Una vez arriba del bus fuimos a un lugar cercano, ciudad-balneario, unos 200 kms. de Helsinki, a orillas del Báltico, con casas de madera y terrazas varias, más una hermosa y antigua Iglesia protestante, como la mayoría en estos países. Han de saber que los seguidores del credo católico son minoría; alcanzan sólo un dígito. Según se nos dijo, hubo momentos en que se los prohibió y persiguió, por lo que debieron salir huyendo de sus residencias, quedando todas sus posesiones -tierras, edificios, iglesias- en manos de las autoridades de la época y del lugar. Las iglesias pasaron a ser protestantes u ortodoxas. Allí visitamos la iglesia (donde encendí una velita para Mirella, especialmente), que nos recibió con una bella e intensa música de órgano. Fue un momento muy especial e intenso.
El lugar se llamaba Naantali, y estaba heladísimo y solitario, lo mejor para un turista; no siempre es grato andar chocando con otras personas. Es esencialmente un pueblo a orillas del mar, que vive de los visitantes que llegan a sus tierras. No estuvimos mucho rato en el lugar: el frío helador nos hizo subirnos más que rápidos al bus y dirigirnos a Helsinki, la capital de ese pueblo tan feliz, según la organización que mide ciertos indicadores de las naciones y arroja sus resultados y conclusiones. Recuerdo que se nos informó que en uno de los países recorridos, Dinamarca o Noruega, se tiene por costumbre dar permisos cuando el tiempo está bueno para permitir actividades familiares y/o personales por parte de los trabajadores, considerando los fríos y la falta de luminosidad del sol la mayoría de los días del año. ¡Cómo no ser felices con esta posibilidad! Recorrimos los kilómetros que nos separaban de Helsinki sin inconvenientes, rodeados de bosques y vegetación, con gran presencia del abedul. Antes de bajarnos del bus, nos llevaron a visitar un monumento icónico de la ciudad, en homenaje a un hijo Ilustre de Finlandia: Jean Sibelius, un compositor musical de la segunda mitad del siglo XIX, a fines del romanticismo e inicios del modernismo. Resultó ser un monumento impresionante.
Ya abajo del bus, en espera del horario del check in, fuimos a realizar un recorrido guiado por el sector denominado 'Explanade', a orillas del mar y a unos metros de los edificios gubernamentales. Además de tener la hermosa visualización de embarcaciones, bañistas saliendo de un sauna, fuimos introduciéndonos entre los puestos de artesanía, souvenirs, joyas y comida, algunos ofreciendo alimentación chatarra, otros, comida tradicional. Llevados por el guía nos detuvimos en un puesto para probar un pescadito frito no mayor de 7 cms., muy sabroso. La encargada hablaba español, así que se transformaría en una buena opción para almorzar a la vuelta del primer acercamiento a la ciudad. Javier nos indicó varios lugares de interés para visitar en las horas libres. Luego, nos dejó en libertad de acción. Con mi compañera fuimos al puesto ya mencionado y nos servimos un plato de pescaditos con vegetales, papas y una rica salsa con ajo. ¡Quedamos pochitas por 13 €, claro que también pasadas a fritanga! A la hora acordada nos fuimos al hotel, donde nos acomodamos y luego partimos a conquistar Helsinki, una ciudad preciosa, limpia, con gente amable, con muchísimos edificios en estilo Art Noveau, que le da a la ciudad elegancia y belleza. Recorrimos las sugerencias del "chef",😂, compramos souvenirs y otras cosillas, fotografiamos sectores, edificios y otros, y nos perdimos un poquito también para no ser menos, 😁.
En el momento de las compras descubrí que no todos son felices en Finlandia. Decidí comprar una polera manga corta (ante la información de mucho frío traje poleras manga larga, que casi no las he usado porque hemos tenido muy buen tiempo). Pedí ver las tallas y al observar lo grande que era la talla L, pedí ver la M, que también me pareció excesiva, así que compré S, pero luego de pagarla me arrepentí y solicité, amablemente, que me dieran la M. La buena señora encargada se indignó y me dijo unas cuantas cosas en su idioma. Como no le entendí ni jota, no me hice la ofendida, pero sí le hice saber que le había dicho "please". Sin duda, la reverenda mujer no estaba en su día más afortunado, 😂. Como el que se arrepiente se salva, tomé la decisión correcta, reto mediante.
Día siguiente: salida en barco a visitar la Isla Suomenlinna, donde existe una fortaleza categorizada como Patrimonio de la Humanidad, que fue construida en la segunda mitad del siglo XVIII por finlandeses y suecos, uniendo 6 islas. Además de contar con sectores defensivos, también se contempló la construcción de un astillero, de manera que allí se podía construir embarcaciones y repararlas. Las islas-fortaleza fueron invadidas por los rusos a comienzos del siglo XIX y por más de 1 siglo la estuvieron ocupando. Sólo en 1917 logra Finlandia su independencia, lo que le permitió recuperar la fortaleza. A cargo del recorrido de partes de la fortaleza estuvo un guía local, que, lamentablemente no hablaba español, pero rápidamente hizo de traductor improvisado "el Nacho", uno de los viajeros. Frente a esa rápida solución (el guía chileno, Sebastián, y el español, Javier, podrían haberlo hecho sin problemas, pues se manejan en este idioma, pero en el momento inicial que se requirió estaban al final de nuestro grupo "acarreando" ovejas descarriadas, que se entusiasman en comprar y comprar). ¡Qué manera de comprar algunas personas! Más sabios y entretenidos (Nacho consiguió hasta jefa de campaña con grito incluido "Nacho sí, otro no", 😁) regresamos a Helsinki, pasando por otras islas pero sin bajarnos.
Al desembarcar tuvimos tiempo libre para almorzar y/o gastar en souvenirs o lo que sea. Con Mariana decidimos tomarnos un café acompañado de un trozo de kucken con frutos rojos, de lo que dimos cuenta sentadas frente al mar (¡🎶🎶, papara papara papán!), sobre unas pieles, costumbre de estos lares. Abandonamos Helsinki en otro Ferry a las 15 horas, para dirigirnos a ESTONIA, país del que sabíamos muy poco, pero que nos dio una tremenda sorpresa. Esta vez no fui testigo de ningún dejá vu ajeno o de un fenómeno de relatividad temporal. Lo que sí sucedió es que el viaje de 2 horas se hizo bastante pesado, pues iba muchísima gente, hacía calor al interior de las áreas de esparcimiento, mientras muchos pasajeros bebían como si el mundo se fuera a acabar. Nos llamó tremendamente la atención, además, la no despreciable cantidad de gente obesa que vimos de ambos sexos.
Ya desde la borda, antes de atracar, observé la abundancia de campanarios que se distinguían a la distancia en la ciudad a la que estábamos por arribar. Se trataba de Tallinn, capital de ESTONIA. Luego de un pequeño percance con 5 habitaciones (de nuevo camas matrimoniales), salimos a tener nuestro primer encuentro con la nueva y asombrosa urbe. Ya les hablaré de las maravillas que nos reservaba. Hasta pronto.
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