera vez para todo y, los que dicen aquello, claro que tienen razón. Yo, una solitaria voluntaria, tomé la decisión, principalmente frente al problema que significaría la comunicación en países con idiomas tan distintos al nuestro, de participar en un tour grupal en el extranjero. Si todo hubiese salido como lo pensamos al comienzo, no me habría visto en la obligación de socializar, pues íbamos a ir juntas, con mi hermana. Pero, como ella debió desistir por razón de fuerza mayor, yo debí seguir adelante, sola. Cómo me las arreglaría para compartir habitación con una persona desconocida, no lo sabía, pero no me preocupé, no hice de aquello un problema insalvable, ya vería llegado el momento.
    Y llegó el momento de iniciar el viaje desde Rancagua. En el terminal, tuve la suerte de encontrarme con otra viajera sola, oriunda de Machalí. En primera instancia, aunque con historias de vida distintas, congeniamos y convinimos en tratar de quedar juntas. La cercanía geográfica nos parecía un elemento en común de buen augurio. 
 Sin embargo, una vez en el hotel de Santiago, previo al inicio del tour propiamente tal, nuestro plan se vino abajo  La suerte estaba echada: todas las habitaciones ya tenían sus ocupantes definitivos. No insistí para no comenzar con malas vibras y decidí hacer mi mejor esfuerzo social para llevarme bien con quien me hubieran asignado. Fue así como conocí a América, un rato después que yo había tomado posesión del cuarto. Para suerte de ambas nos avinimos sin dificultades y, al hacerlo, pasé a formar parte de un grupo que se completaba  con las integrantes de otra habitación, una de ellas, amiga de mi compañera desde la universidad. La mayor coincidencia fue que todas éramos profesoras...pensionadas, cada una con una historia de vida y trabajo de lucha y esfuerzo. Desde ese momento, nos transformamos en casi inseparables, cuidando las unas de las otras. En el lote estábamos, una divorciada, dos separadas y una viuda. ¡Lindo cuarteto! Pero lo más interesante, todas, mujeres resilientes, a las que pudieron hacer "tontas" más de una vez, pero que ya están de vuelta de todo y no necesitan al macho para ser felices;... pensionadas, pero felices (jaja).
    Si quisiera caracterizar a cada una, podría decir que representamos a tipos clásicos de féminas: la flaca (América), la chica y gordita (yo, la más mejor, jaja), la rubia (Gloria) y la fumadora (la Monroe, es decir, Marylyn). Cada una con sus muletillas, sus gestos y reacciones, sus tonos de voz. Fue tan natural nuestra relación amistosa, que pasados unos pocos días, ya estábamos imitándonos en buena onda y molestándonos, con el mejor sentido del humor. 
   Nosotras sumábamos cuatro y el grupo lo conformaban 46 personas. Entonces, ¿qué pasaba con los demás? ¿Cuáles eran sus características en común o no las había?  
 La verdad es que había y hubo para todos los gustos, como sucede en cualquier grupo numeroso...o en un curso. Estaba "la pinturita", aquella que se creía la más bonita y top, que requería atención inmediata y personalizada, sin importarle el resto, que se sacaba todas las selfies habidas y por haber y, que , finalmente no logró hacer amistad con nadie; estaba "la desubicada", que casi siempre preguntaba lo obvio, que largaba lo que se le ocurría, sin filtro, que se creía la voz de los que no tienen voz, que decía las cosas antes de pensarlas (si es que..., jajaja). Ya pasados unos días, dejó de ser florero de mesa al ser abucheada por varios de nosotros debido a sus desatinos lingüísticos. Estaba "la vegana, yogui y espiritualista", de vestimenta alternativa,  que transmitía en su onda, que no nos convenció con sus palabras ni con Buda ni el karma. También estaba "la vieja chica" (así la nominaron y, para mayor aclaración, no era yo, jaja), quien se hacía notar con su voz y risa estentóreas, que a veces divertía, pero las más molestaba, última de "metete", según le oí decir a alguien (jaja), asimismo tenía el filtro roto.

