A la mañana siguiente, bien temprano, nos encaramamos al bus y partimos rumbo al Pto. Hirsthals, nuestro penúltimo contacto con los daneses. Digo "penúltimo" porque en el Ferry aún podíamos hacer uso de las koronas danesas, que no nos servirían de nada una vez desembarcáramos en NORUEGA (o Norge, Norgen, Norway). Por ello, nos propusimos almorzar en la embarcación un buen menú chatarra -no había otras alternativas- compuesto de una sabrosa y gorda hamburguesa, con papas fritas, salsa y un medio litro de Coca. Junto a lo anterior, hicimos saltar el chanchito, ocupando las últimas koronas en una tienda. En mi caso, compré chicles, chocolatines, una crema facial y un par de souvenirs, exentos de impuestos.¡Toda una ganga!
De la plana geografía de DINAMARCA no dejaron de llamarnos la atención los extensos, numerosos y amarillos campos de colza o raps a orillas de carretera, los verdes sembradíos y el follaje de los abedules, robles y pinos, más el celeste del cielo. Amarillo, verde y celeste, bellos colores en el paisaje del recorrido, sin grandes cambios. Tal vez por eso nos sorprendió tanto, positivamente, el relieve del trayecto cuando nos adentramos en NORUEGA luego de dos y media horas de navegación. Antes de recalar ya pudimos apreciar la gran cantidad de islas e islitas por entre las cuales pasamos al llegar a Pto. Khristiansand, donde no hicimos ninguna excursión. No alcanzaba el tiempo.
Primer alojamiento en NORUEGA: Stavanger, donde nos encontramos con algunas sorpresas poco gratas, pero superables. En el caso personal, y de dos parejas más de pasajeras, el hotel nos asignó habitación con una sola cama, matrimonial, y la única solución era un cambio de alojamiento. El hotel estaba a capacidad completa. Perdimos una buena cantidad de tiempo esperando que la pesadita de la encargada ofreciera alguna otra vía pero no resultó posible. El error fue de los anfitriones en todo caso. Un par de parejas de compañeras optamos por no irnos a otro lugar, en tanto una pareja medio dispareja (una de sus integrantes es la más provecta del grupo) decidió aceptar irse a otro edificio. Antes de aquello, con todo el grupo habíamos casi corrido a la casa de cambio para obtener koronas noruegas, pues los sábados no atienden público. ¡Fue una verdadera pelotera! Al primer local se llegó tarde, mientras que al segundo sólo atenderían a dos personas pues no les quedaba más tiempo. ¡Casi nos agarramos a coscachos,😄! Todos hablábamos, queriendo ser atendidos, pero el latino a cargo, no podía seguir trabajando aunque hubiera querido, pues llegaba un policía a cerrar el local. Finalmente, luego de intentar diferentes ruegos, accedió a atender al guía, quien debía juntar el dinero de todos los interesados. ¡Uff! ¡Salvadas!
Durante el resto de tarde -un par de horas-, recorrimos el sector céntrico y la Costanera de Stavanger con mi compañera, tratando de buscar dónde servirnos algo rico pero los precios eran prohibitivos. Finalmente, luego de sacar suficientes fotografías y observar una gran cantidad de jóvenes sentados en las terrazas de los locales, conversando, cantando y bebiendo como desaforados, ingresamos a un supermercado y compramos algunos productos de sobrevivencia básica (jugos, galletas, mermelada, yoghurt) y nos fuimos a guarecer al hotel pues el frío se hacía intenso, independiente que los habitantes vernáculos anduvieron con atuendos veraniegos.
[Abro paréntesis: nos contaba el guía español que por estos lares, durante el invierno la baja temperatura y la falta de luminosidad es tal, que, cuando sale el sol, los noruegos -así como los daneses y demases de estas tierras y fiordos-, salen de sus abrigadas casas para "atrapar" hasta la mínima cantidad de vitamina D y transforman en fiesta los días luminosos y sin lluvia. Por eso, lucían de manga corta, de sandalias y vestidos delgados, además de sport en muchos casos, a pesar del frío que sentíamos nosotros. Cierro paréntesis].
Día sábado: salimos de Stavanger, pasando por un monumento frente al mar llamado la Roca de las tres Espadas o Espadas en la Montaña. Son espadas de bronce de 10 metros de altura, que conmemoran la Batalla de Hafrsfjord, ocurrida en aquel lugar el año 1100, momento culminante que supuso la unificación de los reinos de Noruega bajo la égida de un sólo monarca, el rey Harald. El monumento representa la paz; las espadas se plantaron en la roca sólida, de la que nunca podrán ser movidas. Fueron erigidas el año 1983. Luego de esta detención y encuentro con la historia nórdica, nos acercamos a un terminal de Ferries con el objetivo de seguir itinerario hacia Bergen, otra de las ciudades importantes de Noruega. Luego de un número desconocido de kilómetros de carretera y de ene millas náuticas en dos ferries, llegamos a nuestro destino con un día completamente soleado.
Quedamos maravillados de la ciudad, de sus construcciones, de la gran actividad citadina, de las vistas panorámicas disfrutadas desde la altura de unos 600 metros hasta donde nos llevó un funicular, de todo el comercio observado en torno al Mercado y a la Costanera. Allí nos dimos un pequeño lujo con mi compañera: almorzamos un plato de "Salmón Scampi", francamente delicioso,😋, consistente en un trozo de salmón a la plancha con una brocheta de gambas (camarones), un par de rebanadas de pan centeno, unas hojas de lechuga y rúcula, más un poco de mayo de papas. A ello le agregamos una Coca-cola, pues el vino no estaba permitido y no quisimos cerveza. La verdad, el plato en cantidad no dejaba a ombligo parado, pero estaba sabroso. El costo, 44 euros -no en vano se considera a Noruega una de las ciudades más caras de Europa-.
El resto de la tarde lo pasamos comprando unos souvenirs y recorriendo Bergen, con tanto entusiasmo que nos anduvimos perdiendo,😂.
Aún no nos vamos de Noruega, pero hasta aquí dejo este escrito. Lo vivido ayer fue tanto, que no alcanzan las líneas ni las fuerzas. Ayer fue agotador... y hermoso. Nos vemos.
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