En Diaspar, la ciudad eterna e incorruptible, la vida es tranquila, ordenada, no existen los flagelos, la gente surge de un Banco de memoria, ya adultos. Todo funciona a la perfección, gracias a sus creadores humanos, ya perdidos en el tiempo, y a las máquinas, que preservan la vida humana en la ciudad milenio tras milenio. Todo es prístino, fácil, casi aséptico en este mundo cerrado, literal y metafóricamente hablando. Nadie abandona la ciudad, no sienten curiosidad de hacerlo. Al contrario, temen ir más allá de lo conocido. Tampoco sabrían hacerlo porque nunca lo han intentado. Pero Alvin es distinto, es "único". No se siente completo, conforme con el relato enseñado y aprendido. Quiere buscar una salida, saber si realmente son los últimos seres humanos en el planeta. Parece ser un descendiente de la Olguita Marina, 😂. Se ahoga en este mundo perfecto y quiere comprobar si, como dice el "relato oficial" todo es desierto fuera de la cúpula. Logra encontrar una salida. Más que el miedo a lo desconocido lo domina la curiosidad...y acierta. Se transforma, sin quererlo, en el responsable del cambio, de la apertura y de un futuro distinto, aunque pueda parecer incierto. Apostó y ganó, lo que no todos pueden decir.
Por acá, en el pasado remoto del mundo de Alvin, está esta otra Olguita Marina, siendo testigo de rayas en la arena -literales- y dejando sus huellas👣 en la misma, en la playa cercana al Faro Monumental de La Serena. Caminar por la arena, respirar aire marino, escuchar el sonido del mar y ver el vuelo de las gaviotas, con sus sinuosos movimientos atentos al posible alimento que dejen las olas en su retirada, es una experiencia vivificante. Poca gente, día nublado pero no helado, más aves que humanos: es más de lo que se puede pedir.
Al regreso de ese par de horas tan esperadas, me detengo en un local de comida china. Hace más de 12 horas que no ingiero alimento, así que el hambre apremia, más psicológica que física. Pido carne mongoliana, arrollados primavera y un café ☕ bien caliente. No es nada de económico el restaurante, pero me gusta esa comida. Me como con ansias los arrollados, tanto que hasta me quemo la lengua en cada ocasión. Estos chinos sí que saben servir comida caliente. Con ají pido la carne. Está exquisita, pero no puedo con ella. Ahora entiendo el precio: realmente es una porción para dos personas. Suerte que no pedí arroz. Opto por solicitar un envase para llevar, pues me queda la mitad y así tengo comida para mañana. El que sabe sabe...
Camino hasta el hostal, nada extraordinario, pero no puedo pedir la guerra mundial por 10 pesos. Queda cerca de la Avda. Fco. Aguirre (la que conduce al Faro Monumental, el cual encontré bellamente restaurado), pero así y todo hay que caminar sus buenos pasos. Hoy hice más de 13 mil pasos, lo que es el récord de la última quincena. ¡Bravo! Decía que el hostal no es ni 3 estrellas, pero se ve limpio, tranquilo, el anfitrión es amable y con eso tengo suficiente. De las entretenciones y los lujos me encargo yo. Mañana iré a conocer Playa La herradura de Coquimbo. Me dijo el anfitrión que hay cierto mal olor ambiental producto de los materiales que cargan en las cercanías, pero eso no me importa. No iré a quedarme allá, sino a conocer. De las veces que he estado en la zona nunca he ido a esa playa. Ha llegado el momento de darle el honor de mi presencia. Ya veremos lo que resulta. Esta tarde-noche, en un ambiente diferente, escribo escuchando música y sirviéndome un rico café no-colombiano, pero bueno igual. Para qué ponerme tan exquisita; más de alguien podría decir quién te vio y te ve ahora. ¡Naaa! Lo relevante es que los ahogos han desaparecido como por ensalmo, 😂, y estoy bien conmigo misma, con la compañía de mis seres queridos y el recuerdo de mis amigas. ¡Pedir más es avaricia! Hasta pronto.
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