   En el grupo en total había siete matrimonios, cuatro pares de hermanas, un trío o cuarteto de sores (uso esta palabra para no repetir hermanas, jaja), una madre con su hijo (muy cuidado y apegado al comienzo, pero que después se despercudió bastante, haciendo de modelo en una presentación y bailando griego en otra) y los demás, mujeres y hombres que viajaron con amigas, más varios solitarios y solitarias. 
   Había una familia nortina de cinco integrantes, que hacían más ruido que diez juntos, con un complejo de liderazgo galopante, queriendo mandar  más que el guía del tour, especialmente "las niñas" (entre veinte y treinta), quienes se las sabían todas y lo que no lo inventaban. Un par de veces que estuve cerca de ellas, las escuché hablar sólo de moda internacional, que si Versage, Vuitton, Carolina Herrera. ¡Uff! ("¡Juventud, divino tesoro...!" ¡Grr!).
  Estaba "el hipocondríaco, fijón y pelador", cuyo humor negro no le hacía persona grata. Una caída le hizo foco de atención y cojeaba, no sé si porque le dolía realmente la pierna o para llamar la atención. Se arrimó a nosotros. Aprendimos a contestarle sus bromas pesadas y terminamos aceptándolo en nuestra mesa. Cuando quería ser divertido lo era y nos entretuvo en ocasiones contándonos más de un  chascarro de sus empleadores. Por eso le apodamos, cariñosamente, "sanguchito de palta". Entre los caballeros, también estaba "el despistado y buena onda", un señor de sus años, que solía dejar olvidado sus anteojos, otras veces perderse o demorar más de la cuenta y había que esperarlo. Sin embargo, él siempre respondía con su sonrisa si le hacían bromas y aportaba con más de algún comentario divertido, siempre digno. 

   Entre las hermanas había un par de ellas siempre con cara de enojo; nada les parecía bien, que la caminata, que muchas propinas, que la comida; parece que veían más el vaso medio vacío...de agua (jaja) que medio lleno.    
Entre otras individualidades, estaba "el santo y mártir" (según nosotras, jaja), el esposo de la dama desubicada, que nada decía ni aportaba, callado siempre en el grupo, al lado de su esposa. Tampoco podía faltar "el mateo", siempre preocupado de saber más, de preguntar detalles, bien informado, especialmente de las construcciones (era ingeniero), siempre al lado y preocupado de su esposa, que lo abrumaba un poco con sus compras, amable y un gentleman con todos.  Y no puedo dejar fuera a la nona, la Mirnita, profesora pensionada también, que con sus ochenta años a cuestas no dejaba de participar en nada, ni siquiera en la cabalgata del camello aunque resultó un tanto averiada. También se cayó en una ocasión, lo que la dejó algo machucada, pero le gustaba andar sola y eso la ponía en riesgo.  Asimismo, estaba "la regalona", a la que en todo la atendía su marido, le llevaba la comida a la mesa, le tenía los documentos, se hacía cargo de las maletas de ambos. Al comienzo no nos simpatizó mucho, pero finalmente descubrimos que era una dama; ella se dejaba querer. Se instalaba con otras personas y se olvidaba de su esposo, sin andar poco menos que cuidándolo.  
En los grupos, había uno que se distinguió, el de las fumadoras empedernidas (al parecer todas hermanas), que se desesperaban por salir a fumar y que se hacían esperar cada vez, y debido a que eran bien "jovenzuelas", no eran muy rápidas para caminar, incluso una de ellas tenía ciertas dificultades para desplazarse, lo que le costó un par de caídas y moretones, pero seguía en sus trece.
  De los matrimonios, hubo otro que se distinguió por su  simpatía, buen humor y espíritu de servicio. En muchas ocasiones bajaban los primeros del bus en la puerta trasera y ayudaban a bajar a señoras más viejitas (los escalones de los buses presentaban bastante dificultad). Hubo otro matrimonio que acostumbraba a estar primero en todo, pero no para ayudar, sino para provecho de ellos. Ella tenía una cara de enojona y mala leche que no se la podía. En una ocasión que se perdieron del grupo por la gran cantidad de gente que había en un templo egipcio, reprendió públicamente a Mohamed (éste siempre llevaba la bandera chilena en alto para que lo siguiéramos). Astutamente, en las siguientes visitas el guía le exigió que vaya a su lado siempre (jaja)
   No faltaron los buenos "para el diente" (hasta nosotras a veces, de allí los kilos de más, jajaja), claro que algunos se pasaban. No los voy a nombrar para que no crean que soy peladora (jaja), pero que sus platos necesitaban baranda es una realidad.
   No he descrito a todos, pues de algunos sólo  recuerdo el rostro. Pero del grupo completo, la mayoría éramos mujeres (sólo once hombres si no me equivoco), varias  de ellas profesoras jubiladas. Un colectivo de esta estructura da bastante qué hacer a un guía. Los compadecí más de una vez (jaja).
   Como pueden ver (o leer más bien), el viaje dio para todo tipo de conocimiento: el material y concreto, el cultural, el histórico, el social y el humano. Todo es cuestión de querer aprender de cada una de estas  oportunidades. Me quedo con todo, lo extraordinario, lo excelente, lo bueno y también algunos detalles poco gratos, que, sin embargo, no ensombrecen la experiencia. Con esto ya estoy preparada para formar parte de un grupo de este tipo, esperando que los astros se pongan de acuerdo para darme una nueva oportunidad. ¡Hasta pronto!

