Ya les había contado que este viaje surgió inesperadamente cuando alojé en la mansión de una amiga valdiviano-lanquina, Profesora de HistoriaS y Directora en el Liceo de Lanco, para mayor abundamiento. Es decir, sucesora en el sufrimiento laboral, jajaja. Anduve por esos andurriales a mediados de abril como participante en el gran evento de despedida de nuestra común -no por ello menos especial- amiga Lidia, que ingresaba a los cuarteles de invierno,😃. Allí fue que recibí la invitación-privilegio a participar en un viaje a CARTAGENA de INDIAS. Obviamente, me pareció un regalo venido del cielo y eso que soy agnóstica, 😅, aceptando de inmediato. Había compartido en el ámbito laboral con tres de las viajeras y eso ya era más del 50%. La verdad sea dicha, no he sido muy americanista en mis viajes. Siempre me ha parecido más atractivo el viejo continente, vaya uno a saber por qué será, 😂. Así que me pareció la ocasión óptima para empezar a interiorizarme de la realidad de este tercer mundo al que pertenezco por nacimiento, independiente de las raíces helenísticas que pudiera tener, 😉.
WhatsApps iban y venían, con detalles, costos, pagos y minucias prácticas. Cuando Marcela -alias "la Patrona" para esta ocasión- me hizo saber las temperaturas habituales en Cartagena no podía creerlo. ¡La tremenda calore!,😨. El mismo martes 4 de julio, horas antes de viajar, mientras preparaba mi equipaje, me introduje en el mundo de Google y confirmé lo anunciado. Había varias Cartagenas en el planeta, pero elegí, según yo, la correcta para revisar su pronóstico metereológico. ¡Chanfles! -dije para mis adentros- me parece que se equivocó la paloma, perdón, la Marce: 17, 18, 19 grados, no más que eso se pronosticaba en Cartagena en los próximos días. ¡Uff!, respiré aliviada. Igualmente, no cambié lo que había planeado traer días antes: 2 vestidos delgados, 2 jeans, un par de poleras, una parca -la de ganso noruego, 🤣-, unos mocasines, unas zapatillas y un par de hawaianas, más un polerón por si me daba frío. Por suerte no descarté los vestidos, porque la paloma equivocada fui yo. Todos los días hubo entre 29 y 32, más un 80 a 90% de humedad. ¡Un verdadero suplicio para nuestros bellos y jóvenes cuerpos!
[Abro paréntesis: aún recuerdo los planes que hacíamos para cuando iniciáramos el vuelo en el avión Sky. No podía ser de otra manera, si consideramos que era un vuelo internacional. Suponíamos que íbamos a recibir, al menos una comida y, tal vez, un café con snacks de desayuno, toda vez que llegaríamos a Bogotá (escala y conexión) a las 7 am. En fin, hasta pensé en un vinito tinto (un manquehuito) para paladear, sobre todo considerando que la pizza degustada en el aeropuerto la había acompañado de néctar, ¡puaj! Habíamos comido recién y ya pensábamos en algo más para satisfacer las horas de privación, 😁. Cierro paréntesis].
Después de llegar a Bogotá tachamos a Sky de nuestras preferencias. ¡No recibimos nada de ellos! Yo estuve esperando comida y bebida por un buen rato, pero nunca fue. De pronto, abrí los ojos y vi que había pasado un carro con café y agua, pero ya era tarde; no me escucharían si les llamaba. Luego supe que había que pagarlo. ¡Qué miseria más grande! Esperando la supuesta comida y bebida, me había quedado dormida, hambrienta y decepcionada, 😂. Sólo conseguí, gratis, unos 30 ml. de agua luego de una visita al baño y posterior cara de "vístima". ¡Nunca más Sky, ¡chao, arrivederci, tschüss!
Hasta aquí el relato de las primeras impresiones de un viaje que ha sido una maravilla. Ya llevamos los cinco días planificados en Cartagena de Indias, para completar con la visita a Bogotá, capital colombiana. De más está decirles que nuestra estadía ha estado plena de actividades, chascarros, lugares increíbles y experiencias inolvidables, además de mucha alegría en un grupo que se ha complementado casi a la perfección. De todo aquello y más les seguiré contando en próximos escritos. Hasta pronto, adiósssss...
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