Inicié el regreso a mi hogar, casi en las mismas condiciones de hace justo un año atrás cuando comenzaba el mismo proceso, sólo que desde España. La historia pareció repetirse, aunque en una escala más reducida, por las distancias y por estar en el propio país. Esta vez tampoco estaba segura si iba a llegar a destino sin novedad. Salí de una ciudad en cuarentena, que no era la misma que había declarado como sede de mis vacaciones, nada menos que a 89 kms. más al sur, lo que no resulta menor si se trata de fiscalizaciones. Unas horas antes de la partida, los nervios me consumían, pero trataba de disimularlo, no muy bien me imagino, toda vez que soy una pésima actriz (😂). Quiero dejar en claro que no hubo ni la más mínima intención de vulnerar el sistema. Sin embargo, ambas ciudades, la declarada como efectiva y en la que residía momentáneamente, estaban en la misma situación de confinamiento, de manera que aunque hubiera querido trasladarme a la original -y legalmente autorizada- no habría podido. La gran ventaja es que son parte del mismo territorio provincial, por lo tanto no había habido ninguna vulneración en mi traslado provisorio. La suerte me acompañó. No hubo fiscalización de salida esa noche (el día que fui a comprar el pasaje sí la había) y llegué a mi ciudad de origen sin problemas. Acá, los fiscalizadores estaban ocupados de los viajeros que iban a Santiago, de forma que tampoco tuve interferencias a la hora de salir del Terminal. En todo caso, había tramitado los documentos correspondientes.
Ya en Rancagua volví a mi rutina con el sonido de la actividad céntrica rancagüina y de la música de fondo preferida (guitarra instrumental, piano, new age, orquestada), mientras visito y observo otros mundos y me involucro con la vida de otros humanos, a la distancia. Aquello me llevó a desplazarme por Marte, tratando de salvar de la mejor manera su accidentado relieve, con numerosos y kilométricos cráteres, gigantescos farellones, extensos y profundos lechos o canales secos de ríos..., todo bañado por una pátina de polvo rojo cargado de óxido de hierro, en que la temperatura diaria más alta sólo es algo superior al punto de congelamiento. Hace poco más de una semana, Perseverance informó de una temperatura máxima de -13 °C y una mínima de -73°C en el suelo marciano, que, lógicamente, hace casi imposible la vida humana a la intemperie. Si a ello le agregamos una "atmósfera" irrespirable para el ser humano, altísima en dióxido de carbono (+95%), resultará una tarea sobrehumana la sobrevivencia en el planeta cuando llegue la hora.
Todo parece difícil en Marte, sólo apto para superhombres, científicos en primera instancia, que, lo más seguro, serán superados por intereses económicos y políticos, una vez establecidos los primeros asentamientos. Mientras el magnate Elon Musk señala que el hombre estará en el Planeta Rojo el año 2025, la NASA habla de 2030 y los Árabes, de 2032.
En el volumen I de la Trilogía Marciana del escritor estadounidense Kim Stanley Robinson, Marte Rojo, se nos da como fecha el año 2026. ¡Bastante cerca de lo proyectado!, sobre todo considerando que la novela fue escrita el año 1992.
Es un relato extraordinario (gracias, Esteban, por el dato), de casi 600 páginas alucinantes, en que se nos cuenta de manera pormenorizada el viaje de los Primeros Cien a Marte, todos científicos, especialistas en distintas áreas, de distintas nacionalidades, aunque predominando la rusa y la norteamericana, seleccionados de un grupo mayor que pasó un período de prueba en la Antártida. Al mismo tiempo de construir los primeros edificios que constituirían la base marciana, van explorando y buscando vida, instalando reactores nucleares, haciendo prospecciones para ubicar agua, formando una granja para alcanzar el autosustento. Mientras trabajan en los fundamentos básicos que permitirán la permanencia del hombre en el planeta, las diferencias de posturas y la formación de pequeños grupos bastante cerrados que habían surgido en el largo viaje desde la Tierra a Marte pasan un poco al olvido. Cada cual se aboca a la tarea que tiene por delante. Sin embargo, a poco andar, hay dos visiones de mundo que entran en conflicto : intervenir el suelo y el hábitat marciano al mínimo, por un lado, mientras por el otro, está la idea de "terraformar" Marte, es decir, crear las condiciones para que sea perfectamente habitable para los seres humanos, lo que implica una intervención mayor. Esto último supone aumentar la temperatura del planeta y densificar su atmósfera (a grosso modo), lo que significa, en realidad, "cambiar" Marte. Un grupo se separa de los demás y se va con rumbo desconocido.
El tiempo pasa, se han creado varias ciudades en Marte, han llegado muchos "terranos" de distintas nacionalidades, pero aún no hay un gobierno único y centralizado. Los intereses económicos y políticos han comenzado a desestabilizar el quehacer marciano y una organización supranacional comienza a transgredir el Tratado de no propiedad (similar al que rige la Antártida). La inmigración se transforma en un negocio, junto con la explotación de los numerosos minerales existentes en el suelo marciano, mientras en la Tierra, el caos se ha desatado por el hambre, la sobrepoblación y las guerras. Lo que sucede posteriormente no es inesperado ni sorpresivo, pero sí muy doloroso, además de ser una muestra clara de que nuestra especie es depredadora por naturaleza.
Al final del volumen, ya es casi fin del siglo XXI y la realidad planetaria ha cambiado. La utopía ha desaparecido hace décadas, mientras una realidad distópica se ha instaurado, dividida en dos facciones. Los detalles se los dejo a los amantes de la lectura de ciencia-ficción y a los curiosos por este futuro, ya muy cercano.
Desde una perspectiva técnica, el relato se inicia con un acontecimiento clave y cruento que ocurre en la mitad de la historia, hecho que en ese momento carece del profundo significado que adquiere después, cuando, como lector, ya conocemos a los personajes protagonistas. Una vez llegué a ese hecho, releí el primer capítulo para comprender la magnitud del suceso y las motivaciones del personaje. Ahora, y no al comienzo de la lectura, estaba en condiciones de evaluar sus conductas. Interesante recurso, al que se agrega que la narración va cambiando de punto de vista: cada ciertos capítulos, la historia se entrega a través de la visión de un personaje distinto. Esta técnica enriquece y complejiza el mundo narrativo y sus personajes.
Mientras escribo, la Tierra sigue en su doble movimiento, que también parecieran tener las naciones que la habitan. La pandemia sanitaria continúa hasta cuando sea su lógica, lo que no impide que varios países continúen con sus amenazas e incursiones en terrenos vecinos o no tanto. Marte, en tanto, aún permanece tranquilo, helado, solitario, magnífico, como lo ha estado por millones de años. ¡Qué aproveche su último tiempo en soledad! Ya queda menos para la invasión...