miércoles, 4 de diciembre de 2019

Bitácora...Miércoles 4...Síntesis General...

Semana Quinta...
Miércoles 4 ...
Síntesis General...
     Ya un día en casa y en el país, tratando de superar el cambio de horario, producto de la visita a cuatro países de otros continentes (África, Asia y Europa), en un recorrido que no fue tan largo cronológicamente, pero sí extenso -e intenso- en experiencias y sensaciones, realizo una síntesis de lo vivido, para engañar al olvido.
   De  los países visitados, tres son de religión mayoritariamente musulmana -Egipto, Jordania y Turquía-, mientras el otro, Grecia, esencialmente cristiano ortodoxo (en un 97%). Esto es necesario puntualizarlo desde el comienzo para entender mejor la idiosincrasia de cada uno de.los pueblos (al menos, en parte).   
   Egipto y Jordania, además de compartir mayor cercanía geográfica, religión y climas, tienen en común, debido a su religión, un sistema de normas y leyes muy rigurosas para sus fieles, que resultarían draconianas para un occidental común, esto último informado claramente por nuestro guía egipcio. Por ejemplo, la prohibición del consumo de alcohol de manera pública, so pena de cárcel, puntualmente en Egipto. No significa que no puedan consumirlo, sino que deben hacerlo en privado. Esta medida está estrechamente relacionada con los impuestos, que son muy altos para este producto. Por razones lógicas y de conveniencia económica (entiéndase turísticas), a los extranjeros no se les prohíbe beber alcohol en locales comerciales de alimentación o similares, pero no resulta barato. Lo anterior, trae como consecuencia el "popular" y natural consumo de mucha agua, que, por sanidad, es obligatorio adquirirla incluso para lavarse los dientes. 
Otra norma estricta tiene que ver con la práctica del sexo, el que está prohibido fuera del matrimonio, de manera que cuando los jóvenes se casan, ambos deben llegar vírgenes a la ceremonia. Caso contrario, hay sanción por ley. ¡¡Compleja situación para un occidental!!  Ello hace que las noches, al menos en los sectores en que nos hospedamos, fueran tranquilas y silenciosas y, llegado el atardecer se veía poca gente en las calles, sobre todo ausencia de mujeres.   

