¡Qué síndrome más extendido entre las mujeres chilenas este de la Olguita Marina! La verdad es que yo pensaba que quienes habían visto o sabido de una telenovela chilena "Sucupira", el año 96 (hace ya 27 años), eran los únicos conocedores de este personaje. Es decir, los más mayorcitos. Pero, al parecer, no, además de haber repeticiones de la teleserie en años de este siglo. No hace mucho, una amiga, de una generación más joven que la que escribe (nótese, "más joven", 😂) sabía -y sufría- de este síndrome. Ya hace unos años, una de mis cuñadas fue la primera en la familia en identificarlo en mi persona, injustamente debo agregar, 😂. En todo caso, entre nos, ella reconoció el mal, creo yo, porque también lo padece, 😜. Casi todos los fines de semana suele andar por más de algún lugar fuera de su casa, claro que en su caso, acompañada de su marido, mi hermano. ¡Humm! Ahora que lo pienso, no parece sufrir todos los síntomas del síndrome; debe ser una mutación de la enfermedad.
En lo personal, el problemilla ya es crónico, definitivamente. Hace unos días creí haber neutralizado los indicios de su aparición haciendo arreglos internos en palacio, los que le dieron un nuevo aire a mis espacios, pero el efecto duró menos que un candy, 🙈. Y al ser compartido el sentir con el grupo de mis amigas cuasi-colombianas, imposible lograr contenerlo. Así que se vienen unos cuantos viajecitos, para evitar marchitarme entre tanto ahogo, 😂. Y no se trata de que sea claustrofóbica, ¡para nada! Me gusta estar en casa, me siento tranquila y feliz generalmente, pero llega un momento en que mis pies quieren caminar sobre la arena o por un camino poco habitual o desconocido. Ya no me basta mi propio espacio y aunque no lo comparto ni nadie interfiere en él, la inquietud y la desazón comienzan a crecer hasta que recurro a Internet a buscar alternativas y, luego de un par de días, tomo la decisión de partir a otro lugar.
No creo que las Olguitas Marinas sean sólo de este tiempo. Me da la impresión de que siempre han existido, sólo que antes no podían escapar físicamente del tedio ni de la rutina del hogar por varias razones insuperables en esos años. Una mujer casada "no podía" salir sin su marido, ya sea por el qué dirán, porque no tenía los medios, porque el mismo esposo no se lo habría permitido, o, porque hasta la familia de ella se lo habría reprochado. La mujer era parte de la casa, estaba destinada a estar allí. Si trabajaba fuera igualmente no tenía la libertad que sí tiene en la actualidad. Esto en una mayoría de mujeres, lo que no quita que unas cuantas hicieran y deshicieran con sus vidas si los medios se lo permitían, ya sea porque los tuvieran o los consiguieran. ¡Pobres Olguitas Marinas de antaño, prisioneras de las convenciones y las carencias impuestas por el "patriarcado",😂! Lo de "pobres" va en serio. Creo haberlo visto en mi madre. Imagino que domeñar esas ansias de libertad -que no libertinaje necesariamente- debe haber traído como consecuencia un légamo de amargura en las almas de muchas. Si hubiera estado en dicha situación, sin duda que me habría convertido en una verdadera bruja a manera de "compensación" y venganza. Claro que eso hubiera sucedido si mi nacimiento hubiera acaecido una generación anterior al menos.
La mía -mi generación- no fue la más liberal de todas maneras, pero el sólo hecho de tener la oportunidad de acceder, casi masivamente, a la Universidad abrió muchos caminos. Y eso es lo que sucedió con nosotras a diferencia de nuestras madres. Tuvimos más libertad para decidir en aspectos fundamentales como nuestra vida sexual y sentimental, aunque eso llevara aparejado mayores riesgos de equivocaciones también. Pero iniciado el camino, ya no nos conformamos con el status quo y más de alguna, en su tiempo, separó aguas con su pareja inicial y siguió probando suerte, ejem. En la actualidad, transcurridas dos generaciones desde que yo era jovenzuela en edad de merecer,😆, esto ya ni se cuestiona, tanto así que hasta se ha ido eliminando la parte administrativa y oficial de las relaciones de convivencia. Y las Olguitas Marinas jóvenes ya ni se cuestionan ni sufren por su deseo de escapar solas por donde los pies las lleven.
Así que, si te sientes ahogada, no dudes en ponerle nombre a esos problemas de respiración. No vayas al CESFAM más cercano ni a comprar un bono a FONASA. No servirán de nada las grageas recetadas o las gotitas de Agüita de las Carmelitas, tampoco el Melipás. Ese sentir, al que puedes nominar estrés aunque hayas andado por el Caribe hace menos de un mes, no te lo quitarás con sabrosos platos bien regados, ni con "picoteos" amistosos acompañados de un souer, un tintico o una chela. ¡No, queridas "sisters of life"! Tampoco funcionarán las agüitas de toronjil ni manzanilla que te recete la abuela o la madre, te lo aseguro. La única solución es elaborar un programa razonable, para el bolsillo y el trabajo, de pequeñas y/o grandes salidas, ya sea sola o con amigas. El lugar a veces ni siquiera importa (claro que debe tener más de un atractivo -al lugar me refiero-). Lo relevante es respirar otro aire, realizar actividades distintas a las rutinarias, ver otras caras, conversar de otras cosas, consumir otros alimentos y líquidos a los habituales, hollar (lean bien, "hollar") otros caminos, escuchar mucha música, despeinarse y, ¡tatatatán!....¡reírse mucho!, aunque sea de tonteras. ¡Ayyy! ¡Qué relajo sentirán! ¡Ya verán como volverán a la pega y a la casa, más sonrientes y más amorosas (con algún Jorgito existente por allí, 😉). Entonces, ya saben, mis Olguitas Marinas de vocación, hermanas en la lucha rutinaria: a bosquejar planes de escapadas de finde, de feriados y de vacaciones, que las ocasiones de gozar en este valle de lágrimas las suelen pintar calvas. A buenas entendedoras -sé que lo son- pocas dudas, 😉. Hasta pronto...
No hay comentarios:
Publicar un comentario