Lo otro que nos llamó profundamente la atención, aunque está en absoluta consonancia con lo anterior, es el hecho de que las filas en aeropuertos u otros lugares públicos eran diferenciadas por sexo, mientras que en las mezquitas, los lugares de oración también son separados, debiendo las mujeres acceder al segundo piso (donde hay menos espacio, pues son menos las mujeres que llegan hasta allá) para orar. Además, todo observante del Islam, antes de ingresar a su templo, debe concurrir al lugar dispuesto para purificarse, en el que se lavan el rostro, las orejas, la boca, las manos y los pies. Luego, deben descalzarse antes de hacer su entrada  a la mezquita, donde se prosternarán sobre la alfombra, que cubre toda la superficie, a excepción del altar.   

En cuanto a ritos estrictamente religiosos, en los tres países árabes los llamados a la oración son cinco al día, los que se realizan desde los minaretes (torres de las mezquitas), momentos en los  cuales los fieles, en la medida que el trabajo o la vida cotidiana se los permita, cumplen con su obligación espiritual.  
 Continuando con las comparaciones, lo que diferencia grandemente a Egipto de los otros países visitados, es la fuerte presencia de una mendicidad insistente y agresiva, que no se conforma con un "no" amable, sino que persigue y acosa. ¡Resulta verdaderamente penoso! Asimismo, esa actitud de acoso y agobio, se repite en los comerciantes, los que literalmente persiguen a sus posibles clientes, rebajando precios y ofreciendo, en muchas ocasiones, valores falsos, con tal de conseguir alguna libra o dólar. 

 La expresión que más escuchamos en boca de comerciantes niños y adultos fue "one dólar". Los egipcios ven al turista como fuente de oportunidades, de manera tal que se ofrecen a sacar una fotografía o a llevar equipaje, por ejemplo, para obtener algo de dinero. ¡Allí nada es gratis!    

Turquía nos sorprendió, más que por sus encantos e infraestructura, por su apertura social y ¿moral? Lo último no puedo asegurarlo. No es que Turquía, específicamente Estambul, no tenga encantos, sino que fueron muy pocos los que conocimos (sólo uno que otro turco, jaja)
Sólo nos llevaron  a la Mezquita Azul, la Basílica Santa Sofía, un par de mercados y un recorrido por el Mar Mármara y el Estrecho del Bósforo, desde el cual pudimos observar parte de la opulencia de los turcos de ciertos sectores acomodados de Estambul.
 Sin embargo, no entramos en contacto con la pobreza pura y dura de esta ciudad milenaria. Lo que nos sorprendió -decía más arriba- es la pujanza, ebullición, casi la euforia de su gente, que tiene bastante vida nocturna, por lo que pudimos observar, al asistir a un barrio tradicional a cenar en nuestro primer día de visita, ocasión en la cual dúos o tríos de músicos alegraban los distintos locales e, incluso, llegaron a las afueras del restaurante en el que estábamos, un grupo de señoritas,  algunas de las cuales no eran tales (eran travestis u homosexuales, o ambas cosas). La diferencia con Egipto en este aspecto es monumental, pues Mohamed -el guía egipcio que nos acompañó en dicho país- nos informó de la prohibición, bajo pena de cárcel, de la práctica de la  homosexualidad.
  La pobreza y suciedad la palpamos claramente en Egipto. En nuestro recorrido por las ciudades de El Cairo y  de Edfu, principalmente,  para concurrir a los respectivos puntos de interés turístico-cultural, 
observamos los edificios sucios, derruidos, algunos francamente destrozados, mucha basura,  con gente desaseada, 

algunos locales de venta de pan en plena vereda, sin ninguna protección sanitaria, los caballos de las calesas con las costillas claramente visibles, comerciantes ambulantes peleándose literalmente en la calle para lograr un cliente. De allí la explicación de tantas moscas por todos lados.   

Ya en Grecia, confirmé varias de las observaciones a las que arribé en  enero pasado. 
Mucha vida social y nocturna en terrazas al aire libre, mucha oferta alimenticia con espectáculos musicales, especialmente dirigidos al turista, comercio de ropa de alto nivel como también económico, con barrios dedicados a las tiendas de souvenirs y similares, más convenientes para el turista desde el punto de vista del cambio monetario. 
  La verdad, a la mayoría nos encantó Atenas y las islas conocidas, más que lo otro visitado, independiente de reconocer la riqueza cultural conocida en Egipto. En la capital griega pudimos salir por nuestra cuenta sin dificultades y sin sufrir el acoso comercial y, a pesar de haber menos habitantes hablando español, igualmente pudimos hacernos entender sin problemas. 
La seguridad fue una maravilla, incluso en la noche, al menos en el sector en que estuvimos alojados. Aquí tuvimos la oportunidad doble de disfrutar de música y bailes tradicionales, en los  que varios integrantes del grupo participaron con entusiasmo.
 Y lo más importante, conocimos la esencia de Atenas, la Acrópolis, con todos sus monumentos históricos, 
experiencia tan fabulosa como la vivida en Egipto, 
con las Pirámides y las Tumbas de los Faraones, con la gran diferencia que nosotros mismos somos mucho más herederos de la cultura grecorromana que de la musulmana. 
    Aun existiendo diferencias individuales, lo que no puede ser de otra manera, hay algunos elementos en común en los países visitados. El fuerte componente demográfico, por ejemplo, que hace de El Cairo una ciudad de 10 millones de habitantes; Ammán, 4 millones; Estambul, 15 millones y Atenas, la más pequeña, 700 mil ciudadanos. Otro antecedente en común, es la religión (al menos en tres de ellos), el clima seco, con gran importancia del agua, la que felizmente en Grecia era parte obligatoria del menú (¡y gratis!). ¡En mi vida había tomado tanta agua en las comidas! Se podía consumir bebidas, alcohol, té o café, pero todo ello era considerado extra, por lo que su valor subía, especialmente en Jordania, donde el costo de la vida es más alto. En relación a aquello, los países más baratos fueron Egipto y Grecia.
  En cuanto a la alimentación, podría decirse que es bastante parecida en todas las naciones visitadas, caracterizada por la presencia de muchos aliños, variedad de salsas, bastante pescado, ensaladas variadas con ingredientes poco habituales para nosotros: porotos, lentejas, garbanzos, mortadela, berenjenas.
 Esta última descripción, puede contener  más de un error, producto de nuestra situación de turistas, con acceso a comida buffet, principalmente, por lo que la mirada es menos objetiva y general. 
   Destaco la calidad de los guías locales, una muy buena estrategia de la empresa turística. Ellos fueron los coordinadores de cada movimiento en bus, lancha, crucero, calesa, faluca o camello (jajaja), sin fallas. Especialmente al egipcio Mohamed, de profesión arqueólogo, que allanó las dificultades y que nos obligó a cumplir cabalmente un apretado y exigente programa cultural. Su conocimiento, su filosofía de vida, su carisma y buena onda nos llegó a todos. También fue destacable la coordinación de Pilar, una guía de origen mexicano, nacionalizada griega, muy empática, presta a solucionar el mínimo detalle y a hacer de nuestra estadía lo mejor posible. El guía de Jordania con un nombre no recordable pero que significaba "león", fue lejos el más serio, pero con un bagaje  cultural impresionante. Él nos dio una sorpresa al final de nuestro paso por su país: cantó un par de hermosas canciones, en jordano, para nosotros. El guía de Turquía no lo hizo mal, pero lo que no nos gustó fue que se preocupó más de llevarnos a lugares específicos para que gastemos, que mostrarnos su ciudad en forma exhaustiva. Para nuestro gusto, fue demasiado relajado en ese sentido.
   Por lejos ésta fue para mí una experiencia inolvidable, por los hitos elegidos para visitar, por las oportunidades presentadas de hacer algo por primera vez (subir a un Globo Aerostático, cabalgar en camello, navegar por el Nilo, viajar en Crucero, entrar en contacto con la historia antigua, etc.) por las bellas personas que conocí y con las cuales compartí más íntimamente, por la buena calidad del servicio.
 En síntesis y sin dudarlo, debo decir, como Marc Anthony, la inversión, el tiempo, el cansancio, todo, "valió la pena".